Cuesta no caer en la tentación de mirar por la ventana cuando se pasa por delante de una casa típica holandesa, con sus cortinas corridas y el salón o la cocina a pie de calle. Sobre todo al caer la tarde, cuando una lámpara ilumina la estancia y fuera oscurece, cuando la vida discurre de puertas para adentro mientras la calle se vacía. Saciar esta curiosidad es posible gracias al gran número de casas museo repartidas por todo el país que abren sus puertas varios días por semana. En ellas se muestran desde las tendencias de diseño más vanguardista del siglo XX hasta los estudios y bibliotecas en las que célebres neerlandeses hicieron historia, sin olvidar otras que sirvieron de refugio para ciudadanos perseguidos. Recorremos una decena de ellas, abiertas al público por ahora, y con las que el visitante podrá adentrarse en una vida ajena, parada en el tiempo, ya no solo con la vista sino con los cinco sentidos.

Retrocediendo siglos atrás

No podemos echar la vista atrás sin pararnos ante la monumental fachada de la calle Jodenbreestraat, en Ámsterdam. En esta casa construida a principios del siglo XVII vivió durante veinte años el pintor más famoso de Holanda, Rembrandt van Rijn. Fue durante los años más prósperos de su carrera profesional, cuando se mudó de su Leiden natal a la capital y comenzó a pintar para grandes personalidades de la época. En su casa también tenía su estudio-taller y su galería de arte, un espacio multifuncional que hoy se ha recreado con exacta precisión: los muebles de época decoran estancias de artesonado y suelo de madera, mientras la cocina y las habitaciones de uso diario transportan al visitante cuatro siglos atrás, al costumbrismo y la vida cotidiana que tan bien logró transmitir Rembrandt en sus lienzos. Además de contextualizar la obra del gran pintor, la visita a su casa permite admirar una colección casi completa de sus grabados así como colecciones de otros artistas que desde entonces y hasta hoy se han inspirado en él.

Mientras Rembrandt retrataba a la alta sociedad de la capital, no muy lejos, un gran poeta marcaba un antes y un después en las letras neerlandesas desde su mansión cerca de La Haya. La ciudad que durante décadas se había mantenido a espaldas del florecimiento de la vecina Leiden, crecía como sede del gobierno de la República de las Siete Provincias Unidas de los Países Bajos, embrión de la nación actual. Es en este escenario de gran actividad política donde el diplomático y escritor Constantijn Huygens publicó más de veinte libros de poemas y prosa satírica, que son para la literatura neerlandesa lo que Miguel de Cervantes es para la española. Su casa museo de Hofwijk permite conocer mejor a este gran personaje de la historia de Holanda: su pasión por el Renacimiento italiano, que se desprende del jardín simétrico de armoniosas proporciones, así como su carácter austero, al construir una mansión de pequeñas proporciones, donde predomina la simplicidad arquitectónica, elevada sobre el agua. En esta casa vivió sus últimos ocho años otra gran personalidad, esta vez de carácter universal: su hijo Christian Huygens, considerado uno de los científicos más influyentes del mundo. Matemático, astrónomo y físico, Huygens descubrió los anillos de Saturno con los telescopios que él mismo desarrolló; fue pionero en la teoría de la probabilidad y el cálculo diferencial y en utilizar fórmulas matemáticas en la Física. En el ático de la vivienda se pueden admirar telescopios y relojes originales del siglo XVII en una exposición permanente sobre sus hallazgos científicos.

Casa museo Hofwijck, donde vivió el poeta y político Constantijn Huygens, padre del científico Christian Huygens. Foto: Buitenplaats Hofwijck

Pero el Siglo de Oro holandés no puede entenderse sin la prosperidad de sus mercaderes y comerciantes. Esta puede palparse todavía a través varias casas museo que la organización MuseumHuizen ha restaurado recientemente, como la mansión Bonck de Hoorn, una joya del siglo XVII que ha permanecido habitada durante cuatro siglos. Construida por una familia que comerciaba con el lino, la vivienda ha tenido múltiples usos, incluso como granja municipal. Otras muestras de esta época pueden visitarse en Ámsterdam, Monnickendam, Leeuwaarden y Maassluis, esta última una bella casa del puerto con la escalera de caracol mejor conservada del país.

Joyas del siglo XX

Entre las huellas que dejó la arquitectura de cambio de siglo en Holanda se encuentran muchas viviendas particulares al más puro estilo Art Nouveau. Es el caso de Villa Rams Woerthe, una mansión de película en la pequeña localidad de Steenwijk (Overijssel), al norte de Zwolle. Construida en 1899 por el mismo arquitecto del Concertgebouw de Ámsterdam, A.L. van Gendt, la casa perteneció al empresario y político Jan Hendrick Tromp Meesters. La familia la vendió al ayuntamiento de la ciudad en 1917, quien le ha dado múltiples usos, entre ellos, como centro de mando de la organización estatal Bescherming Bevolking creada al inicio de la Guerra Fría para proteger a la población de un posible ataque soviético. De este episodio todavía queda una muralla que rodea la villa y que se construyó durante la Crisis de los Misiles de Cuba. Ahora propiedad de la asociación Museumhuizen Hendrick de Keyser, ha recobrado su esplendor premodernista y vuelve a ser la casa que en su día imaginaron sus propietarios. Está abierta previa reserva de plaza los fines de semana y varios días entre semana, una excursión que puede combinarse con la visita al pintoresco pueblo de Giethoorn, a sólo 7 kilómetros de distancia.

Pero si hay una época que caracteriza a la arquitectura del siglo XX en Holanda, es seguramente la que arranca en los años 20, con el modernismo propio del Stijl. Y no hay icono más representativo de este movimiento artístico que la casa museo de la diseñadora de muebles Truus Schroder, en Utrecht (RietveldSchroder Huis). Ideada por su amigo y también diseñador Gerrit Rietveld, la vivienda en la que pasó más de sesenta años de su vida, primero con sus tres hijos, tras quedarse viuda, y entre 1957 y 1964 con el propio Rietveld, es toda una oda a las líneas negras y los colores primarios del Stijl, a la luz, al volumen y las estructuras rectas, sin ornamentación alguna más allá del uso del color y la madera policromada. Esta casa museo, una de las más conocidas del país, fue construida en el extremo este de la ciudad, con vistas al campo, ya que la naturaleza era otro de los elementos de vital importancia en el diseño de la vivienda. Hoy se encuentra encajonada en un barrio residencial, aunque basta entrar por la puerta principal para retroceder cien años en el tiempo y comprobar el talento creativo de estos dos diseñadores, capaces de levantar una casa que todavía hoy se considera transgresora y abolutamente vanguardista.

Para los que se sientan fascinados por esta época dorada de la arquitectura neerlandesa, nada mejor que revivirla en primera persona. Y es que a partir del 5 de diciembre, durante los meses de invierno, y también durante el verano, la casa museo de la arquitecta de los años 30 Iris van Ravesteyn se convierte en alojamiento vacacional para cuatro personas (300 euros la noche). Con el mismo mobiliario que se expone cuando es museo, la casa transporta al período de entre guerras, al funcionalismo que ya empezaba a arrancar, pero con el guiño original de esta creadora, que se decantó por las líneas curvas en una vivienda construida sobre una planta triangular.

Algo más convencional pero fiel a las tendencias rupturistas de la época es la casa Sonneveld, en Róterdam. Fue el hogar de Albertus Sonneveld, uno de los directores de la fábrica Van Nelle, monumento Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Ambas construcciones forman parte del llamado «Nieuwe Bouwen», un estilo que arrancó a principios del siglo XX inspirado en la arquitectura de Le Corbusier. Al igual que para su fábrica, Sonneveld priorizó la luz y el espacio en su casa, fusionando el mobiliario, hecho a medida y casi en su mayoría de la compañía Gispen, con la arquitectura del interior. Así, en muchas habitaciones el color de las paredes es el mismo que el de la tapicería de las sillas o del sofá, una uniformidad que, al igual que en el Stijl, pretende transmitir mucho con poco. El juego de té se muestra en un amarillo fluorescente, pero apenas cuelga un cuadro de la pared: el color y el volumen siguen siendo la máxima.

Si bien las casas museo se pueden encontrar en todos los lugares del mundo, menos habitual es dar con un pueblo museo: un lugar creado para marcar una época y que hoy conserva huellas de ese pasado, si bien nunca llegó a ser lo que sus diseñadores soñaron. Este pueblo es Nagele, de apenas mil habitantes, situado en una de las regiones menos atractivas de Holanda, Flevoland. En él, la casa museo Polman ha sido restaurada para mostrar la versión holandesa de la arquitectura Bauhaus y las viviendas sociales de la posguerra. Decorada como en 1956, en ella se aprecian los modernos servicios con los que contaba, como agua corriente, un baño y una ducha además de detalles de arquitecto, como la pared de cristal que separa la cocina del salón para dejar pasar la luz. También tenía el conocido «lavet», una pila a medio camino entre un lavabo y una bañera, diseñada por la fábrica de terrazo Ocrietfabriek de Baarn, que se instaló en las viviendas sociales de esta época y en la que solían bañarse a los niños de la casa. Los habitantes de estas nuevas viviendas apreciaban mucho la luz y el espacio, aunque decían sentirse algo intimidados por la cantidad de ventanas a través de las cuales se podían mirar. Solían llamarlas las «cajas de bloques», ya que eran hileras de viviendas de techo plano en las que apenas se diferencia el frente de la parte trasera. Muchas de ellas han proliferado después en todas las ciudades holandesas, pero sólo esta mantiene el espíritu originario con el que se diseñaron. Y también es posible alojarse en una de ellas (130 euros la noche).

Salón con la cocina al fondo de la casa museo Polman en Nagele. Foto: Museum Huizen Hendrick de Keyser

Testigos de la Historia

No se puede escribir un artículo sobre casas museo en Holanda sin citar a la más popular de ellas, también una de las más conocidas en el mundo entero. Desde que en 1960 la casa de Anne Frank y su familia se convirtiera en museo, el peregrinaje de turistas no ha dejado de aumentar. Sólo el año pasado pasaron por ella más de 1.300.000 y su visita obligada hacía casi imposible reservar una entrada si no era con meses de antelación. Con el estallido de la pandemia, ahora no sólo es más fácil acudir sino que se puede visitar con poca gente, haciendo de esta una experiencia más intensa y real. Situada en el casco histórico, la vivienda era propiedad del padre de Anne, Otto Frank, y estaba dividida en dos partes, una delantera (voorhuis) y otra trasera (achterhuis). Entre el 6 de julio de 1942 y el 4 de agosto de 1944 la familia de Anne Frank se escondió de la ocupación nazi en la última planta de la casa de atrás, época en la que Anne escribió su famoso diario. Tras ser descubiertos, fueron deportados al campo de concentración de Auschwitz. Posteriormente Anne y su hermana Margot fueron trasladadas a Bergen-Belsen donde contrajeron el tifus y fallecieron poco después, en febrero de 1945. Su padre Otto fue el único miembro de la familia que sobrevivió. El relato de la vida de esta joven judía ha dado la vuelta al mundo y todavía hoy, su casa, sobre el canal Prinsengracht, muestra los detalles más emocionantes, como la estantería tras la cual se esconde el acceso a la última planta o la habitación en la que vivío Anne Frank durante esos años. Visitarla permite conocer mejor la historia de la comunidad judía holandesa antes de la Segunda Guerra Mundial y el atroz exterminio que sufrieron, tal y como hemos relatado en Gaceta Holandesa anteriormente.

Además de los holandeses de religión judía, muchos miembros de la Resistencia buscaron refugio en un lugar seguro durante estos años de guerra. Uno de ellos era la casa de la familia Ten Boom en el centro de Haarlem. Construida en el siglo XVII, la bonita finca albergó durante tres generaciones el negocio familiar de relojes en la planta baja y la vivienda en la planta superior. Los Ten Boom era una familia muy devota, cristiana protestante, que durante años acogió en su casa a niños sin hogar, y en la Segunda Guerra Mundial, a cientos de personas perseguidas por los nazis. Según su página web, tanto el padre como sus dos hijas llegaron a esconder a 800 personas entre 1943 y 1944, hasta que fueron arrestados. El padre de nombre Casper falleció en la prisión de Scheveningen días después mientras que sus dos hijas, Betsie y Carrie, fueron deportadas al campo de concentración de Ravensbruk, donde murió la mayor de ellas. Carrie sobrevivió a la guerra y, hasta su muerte a los 92 años de edad, dedicó su vida a contar su historia y a evangelizar con ella. La vivienda es hoy una casa museo que se muestra tal y como era durante esos años, con los escondites que inventaron, como la doble pared que constuyeron en la habitación de Carrie y tras la que lograron ocultarse seis personas – dos mujeres judías, dos hombres judíos y dos hombres de la Resistencia – el día que la policía nazi arrestó a sus propietarios. Cuatro de ellos sobrevivieron. Conviene consultar los horarios y fechas de apertura ya que en el momento de publicación de este artículo, el museo se encuentra temporalmente cerrado por la pandemia del coronavirus.

Más atrás en el tiempo pero, de igual manera, relatando una historia de perseguidos que dejaron huella, encontramos una de las casas más antiguas de la ciudad de Leiden: la de los Pilgrims que huyeron de Gran Bretaña a comienzos del siglo XVII y partieron después hacia América en 1620. En esta pequeña casa museo se puede revivir la aventura de estos primeros colonos de América del Norte, reconocidos por ser los fundadores de la primera población permanente de Estados Unidos, quienes llegaron al Nuevo Mundo hace cuatro siglos a bordo del Mayflower. La vivienda muestra la vida cotidiana de esta comunidad que abandonó Gran Bretaña para instalarse en una ciudad como Leiden en la que pudieron vivir libremente de acuerdo a su ortodoxia religiosa. En apenas dos habitaciones de pequeñas dimensiones se conserva mobiliario original del siglo XIV y otros objetos que recuerdan los doce años que vivieron los Pilgrims en Leiden. Se puede visitar en determinadas horas a la semana y su conservador, fundador del Museo Americano de los Pilgrims, puede ofrecer una explicación detallada en inlgés y neerlandés.

Para saber más sobre estos museos repartidos por todo el país, la página web Museum Huizen recoge una gran selección de distintas épocas. Conviene consultar con antelación los días y horarios de apertura. En un buen número de estas casas es posible alojarse, si bien la capacidad suele ser para dos personas. Más información sobre estos peculiares airbnb o monumentenbed aquí.