Al arrancar cada año no hay neerlandés que no se pregunte si este invierno habrá Elfstedentocht, la competición de patinaje sobre hielo al aire libre que desde hace más de un siglo se organiza entre once ciudades de la región de Friesland, al norte del país. El frío que se avecina vaticina horas de disfrute sobre el hielo aunque la ansiada competición sólo podrá darse si se logra una capa de hielo de al menos 15 centímetros de grosor en los doscientos kilómetros de recorrido. Ocurrió hace veinte años, en 1997, cuando en apenas dos días más de 16.000 personas viajaron al norte para calzarse los patines y vivir la experiencia. El hielo no espera, no puede planificarse, por eso sorprende la capacidad de los holandeses para desprenderse de su agenda cuando se trata de patinar. Parajes de ensueño, momentos de bebida caliente en una cafetería con chimenea y deporte al aire libre son quizás las claves para entender esta pasión. Nos sumamos a ella y desvelamos pistas irresistibles para abandonar el sofá de casa en estos días de agua, viento y frío.

Patinar fuera de la ciudad

Para los más atrevidos, existen múltiples clubes y centros de ocio que organizan excursiones a los lagos más cercanos. Se trata sin duda de la opción más recomendable para los que ya saben patinar pero no lo han hecho antes en Holanda. La organización KNSB reúne las empresas que organizan estas salidas en una única página web en la que además informan sobre las pistas de hielo abiertas en todo el país. Patinar por los canales y lagos en medio de la naturaleza puede ser una experiencia inolvidable pero requiere tomarse en serio las reglas de oro sobre seguridad. Algunas de ellas son: patinar sólo sobre áreas permitidas; evitar zonas en las que el hielo cambia de color; alejarse de las grietas y llevar siempre un punzón de hielo, una cuerda y un silbato, en caso de tener que auxiliar a otro patinador. Todas estas recomendaciones junto con información actualizada sobre los lugares en los que es posible patinar se encuentran en la página web Natuurijswijzer. Siempre que se vaya acompañado, no hace falta ser un experto para recorrer los canales patinando, una oportunidad que ocurre pocas veces y que sólo puede disfrutarse en Holanda. Por una vez, vivir rodeado de agua se convierte en un privilegio.

A la izquierda, patinando a lo largo del Kinderdijk, patrimonio de la humanidad por la UNESCO. A la derecha, imagen de la última competición Elfsteden celebrada en 1997 © Hart van Nederland

 

Por el casco urbano, en patines

Una vecina relataba como al helarse el canal de al lado de su casa, tardaba la mitad de tiempo en ir a comprar a las tiendas del barrio puesto que podía dirigirse en línea recta sin tener que cruzar por el puente más próximo. Visto así, el hielo sobre los canales urbanos dota a las ciudades holandesas del terreno que les falta, las transforman en ciudades típicas y sus habitantes se olvidan de los puentes y las bicis por unos días. Desde calzarse unos patines para ir a la compra hasta tomarse un café en una de las terrazas improvisadas sobre el hielo, las experiencias para disfrutar al aire libre se multiplican. Con la mayor parte de las viviendas construidas a lo largo de canales, no hay excusa para no dar un paso más, cruzar la acera y tirarse al agua helada. En este caso, la única recomendación es la de evitar las multitudes. Basta con tomar el canal de al lado; lo que en un casco urbano habitual sería la bocacalle.

 

Disfrutar del hielo, de lejos

Tan de respetar es no subirse a una bicicleta a pesar de vivir en los Países Bajos como negarse a calzarse los patines tras el primer hielo. Para los amantes del invierno sin riesgo, la nieve bajo el nivel del mar es otra experiencia única de Holanda. A falta de cimas borrascosas, el paisaje nevado de las rutas por el Groene Hart o las que ofrece la agencia estatal Staatsbosbeheer cumplen su cometido de grabarse en la memoria. Entre todas ellas destacan las de Oostvaardersplassen, una reserva natural creada en 1983 en un pólder cerca de Lelystad en la que se han vuelto a introducir especies autóctonas  como venados rojos y caballos Konik. Desde el próximo 14 de enero y hasta mediados de marzo, cada sábado y domingo a mediodía tiene lugar una caminata que arranca en el centro de visitantes y se adentra en uno de los bosques más salvajes del país. Los domingos, al finalizar el paseo, la excursión incluye una crema de guisantes con pan de centeno: la máxima expresión del término “gezellig”.