Hace diez años Martine Postma decidió abrir el primer Repair Café en Holanda con la idea de crear un lugar de encuentro donde los aficionados a reparar todo tipo de cosas pudieran ayudar a aquellos menos habilidosos que se resignan a aparcar en un cajón la lámpara, la plancha o la cafetera que ha dejado de funcionar. Quizás por la herencia calvinista relacionada con la austeridad y con el compromiso social hacia la comunidad, el concepto de Martine Postma tuvo una gran acogida en todas las provincias del país y en poco tiempo se exportó a otros países, estando hoy presente en todos los continentes, aunque principalmente en Europa.

Después de varios meses cerrados por la pandemia, los Repair Cafés han reabierto en muchos lugares. ¿Cómo se han adaptado a la nueva situación?

Todos los cafés cerraron durante los meses de primavera pero afortunadamente muchos de nuestros voluntarios son muy creativos y organizaron sesiones de reparación online. Ahora hemos abierto con las limitaciones actuales de mantener la distancia de metro y medio entre unos y otros y de desinfectar las superficies. En cada país, los miembros de nuestra red siguen las recomendaciones nacionales.

Con más de 2.000 Repair Cafés repartidos por todo el mundo, casi la mitad de ellos en Holanda, sorprende ver que sobre todo se encuentran en países europeos o de habla inglesa, ¿por qué?

El concepto de Repair Cafe se adapta muy bien al contexto social de Holanda y de otros países del norte. Por cómo está organizada la vida social y por la importancia que se le da al trabajo comunitario y al voluntariado, el concepto encaja mejor en países occidentales y en el mundo anglosajón que en otros lugares. Aunque también hay algunos Repair Cafés en Japón, India, China y cuatro en Latinoamérica. En general suelen estar donde hay un mayor índice de desarrollo, porque es ahí donde se repara menos. Es un problema derivado directamente de nuestra sociedad del bienestar, de la sobreabundancia. La gente no tiene por qué arreglar el producto que se estropea porque puede comprar otro más atractivo, nuevo y barato inmediatamente. En países con escasez de bienes y recursos, sus habitantes se preocupan mucho de mantener y reparar los objetos que tienen. Y otro problema derivado de este es que el conocimiento que se requiere para arreglar un aparato se está perdiendo. Nuestro automatismo ha cambiado: hace décadas si algo se estropeaba, la reacción primera era intentar arregarlo, ahora es ir a la tienda a por otro.

Una mañana en un Repair Café de Ámsterdam, donde se reúnen una vez al mes. Foto: Alicia Fernández Solla

¿Cómo podría explicar la fascinación de la socieda holandesa por el reciclaje y la seguna mano?

En general, los holandeses somos muy prácticos, nos gusta sentirnos independientes y con la libertad para decidir por nosotros mismos, lo que puede explicar la afición por arreglar y reparar cosas. Cierta mentalidad innovadora sumada a la importancia que le damos a hacer voluntariado para la comunidad también juega un papel. En cuanto a la presencia de tantos Repair Cafés, creo que al no vivir en un país muy grande, es más sencillo llegar a más gente. En general pienso que nuestra sociedad es bastante igualitaria, y esto permite que en uno de nuestros cafés se junten personas de distintos contextos sociales, ricos, menos ricos, pobres, de todos lados.

¿No tiene nada que ver con el afán por no gastar dinero “innecesariamente”?

No realmente, no creo que este sea el motor principal que motive a ponerse a reparar algo que se ha estropeado. Al menos en mi caso. Las primeras personas que apoyaron el proyecto no lo hacían como una forma de ahorrar, o de gastar menos, sino para apostar por el medio ambiente y por una iniciativa que estimulaba las relaciones sociales y el sentimiento de comunidad, de hacer algo bueno por su barrio o vecindario. Solía ser gente que ya estaba comprometida con iniciativas locales de este tipo.

Usted fundó el primer Repair Cafe hace ya diez años, ¿han cambiado mucho las tripas de los objetos en esta década? ¿se han hecho más difíciles de reparar?

Absolutamente, ahora los objetos son menos mecánicos y más electrónicos, lo que hace que los fallos que tengan sean menos visibles. Antes bastaba con desenroscar un par de tornillos para abrir un aparato: eran más reparables que los gadgets de ahora, sin duda.

El perfil de los que acuden, ¿ha cambiado también?

Sí, hace diez años reparar un aparato o un mueble seguía viéndose como algo que hace el que no puede comprarse otro nuevo, o una actividad propia de las personas mayores. Entonces llegó la crisis y más gente empezó a verlo con buenos ojos, al mismo tiempo que se empezaba a hablar más de sostenibilidad y de economía circular. Reparar empezó a considerarse como algo normal, que se puede hacer, que se debe intentar, que puede ser divertido e instructivo, y que no es algo de lo que uno deba avergonzarse. Esta evolución del concepto de reparación es lo que ha provocado que hayan aparecido tantos Repair Cafés por todo el mundo. Lo interesante es ver que la atmósfera de todos los Repair Cafés es la misma, independientemente del país en el que se encuentren. A pesar de las diferencias culturales, en los vídeos que los voluntarios cuelgan se ve cómo la idea se reproduce igual en todas partes: un ambiente algo caótico, con gente de aquí para allá arreglando esto y aquello, otros charlando al lado tranquilamente, con un café y unas galletas, muy amigablemente y como decimos aquí, muy gezellig.

Martine Postma, junto a uno de los voluntarios de un Repair Café en Ámsterdam. Foto: Alicia Fernández Solla

La mayor parte de sus voluntarios son personas mayores, jubilados en su mayoría, con un conocimiento técnico específico pero que pueden no conocer tan bien el funcionamiento de estos gadgets. ¿Qué aparatos suelen reparar?

Cada vez vienen más personas con sus smartphones y tabletas pero estos no son los aparatos que suelen poder reparar nuestros voluntarios. Es un conocimiento que deberían adquirir más Repair Cafés. Lo más más habitual es encontrar pequeños electrodomésticos aunque además de aparatos también se reparan muebles, bicis, ropa, joyas… Y si en el Repair Café más próximo hay algún voluntario especializado en electrodomésticos más grandes, uno podría llevar su lavadora, por ejemplo.

Con cerca de mil cafés repartidos por el país, se podría decir que algo de competencia le hacen ustedes  a los servicios técnicos de estos fabricantes.

En general no hay mucho problema, la competencia realmente no es tan grande. Si bien es algo que no incentivan, y siempre dicen que no se hacen responsables del resultado de la reparación que realiza un particular, van entendiendo cada vez mejor que para mucha gente la reparación va antes que una nueva compra y tampoco entorpecen a los consumidores que intentan arreglar sus productos.

Al mismo tiempo que esto se está produciendo, los fabricantes cada vez son más reticentes a estandarizar los componentes o accesorios de sus productos, ¿no es así?

Sí, es cierto, hay fabricantes cuyos componentes son de uso exclusivo y esto es perjudicial en todos los sentidos también desde el punto de vista de los residuos, no es nada bueno. Intentamos luchar contra esta tendencia que parece que va en aumento pero es muy difícil y desde luego nada favorable para nuestra sociedad. En mi casa somos cuatro y cada uno con su teléfono y su cargador, porque el de uno no se adapta al otro, no tiene sentido.

Y el consumidor, ¿ha cambiado su relación con el producto?

Nosotros tratamos con un tipo de consumidor específico, el que quiere saber por qué se le ha estropeado algo o el que considera importante no consumir en exceso. También hay un sentimiento asociado con la pertenencia, con tener un mayor control sobre los objetos que uno posee, y cada vez son más las personas que son más conscientes de esto y que por eso intentan reparar sus cosas. En el movimiento de los que reparan existe el lema «if you can’t open it, you don’t own it»: la autoría, la capacidad para resolver uno mismo un problema, es también un motivo de orgullo. Si hablamos de una sociedad más sostenible es imprescindible cambiar nuestra manera de relacionarnos con las cosas, y eso es algo que los fabricantes ya han captado y que cada vez más consumidores entienden. La economía circular no ha surgido porque sí.

Si hablamos de sostenibilidad no se puede olvidar el consumo energético y en este sentido gran parte de los aparatos antiguos son más contaminantes que muchos nuevos…

Depende del aparato, en efecto existen grandes electrodomésticos como una nevera o una lavadora que puede no merece la pena andar reparando una y otra vez. Pero este no es un argumento para no reparar otros muchos otros objetos que sí pueden reutilizarse y que no son más contaminantes que los actuales. Al hablar de economía circular, tendemos a pensar antes en el reciclaje que en la reparación, cuando esta última opción es más sostenible que la primera.

A veces que un producto sea más caro no asegura una mayor calidad, ¿cuál es su recomendación a la hora de comprar un aparato nuevo que queremos que dure?

Sí que creo que el precio suele ir acorde a la calidad de sus componentes pero no siempre es así, por eso lo recomendable es asegurarse de que un producto es reparable, preguntando al vendedor o examinando cómo está hecho. Una cafetera no tiene por qué durar tres años, por ejemplo, debería soportar un uso de unos diez años si está bien hecha y puede ir arreglándose si se estropea. Al mismo tiempo, todas las medidas que un Gobierno ponga en marcha para estimular este tipo de consumo más responsable son muy positivas, como imponer un BTW (IVA) reducido a las reparaciones o mejor todavía, quitarlo. El 70 por ciento de los productos pueden ser reparados, y en algunos más específicos como el textil, se podría reparar casi el 100 por 100 de todos ellos. Eso es tres de cada cuatro objetos. Los aparatos eléctricos son más difíciles de arreglar, alrededor de un cuarto de ellos se pueden reparar, únicamente. Y también depende de las marcas. Desde hace un par de años hemos puesto en marcha una web donde los distintos cafés pueden registrar las reparaciones que hacen durante el año y con esta información elaboramos un informe muy útil para todos.

En el Reparatie Monitor de 2018 participaron 34 cafés de distintos países y se registró la reparación de 7.857 productos, entre los cuales cafeteras, bicis, lámparas, pantalones y ordenadores estaban entre los más habituales. De las marcas cuyos productos lograron repararse, la de bicicletas Gazelle fue la que mejores resultados obtuvo, con un 90% de las reparaciones exitosas. Le sigue Miele (68%), Bosch (62%), Philips (59%), Nespresso (57%), Samsung (46%), Sony (43%) y en último lugar HP y Braun (37%).

¿Cuáles son las trabas con las que se encuentran más habitualmente sus voluntarios?

A menudo un voluntario se pasa entre 45 minutos y una hora sólo para poder abrir un aparato y es muy habitual que en las instrucciones no aparezca ninguna indicación, tampoco en internet, sobre cómo repararlo. Esto es algo que tiene que cambiar. Y es algo que ocurre en todo el mundo, que los fabricantes no ofrecen información sobre cómo reparar sus productos.

El auge de los tutoriales de internet, también para arreglar cualquier cosa sin salir de casa, ¿ha tenido un efecto positivo o negativo en sus Repair Cafés?

Positivo, sin duda. Que alguien venga a nosotros o lo haga por su cuenta en casa con la ayuda de un tutorial, el efecto es el mismo: que más gente se anime a no tirar sus objetos al primer fallo. Las dos acciones incentivan a reparar y a entablar una relación diferente con nuestros objetos, a aprender algo nuevo y a sentirnos orgullosos cuando logramos solucionarlo. Y si después de intentarlo no sale bien, siempre se puede ir a un Repair Café y pedir ayuda a alguien que sabe algo más y que puede tener mejor material para arreglarlo. Juntos, con el tutorial delante, los dos aprenden y mejoran. Es positivo en todos los sentidos.

Varios pensadores advierten sobre la pérdida de transmisión de conocimiento entre las generaciones anteriores y la actual, por un menor contacto intergeneracional y por la velocidad con la que las nuevas tecnologías avanzan. ¿Es esto un problema para los Repair Cafés?

Precisamente en esto estamos trabajando, para que el conocimiento de las generaciones anteriores no se pierda y para que otros tomen el testigo. Así podremos cambiar un poco esta mentalidad de sustituir un objeto por otro, logrando que más gente se pare a pensar si puede repararlo antes de tirarlo. De esta forma se vuelve a valorar el tabajo artesanal y se vuelve a vincular lo práctico con lo teórico. Tenemos que lograr atraer a más gente joven a los Repair Cafés y lo estamos intentando a través de distintas iniciativas como una exposición itinerante que ha estado en bibliotecas por todo el país donde mostramos a los reparadores y el valor de nuestros cafés.

Cuándo empezó usted con esta iniciativa, ¿se imaginó que podría llegar a tener tanto éxito internacional?

No, para nada, mi idea era lograr abrir 12 Repair Cafés, en las distintas provincias del país. Recuerdo cuando nos llamó el primer periodista extranjero en 2011 y desde entonces empezamos a recibir emails de Estados Unidos, Alemania, Bélgica, y así poco a poco fuimos traduciendo la guía que tenemos a distintos idiomas. Con ella les explicamos cómo arrancar, cómo encontrar a los voluntarios, cómo debe ser el espacio, el uso del logo y cómo escribir notas de prensa, etcétera. Pero una vez abierto, cada uno de ellos funciona por su cuenta. Lo importante es que estos cafés sirvan como base para un cambio de mentalidad, que se abran al mismo tiempo que otras iniciativas de este tipo van arrancando para que así las reparaciones se vuelvan una opción atractiva y barata para el consumidor.

¿Qué nos puede enseñar la crisis actual del coronavirus acerca de un menor consumo?

Esta crisis muestra que el mundo se está acercando al límite de sus recursos y que nuestro patrón de vida y consumo no es normal. Esta manera de viajar y de consumir ha influido en que ahora el mundo entero esté infectado por un virus que se originó en un lugar concreto. Tal vez no deberíamos aspirar a que todo el mundo pueda viajar constantemente a cualquier parte, y a que se produzca de todo, trasladando productos de aquí para allá por el mundo. Esta crisis es una súplica para un modelo de vida más simple, consumiendo productos locales, revalorizando lo que nos ofrece nuestro barrio y reparando más en lugar de comprar.

¿Cómo aplica usted esta filosofía a su vida?

Compro poco, intento que sea de buena calidad, mucha de mi ropa es de segunda mano. Y si algo se rompe, siempre intento repararlo primero aunque al final me cueste más dinero que comprar una bici o un producto nuevo.

Un mapa con todos los Repair Café y sus horarios puede consutarse aquí.