Cuando hace tres años Ángela y su marido decidieron trasladarse a La Haya desde Costa Rica, el cambio de país propició la transformación profesional que antes o después acabaría por llegar. Ángela Alfaro abandonó la abogacía para dedicarse a su pasión, el baile, y fue así como se convirtió en instructora de zumba y de ritmos latinos. La energía vital que le proporciona, el ambiente familiar y cercano que se crea en sus clases así como la posibilidad de transmitir a sus alumnos sus raíces salvadoreñas, bien arraigadas al son de la salsa, la cumbia, el merengue y la bachata, entre otros, son para ella los valores esenciales que hacen de su actual profesión el mejor modo de vida. Celebra con Gaceta Holandesa el segundo aniversario de su estudio, Latin Soul Dance, inaugurado solo unos meses antes del estallido de la pandemia. El desastre le pilló bailando, sin tiempo para lamentarse. De vuelta con las clases presenciales, sus alumnos no dejan de aumentar y ella sigue ideando nuevas formas de encontrarse, dentro y fuera de la sala, para divertirse y bailar sin parar, mientras el cuerpo aguante.

Llegaste a Holanda hace tres años y decidiste ser profesora de zumba ¿por qué?
Yo soy abogada especialista en puertos y derecho marítimo. Cuando surgió la ocasión de volver a Holanda, me plantée la idea de cambiar de rumbo y de hacer de mi pasión, el baile, mi profesión. Siempre he estado bailando, desde pequeñita. En el pueblo donde me crie en El Salvador no había un lugar para bailar, ni un gimnasio, o escuela de baile. Hasta que, de adolescente, abrió una discoteca y los viernes por la tarde eran en exclusiva para nosotros, con mucha música y control de los padres. Después me fui a estudiar a la universidad y el baile pasó a ser un hobby aunque lo sguí practicando mucho, sobre todo la salsa. Unos años después alguien me regaló el dvd del fundador del Zumba, Beto Pérez, y quedé atrapada por esta manera tan ingeniosa de combinar el baile con el ejercicio. Empecé a practicarlo como alumna y en todos los países en los que he vivido siempre he ido a clase de zumba, desde hace veinte años. Cuando veníamos de vacaciones a Holanda solía atender clases aquí también y me sorprendió el éxito que tenía y lo mucho que le gustaba a los holandeses practicarlo. Así que cuando decidimos venir a vivir a La Haya, pensé que el cambio podía ser una buena oportunidad para convertirme en profesora de zumba.

¿Cómo fueron los inicios?
Me formé en Costa Rica y cuando empecé aquí fue complicado, hay que trabajar mucho para hacerse un hueco, porque aunque zumba es un boom en Holanda, también hay bastante competencia. Cuando llegé, en febrero de 2019, lo primero que hice fue apuntarme a todos los gimnasios que pude, para asistir a sus clases de zumba y ver cómo era el perfil de los alumnos y de los instructores. Empecé a ofrecerme como profesora y en verano cuando muchos de mis colegas se fueron de vacaciones, yo di todas las sustituciones que me ofrecían, quebrando el hielo en todo tipo de gimnasios y de clases, fue mi máster en zumba. Estas sustituciones de verano me ayudaron mucho a darme a conocer y en noviembre de ese año tuve la oportunidad y pude abrir mi estudio en el centro de La Haya, Latin Soul Dance.

Sólo unos meses antes del estallido de la pandemia…
Justo estábamos arrancando con el estudio cuando de repente pasó lo que nunca habría imaginado. Tuvimos que reinventarnos, con clases online y eventos como fiestas de pijama y otras locuras para mantener a la gente ahí, a través de la pantalla. Para mí fue una manera de conectar a otro nivel. A pesar de no estar juntos mis alumnos me agradecieron muchísimo que siguiera dando las clases, les ayudaba a desconectar, a moverse y a verse un rato. Cuando nos dieron la posibilidad de ejercitar al aire libre, otro mundo nuevo se abrió. Conocí a la que es hoy mi amiga y compañera de baile, Ouafa y la convencí para que se hiciera instructora de zumba. Ella procede del mundo de la danza, es hermosa y talentosa en ritmos como el afro y dancehall. Entre las dos logramos organizar clases al aire libre en la entrada del complejo deportivo Sportcampus Zuiderpark. Ahora, estas clases son todo un éxito, una fiesta que no para, todos los sábados por la mañana. No solo bailamos, también nos quedamos a tomar un café, se improvisa un picnic cuando llega el buen tiempo, organizamos fiestas de cumpleaños y ¡hasta fiestas temáticas mensuales! es realmente mágico lo que se sucede alrededor de la clase. Para aquellos que no tienen el código QR es además la única a la que pueden asistir en estos momentos.

¿Qué elemento diferenciador dirías que tienen tus clases de zumba?
En mis clases yo hablo sobre todo inglés y español, la música es principalmente en español y se siente la calidez desde que se entra por la puerta. Me gusta que los alumnos se encuentren en un entorno distendido, como entre amigos, y al bailar dramatizamos mucho, interpretando y cantando cada canción. «Te quiero, te quiero, te quiero, pero de lejos» como dice una de las canciones, lo bailamos con nuestras manos en el pecho y nos metemos tanto que lo vivimos con pasión, incluso si mis alumnos al principio no entienden la letra de la canción. Mis clases son toda una experiencia, no hay dos iguales, y en ellas se crea una comunidad muy enriquecedora.

¿Qué papel juega la cultura hispana en tus clases?
Ese es otro componente diferenciador. Gran parte de los holandeses que se inician en zumba sienten una atracción especial por todo lo hispano. Les gusta practicar el español mientras hacen ejercicio, suelen viajar a España de vacaciones o han tenido alguna experiencia vital en Latinoamérica. Y es que en mis clases suena sobre todo nuestra música, la salsa, la cumbia, el reggaeton, el merengue que mezclo con otros ritmos como afro o hip hop. Esto hace que muchos hispanohablantes también quieran venir a bailar conmigo porque les acerca a las salas de baile de sus países, a otra música distinta de la típica electrónica holandesa. Siete de cada diez alumnos son holandeses, el resto procede de distintos países. Me encanta ver cómo al final de la clase todos estamos súper metidos en la música, los holandeses se sueltan, se dejan llevar y la conexión en torno al baile es total.

Has tomado clases de zumba en el mundo entero, ¿cómo definirías al alumnado holandés?
Cuando llegué me sorprendió mucho que aquí hay hombres en las clases, algo mucho menos habitual en otros países de Latinoamérica. También la edad es más variada, pudiendo encontrar muchos alumnos mayores de 65 años, como una de mis alumnas, Els, que tiene 72 años y va a clase de zumba todos los días. Mi grupo de los martes por la mañana es de personas de esta edad y cuando viene una más joven siempre cree al principio que daremos un zumba más relajado, pero no, la clase es tan intensa como cualquier otra. La gente está muy abierta a bailar ritmos nuevos, se lo toman muy en serio y si no salen agotados sienten que la clase no funcionó.

¿Preparas tus clases en función de estos ritmos musicales?
Sí, dedico mucho tiempo a preparar cada playlist y monto de tres a cuatro coreografías por mes, incluyendo canciones de los cuatro ritmos que mencioné antes, obligatorios en zumba. Los alumnos no saben lo que vamos a bailar ese día, y me gusta que lo vivan como una experiencia única y diferente cada vez. Cuando introduzco los pases les enseño a seguir los tiempos, con paciencia y poco a poco, porque es fácil salirse de ellos, sobre todo en la salsa. Esto es quizás un elemento que diferencia mis clases de otras: mis alumnos aprender a bailar, no solo se mueven, aprenden a seguir el compás y a saber cuando se hace un giro y cuando una pausa. Vamos un poco más allá de lo que sería la clase habitual de zumba. Para el próximo año vamos a introducir una nueva clase de flamenco que impartirá una profesora holandesa combinando el zumba con los palos del flamenco, una mezcla que ya se practica en España con mucho éxito y que estamos deseando iniciar aquí también.

Una de las clases al aire libre que imparte Ángela Alfaro en el Sportcomplex Zuiderpark de La Haya. Foto: Latin Soul Dance

Cuéntanos más acerca de estas actividades que organizas además de las clases de zumba.
Organizo todo tipo de encuentros y a los alumnos les encanta. Ahora he empezado con las Noches de Baile Social, una hora en la que podemos ir a bailar con o sin parejas, practicamos los pasos básicos de salsa, bachata, merengue, con el ambiente parecido al de salir una noche a una discoteca; también tenemos las Noches para Mujeres (Ladies Night) donde invitamos a bailar a todas las que quieran venir, con sus amigas, con tapas y bebidas incluidas y por último contamos con talleres especializados de salsa, bachata, cumbia y merengue. En todos ellos el ambiente es relajado y distendido, para mí lo importante es pasar un buen rato todos juntos, socializar, sin la formalidad de las clases típicas de un gimnasio o de una escuela de baile. La flexibilidad es muy importante: los interesados pueden comprar un plan por sesiones que pueden gastar cuando quieran, sin periodicidad, siempre que reserven con antelación.

En sólo unos días celebramos una fiesta disco de los 80’s y 90’s, el 20 de noviembre, otra ocasión perfecta para vestirse de la época, encontrarse, y bailar sin parar.

Después de la pandemia muchos instructores han seguido dando clases online, tú prefieres solo las presenciales, ¿por qué?
Por dos razones: por un lado, porque creo que la energía que se comparte en la sala no es trasladable a la pantalla, aunque en ocasiones haya sido imprescindible hacerlo. Y por otro, porque el ambiente que se crea en mis clases es acogedor, es una experiencia íntima y muy personal, por eso es un encuentro que prefiero no grabar para respetar la privacidad de mis alumnos. Mientras podamos seguir dando las clases de manera presencial seguiremos haciéndolo así. Y después de tantos meses sin poder hacerlo, la verdad es que todos agradecen verse en persona otra vez, es necesario.

¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Para mí es un privilegio poder dedicarme a lo que me gusta, a mi pasión, y además compaginarlo bien con mi vida familiar. No concibo la vida sin bailar, lo practico con mucho respeto y me gusta hacerlo bien, todo esto me encanta transmitirlo a mis alumnos. A través del zumba he logrado crear un espacio en el que la gente disfruta bailando mientras comparto mis raíces con todos ellos. En poco tiempo se ha creado toda una comunidad fiel a las clases, porque el baile es ejercicio pero también es terapeútico, ayuda a liberar el estrés, a olvidarse de los problemas por un rato y a sentirse más feliz. Al final somos una gran familia que nos hemos mantenido unidos en los tiempos de pandemia.

Dejaste la abogacía para ser profesora de zumba, ¿te ves bailando por muchos años más?
Sí, porque se puede seguir enseñando zumba hasta la jubilación. Si uno se cuida mucho, con una alimentación saludable y previniendo posibles lesiones, la vida laboral puede ser tan larga como la de cualquier otra profesión. Cuando acudo a eventos de zumba, me encuentro con profesores que llevan más de veinte años ejerciendo y ahí siguen, bien entrados en los sesenta y con muy buena capacidad física. Muchas de las instructoras somos mayores de cuarenta años. El zumba requiere una formación tanto física como psicológica, y esa es también una de las razones por las que me dedico a esto. A mí esta profesión me ha cambiado el cuerpo, puedo dar hasta tres clases diarias en las que quemamos en torno a 900 calorías, pero eso en lugar de cansarme me aporta más energía vital. Me siento más fuerte y más sana, orgullosa de inspirar a las alumnas jóvenes que acuden a mis clases. Recuerdo cuando mi abuela se enteró de que me iba a dedicar esto. Le entró la risa y me dijo, «ay, con lo que estudiaste, ahora lo vas a dejar para ponerte a bailar», a lo que yo le contesté que esto era lo que me hacía feliz. No es ni más ni menos que lo que hacía antes, solamente he cambiado la ropa y la oficin. Porque me lo tomo muy en serio, ser profesional en esto también es importante. Por eso espero poder continuar todo el tiempo posible, mientras el cuerpo responda, porque zumba, el baile, es quién yo soy, está totalmente conectado conmigo.

Más información sobre Ángela Alfaro a través de su página web y de sus redes sociales página de facebook e Instagram. Latin Soul Dance está ubicado en Grote Pyr, Waldeck Pyrtmontcakde 115, La Haya.

Las personas interesadas en asistir pueden enviar sus solicitudes por medio de Whatsapp o por email info@latinsouldance.com.