Al tiempo que las temperaturas se instalan en el doble dígito, los tejados planos de las grandes ciudades holandesas se van llenando de mesas, sillas y sofás. Son los rooftops con las que las azoteas de cemento se transforman en restaurantes, bares de copas y cines de verano, ya sea de forma efímera o como propuesta para poder disfrutar todo el año. En lo alto de las construcciones del siglo XX, lejos del centro histórico donde todavía predomina la teja y las dos aguas, los meses de verano son sinónimo de luces de verbena, música lounge y algún que otro invernadero, haima o tenderete similar bajo el que poder resguardarse en caso de lluvia. Desde Haarlem hasta Utrecht o Ámsterdam, descubrimos los bares y restaurantes de azotea más cool, sin perder de vista al buque insignia de esta tendencia en los Países Bajos: Róterdam.

Si falta espacio a pie de calle, busquémoslo ahí arriba. Aprovechar hasta la azotea para instalar o ampliar un negocio de cara al público es algo típico de las ciudades más pobladas. Se cuenta que la idea arrancó en Nueva York, en el Broadway de finales del siglo XIX. Tras un viaje a Europa en la década de 1880, el músico y director de teatro Rudolph Aronson descubrió los llamados jardines urbanos: espectáculos que abandonaban la sala en los meses de verano y se instalaban en espacios verdes de la ciudad para placer de los asistentes quienes tomaban el fresco mientras disfrutaban del acto. A su vuelta Aronson quiso recrear algo parecido en la Gran Manzana, pero se encontró sin espacio libre ni jardines donde poder organizarlo. Así fue como decidió trasladar el entretenimiento veraniego a la azotea de su recién inaugurado Teatro Casino, huyendo del sofocante interior y completamente disponible, sin permisos de por medio. Junto a la colada tendida de los nuevos edificios de apartamentos, la escena de los teatros de Broadway se desarrolló en sus azoteas, y cual West Side Story, los musicales y conciertos se representaban en escenarios que recreaban las épocas y los lugares más variopintos. Así surgió un nuevo uso para estas terrazas de cemento y desde entonces su popularidad no ha dejado de aumentar. Posteriormente, las grandes cadenas hoteleras han sido las responsables de los llamados skybars y un whisky on the rocks divisando la metrópolis se ha convertido, desde los años ochenta, en todo un símbolo de poderío urbano. Pero para lograr esta imagen hace falta, cuanto menos, un ascensor. Varias plantas deben separar al cliente de la calle, y esto era algo poco habitual en la Holanda de mediados del siglo XX. Con los años, los bares de azotea han ido apareciendo aquí también, pero solo unos pocos pueden presumir de vistas espectaculares. El resto debe jugar con otros atractivos, como el uso exclusivo del espacio para una noche romántica; una comida entre abedules y abetos a decenas de metros del suelo o incluso un aseo con nombre propio (Roofdrop), premiado por su original idea.

Decorado de un Beer Garden en el Teatro Belasco de Nueva York. Foto: New York Historical Society.

Decorado de un Beer Garden en el Teatro Belasco de Nueva York, a comienzos del siglo XX. Foto: New York Historical Society.


Siete rooftops imprescindibles

Hace algo más de cuatro años, uno de los aparcamientos del centro de Haarlem ofrecía un entorno privilegiado y una vista sin parangón de la catedral a los pocos conductores que, desesperados por no encontrar plaza en las plantas cubiertas, acababan por aparcar su coche en la última de ellas, al aire libre. Durante más de treinta años, esta plataforma elevada y enclavada en el barrio más bonito de la ciudad solo servía para los coches. Hasta que un par de jóvenes hosteleros se percataron de la oportunidad que el lugar ofrecía y lanzaron una campaña de crowdfunding para convertir  la última planta del aparcamiento en un café restaurante. Lograron recaudar 250.000 euros de 289 donantes, personas deseosas, como ellos, de transformar el espacio para disfrute de los habitantes de Haarlem. Así se fundó De Dakkas, uno de los cafés de azotea más populares del país, ganador de varios de premios por su existosa reconversión y su versatilidad, ya que aquí, uno puede tomar algo ligero y bien preparado a cualquier hora del día, ya sea en su terraza o dentro del invernadero, una construcción de cristal desde la que se puede disfrutar de la vista durante todo el año. Esta solución la ofrece también el restaurante de pescado de moda en Ámsterdam, Pesca. Propone un menú asequible a base de producto de mercado que el cliente escoge antes de sentarse a cenar. Las elaboraciones son sencillas pero logradas: pulpo a la brasa o dorada al horno servido con ensalada o patatas fritas, todo fresco del día y con precios que varían según la hora y la disponibilidad. Presumen de desperdiciar menos comida que un restaurante al uso y sus mesas recuerdan a una tasca española que quiere acercarse a la exquisitez del País Vasco. La idea es todo un éxito y el restaurante está siempre lleno.

Para los afortunados que logren reservarla con mucha antelación, Pesca cuenta con una experiencia staycation para dos personas: un pequeño invernadero en su azotea promete alejar a los comensales del resto del mundo por unas cuantas horas para posteriormente invitarles a pasar la noche en su habitación con bañera «casi» redonda y privacidad asegurada. El paquete de cena de cuatro platos y alojamiento tiene un precio de 125 euros por persona.

También de cristal pero con vistas de 360 grados es la propuesta de WT Utrecht. Situado en uno de los depósitos de agua de la ciudad, el restaurante ofrece una de las mejores experiencias culinarias de Utrecht, junto a su «hermano mellizo» Fico, también de cocina elaborada. En un entorno privilegiado del patrimonio industrial más preciado, con detalles de la arquitectura modernista de principios del siglo XX, el restaurante se encuentra en la parte superior de la torre, a la que se accede por su escalera interior, una experiencia que ya es motivo suficiente para visitarlo. Si además, los fines de semana el restaurante es uno de los pocos que ofrece un menú distinguido para disfrutar también a mediodía, las razones para celebrar aquí una ocasión especial se multiplican.

Restaurante circular WT Utrecht, en lo alto de uno de los depósitos de agua de la ciduad. Foto: cortesía del restaurante

Restaurante WT Utrecht, en uno de los depósitos de agua de la ciudad. Foto: Cortesía del restaurante

Con amigos o para ver gente guapa, el ambiente de los skybars de las grandes urbes lo representan en Holanda Penthouse Skybar en La Haya y Sky Lounge en Ámsterdam, dos terrazas en la planta 40 y 11 respectivamente, idóneas para tomar una copa después del trabajo, cenar o deleitarse con uno de sus exquisitos cócteles durante las largas noches de verano. A este exclusivo club que rezuma cosmopolitismo se cuela el bar Blou en Arnhem, que sin alturas de las que presumir, logra cubrir las expectativas a base de ostras en el menú y un aseo de suelo de cristal e hipnóticas luces de neón con nombre propio.

Planes sin vaso en mano

Si hay una imagen que define la nostalgia de las noches estivales es la del cine de verano. En la plaza, en un parque o por qué no, en la azotea, parece que una película se disfruta más cuando la pantalla grande conquista un espacio que no le corresponde, incluso si el sonido deja mucho que desear. En la planta 17 de uno de los hoteles de la capital se ha instalado un año más el Rooftop Movie Nights. Con hamacas de tijera o pufs para dos personas, manta en mano, el cine al aire libre de Ámsterdam atrae por su cartelera y por su ubicación. A pesar de contar con una pantalla más pequeña de lo deseable, la iniciativa gana gracias a una sugerente cartelera de blockbusters de todas las épocas y a la idea de retumbarse en pareja como si el salón de casa se quedara al descubierto. Sin plan B en caso de lluvia, hay que estar pendiente de la previsión del tiempo ya que la proyección puede cancelarse en el último momento.

Algo más activo que el plan de la película pero igual de original es el paseo por sus tejados que la catedral de Gouda, la más alta de país, permite realizar este verano con motivo de su 750 aniversario. La subida comienza en una de sus torres: pasando por el órgano de la iglesia, se llega hasta lo más alto del interior desde donde se pueden contemplar sus famosas vidrieras del siglo XVI, que representan más de la mitad de las producidas en aquella época en Holanda. La vista es una experiencia única que solo puede realizarse este año, hasta el 17 de septiembre. Una vez fuera, a la panorámica de la ciudad se añade el poder contemplar desde arriba la gran hazaña arquitectónica que es esta catedral de 123 metros de altura y con más de siete siglos de historia.

Cine de verano en la azotea del Hotel Leonardo Rembrandtplein. Foto: Cortesía de Rooftop Movie Nights

Cine de verano en la azotea del Hotel Leonardo Rembrandtplein. Foto: Cortesía de Rooftop Movie Nights

Róterdam mira arriba

En su libro Rotterdam Rooftops, la autora Esther Wienese desvela el secreto mejor guardado de la transformación de la ciudad tras su destrucción en la Segunda Guerra Mundial. La ciudad del Mosa tiene más tejados planos y azoteas que ninguna otra de los Países Bajos, debido, por un lado, a la reconstrucción acontecida desde los años cincuenta, y por otro, a su carácter industrial y portuario que da lugar a moles urbanísticas en forma de almacenes y naves. El cemento gana terreno al ladrillo y en consecuencia, Róterdam dispone de casi 15 millones de metros cuadrados de azotea disponibles, de los cuales un kilómetro cuadrado se encuentra en el centro. No sorprende por tanto que los estudios de arquitectura más punteros del país y reconocidos internacionalmente, como MVRDV, hayan mirado hacia arriba para resolver el eterno problema del espacio en Holanda, de una manera sostenible e innovadora. La firma ha rendido homenaje a los tejados con la iniciativa Rotterdam Rooftop Walk que hasta el pasado mes de junio tiñó de naranja varios de los más emblemáticos, desde el World Trade Center hasta el Bijenkorf. Previa reserva de hora, los paseantes pudieron recorrer los tejados de uno y otro y contemplar la ciudad desde lo alto. Este estudio también está detrás del llamado Bosque Azotea (DakBos) en el recién inaugurado Het Depot, el depósito de obras del museo Boijmans van Beuningen. Abedules, arbustos y abetos perfilan el perímetro circular de esta taza invertida de espejos y, a cuarenta metros del suelo, el jardín se alza como un pulmón verde que puede pasearse o contemplarse desde su cafetería. Además, funciona como cualquier otro tejado verde: la vegetación está plantada y su humedad logra mantener a raya el calor en verano mientras filtra el aire y retiene el agua de la lluvia.

Cafetería del Depot en su azotea ajardinada.

Cafetería de Het Depot en su azotea ajardinada, de MVRDV

Y es que la sostenibilidad es el tercer pilar que otorga a los tejados de Róterdam el protagonismo que merecen. Proyectos colectivos como el Dakpark, donde además de pasear, los vecinos pueden cultivar un huerto, cuidar a los animales de la granja o dejar que los niños corran en su parque infantil, o la Dak Akker, la granja de azotea más grande del país, demuestran cómo la creación de espacios verdes no tiene por qué hacerse solo a ras del suelo. El último proyecto de la ciudad, Het Luchtpark, recupera una parte de la antigua vía ferroviaria encima del viaducto Hofplein, construido en 1904 para conectar el centro de Róterdam con la La Haya y la playa de Scheveningen. Todavía en proceso de reconversión, cuando abra sus puertas sumará otros cientos de metros cuadrados más de parques de azotea que ya están transformando el paisaje urbano de la ciudad más dinámica de Holanda.

Dakakker, la granja en una azotea más grande de Países Bajos. Foto: Dakkakker

Dakakker, la granja de azotea más grande de los Países Bajos. Foto: Dakkakker