Hace justo cuatro años, los comentaristas se apresuraban a buscar explicaciones sobre cómo Forum voor Democratie (FvD), el partido de extrema derecha liderado por Thierry Baudet, se había convertido de golpe en la fuerza más votada en las elecciones provinciales, los comicios para elegir las Asambleas Provinciales y el Senado en los Países Bajos. En la noche electoral, Baudet celebró su victoria con un discurso profético y extraño, donde presentaba su movimiento como una suerte de renacimiento frente al ocaso de la civilización occidental.

Aquel partido se desmoronó no mucho después y Baudet se fue quedando cada vez más solo con su núcleo duro y la asunción de toda clase de teorías conspirativas. El fugaz triunfo de FvD tuvo que ver con los planes climáticos que se discutían en aquella época. El negacionismo del partido logró aglutinar el voto del descontento y la desconfianza hacia las políticas de La Haya.

Ahora, en cambio, a nadie ha tomado por sorpresa la victoria de BoerBurgerBeweging (BBB), el Movimiento Granjero Ciudadano, en las Elecciones Provinciales celebradas el 15 de marzo. BBB, nacido apenas hace dos años bajo el liderazgo de Caroline van der Plas, ha sido la lista más votada en las 12 provincias, convirtiéndose por ello en la principal fuerza en el Senado, una cámara importante en los Países Bajos pues todas las propuestas legislativas deben pasar por ahí para su aprobación.

Desde hacía semanas los medios y las encuestas anunciaban que el recién llegado BBB se alzaría como ganador. La crisis desatada desde que en 2019 la justicia declarara que los Países Bajos infringen la legalidad europea debido a las altas emisiones de nitrógenos ha propiciado este nuevo terremoto en la política neerlandesa. Estudio tras estudio indica que el principal origen de estos gases es la industria ganadera y agrícola y que para su reducción se deberá disminuir el número de animales. Estas medidas, sin embargo, son altamente impopulares y BBB ha sabido reunir alrededor de la causa granjera el rechazo que una parte importante de la sociedad neerlandesa siente hacia la clase política.

El Movimiento Granjero Ciudadano ha sabido reunir alrededor de la causa granjera el rechazo que una parte importante de la sociedad neerlandesa siente hacia la clase política

El Tribunal Supremo instó en 2019 al Gobierno de Mark Rutte a tomar medidas para reducir las emisiones de nitrógenos. Pero temiendo alienarse de su propio electorado, los liberales del VVD y cristianodemócratas del CDA en el Gobierno, han ido posponiendo tomar medidas hasta el punto en el que nos encontramos. Los tribunales deniegan permisos para construir nuevas viviendas y realizar actividades industriales debido a que las emisiones de nitrógenos superan los parámetros permitidos. Ahora estos partidos deben acometer de algún modo la reducción de la ganadería, a la que en el pasado siempre han protegido, para no dañar a otros sectores. Pero el alzamiento de los ganaderos ha encontrado una amplia resonancia en la sociedad neerlandesa, principalmente en el campo pero, en cierta medida, también en las ciudades. Para muchos, este es el enésimo ejemplo de cómo una clase política deshonesta carga sobre las espaldas de la mayoría trabajadora el precio de su mala gestión.

La crisis medioambiental generada por la industria ganadera y agrícola parece ahora más que nunca abocada a un callejón sin salida. BBB se ha hecho grande prometiendo defender los intereses del campo y su influencia política puede ser notable si el Gobierno requiere de sus votos para aprobar medidas en el Senado. Partidos ecologistas como los animalistas de Partij voor de Dieren (PvdD) y los verdes de Groenlinks han mejorado ligeramente sus resultados defendiendo reducir drásticamente la agroindustria del país, pero sus escaños no serán suficientes para resultar indispensables.

El rompecabezas de los metros cuadrados

Aunque la crisis del nitrógeno ocupa ahora la atención mediática y política, esta debe verse como la ejemplificación de la cuestión de fondo que, de un modo u otro, siempre aflora en la política neerlandesa: la gestión del espacio. Y en estas elecciones las cuestiones espaciales han estado especialmente presentes. No solo el problema de la industria agraria y su prevalencia sobre otros usos del espacio y los recursos sino también, con gran intensidad, el debate sobre la inmigración.

Ante retos de alcance global como el cambio climático y la migración, una idea recurrente en la política neerlandesa, especialmente entre los partidos de corte populista, es que este país es demasiado pequeño para ocuparse de ellos. Así JA21, el partido que la mayoría de los cargos de FvD crearon tras su salida, aseguraba en uno de sus carteles electorales: »Los Países Bajos son demasiado pequeños para solucionar todos los problemas del mundo.» El eslogan aparecía acompañado con una imagen de los países del mundo por orden de tamaño, con Rusia y Antártida a la cabeza, y los Países Bajos minúsculos al final del todo.

Es cierto que este país no destaca especialmente en el mapamundi. En un rinconcito de Europa, entre las desembocaduras de grandes ríos y expuesto a las inclemencias del Mar del Norte, unas tierras llanas y en parte ganadas al mar forman lo que llamamos Países Bajos. Pero quizá precisamente debido a la pobreza de estas tierras cenagosas, sus industriosos habitantes expandieron su comercio e influencia mucho más allá de los pólderes.

Hoy en día, los Países Bajos representan la décimoséptima economía del mundo en PIB y la quinta en PIB per cápita de Europa. El puerto de Róterdam es el mayor del continente y el país se ha transformado en el principal nexo logístico de Europa. Su política fiscal ha logrado que numerosas multinacionales se trasladen a ciudades como Ámsterdam, donde el sector financiero y de consultoría, además, es ingente. El papel diplomático del país también es importante, al acoger instituciones como los tribunales internacionales en La Haya.

El sector ganadero y agrícola, asimismo, no parece el de un pequeño país: Países Bajos es el segundo mayor exportador de productos agrícolas del mundo, solo superado por los Estados Unidos, y el mayor exportador de carne de Europa. En sus apenas 41.500 kilómetros cuadrados, el territorio reúne unos 100 millones de gallinas, 12 millones de cerdos y 3,7 millones de vacas convirtiéndose, por ello, en el mayor emisor de gases nitrógenos del continente, cuatro veces por encima de la media. Y aunque los granjeros repitan una y otra vez el lema de »no farmers, no food», lo cierto es que el 75% de su producción está destinada a la exportación.

Pero el éxito de BBB y demás partidos defensores de los intereses ganaderos no lo explica tan solo el peso económico del sector. Es en conjunto con otros elementos del debate político donde la causa granjera adquiere un significado populista, encarnándose en el granjero la imagen de pueblo honesto y trabajador, frente a una élite que gobierna a sus espaldas. Así incluso no es extraño encontrar en medios de derechas y redes sociales afirmaciones como que la verdadera intención detrás de las eventuales expropiaciones de granjas es construir viviendas para acoger a nuevos inmigrantes. Una idea peregrina y, si se quiere, conspirativa que, no obstante, a menudo alcanza el mainstream.

Uno de los mensajes de las protestas de los granjeros en Países Bajos. Imagen: IStock Images / Harry Wedzinga

Todos los partidos reconocen que la escasez de viviendas es un problema grave en los Países Bajos pero las lecturas y propuestas varían radicalmente. Si para fuerzas como el Partido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders, la razón de la escasez de vivienda son los inmigrantes, otros arguyen que no hay prácticamente solares donde construir nuevas casas.

»En este país hay una lucha por el espacio» ha asegurado repetidas veces Caroline Van der Plas, líder del BBB. Y aunque Van der Plas reconoce el problema de la vivienda, su cometido es que los granjeros no tengan que ceder ninguna de sus tierras. El partido liberal D66 lleva en su programa la construcción de un millón de viviendas, lo cual haría ineludible recalificar terrenos agrícolas.

Según el CBS, la Oficina Central de Estadística, algo más de la mitad de la superficie total del país (54%) se destina a actividades agrícolas y ganaderas, frente al 13% ocupado por viviendas, industria y carreteras. El resto lo componen un 19% de agua y 12% de espacios naturales como playas, dunas o bosques. Ante la escasez de terreno para viviendas y otras actividades productivas, comprar y recalificar terrenos agrícolas resulta una opción evidente.

Algo más de la mitad de la superficie total del país (54%) se destina a actividades agrícolas y ganaderas

La desconfianza extendida entre los granjeros, no obstante, ha provocado que el acceso a estos terrenos sea dificultoso para las administraciones. Aunque el Gobierno haya creado ingentes fondos para compensar a los granjeros que decidan cesar sus actividades y vender sus tierras, las ventas hasta ahora han sido anecdóticas y para muchos el mantenimiento de sus empresas ha alcanzado un significado que va más allá de lo económico. Los granjeros lo enmarcan a menudo como la defensa de una forma de vida, de apego a la tierra y la comunidad. Lo paradójico quizá es que los defensores de la agroindustria aúnan sin problema la idea de tradición con la tecnología y el comercio mundial que suponen las macrogranjas.

Cuántos cabemos en los Países Bajos

Además de la crisis de las emisiones de nitrógeno, el gran tema de estas elecciones ha sido la inmigración. Los Países Bajos lidian con una seria dificultad para acoger a solicitantes de asilo debido a que los centros de internamiento de extranjeros están saturados y no hay viviendas disponibles para aquellos que consiguen un permiso de residencia. El año pasado el país recibió 35.500 solicitudes de asilo, principalmente de sirios y afganos, y en verano se vivieron situaciones dramáticas cuando muchos de ellos debieron dormir al raso. Los expertos coinciden en señalar que los recortes realizados en la estructura de acogida son la razón por la cual, ante cualquier pequeño repunte, el sistema colapsa.

Las imágenes de migrantes durmiendo en la intemperie han sido utilizadas por la derecha parlamentaria y mediática para asentar la idea de que el país afronta una llegada masiva e inasumible. Aunque 87.000 refugiados ucranianos fueron recibidos el año pasado y gran parte de ellos han encontrado vivienda y trabajo gracias a una excepción en el sistema de asilo, varios partidos, entre ellos BBB, JA21 y PVV, han defendido esta campaña un cierre de fronteras para refugiados no-occidentales. Además, el conjunto de la derecha parlamentaria aprobó en víspera de la campaña electoral una proposición para tratar de deportar a terceros países, con Ruanda como principal opción, a los solicitantes de asilo. Un plan que juristas y ONGs han declarado al unísono de ilegal y deshumanizante.

En estas elecciones se ha colado además un viajero especialmente polémico: el lobo. Desde hace algunos años, se empezaron a avistar lobos provenientes de Alemania en el este del país. Entretanto, algunas pequeñas manadas se han asentado, principalmente en los bosques de Drenthe, y se estima que han nacido 16 cachorros. Varios ataques al ganado bovino han creado alarma social y una nueva razón para movilizar a granjeros y ciudadanos preocupados.

En estas elecciones se ha colado además un viajero especialmente polémico: el lobo

El partido de los ganaderos, BBB, los partidos del Gobierno VVD y CDA y la extrema derecha han defendido en estas elecciones acabar con los lobos, aunque para ello haya que recurrir a su caza. La idea, de nuevo, es que aquí no hay espacio para el cánido. La izquierda, al contrario, con los animalistas del PvdD pero también los socialistas del SP y PvdA y los cristianos de ChristenUnie, celebran la vuelta del lobo. La organización medioambiental Natuurmonumenten explica que el depredador revitalizará el ecosistema y ayudará a mantener el equilibrio en la población de animales como el corzo y el jabalí.

Lobos localizados en la región de Drenthe, en 2018. © Staatsbosbeheer

Los comicios provinciales han profundizado más si cabe en la crisis institucional que viven los Países Bajos desde que la justicia obligó al Gobierno a tomar medidas contra los problemas medioambientales derivados de la agroindustria. El mandato legal se enfrentaba ya a un fuerte rechazo social y político y, ahora, con el partido del lobby agrario como principal fuerza en la Cámara Alta, los planes de reducción podrán encallar en un bloqueo parlamentario.

La disputa en torno a las emisiones de nitrógenos ha de verse en el conjunto del debate político, donde controversias sobre vivienda, migración y la llegada del lobo muestran que la cuestión del espacio es central en la política neerlandesa. En estas elecciones hemos escuchado propuestas diametralmente opuestas sobre cómo gestionar los recursos del país: fomentar la agroindustria o transicionar hacia un modelo extensivo y sostenible; asegurar un sistema garantista para acoger a solicitantes de asilo o cerrar las fronteras. Lo cierto es que el mensaje de las urnas ha sido claro y los granjeros, por el momento, saben que tienen al pueblo de su lado.