«Hay días en los que solicito para más de 20 turnos y aun así no consigo ninguno. Puede haber 200 personas para una o dos plazas». Miro trabaja a tiempo completo como cocinero a través de Temper, una plataforma para trabajadores flexibles en hostelería. «La competencia es dura y cada mes es incierto», explica. Pero con una puntuación media de 4.9 estrellas, casi perfecta, Miro suele conseguir buenos trabajos. Además tiene muy claro que prefiere la independencia del autónomo a la estabilidad del empleado: «soy dueño de mi tiempo. Si en algún momento quiero irme de vacaciones, solo dependo de mí», recalca.

Lo que hace algunos años parecía tan solo cosa de sectores en expansión como el reparto a domicilio o los servicios de taxi, hoy es una realidad en casi cualquier área del mercado laboral neerlandés. Según el Sociaal en Cultureel Planbureau (SCP), el Instituto Neerlandés de Investigación Social, hasta el 22% de la población activa ha trabajado en algún momento a través de plataformas, si bien es cierto que tan solo alrededor del 2% tiene éstas como su única fuente de ingresos. Plataformas como Temper en hostelería, Duobus en sanidad y cuidados, Jellow para todo tipo de servicios en finanzas, marketing o educación o Helpling en la limpieza son algunas de las empresas que han revolucionado estos sectores y donde cada vez más trabajadores encuentran una carrera como autónomos. La diferencia con las agencias de trabajo temporal es que las plataformas ofrecen trabajos de corta duración, ocupaciones de un solo día o tareas específicas, sin necesidad de un contrato de empleado. El trabajador de plataforma, por lo general, es quien dispone de los medios para su tarea, se ocupa de los seguros, pensión y vacaciones y asume los riesgos por enfermedad o descenso de la demanda. La ventaja es que la remuneración suele ser más alta que en una relación de asalariado. Además el trabajador, en principio, tiene más margen para conciliar trabajo y vida privada.

Gestión algorítmica

Pero si algo distingue a la economía de plataformas de cualquier modelo previo es el papel que juegan los datos y la inteligencia artificial. «Sin algoritmos no pueden existir las plataformas» apunta Carlotta Bunzel, investigadora en el Amsterdam Business School. A diferencia de una organización tradicional, donde los managers organizan y supervisan las actividades de sus empleados, las plataformas gestionan grandes cantidades de transacciones asignadas a un fluctuante número de trabajadores flexibles y, a menudo, globalmente distribuidos. «El seguimiento de todo ello debe automatizarse. Las plataformas recopilan continuamente datos que los algoritmos analizan y sobre los que basan sus decisiones. Mediante inteligencia artificial se controla la productividad, se organizan los horarios, se establecen objetivos, tarifas, se evalúa el rendimiento de los trabajadores e incluso, en algunos casos, se dan penalizaciones» explica Bunzel.
Si bien es cierto que no todas las plataformas emplean el mismo nivel de gestión algorítmica, el desarrollo de este modelo laboral ha ido mano a mano con la automatización de los recursos humanos. De hecho, una de las plataformas pioneras, Amazon Mechanical Turk, tiene precisamente en la recopilación de datos su modelo de negocio: autónomos de todo el mundo reciben en sus casas pequeñas tareas para entrenar algoritmos. Estas suelen consistir en acciones simples, como responder preguntas o realizar determinados movimientos frente a la cámara, y así suministrar la información que requieran los clientes. El honorario por tarea apenas suele alcanzar unos pocos céntimos.

Uno de los centros de distribución de PostNL, desde donde parten las furgonetas de reparto cada día.  © PostNL

La posición de intermediario de la que disfrutan las plataformas las convierte asimismo en grandes privilegiadas a la hora de observar e influir los patrones que rigen el mercado. El consumidor, por un lado, acepta que su conducta sea monitorizada una vez que accede a alguna app en busca de un servicio. Así la plataforma aprende a anticipar la demanda. El rendimiento de los trabajadores, por otro lado, es registrado y analizado, de modo que la plataforma vigila la oferta y puede incorporar mecanismos para modificarla acorde a sus intereses. Bonificaciones, retos o penalizaciones son algunos de los trucos mediante los cuales las plataformas dirigen la disponibilidad de los trabajadores.

Otro aspecto fundamental en este modelo son las puntuaciones. «Tu puntuación es lo que en realidad define tu valor dentro de la plataforma» explica Bunzel, «es lo que determina qué empleos vas a conseguir y cuál será tu remuneración». Trabajadores que disponen de aptitudes valoradas dentro de una plataforma, como por ejemplo, flexibilidad, diligencia o facilidad comunicativa, reciben mejores puntuaciones y, como consecuencia, logran mejores clientes. En cambio, aquellos que por alguna razón reciben una puntuación más baja o son penalizados por, por ejemplo, cancelar un encargo, accederán a trabajos con menos prestigio y menos valor. «De este modo surgen espirales ascendentes y descendentes: a los que mejor se saben mover dentro de las reglas les irá bien, mientras que el resto debe pelear por trabajos cada vez menos valorados». Aunque son plataformas como Uber o Thuisbezorgd las que hacen un uso más intensivo y sofisticado de este modelo basado en el empleo de autónomos y la gestión algorítmica, su ejemplo ha cundido y cada vez son más las empresas que lo reproducen.

Emprendedores de su miseria

Llamémosle Rachid, pues al igual que todos los mensajeros con los que hablo, prefiere no ver su nombre publicado. Rachid es emprendedor: tiene una furgoneta, un solo empleado -él mismo- y un solo cliente -PostNL-. Me acerco a preguntarle cuando veo su furgoneta parada sobre la acera en una calle de Amsterdam-Oost. Al igual que sus compañeros de PostNL, DHL o DPD me responde con desdén, un desdén que casi revela pánico: «tío, no tengo tiempo, te juro, no tengo tiempo». Le disparo una sarta de preguntas antes de que hunda el acelerador. ¿Eres autónomo, es esta furgoneta tuya? «Sí, sí», responde. ¿Cómo valoras trabajar para PostNL? «Es demasiado, esto es esclavitud». ¿Cuántas paradas tienes que hacer en un día? «Rondará las 300» me dice. ¿De veras? «Déjame ya, en serio, no tengo tiempo».

La logística, con la paquetería como gran baza desde el cierre de los comercios durante la pandemia de coronavirus, es uno los sectores donde el modelo de plataforma se ha implantado con más fuerza. Según el registro del Cámara de Comercio (KvK), el número de mensajeros autónomos casi se ha duplicado en los últimos cuatro años. Pero los números reales pueden ser mucho mayores ya que en este sector proliferan las subcontrataciones y el trabajo en negro. El acuerdo como autónomo viene a ser algo así: el repartidor ofrece el vehículo, paga los seguros, las multas, el combustible, da su fuerza de trabajo y se ocupa de la administración y los impuestos. La empresa de logística, a cambio, le asigna los encargos a realizar, establece la tarifa y lo supervisa todo cuidadosamente -los tiempos, el rendimiento, la calidad- mediante el touchscreen que el repartidor lleva consigo en todo momento y por el cual debe a menudo anticipar una fianza. Los tiempos frenéticos y el gran número de entregas, a menudo en calles estrechas y transitadas, son los mayores inconvenientes. Pero la posibilidad de ganar más al aceptar más paquetes y rutas es el principal aliciente, coinciden los repartidores entrevistados. Teniendo en cuenta que a menudo los repartidores invierten en su propio vehículo, este tipo de relación laboral conlleva que los riesgos recaigan principalmente sobre el trabajador. Si disminuye la demanda o el trabajador enferma, la plataforma se lava las manos.

Pero si algo resulta perverso es que el trabajador se convierte en el principal impulsor de su rendimiento, pues se le bonifica en base a éste: quien más reparte, más gana. Y así no resulta extraño que el trabajador anteponga la productividad a su salud y que, incluso, provoque situaciones peligrosas para otros. Una investigación publicada en De Groene Amsterdammer revela que el uso de anfetaminas y otras drogas estimulantes está generalizado en el sector de la logística, especialmente en los centros de distribución, pero también entre repartidores. Cuando en Velsen-Zuid una furgoneta de Albert-Heijn chocó frontalmente con otro vehículo ocasionando la muerte de la ocupante, resultó que el repartidor conducía bajo los efectos de las anfetaminas.

Frenos a la uberización

Como si eligieran el lugar estratégicamente, justo entre un KFC y un McDonald’s, Carlos y otros cuatro riders conversan esperando a que los pedidos aparezcan en las pantallas de sus teléfonos. Es pleno Dappermarkt, en Ámsterdam, y como el puesto de pescado ha empezado a recoger nos circundan gaviotas agresivas y garzas sumamente sigilosas. Los cinco son brasileños, algunos llevan apenas unos meses en los Países Bajos y los demás, muchos años. Carlos me cuenta de buen ánimo que trabaja siete días a la semana: «de domingo a domingo». Con su bicicleta recorre la ciudad entera, de puerta en puerta y restaurante en restaurante, donde sea que alguien haga uso de Uber Eats. ¿Cuánto dura tu jornada? «De 12 a 14 o 15 horas, lloviendo y trabajando, nunca paras». Entonces, ¿ganas mucho? «Depende, tengo días buenos y días malos. A veces gano 130, 140, otros 90 o 100 euros. Lunes, martes, miércoles 100 como mucho, viernes y sábado, unos 130 euros» detalla. Francisco, a su lado, interviene y me cuenta que después de cuatro años de rider planea dejarlo y volver a Brasil. Carlos, de momento y cuando puede, lo combina con un trabajo en la construcción.

El primer gran estudio comparativo sobre bienestar y salud mental de trabajadores de plataformas, publicado recientemente por la universidad Erasmus de Róterdam, arroja conclusiones desoladoras. Los autores del estudio concluyen que, contra lo que cabría esperar, los trabajadores de plataformas experimentan menos autonomía que los trabajadores empleados. Además, sufren mayor carga de trabajo, agotamiento, inseguridad, desmotivación, sentimiento de injusticia, malos tratos y menos apoyo emocional. La principal causa de estos males, apunta el estudio, es la falta de cobertura legal, lo cual permite a las plataformas utilizar construcciones abusivas. A pesar de que la mayoría de estos trabajadores apenas tiene poder de decisión sobre su trabajo, sí que deben asumir los riesgos que supone ser autónomo. El Belastingdienst establece tres criterios por los cuales un trabajador se considera asalariado: el empleado realiza él mismo el trabajo sin delegarlo a otros, hay una relación de autoridad entre empleador y empleado y el empleado recibe un sueldo por el desempeño. Aunque gran parte de los trabajadores de plataformas cumple con estos criterios, ellos carecen de los derechos inherentes a la relación de asalariado y es por ello que se les considera falsos autónomos.

A pesar de que el fenómeno es ampliamente reconocido, el Gobierno neerlandés aún no lo ha abordado y espera a que el conjunto de la Unión Europea acuerde una directiva común. En una carta al Parlamento, la ministra Van Gennip de Asuntos Sociales, expresó recientemente la intención del Gobierno de empezar con controles de hacienda «antes de 2025» además de estimular «seguros por incapacidad» para trabajadores autónomos. No obstante, la ministra reconoce que no hay «una solución sencilla para el problema de los falsos autónomos».  Además de regularización, el estudio de la universidad Erasmus concluye que para mejorar el bienestar de los trabajadores de plataformas se debe estimular la participación sindical. Es a través del apoyo colectivo y la vía judicial que los trabajadores pueden ver mejoradas sus condiciones laborales. Así, por ejemplo, el sindicato FNV ganó el año pasado un importante juicio a Deliveroo. El juez determinó que los riders de Deliveroo son empleados y no autónomos por lo que tienen derecho a reclamar todos los pagos por bajas o vacaciones que no hayan percibido. Deliveroo ignoró el fallo esperando su recurso en el Tribunal Superior. Pero asumiendo que éste en los próximos meses también fallará en su contra, la empresa decidió repentinamente cesar sus actividades en los Países Bajos el pasado 30 de noviembre y marcharse del país, por lo que 4.500 repartidores perdieron su empleo. La plataforma ha estimado que si debe pagar la remuneración que les corresponde a sus empleados, su modelo de negocio, simplemente, dejará de ser rentable.