Los hay quienes han comparado la guerra entre las mafias de la droga en Países Bajos con la del Cártel de Sinaloa, en México. Y no es para menos. En los últimos ocho años se han registrado escenas de película de terror: asesinatos, ataques a plena luz del día, tiroteos a prestigiosos abogados que defienden a víctimas del crimen organizado, ajustes de cuentas y hasta decapitaciones de miembros del cártel enemigo en el corazón de Ámsterdam. Las atrocidades de lo que en Holanda se conoce como la “Mocro War” tiene movilizado al Gobierno holandés, la sociedad y las fuerzas de seguridad.

Este conflicto, entre holandeses, marroquíes y antillanos, saltó por los aires en 2012, después de que una carga de 200 kilos de cocaína desapareciera en el puerto de Amberes, en Bélgica. Y ya se ha cobrado la vida de al menos 100 personas. Sus protagonistas son una nueva generación de narcotraficantes, acostumbrados a ingresar millones de euros por el contrabando de cocaína a través de los puertos de Amberes y Rotterdam. Han actuado hasta ahora en la sombra, han logrado sobornar a funcionarios en los embarcaderos, cuentan con sistemas de mensajería cifrados inalcanzables para las fuerzas de seguridad. Para su protección, y sobre todo para llevar a cabo el trabajo sucio, han logrado reclutar a un ejército de jóvenes desfavorecidos que hacen labores de pistoleros, observadores, conductores, guardias y hasta de guardaespaldas a cambio de recompensas que, en muchas ocasiones, superan los ingresos mensuales de una familia media en Países Bajos. Los tentáculos del narcotráfico llegan a todos los barrios de la ciudad. En algunas zonas (los conocidos como «barrios silenciosos» como Amsterdam-Oost, Bijlmer y Nieuw-West), los estudiantes de secundaria de familias pobres se ven seducidos por la forma de hacer dinero en el mundo de las drogas.

Hay incluso «niños de nueve a diez años» que sueñan con lograr un puesto importante entre las mafias, mientras hacen pequeños trabajos para estos grupos. Miles de jóvenes se están ganando la vida con la distribución de droga y «a menudo están una situación desesperada y llegan a participar en liquidaciones», según un informe oficial, recientemente elaborado por los investigadores holandeses Pieter Tops y Jan Tromp. En Holanda se lavan unos 16.000 millones de euros anualmente, la mitad de los cuales provienen directamente del narcotráfico, según el Centro de Investigación Científica (WODC, en sus siglas en neerlandés), o aproximadamente un 2% del PIB de 2018.

El terror que provocan estos grupos no se limita al lavado de dinero, sus actuaciones son cada vez más sangrientas, y, como afirmó la alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, el tráfico de drogas es un «problema social que afecta el orden normal de la sociedad».

El ejemplo más macabro es el del joven Nabil Amzieb, un chico de 23 años cuya cabeza decapitada fue localizada en marzo de 2016 a plena luz del día frente a la cafetería Fayrouz, en la Amstelveenseweg, en Ámsterdam. Era un lugar de reuniones de las mafias hoy enemigas. A tan solo unos kilómetros, en Ámsterdam-Zuidoost, su cuerpo decapitado apareció el día anterior dentro de una furgoneta calcinada, en un barrio a las afueras de Ámsterdam. En diciembre de ese mismo año, el escritor Martin Kok, especializado en criminología, fue asesinado a tiros porque había escrito artículos sobre un conocido criminal, Riduan Taghi, y su grupo en su página web, Vlinderscrime.nl.

Desde entonces, las tensiones no han hecho más que aumentar. A mediados del pasado septiembre, el abogado de un testigo protegido en un caso de liquidación por parte de la pandilla de Riduan, el presunto criminal más buscado de Holanda, fue asesinado a tiros delante de la puerta de su casa, en Ámsterdam. El letrado Derk Wiersum tenía 44 años y representaba a Nabil B., un testigo clave en el juicio contra Riduan y otros 15 sospechosos del mundo del narcotráfico, que están siendo juzgados por una serie de asesinatos en la capital holandesa. Según la Fiscalía, los procesados formaron una “máquina de matar muy bien engrasada” que, junto con otras cuestiones como la traición a la pandilla o la falta de pago de deudas, los llevó a cometer varios homicidios.

Noticia sobre el asesinato, emitida el pasado 3 de octubre en la televisión holandesa. Video: NOS Jeugdjournaal

En declaraciones a la prensa, el ministro de Justicia, Ferdinand Grapperhaus, aseguró que el asesinato fue un “ataque al Estado de derecho” y lamentó que “el crimen organizado ha vuelto a cruzar una frontera”. Además del abogado, en marzo de 2018, a Nabil B. también le habían matado a su hermano, un empresario que no tenía ninguna relación con la delincuencia o el narcotráfico. Desde entonces, el resto de su familia se encuentra escondida por temores a represalias. “He visto crímenes terribles, como el asesinato a tiros de una madre delante de sus hijos, o personas inocentes asesinadas por sicarios por error, pero lo de Amzieb fue una nueva manera de actuar, se han tomado muchas molestias”, explica un investigador holandés, quien, amenazado por estas mafias, prefiere mantenerse en el anonimato.

Riduan lleva años huyendo de las autoridades holandesas. Merodeaba por la región de Utrecht durante los años noventa, cuando Ahmed Marcouch, ahora alcalde de Arnhem, era un oficial de la Policía holandesa de Ámsterdam. “El asesinato de Amzieb no tenía precedente en este país. La violencia de estos grupos va cada vez a peor y los jóvenes que acuden son unos adolescentes, no saben lo que quieren y les meten en una espiral de violencia”, explica a Gaceta Holandesa este político holandés de origen marroquí. El presunto criminal fue detenido en esa época por robos, posesión de armas, violencia, hasta que de repente, desapareció del mapa. Cuando se volvió a saber de él, ya en 2012, era el líder supremo del narco, un hombre extremadamente rico e intocable, al que todos temían.

Después de organizar una ruta de comercio de hachís desde Marruecos, Riduan se ha convertido también en el cabecilla del tráfico de cocaína a Holanda: ha establecido contactos con los cárteles sudamericanos y, desde Panamá, tiene una ruta de ingreso de cocaína en Europa a través de los embarcaderos belga y holandés. En Rotterdam, solo en 2018, fueron incautados 19 toneladas de cocaína, mientras que la aduana belga interceptó 50 toneladas, lo que confirma que la ciudad flamenca es otro campo de acción de las bandas criminales, que también han protagonizado allí asesinatos y ataques con granadas durante los últimos años.

Refuerzo de la seguridad

El Gobierno holandés ha asignado para el 2020 un total de 10 millones de euros extra para el Servicio de Seguridad Real y Diplomática (DKDB), la unidad que protege a testigos o personas amenazadas, como es el caso del político ultraderechista Geert Wilders. Grapperhaus consideró que la presión sobre la Policía se ha convertido en algo demasiado fuerte, en especial tras el asesinato del abogado Wiersum y el intento de asesinato de otro letrado holandés, que llevaba un caso del narcotráfico, en Gronau, la frontera entre Países Bajos y Alemania. Iba caminando por la calle, cuando recibió un disparo desde un coche en marcha. Sufrió heridas graves, pero logró salvar la vida.

Dada la situación, el Ministerio de Justicia ha decidido reforzar la seguridad de decenas de personas en posiciones “sensibles”, aunque el problema está siendo que no hay personal suficiente para ocupar los puestos de guardaespaldas. Estas medidas exigen “mucho de las organizaciones involucradas” y de “los equipos básicos que ya estaban muy cargados”, añade el ministerio. Otros 10 millones de euros irán al Servicio General de Inteligencia y Seguridad (AIVD), especialmente ocupados con el terrorismo yihadista y el aumento de la violencia entre grupos radicales de izquierdas y derechas.

Además, se está creando un equipo nacional de intervención especial con unas 400 policías e investigadores, con un presupuesto de 50 millones de euros anuales y 110 millones para el establecimiento del cuerpo. Se trata de un equipo formado por investigadores experimentados, expertos en cuestiones financieras y analistas del crimen organizado para formar la Unidad de Narcóticos. Esta tarea debía estar en manos del Servicio Nacional de Investigación Criminal, pero se encuentran ocupados en grandes casos penales, como el derribo del avión de Malaysia Airlines MH17 en el este de Ucrania en julio de 2014, y la amenaza terrorista, que absorbe una importante capacidad.

¿Está Holanda perdiendo el control?

A pesar de esto, Holanda sigue siendo un país seguro, según las cifras oficiales. El narcotráfico hace que Ámsterdam sea considerada como la ciudad más insegura de los Países Bajos, por delante de Eindhoven, el segundo municipio en la lista del termómetro del crimen, De Misdaadmeter, que cuenta especialmente la cifra de robos y violencia.

Sin embargo, según cifras policiales de 2018 (las últimas disponibles), el número de delitos a nivel nacional ha disminuido en un 6,6% en comparación con 2017, registrándose 766.683 delitos en total. Esta reducción se lleva produciendo de forma consecutiva desde 2014, cuando había un 20% más de delitos que a día de hoy. A nivel nacional, los robos en la calle han aumentado un 4%, una “reactivación que es motivo de preocupación”, según advirtió al diario AD Jos van der Stap, del departamento de robos de la Policía Nacional holandesa.

El número de delitos sexuales registrados también aumentó en un 7%, tratándose principalmente de un ascenso en la violación y el sexting. La Policía cree que este dato está relacionado con la mayor concienciación entre la sociedad de la gravedad de la violencia sexual: se denuncia más y eso hace que los números aumenten, lo que no necesariamente significa que aumentan los delitos, añade Van der Stap. Los hurtos fueron lo que más ha caído en 2018, un 28% menos. Las autoridades interpretan que una mayor vigilancia y atención a la prevención han contribuido a esto. El vandalismo también se ha reducido en un 12%. Sin embargo, y como ya alertan diferentes organismos locales o regionales, como Europol, en los últimos años ha habido un claro cambio hacia la delincuencia ‘invisible’, como los robos digitalizados, un delito que a menudo no se denuncia.

La oficina de estadísticas CBS también cuenta una reducción en la cifra de asesinatos en 2018. El año pasado, 119 han sido asesinadas, 39 menos que en 2017, una reducción que se aprecia especialmente en los hombres víctimas de homicidio: 112 en 2017, 76 en 2018, en su mayoría asesinados por un arma de fuego o arma blanca en la calla. En el caso de las mujeres, el año pasado 3 de cada 4 asesinatos fueron a manos de sus parejas o exparejas con las “disputas matrimoniales y los celos” como motivos más comunes. Fueron asesinadas a menudo en su propia casa, con un arma blanca o estrangulamiento, subraya la CBS.

Además de las cifras policiales, el Global Competitiveness Report del Foro Económico Mundial, que examina la seguridad en el mundo a partir de los datos del crimen organizado, el terrorismo, los asesinatos y la confianza en la Policía, sitúa a Holanda entre los 20 países más seguros del mundo, junto a España. Las primeras posiciones las ocupan Finlandia, Singapur, Islandia y Omán. Ahora bien, Holanda sí podría considerarse un país inseguro, de los que más, de hecho, si lo que se analiza es la amenaza que supone del cambio climático para la población. Según el último informe del World Risk Repor, vivir por debajo del nivel del mar y sobrevivir a la subida de este a causa del calentamiento global, hace que Países Bajos pueda tener la mayor cantidad de habitantes afectados en el continente europeo por la emergencia climática.