Una ciudad para todos: cuántas veces no hemos oído esta frase en diferentes contextos. Una ciudad inclusiva no se mide solamente por su grado de accesibilidad sino también por el de seguridad e igualdad que ofrece. Son demandas que se han ido atendiendo de diferentes maneras a lo largo de los siglos, y mucho de lo que hoy nos pasa desapercibido a la mayoría de nosotros, por ser algo habitual, posiblemente haya sido la respuesta que cada tiempo le ha dado a alguna problemática específica. Hoy ¿a qué necesitarían dar respuesta las ciudades dónde vivimos?

El pensamiento de una ciudad para todos no es nuevo, sin embargo la ciudad no se ha generado siempre como un ente inclusivo sino desde diferentes perspectivas de desarrollo urbano que a veces surgían de forma espontánea, práctica o pragmática y otras en base a una reflexión, necesidad u objetivo o, incluso, en base a la idea de belleza o poder del momento. En muchas de estas cuestiones se trabaja todo el tiempo en cada nuevo desarrollo urbano o transformación de un barrio existente. Otras surgen en momentos específicos, por ejemplo a causa de decisiones políticas determinadas como la tomada por el Gobierno en los últimos años de favorecer que las personas mayores puedan vivir el máximo tiempo posible en sus casas, de manera independiente, sin tener que mudarse a una residencia de mayores o medicalizada. Esto ha implicado que las ciudades deban ser aptas para ellos, teniendo en cuenta que muchos viven con algún tipo de limitación o discapacidad. Para lograr este objetivo, en la mayoría de los municipios suele haber un grupo de trabajo conformado por habitantes de diferente contexto cultural y condición física, que asesoran al gobierno de la ciudad y se encargan de evaluar la accesibilidad, movilidad y seguridad de edificios públicos y otros espacios de la ciudad.

Como quiera que sea la ciudad, esta ha pasado por diferentes fases de desarrollo y así, el enfoque que se ha dado a sus espacios, arquitectura y vivienda se ha ido modificando con el tiempo. Cuando uno pasea por ella, sin importar cuál sea, puede ir viendo sus diferentes capas, como si de una cebolla se tratase, y a qué intereses se daba respuesta en cada momento. También podemos ver cómo poco a poco se han ido integrando diferentes enfoques que hoy llamaríamos inclusivos pero que son claramente hijos de su tiempo. Aquí os dejamos algunos de estos ejemplos que se han dado en la ciudad de Ámsterdam, pero que también se desarrollaron en muchas otras ciudades holandesas, como Alkmaar, Utrecht, Groningen, etc.

La ciudad portuaria

Ámsterdam nació como un pueblecito de pescadores en el siglo XII y tomó su forma, tan reconocible hoy en día, cuando pasó a ser una ciudad portuaria de gran importancia. Algo que no se nombra a menudo es que fue a partir de que Carlos V (Carlos I de España) a mediados del siglo XVI heredara los Países Bajos de su abuela y a raíz del llamado descubrimiento de América por parte de España, que Ámsterdam se convirtió, tras Lisboa, en el segundo puerto más importante del mundo, especializándose en el comercio de grano y armamento y siendo sede de reventa de las especias traídas de la India por los portugueses. Una actividad comercial que más tarde culminaría con el Siglo de Oro neerlandés, un período de gran enriquecimiento fundamentado en el movimiento comercial alrededor de todo el mundo.

Fue la necesidad de que los barcos llegaran hasta los diferentes almacenes de Ámsterdam la que generó la formación de sus canales iniciales y sus consiguientes expansiones urbanas a comienzos del siglo XVII. Predominan los canales y sus muelles, con una anchura de las calles suficiente para permitir tanto el almacenamiento de las mercancías como el paso de carros. Todo esto sin escalones ni desniveles para facilitar su transporte, lo que en la actualidad posibilita que se le den diferentes usos tanto al agua como a los bordes de los canales.

Uno de los canales de Haarlem, creado en su día para facilitar el transporte y el comercio de mercancías. Foto: Susana Aparicio Lardiés

La ciudad obrera

Si continuamos viajando en el tiempo y por la ciudad, nos encontramos con el Ámsterdam de Berlage, de principios del siglo XX. Aquí ya pasamos de un urbanismo generado por el comercio portuario a uno planificado por el Estado, con el conocido arquitecto como su principal urbanista y basado en una belleza homogénea y que pretende no hacer distinción entre los más adinerados y la clase obrera. Quien pasee por el barrio de Berlage experimentará que se trata de una ciudad en sí misma, y así lo concibió su diseñador. El barrio está formado por grandes bloques de vivienda obrera en los que la arquitectura no se limitaba a los planos y el diseño de la fachada de sus edificios, sino que se fundía con sus calles y plazas, formando un todo con ellas. Surgen de la prolongación de los mismos edificios, se busca claramente una harmonía entre sus elementos y la belleza del diseño. Se proyecta una escuela, tiendas y una estación de tren. La clase obrera cobra importancia en el desarrollo urbano y de la vivienda: es parte de él, se piensa en sus necesidades y en cómo darles forma.

La ciudad y los niños

Así llegamos al Ámsterdam de mediados del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, en una ciudad de posguerra, empobrecida, con edificios semiderruidos y solares vacíos, llenos de escombros, entre los que jugaban los niños. En esta época se produjo la gran llegada de familias a la ciudad en busca de trabajo, y fue entonces cuando Jacoba Mulder, arquitecta que trabajaba en la División de Desarrollo Urbanístico de Ámsterdam ideó la posibilidad de crear lugares cerrados donde los niños pudiesen jugar de forma controlada y segura. Ella estableció las pautas sobre las que se basaría Aldo van Eyck para desarrollar el diseño de estas áreas de juegos que tan conocidos son por todos nosotros y en los que tanto hemos jugado de pequeños, ya que su concepto se extendió por toda Europa y fuera de ella. Jacoba Mulder diseñaría también algunos de estos parques infantiles, introduciendo en ellos el agua como elemento de juego y que hoy en día se sigue usando a la hora de desarrollar nuevas zonas de juegos infantiles. En Ámsterdam vemos claramente como nacieron estos espacios esenciales a los que estamos tan habituados hoy en día y que se han vuelto imprescindibles en todo desarrollo urbano actual.

Una de las áreas de juego diseñadas por Aldo van Eyck y construida en un nuevo barrio de viviendas obreras familiares. Foto: Amsterdam Stadsarchief

La ciudad de hoy

Estos tres ejemplos nos muestran cómo las necesidades de dar respuesta a unas situaciones concretas puede llegar a generar una forma de hacer ciudad que perdure a largo plazo y le aporte nuevas características. Cada época tiene una problemática concreta a la que dar respuesta a través de las cuales se van incorporando diferentes grupos a la ciudad. Desde esta perspectiva habrá que ver qué puntos aparecen en la agenda urbana cuando termine la actual pandemia y se pueda analizar bien la situación y sus n. Durante este período se ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de diferentes grupos sociales respecto del uso que pueden hacer del espacio público, los sistemas de movilidad y las relaciones sociales que se están viendo perjudicadas por las limitaciones impuestas. Quizás, entre todos, podamos poner ya en relieve qué necesidades nos han surgido estos meses de (semi)confinamiento ¿Cómo está respondiendo vuestra ciudad a vuestras necesidades actuales?