Este joven arquitecto es uno de los cuatro socios fundadores de Civic Architects, el estudio de Ámsterdam que el pasado año se hizo con el premio World Building of the Year por la nueva biblioteca que han construido en una antigua nave industrial en Tilburg, Holanda. En menos de cuatro años, su estudio ha logrado codearse con grandes del panorama holandés como Mecanoo o Inside Outside, gracias a su firme apuesta por una arquitectura de auténtico servicio público. La debilidad que Rick ten Doeschate muestra por el patrimonio industrial se explica por su convencimiento de que el urbanismo que funciona es el que provoca un cambo sustancial sin que sus habitantes se percaten; aquél que prefiere huir del arquitecto estrella con sello propio para ofrecer una solución integrada que perdure en el tiempo. Y si dura siglos, como el Panteón romano, misión cumplida.

¿Qué significa para un estudio de arquitectura ganar el World Building of the Year?

Trabajamos muy duro en este proyecto, durante un año y medio. Los últimos meses antes de entregarlo solo veíamos fallos, seguramente por el estrés. Tras presentarlo, la gente en general se mostró satisfecha y la prensa habló muy positivamente. Este premio es parte de ese reconocimiento, por el trabajo tan exhaustivo que hicimos.

Edificios híbridos, con diversas funcionalidades como LocHal son tendencia hoy en día, ¿qué convierte a la biblioteca de Tilburg en un espacio más excepcional que otros?

En mi opinión no hay tantos edificios como este, totalmente públicos y multifuncionales a la vez. A menudo para acceder a estos lugares híbridos se tiene que pagar por entrar o tienen un fin comercial, lo que no es el caso de LocHal. En segundo lugar se trata de un espacio muy grande situado en pleno centro de la ciudad, al lado de la estación de tren, algo que tampoco suele ser habitual en edificios industriales como este. El local era una nave donde se reparaban y construían las locomotoras, un espacio inmenso, y realizar una transformación de este tipo y a esta escala tampoco ocurre a menudo. Antes de transformarlo ya era un monumento del patrimonio fabril de Holanda pero hace unos años estaba en la lista del ayuntamiento de edificios a demoler. Después se proyectó un aparcamiento, que tampoco salió adelante, y ahora es la biblioteca de la ciudad. El otro aspecto que encuentro original es el hecho de que no hay muchas bibliotecas en el mundo que cuenten con un espacio extra de encuentro, donde la gente además de leer puede reunirse, o producir algo juntos. Por todo esto creo que LocHal es un edificio especial, a lo que se añade un buen diseño y ejecución del proyecto.

Ustedes trabajan mucho en Tilburg, una ciudad holandesa poco conocida…

Tilburg es una ciudad donde la industria ferroviaria siempre ha jugado un papel fundamental. Además está dividida en dos por las vías y por este terreno industrial. Desde hace una década más o menos se está trabajando mucho en la redefinición de todo este espacio, con la idea de que estas enormes naves se puedan reconvertir y sirvan como nexo de unión entre los habitantes de un lado y otro de las vías. En lugar de partir la ciudad en dos, se pretende unificar. Tilburg es una de las pocas ciudades de Holanda que tienen este carácter industrial, como Eindhoven o Enschede, y su punto a favor es que todavía cuentan con espacios muy grandes dentro de su núcleo urbano que se pueden reconvertir.

Su estudio ha realizado casetas para ProRail inmunes a los grafitis y también se presentaron al concurso para renovar la estación Central de Ámsterdam ¿A qué se debe esta debilidad por los trenes?

Nos interesan principalmente los típicos espacios públicos, los más tradicionales, como una estación de tren o una biblioteca, porque se convierten en lugares de encuentro de mucha gente que pasa por ahí a diario. Son muy interesantes porque tanto aquí en Holanda como en el resto del mundo, Atocha en Madrid, por ejemplo, estos espacios han ido cambiando en la última década y hoy son lugares no solamente de paso sino donde la gente puede quedarse a pasar tiempo.

Principalmente porque se han transformado en centros comerciales…

Sí en efecto, pero la clave está en el equilibrio. Si una estación sólo se llena de tiendas, esto repercute en su principal funcionalidad, en la calidad del acceso para los viajeros que van al tren. Y menos viajeros significa menos gente para estas tiendas, así que al final los negocios de la estación se ven afectados. La función comercial puede estar presente pero no debe prevalecer sobre la otra: este dilema es habitual cuando se diseña un espacio público. Una calle de tiendas puede tener una atmósfera agradable si no nos están gritando por cada esquina que compremos esto o aquello. Se puede disfrutar de pasear por ella sin necesidad de comprar nada. Esa es la idea. Y en una estación a todo el mundo le gusta poder tomarse un café o hacer la compra de camino a casa.

Pero una estación de tren no puede compararse con una calle céntrica, porque no es un espacio de acceso libre, en Holanda todas ellas pertenecen a ProRail, hay cámaras de vigilancia y sólo se puede entrar con el abono transporte o el billete de tren…

Sí en efecto, el que desde hace unos años la gente no pueda acceder libremente a la estación es un problema. En algunas estaciones como la de Ámsterdam Central hay pasajes comerciales fuera de la zona restringida para viajeros y el nuevo hall de la estación de Róterdam, imponente y enorme, es de libre acceso también. La clave está en tener en cuenta estas cuestiones de seguridad y al mismo tiempo ofrecer un lugar público que funcione como tal.

Porque un espacio público no tiene que ser unidimensional, no hay que pensar sólo en la plaza de una ciudad. Puede ser utilizado para muchas cosas, para protestar, para hacer política, para culturizarse… y en un momento del día puede cerrarse al público. La biblioteca de Tilburg es un buen ejemplo: abre todos los días doce o trece horas, todo el que quiera puede entrar, pero rigen ciertas reglas. Si una persona molesta a otra, el personal del centro le puede decir que se vaya al igual que si alguien lleva días sin ducharse, se le puede pedir que salga, que se lave primero y que después vuelva. De esta manera se ponen todas las medidas para hacer de este un lugar verdaderamente público, con normas de convivencia iguales para todo el mundo.

Rick ten Doeschate, en un momento de la entrevista, en el estudio Civic Architects de Amsterdam. Foto: Alicia Fernandez Solla

¿Qué funciones debe desempeñar un edificio para ser considerado de carácter público?

En primer lugar debe ofrecer un valor añadido a los habitantes de la ciudad. En Tilburg lo hicimos con un pabellón que construimos al borde del agua y en el que hay un restaurante: sobre él diseñamos un mirador de libre acceso. Sigue siendo un restaurante, pero el que quiera puede subir y admirar el paisaje sin pasar por él. El ayuntamiento de la ciudad financió parte del proyecto porque ofrecíamos este extra, y es algo que en el estudio siempre intentamos hacer: crear un nuevo espacio público también cuando se trata de un proyecto privado. Nos parece muy importante sobre todo hoy en día que hay una presión enorme en las ciudades por ceder el espacio disponible a nuevas viviendas.

En segundo lugar, el espacio público debe ser un lugar cuya atmósfera sea reconocible. Antiguamente la arquitectura pública estaba mucho más definida. El mismo patrón se usaba para edificar un banco, un Palacio de Justicia o un mercado. Pero eso ha cambiado y hoy esa identificación ya no es tan visible, las fronteras se difuminan y un edificio oficial puede parecer otra cosa. Por eso en nuestra opinión lo que todavía puede entender todo el mundo es cómo se siente uno estando en un mirador o en una biblioteca, es la atmósfera que se crea la que tiene mayor importancia. Y en algunos casos podemos mejorar esta sensación, como hemos hecho en el pasaje de peatones y ciclistas que atraviesa las vías del tren, también en Tilburg. Al llenar la pared de ladrillos que se iluminan creamos un ambiente menos frío que el típico de estos túneles.

La tercera función tiene que ver con el contexto: un edificio público debe formar parte de él, puede ser innovador pero debe estar contextualizado en un entorno social y cultural. Un ladrillo, por ejemplo, es un material que forma parte del contexto holandés. En el caso del pasaje usamos ladrillos con luces LED, diferentes sí, pero no dejan de ser ladrillos, algo que todo holandés reconoce como suyo. Buscando este equilibrio entre el contexto y la innovación logramos que un edificio sorprenda mientras sigue inspirando confianza entre la gente que lo visita.

Ahora que habla del contexto, muchos arquitectos estrella como Santiago Calatrava o Zaha Hadid han sido criticados por esto mismo, por priorizar su estilo tan personalista al contexto del lugar. ¿Qué opina usted?

Nosotros no hacemos este tipo de arquitectura. No tenemos un método fijo o un estilo propio. Para cada proyecto buscamos la solución específica que mejor se ajusta a las necesidades de un lugar. En Valencia, personalmente me parece más poderoso y más relevante el parque del Turia que el edificio de Calatrava que se alza al final. El centro es precioso, con un núcleo urbano de edificios que comparten un estilo común, y eso es más enriquecedor que un único espacio tan diferente del resto. En todo caso en Europa la tendencia ha cambiado y ya hay menos interés, o menos presupuesto, para estos proyectos tan personalistas. Los arquitectos que trabajan de esta manera tienen más oportunidades en China que aquí.

Volviendo a los edificios multifuncionales o arquitectura híbrida, ¿existen combinaciones imposibles o un máximo de funcionalidades?

No creo que esto pueda limitarse así, lo que hay que hacer, desde el inicio de un proyecto, es estudiar muy bien el espacio y las perspectivas que ofrece. Una funcionalidad debe poder beneficiarse de la otra y viceversa, pero cuántas pueden contarse en un lugar, no sabría decir. Lo cierto es que si se combinan bien, como en el caso de LocHal, puedes tener a hombres de negocios que aprovechan para visitar la biblioteca después de acudir a una reunión a una de las salas que se alquilan. Entonces la multifuncionalidad ha funcionado, porque en Holanda a las bibliotecas entre semana acuden sobre todo los niños, la gente joven y los mayores, pero este grupo de población no.

Aunque cada vez es más complicado definir a los distintos grupos de población, ¿no le parece? Hay profesionales autónomos, por ejemplo, que eligen trabajar en una biblioteca con su portátil…

La población se ha atomizado. Antes en un pueblo era probable que no encontraras otras personas con un gusto musical parecido al tuyo pero hoy, gracias a internet, nos agrupamos según nuestras afinidades independientemente de donde vivamos. Y esta tendencia es cada vez más fuerte: la gente busca a la que es afín a ella, se reafirman e incluso pueden ir más lejos radicalizando su postura común frente a los que no piensan igual. Cada vez hay menos espacios públicos donde personas de diferentes grupos se puedan encontrar de una manera relajada, por eso son tan importantes hoy en día. Y este debe ser suficientemente abierto como para acoger a todos pero no demasiado neutral, porque no iría nadie. A esto se añade el carácter que tiene cada ciudad. Este aspecto de entender la sociedad en la que vivimos es lo que hace tan interesante nuestro trabajo. No se trata únicamente de construir edificios estéticamente bonitos.

Usted dijo en otra entrevista que si tuviera que elegir un edificio público, sobre todos los demás, este sería el Panteón de Roma, ¿por qué?

Sin duda, es un edificio absolutamente fantástico, puede no sonar muy original, pero es el que más me ha impresionado hasta ahora. La experiencia espacial es única, desde una plaza que siempre está animada se cruza su pórtico y se entra en un lugar luminoso pero que va oscureciéndose a medida que uno avanza al centro. La forma del espacio, su cúpula, cómo entra la luz, la manera en la que los visitantes se distribuyen por él, todo es asombroso, y que siga en pie todavía lo hace todavía más especial.

Interior del Panteón, en Roma. Imagen: Pixabay.

Se habla a menudo de la gentrificación de las ciudades, ¿cómo se adapta la arquitectura pública a este nuevo fenómeno?

Los arquitectos no podemos parar solos este proceso que viven ciudades como Ámsterdam, pero al mismo tiempo no podemos construir sólo lo que hace falta, aquello para lo que hay demanda. Hasta intervenciones pequeñas que parecen que no van a tener un impacto en un determinado barrio, lo tienen. Nuestro estudio también ha sido víctima de esta gentrificación: empezamos en una oficina en el centro de la ciudad y el alquiler fue subiendo tanto que tuvimos que mudarnos a las afueras, a pesar de ser todos jóvenes profesionales altamente cualificados, el perfil tipo de los que viven en el centro de Ámsterdam. Yo vivo en Utrecht porque en Ámsterdam me es imposible. La situación es preocupante, sin duda, y como arquitectos esperamos que se nos sigan encargando proyectos en el centro que vayan destinados a un público amplio, no sólo a esa categoría que tiene el privilegio de poder vivir allí. Pero no somos inocentes, sabemos que así no se resolverá este problema.

A pesar de ser un estudio relativamente joven, ya han tenido experiencia con concursos de gran envergadura ¿son las concesiones de obra pública transparentes en Holanda?

En Holanda rige la legislación europea en este sentido y en teoría cualquier estudio de arquitectura europeo puede presentarse. Por ese lado el proceso es muy transparente. Pero en sus criterios de selección, el ayuntamiento competente puede pedir que los candidatos tengan demostrada experiencia en este tipo de obras, que ya hayan hecho otras antes, evitando así que estudios nuevos o pequeños se presenten. Para ganar LocHal por ejemplo, nosotros trabajamos conjuntamente con Petra Blaisse cuyo estudio había diseñado el interior de la nueva biblioteca de Seattle y con los restauradores Braaksma & Roos. Con esto no digo que aquí en Holanda no haya habido escándalos de corrupción anteriormente, sí ha pasado, pero gracias a que han salido a la luz ahora el proceso es limpio. Nosotros no hemos vivido ningún caso fraudulento.

¿Cuál es el reto principal al que se enfrenta la ciudad actual?

Precisamente el que comentábamos, cómo lograr mantener la diversidad social. Los que se mudan a la gran ciudad lo hacen con el convencimiento de que en ella encontrarán a una población diversa, gente de todo tipo que les enriquecerá culturalmente y donde mejorarán económicamente. Pero resulta que ocurre todo lo contrario, la población es homogénea y muy poco diversa, justo a la inversa de lo que se vive en las ciudades que decrecen.

Detalle de una maqueta de Civic Arquitects. Foto: Alicia Fernández Solla