Machiel Mulder ostenta la cátedra de Economía de la Energía de la universidad de Groningen desde 2013 y lleva décadas dedicado a analizar los mercados energéticos y la política económica de su país y de la Unión Europea en este ámbito. A través de su grupo de investigación y con sus alumnos, ha analizado el terremoto energético que vivimos, desde el precio de la electricidad disparado en un mercado globalizado que sufría las consecuencias de los confinamientos por la pandemia hasta la guerra en Ucrania y las sanciones al gas ruso, que han terminado por desestabilizar una situación ya excepcional. En su casa a espaldas del mar, en La Haya, charlamos con él sobre la dependencia energética de Holanda, el gas de Groningen y la necesidad de acelerar la transición energética, con el último informe científico de referencia sobre el cambio climático (IPCC) encima de la mesa.

Expertos como usted han explicado en diversos medios de comunicación que la crisis energética entre Rusia y la UE no es algo de este año, sino que se venía fraguando desde el comienzo del invierno en 2021. Aclárenos por qué.
El año pasado el flujo de gas desde Rusia al resto de Europa fue mucho menor de lo que podría haber sido, sobre todo si lo comparamos con años anteriores. En Holanda y en otros países europeos, las plantas de almacenamiento de gas natural a cargo de la compañía rusa Gazprom estaban en niveles muy bajos a comienzos del invierno, un comportamiento nada habitual. A la demanda de la Comisión Europea de por qué se había reducido, Rusia respondió que necesitaban más gas para su consumo interno. Su explicación no es de fiar, porque la demanda de gas no había variado, los confinamientos por la pandemia se iban levantando y de repente el abastecimiento bajó. Muchos de nosotros pensamos que aquí había algo más, una estrategia para provocar escasez de gas en Europa, haciendo subir los precios para situar a Rusia en una posición más poderosa frente al resto. En Holanda tenemos cinco plantas de almacenamiento de gas, cuatro de ellas están gestionadas por GasUnie, de propiedad estatal, y en la quinta, Gazprom, quien financió parte de su construcción, tiene derecho a usar el 40% de su capacidad total. Y apenas la llenaron el año pasado.

Quizás conviene recordar cómo la pandemia ya desestabilizó el mercado energético, también en Holanda.
Sí, es interesante recordar que cuando la pandemia estalló en la primavera de 2020 ocurrió justo lo contrario que ahora: los confinamientos en el mundo entero provocaron una bajada drástica de la demanda de energía y los precios cayeron. En abril el precio del gas por megavatio/hora era de 5 euros, y en las últimas semanas lo hemos visto a 120 euros, cuando la media ha fluctuado durante mucho tiempo entre 15 y 25 euros. El precio del petróleo fue negativo en ese periodo. Más adelante, cuando Asia comenzó a reabrir su economía, la demanda volvió a aumentar, al mismo tiempo que otros factores, como el cierre de centrales eléctricas de carbón y de otras nucleares, en Japón, así como la crisis del transporte, contribuyeron a provocar escasez de energía.

Y después una guerra de esta envergadura. La tormenta perfecta.
Sí, se puede decir que sí. En agosto del año pasado los precios ya estaban altos, 40 euros para el gas, y había preocupación por el invierno, pero los Gobiernos y los mercados creyeron que era cuestión de unos meses y que este año los precios se estabilizarían. Pero no ha sido así, por la guerra.

Y es que cuando los precios del gas se disparan suele haber una doble reacción: se libera más gas almacenado pero también aumenta la producción. Ya ocurrió en los ochenta con el precio del petróleo. Cuando este se disparó, hubo más exploración petrolera en Europa y se hallaron yacimientos en el mar del Norte que no se conocían. Las empresas tienen el incentivo de ganar mucho dinero e invierten en exploraciones. La buena noticia es que al aumentar la producción, eventualmente, los precios de la energía bajarán.

La idiosincrasia de los distintos países de la UE hace cada vez más complicada una respuesta en bloque. ¿Cree que pueden permanecer unidos a pesar de sus diferencias?
Aunque cueste, la Unión Europea deben mantenerse unida porque cuenta con un mercado único europeo, al menos para el gas. Holanda importa solo el 15% de gas ruso pero al formar parte de ese mercado único, está fuertemente relacionado con otros países donde el porcentaje de importación de gas ruso es mucho mayor, como Alemania. Si la UE dejara de importar gas ruso ahora mismo, el impacto en los precios sería muy muy serio, en todos los países, independientemente del porcentaje que cada uno importe invidualmente, por el efecto rebote de los más afectados.

Sobre el suministro doméstico: lo que parecía improbable, abrir el grifo de Groningen, resulta ahora plausible, sobre todo después de que el 61% de los habitantes de la región contestara en una encuesta que le parece bien la idea de volver a extraer gas (hasta 12.000 metros cúbicos al año) a pesar de las consecuencias que esto pueda acarrear en el terreno. ¿Le sorprendió esta reacción de la ciudadanía?
No, no me sorprendió, porque la protesta en torno al gas y los terremotos en Groningen no está tan relacionada con el miedo a más terremotos sino con la indignación de la gente por no haber recibido las compensaciones que merecen por los daños que estos temblores causan en sus viviendas. La gente estaba muy decepcionada con la manera en la que tanto el Gobierno como NAM, la empresa encargada de las extracciones, han lidiado con los problemas asociados a los terremotos. Pasaron muchos años y todavía hoy muchas de estas personas no han recibido ayudas económicas, ese es el problema de fondo. Ahora los ciudadanos les dicen que sí, que les apoyan, con la condición de que cumplan con su promesa, les paguen las indemnizaciones que les deben y además reciban un porcentaje de los beneficios obtenidos con este gas. Los temblores no suponen un riesgo tan elevado, nos son de gran intensidad, y sus efectos pueden paliarse reforzando las viviendas y haciéndolas más seguras. Pero todavía sigue sobre la mesa la pregunta sobre quién pagará por esto, si NAM o el Gobierno.

¿Qué supondría para la economía holandesa que el Gobierno decidiera extraer más gas de Groningen? y por otro lado, ¿es realista pensar que lo hará?
Si la UE decide frenar la importación de gas de Rusia pondría a la economía holandesa en un estado de emergencia que podría legitimar la decisión de extraer más de Groningen. Necesitamos cada vez más electricidad, sobre todo para uso doméstico, no va a dejar de crecer, y las energías renovables no son suficientes, por lo que la demanda de gas permanecerá. La reserva de gas en Groningen tiene todavía una gran capacidad, de alrededor de 400.000 millones de metros cúbicos, lo que serviría para cubrir la demanda total de energía de los Países Bajos durante los próximos diez años. Y si no fuera necesario cubrirla entera, porque seguiríamos importando gas de Noruega y contando con las renovables, el país podría exportar su gas a los precios actuales, lo que sin duda ayudaría a las arcas del Estado. Pero la polémica en torno a este tema es tan grande que el Gobierno ya ha dicho que sólo extraerá más gas de Groningen en caso de emergencia, es decir, si el sistema actual de gas deja de funcionar por culpa de un desequilibrio entre el gas que obtenemos de la red y el que consumimos. En todo caso, Holanda cuenta con otros muchos yacimientos de gas, mucho más pequeños que el de Groningen, cerca de un centenar, tanto en tierra como en el mar, y de los que se extraen unos 10.000 millones de metros cúbicos al año, una cuarta parte del consumo total del país. Y esta producción podría aumentar un poco más. La política actual del Gobierno va más en esta dirección.

Dentro de cuatro meses, la UE dejará de importar carbón ruso. Holanda importa entre un 25 y un 30% de este carbón. ¿Qué consecuencias tendrá esta decisión?
El impacto de dejar de importar carbón de Rusia es relativamente pequeño. Holanda encontrará otros países que le suministren este porcentaje, quizás a un precio algo más caro, pero asumible. Habrá más transporte marítimo para traerlo desde más lejos, pero eso es todo. Lo que hay que pensar es que este mismo efecto leve de la sanción se sentirá también en Rusia: encontrará otros mercados a quienes suministrarle el carbón. Al final en esta reestructuración de los flujos el mayor daño provendrá de la desconexión del gas, porque Rusia no tiene gasoductos funcionando en otras regiones. En este sentido lo que ha ocurrido con Nordstream2 ha sido increíble. En todos estos años de debates y discusiones, yo también fui uno de los que pensaba que la dependencia mutua garantizaba su éxito. Y me equivoqué. Nunca imaginé que este gasoducto se utilizaría para fines geoestratégicos, porque tanto Alemania – y otros países europeos – así como Rusia lo necesitaban. Y esta dependencia continúa por lo que la cuestión permanece ¿estamos dispuestos a inflingirnos un daño muy grave para que Rusia sufra de verdad?

Machiel Mulder en varios momentos de la entrevista. © Alicia Fernández Solla

¿Qué papel juega el gas natural licuado (GNL) en el consumo energético holandés y qué beneficio tendría para el país una mayor importación?
El beneficio sería pequeño porque Holanda cuenta con sus propios recursos de gas y ha sido exportador durante años. Hace más de una década el gobierno decidió construir una terminal de GNL en Róterdam (Maasvlakte) pero la capacidad del país para almacenar gas licuado sigue siendo pequeña. Si se quisiera sustituir completamente el suministro de gas a través de gasoductos por GNL, harían falta más terminales para almacenarlo y aunque se está desarrollando otra en Groningen, su papel en el sistema energético neerlandés sigue siendo marginal, sobre todo si se compara con otros países como Reino Unido, Italia o España.

Cómo catedrático de Economía de la Energía, ¿qué análisis hace de la situación actual del mercado energético global?
La escasez que vivimos es excepcional, aunque ya había ocurrido en menor medida y por otras razones en tiempos pasados. En 2004, por ejemplo, el precio del barril de petróleo alcanzó los 100 dólares, debido al alto crecimiento económico de países como China, India y Brasil.

También es algo muy inusual que los precios del gas sigan siendo muy altos por estas fechas, porque normalmente en primavera y verano la demanda es menor, lo que se traduce en una bajada del precio que las empresas gasísticas aprovechan para comprarlo, almacenarlo y venderlo más caro en invierno cuando el precio sube. Pero ahora ¿por qué comprar gas cuando los precios están tan altos? Solo será rentable si se estima que los precios en invierno subirán todavía más. Para las empresas energéticas el riesgo es demasiado alto, por eso convendría que los Gobiernos intervinieran, forzando su almacenamiento a cambio de compensación.

En general podemos tener la certeza de que la situación actual de precios tan altos tiene un impacto directo tanto en los consumidores como en los productores. En estos últimos provocará una mayor inversión en renovables, lo cual es muy buena noticia para la transición energética. Invertir en parques eólicos en el mar es ahora muy rentable y la energía nuclear volverá a impulsarse. Los consumidores, por su parte, cambiarán sus hábitos de consumo, adaptándose para reducir la factura de la luz, y muchos instalarán paneles solares en sus tejados, lo que redundará en una reducción de las emisiones.

Explique mejor ese renovado interés por la energía nuclear.
Hasta ahora era impensable que una compañía privada se interesara en la construcción de una planta de energía nuclear, por su elevadísimo coste. Pero con los precios actuales del gas y de la electricidad la inversión empieza a ser atractiva. Todos los análisis previos se habían hecho teniendo en cuenta un coste estable de la electricidad de 50 euros por megavatio/hora. Y por eso no salían las cuentas. Ahora, con un precio de 250 euros, la situación es totalmente diferente. No obstante se tarda muchos años en construirla y para que sea realmente rentable, los precios del gas deberían permanecer muy altos durante mucho tiempo, algo que no creo que ocurra. La guerra terminará, los mercados se reajustarán y Europa encontrará alternativas al gas ruso. Por eso, para las empresas privadas invertir en energía nuclear seguirá siendo un riesgo difícil de asumir sin el apoyo de los Gobiernos. Afortunadamente, para los Estados la situación actual motiva replantearse la inversión en energía nuclear no solo por una cuestión económica sino también geoestratégica y social: les otorgaría independencia energética al mismo tiempo que garantizaría la transición real a las renovables, reduciendo las emisiones drásticamente. Porque las energías renovables no serán suficientes para atender la creciente demanda de electricidad de nuestras sociedades, hace falta más.

Además se ha innovado mucho en este terreno: las nuevas centrales nucleares permiten regular la producción de manera rápida y flexible. Dos veces al día se puede reducir entre un 20 y un 100%, y con muchas otras centrales funcionando así, el sistema puede adaptar la producción a la demanda de una manera mucho más precisa. Lo hemos aprendido de Francia.

La seguridad, como hemos visto recientemente en Ucrania, y el largo camino que requiere su construcción, de hasta diez años, son dos factores principales del rechazo a la energía nuclear. ¿Tienen solución?
La seguridad es en efecto un aspecto vulnerable de esta fuente de energía, y es algo que los Gobiernos tendrán que garantizar. En cuanto al tiempo que tarda en estar operativa, gran parte de la tardanza es por culpa del papelo y de las discusiones previas. Si las partes estuvieran de acuerdo rápidamente, una central nuclear puede construirse en seis o siete años. Es una idea muy optimista, porque la realidad es que las fases previas siempre se alargan, por lo que siendo realistas, si se iniciara ya, podríamos tener centrales nucleares funcionando en 2031, tarde quizás para revertir los efectos del cambio climático. Por eso, al tiempo que esto avanza, Europa debe continuar invirtiendo en un sistema energético muy diversificado e interconectado, donde intervengan todas las energías renovables procedentes de distintas regiones del continente.

El Gobierno ha lanzado una campaña nacional para impulsar el ahorro energético en las casas y en las empresas – bajar dos grados el termostato, aislar las viviendas, entre otros- ¿Cuenta Holanda con suficiente gas para pasar el próximo invierno?

Sí, pero depende de cómo sea el invierno, porque la demanda de gas está íntimamente relacionada con las temperaturas. El pasado fue especialmente suave pero si hubiésemos tenido un invierno típicamente más frío, con una mayor demanda de gas y sin poder importar más de Rusia desde febrero, por las sanciones, Holanda habría tenido serios problemas. El precio del gas se habría disparado todavía más y muchas industrias, sobre todo del sector agrícola y de la construcción, habrían tenido que parar la producción. Pero si el país se enfrenta a una situación de emergencia energética extraerá más gas de Groningen, no hay duda. Contamos con esa garantía. Y mientras el yacimiento no esté totalmente cerrado, la producción podría incrementarse rápidamente, en un par de días. El riesgo de hacerlo es el efecto desestabilizador que esta nueva inyección de gas tendría en el mercado energético europeo, cuando otros países como Alemania decidieran importar gas de Groningen a mejor precio.

¿Qué opina de la «excepción ibérica» que han propuesto España y Portugal a Bruselas para intervenir el precio de la electriciad al otro lado de los Pirineos?
No me parece una decisión acertada, es muy arriesgada, ya que está ignorando una realidad y es que hay escasez de energía en el mercado. Congelar los precios a la baja para proteger a los consumidores no resuelve el problema sino al contrario: la gente volverá a consumir tanto o más electricidad que antes, como si no pasara nada. Por su parte, los proveedores pueden quebrar, no sé cómo pretende España resolver el desfase entre el coste de la energía y el precio al consumidor. Lo vimos en Estados Unidos en 2001, en el Reino Unido también: al intervenir los precios de la luz, grandes compañías energéticas quebraron. Se puede hacer pero no de manera aislada, hacen falta otras medidas adicionales para paliar estos efectos. La respuesta adecuada a la escasez es reducir el consumo, esta es la única solución que se adapta al problema real. Porque los altos precios sirven también como una llamada de atención: «este es un bien escaso, busca alternativas, intenta usarlo menos».

De los recursos naturales necesarios para generar energía renovable, los Países Bajos cuenta principalmente con el viento. ¿Serán otros molinos los que vuelvan a caracterizar el paisaje holandés del futuro?
Sí, la eólica será la principal fuente de energía en Holanda para la producción de electricidad. Llevamos años desarrollando enormes parques eólicos en el mar, porque la densidad de población y el poco espacio que tenemos no permite hacerlo masivamente en tierra. El hidrógeno también se utilizará para la industria, y al ser una fuente de energía secundaria, necesitará de la eólica. Por otra parte, se están instalando turbinas a 200 metros de altura, donde casi siempre hace viento, por lo que el riesgo de quedarse sin suministro se reduce.

A comienzos de este mes se registró la primera semana en la cual más de la mitad de la electricidad consumida en el país procedía de energías renovables. Pero estas todavía representan menos de un 9% de la producción total de energía. ¿Llegará Holanda a alcanzar el objetivo de reducir a la mitad sus emisiones en 2030?
La cifra fue durante una semana, la media anual de producción de electricidad por renovables es de un 25%. Y hablamos solo de la electricidad, que representa un 20% del consumo total de energía. La transición energética debería ir mucho más rápido. El cambio cuesta mucho dinero pero hacerlo tarde tendrá unos costes mucho mayores, porque las consecuencias a las que nos enfrentamos con el calentamiento global son devastadoras. Quizás la situación actual pueda ayudar a acelerar la transición, a abandonar los combustibles fósiles más rápidamente, no lo sé. Al mismo tiempo esta incertidumbre provoca que países como Reino Unido, mientras invierten más en energía nuclear, anuncian que extraerán más petróleo para ser más independientes. Holanda está haciendo lo mismo, y puede que aumente su producción de gas. Es una tragedia, pero es así, es como si siguiéramos sin ser conscientes de las consecuencias del cambio climático. Intentamos mantenernos optimistas, buscamos soluciones nuevas, debatimos sobre alternativas, nos concienciamos…pero no será suficiente. Porque ante todo hace falta una respuesta global que cada vez está más lejos. Es necesario involucrar a China, a la India, a Brasil, no basta con que los europeos nos lo tomemos más en serio. Como economista que soy puede sonar paradójico, pero los Gobiernos, el holandés también, no deberían centrar su política económica en crear empleo o en aumentar la capacidad adquisitiva de los ciudadanos. El foco de atención, el objetivo primordial, debería ser reducir las emisiones de Co2 cuanto antes. Y cueste lo que cueste.