Frits Rosendaal es médico epidemiólogo y responsable de la unidad de Epidemiología Clínica del hospital Universitario de Leiden (LUMC). Experto en enfermedades cardiovasculares, es catedrático de la universidad de esta misma ciudad y ostenta un premio Spinoza (2003), el Nobel de las ciencias holandés. Rosendaal se toma muy en serio la divulgación científica y por ello son ahora muchas las apariciones que hace en medios holandeses. Con un espíritu optimista y de mirar siempre hacia adelante, asume que ninguna evidencia actual sobre el coronavirus es irrefutable y que a esta pandemia le queda mucho recorrido. Al mismo tiempo, confiesa que situaciones así sirven para humanizar las estructuras de un país excesivamente organizado como Holanda y para demostrarnos que nuestro tejido social es más fuerte y resistente de lo que creemos.

¿Cómo vive un epidemiólogo una pandemia como esta en primera persona?

No niego que es algo terrible lo que está pasando pero como epidemiólogo debo admitir que me está resultando muy interesante ver lo que está pasando a mi alrededor. Desde el punto de vista médico ya es algo excepcional pero sobre todo desde el punto de vista social, esta especie de prueba del estrés al que la vida nos está sometiendo a todos, no solo a los individuos sino a las instituciones, hospitales, empresas y por supuesto gobiernos y líderes políticos, me está pareciendo muy reveladora.

¿Lo vio venir cuando estalló en Wuhan?

No, y debo admitir que es un error terrible. Sabíamos que estaba pasando, pero pensé, como creo que le pasó a la mayoría, que quedaba muy lejos. La epidemia del SARS de hace años apenas llegó a Occidente, y no afectó a los Países Bajos, así que de alguna manera creímos que esta tampoco llegaría. Es una pequeña excusa para disculpar nuestro fallo de no verlo venir. Pero en cuanto se supo que estaba en Italia, no tuve duda de que llegaría aquí también. Trabajo en Milán como profesor visitante y mis amigos me estaban contando cómo estaban librando casi una guerra mientras aquí estábamos tan tranquilos. Y fue entonces, a comienzos de marzo, cuando me puse en serio a advertir de que era necesario implementar medidas en Holanda también. Envié una carta al periódico De Volkskrant y me la rechazaron, así que lo hice a través de Twitter y funcionó mucho mejor. Yo no era el único que decía que había que hacer algo y afortunadamente poco después se hizo.

Y en ese momento no se sabía que no sería como SARS-CoV-1 y que podría transmitirse antes de que aparecieran los síntomas. Porque ¿cuánto más letal sea un virus menos probabilidades tiene de provocar una pandemia?

Sí, algo así. Digamos que los virus más exitosos son aquellos que logran el contagio antes de que aparezcan los síntomas o cuando estos todavía son muy leves, como el de la Covid-19. El virus del Sida es otro de ellos, durante diez años las personas pueden contagiarlo sin saberlo, pero no se transmite por vía aérea por lo que su R0 es muy bajo. Pero si un virus es muy letal desaparecerá antes: tiene menos posibilidad de que sus infectados lo propaguen ya que muchos se mueren. SARS-CoV-1 con un 15% de letalidad, era más grave que el actual, pero afortunadamente se contagiaba sólo cuando aparecían los síntomas. Quizás por esto acabó desapareciendo, al poder aislar a los infectados con éxito. Pero otro factor que influye en la propagación es la pura suerte: si se dan circunstancias como los carnavales en Holanda, las vacaciones de invierno en Europa, donde mucha gente se desplazó y se juntó, se produce una reacción en cadena inevitable. Por lo que podemos pensar que quizás no habría estallado de esta forma tan fuerte si no se hubiesen dado estos acontecimientos, aunque no podemos saberlo.

Foto: Alicia Fernández Solla

Siete semanas han pasado desde la implementación de las medidas en Holanda, ¿cómo calificaría la respuesta de su país a esta pandemia?

Entre las mayores preocupaciones que se tenían aquí era que nuestra capacidad hospitalaria, de las UCIs concretamente, no aguantara. Porque siendo sinceros, el número de camas que tenemos en las unidades de cuidados intensivos en Holanda está por debajo de la media europea, contábamos con la mitad que Italia, por ejemplo, en proporción a la población. La medidas se dirigieron en todo momento a asegurar la atención hospitalaria, y se logró duplicar el número de camas. En este sentido estoy muy satisfecho de que los médicos intensivistas no se hayan visto en la difícil posición de tener que decidir a quién ingresar y a quién no. En general me ha gustado mucho cómo lo ha hecho nuestro Gobierno, creo que nuestro primer ministro es alguien que logra lucirse en momentos de crisis. Es un gran comunicador y logra persuadir a la gente para que creamos firmemente que estas medidas son las que hay que tomar. Así ha conseguido que la gran mayoría de los ciudadanos acate las normas sin mayor problema, creando un buen clima de confianza. Dicho esto, mi preocupación es que la pandemia no se ha terminado, ni de lejos. En mi hospital estamos testando a los pacientes con este coronavirus y a través de otros estudios con pruebas seriológicas se ve claramente que como mucho lo ha pasado un 5% de la población en Holanda. Lo más probable es que ni tú ni yo lo hayamos pasado por lo que si el virus no desaparece, se va a quedar entre nosotros bastante tiempo. Y las medidas actuales no se pueden prolongar sine die porque acabaríamos en una depresión económica enorme, así que sinceramente no sé cuando volveremos a una vida relativamente normal otra vez. Eso me preocupa. Totalmente normal no creo que vuelva a ser en mucho tiempo. Pero repito que otra posibilidad es que el virus desaparezca, todos lo hacen antes o después. La gripe española desapareció en un año, y no hubo ni vacuna ni cura.

El historiador Yuval Noah Harari escribía en una de sus columnas recientes que si bien la ciencia no ha estado nunca tan preparada para conocer acerca de un virus, las instituciones que nos gobiernan son más vulnerables al colapso que las que había en la Edad Media duranta la pandemia de la peste, por ejemplo. ¿Qué opina usted?

No estoy de acuerdo con su argumento. Aunque no soy historiador, me parece que nuestras instituciones están respondiendo de una manera fantástica, nuestros sistemas sanitarios, por ejemplo, están salvando más vidas que en aquella época, donde un tercio de la población murió sin asistencia de ningún tipo. Internet está permitiendo que la vida continúe, que los estudiantes sigan estudiando y que gran parte de la población activa pueda seguir tele trabajando. Lo que sí es una fragilidad es la interdependencia de los países desde el punto de vista económico: el hecho de que en Holanda dependamos de China para nuestros respiradores. Es la desventaja de vivir en un mundo más globalizado que por otro lado nos ha brindado mucho desarrollo.

Los líderes políticos están implementando medidas muy dispares en sus países, todas ellas basadas en evidencia científica. ¿A qué cree que se debe esta diferencia de criterios entre las distintas comunidades científicas?

La investigación científica se basa esencialmente en la observación y la conversación. Yo descubro algo y otra persona descubre otra cosa parecida, las ponemos en común, las analizamos y poco a poco vamos entendiendo mejor, aprendiendo, hasta llegar a un consenso que consideramos cierto, verdadero. Este proceso requiere tiempo, años. Y en ciencia los investigadores no estamos nunca cien por cien seguros, porque se trata de ir construyendo sobre lo aprendido. Algo que puede ser cierto durante doscientos años se desmiente o se modifica. En investigación médica se puede tardar hasta una década en lograr la solución clara de que este es el tratamiento necesario para curar esta enfermedad. Y los políticos necesitan respuestas rápidas e inmediatas que no encajan con el método científico. Sencillamente es imposible. Lo que la opinión pública ve como un desacuerdo, un desmentido, es pura ciencia en acción. Que los niños no transmiten este coronavirus de la misma manera que los adultos es un buen ejemplo de este debate. Unos científicos publican un estudio del que se desprende que sí contagian, pero otros lo desmienten con otro estudio realizado con otro grupo de población. Entiendo que todo esto confunda mucho a la gente, que necesita una respuesta clara, pero esta es la manera normal en la que la ciencia avanza.

Para los políticos esto supone un problema porque necesitan implementar medidas. Rutte dijo que tenía que tomar las decisiones al cien por cien con el 50 por ciento de la información. Y así es.

Por eso no me sorprende que los países tomen medidas diferentes, todavía hay mucho que no sabemos. Hay buenas razones para pensar que las mascarillas no son una buena idea y otras también válidas para pensar lo contrario. Nunca es blanco o negro. Y el problema es que no podemos hacer el experimento efectivo que nos daría la solución: no podemos tener en un recinto a 50 personas con mascarilla y a otras 50 sin ellas, y además otras tantas con Covid paseando por aquí para ver cuántos se contagian. Pero aunque las medidas difieran todas persiguen los mismos objetivos, en todos los países; limitar el contacto social, asegurar la capacidad hospitalaria…

En ciencia los investigadores no estamos nunca cien por cien seguros, porque se trata de ir construyendo sobre lo aprendido. […] Entiendo que todo esto confunda mucho a la gente, que necesita una respuesta clara, pero esta es la manera normal en la que la ciencia avanza.


Algunos piensan que reabrir los colegios es ese tipo de experimento…

Sí, lo he leído. Profesores que se sienten como ratones de laboratorio, y me da pena que piensen que es así, la verdad. Porque me parece injusto: nadie está usando a nadie para experimentar. Lo cierto es que los científicos en Holanda nunca pensaron que fuese necesario cerrar los colegios y si al final el Gobierno lo hizo fue por la presión social que recibieron, lo cual también es comprensible. La otra lectura es que no podemos no asumir riesgos. Si decimos que la salud es lo primero, por esa misma razón no deberíamos conducir a 100 kilómetros por hora en la carretera…siempre hay que intentar encontrar el equilibrio porque el riesgo cero no existe. Y en este caso se pondera, por un lado, el impacto en los niños de no recibir la educación que necesitan y por otro el llevarles al colegio donde casi todos los estudios aseguran que el riesgo de contagio es extremadamente bajo. Se trabaja con los riesgos que se consideran aceptables.

Con esta pandemia, la gente de la calle nos hemos puesto a leer artículos científicos, cuyo lenguaje no tenemos por qué entender. ¿Cree que esto genera más confusión?

Siempre soy de la opinión de que más información nunca es malo, al contrario, siempre será para bien. Pero como todo, esto tiene también su lado negativo porque puede caer en manos de los que se creen teorías conspiratorias, que fomentan las noticias falsas y las redes sociales no ayudan. Si alguien como usted lee un artículo científico sobre los casos severos de Covid-19 en niños, es comprensible que se alarme, pero la solución no es no hacer accesible está información sino aportar más todavía, para poder ponerla en contexto. Es habitual también que los telespectadores que ahora ven cómo funciona una UCI desde dentro se impresionen o asusten, pero lo que hay que enfatizar es que una UCI siempre es así, también cuando no hay Covid. Pero antes no entraba la cámara.

La OMS no ha dejado de instistir en la importancia de hacer tests pero en Holanda el ministro de Salud Pública dijo la semana pasada que aunque hay disponibilidad de tests, no hace falta usarlos, ¿por qué?

La OMS lo dijo desde la perspectiva puramente sanitaria porque de lo que no hay duda es de que más información siempre es beneficioso para investigar científicamente y conocer lo que ocurre. En este sentido la OMS no dijo nada que no se esperara de ella, porque así es como se erradica una epidemia: primero se descubren los primeros contagios, después se buscan las personas con las que ha habido contacto, posteriormente se intenta limitar el contacto entre personas, y finalmente se llega a un estadio en el que la epidemia va bajando y esperas erradicarla. Son fases clásicas de la epidemiología. En este estadio es en el que nos encontramos, el tercero de los que he mencionado, y estoy de acuerdo con el ministro en que no sirve de mucho hacer el test a la mayor cantidad de gente posible, porque para obtener buenos resultados tendríamos que estar testando a toda la población todos los días, ya que un día uno puede dar negativo y contagiarse inmediatamente después. Al principio de la epidemia no había suficientes pruebas, y eso hizo que sólo se testara a los pacientes que ya estaban graves. Pero ahora, en el LUMC hemos logrado desarrollar un test de gran fiabilidad que da el resultado en tres horas y que se puede hacer al comienzo de la enfermedad, cuando los síntomas sean incipientes y leves. Eso está pasando ya, de acuerdo con lo que decía la OMS. De todas formas, el que nos interesa más es el test seriológico, porque con él sabremos donde nos encontramos en la evolución de la pandemia, al poder saber cuántos han pasado la enfermedad. Y estos datos, por el momento, son bastante decepcionantes. Si sólo ha tenido la Covid-19 un 4% de la población, queda mucho por recorrer hasta lograr que la mitad lo pase y tengamos inmunidad grupal.

Foto: Alicia Fernández Solla

Según afirmó usted en un documental, «cuando la gente cree que está fuera de riesgo se comporta de manera más arriesgada», ¿es algo que temen que pase conforme se vayan relajando las medidas del confinamiento?

Sí, lo vemos ya en la calle. La gente se va sintiendo cada vez más segura al conocer que las cifras de infectados bajan y se van relajando. Es un comportamiento normal. También lo vemos con el uso de la bici en Holanda: los únicos que usan casco son los que acaban de llegar a vivir aquí, el resto no lo hacemos. Cómo tratamos el riesgo es una cuestión biológica, inherente a nuestra naturaleza humana. Y tenemos que seguir adelante con nuestras vidas asumiendo que muchos de nosotros enfermaremos mientras no haya una vacuna. La perspectiva más pesimista la vemos en Suecia, donde lo han asumido y han tomado muy pocas medidas porque consideran que su sistema sanitario podrá con ello. Entre los países que sí han apostado por aplanar la curva, están los que lo han hecho de una manera más estricta y los que no han cerrado del todo, teniendo en cuenta los riesgos inmediatos y la inmunidad de la población a largo plazo. Pero entre todas estas estrategias encuentro más similitudes que diferencias.

Desde el punto de vista científico, ¿resulta útil comparar entre las pandemias que se han sucedido a lo largo de la Historia?

Sí, porque por definición nuestro aprendizaje procede de nuestra experiencia, y las lecciones que podamos extraer del pasado siempre son útiles. Pero la comparación hay que hacerla bien, por ejemplo, sin aventurarse con predicciones a futuro, como hemos visto recientemente cuando se comparaban los datos de Covid-19 entre Italia y Países Bajos y se estimaba una línea ascendente basándose en información pasada. Esto no es científico. Pero desde luego que otras pandemias nos han enseñado mucho para afrontar la actual: de SARS supimos acerca de la existencia de los supercontagiadores, a los que convendría trazar mejor y estudiar sus hábitos de comportamiento, si tienen alergias, etc. Se ha comparado a menudo esta pandemia con la de la gripe española, y de esta, en mi opinión, no aprendimos mucho, salvo que en un momento determinado se terminó. La que vivimos actualmente no es, en absoluto, una de las peores epidemias de la Historia. Con alrededor de 250.000 fallecidos, es una cifra horrible, pero nada que ver con otras que no se consideran pandemias pero que azotan a varios países cada año. La malaria acaba con la vida de más de 400.000 personas en el mejor de los años, en su mayoría jóvenes. Y no tenemos que desestimar la gripe estacional, que mata cada año a entre 300 y 600.000 personas en el mundo. Covid-19 será peor que la gripe y sin duda mucho más letal si no se hubiesen tomado estas medidas. Pero conviene contextualizarla para entenderla mejor.

¿Cree que la comunidad internacional debería presionar más para que los mercados de animales vivos desaparezcan en China?

Claramente estos mercados han sido el lugar donde se han iniciado varias de las pandemias recientes, al menos las dos últimas. Y sería aconsejable prohibirlos, aunque también entiendo que sea un tema muy delicado por su arraigo en la cultura china. Regular la higiene es fundamental, en todo caso. Pero no deberíamos apuntar con el dedo a los demás, porque también en Occidente hemos tenido la fiebre Q que se ha originado en el ganado, al igual que la enfermedad de las vacas locas, provocada por el propio ser humano. Ambas están relacionadas con la manera en la que el ser humano cuida y convive con los animales de granja. Por todo ello creo que la pregunta es más amplia, acerca de cómo deberíamos transformar nuestra cadena de producción y procesamiento de alimentos, sobre todo en un mundo globalizado como en el que vivimos.

No deberíamos apuntar con el dedo a los demás, porque también en Occidente hemos tenido la fiebre Q que se ha originado en el ganado, al igual que la enfermedad de las vacas locas. La pregunta es cómo deberíamos transformar nuestra cadena de producción y procesamiento de alimentos.


Los científicos y médicos como usted incorporan la incertidumbre como un factor más en su trabajo diario. ¿Qué nos pueden enseñar en estos tiempos en los que los demás buscamos respuestas y llevamos mal el no saber?

En nuestra vida diaria la incertidumbre no nos gusta, a nadie. Tendemos a pensar que somos inmortales, que lo que le pasa a otros a nosotros no nos va a pasar. Pero luego hacemos cosas como comprar lotería, en la que tenemos una probabilidad entre un millón de ganarla, lo cual no tiene sentido. Nuestra comprensión de la probabilidad es tan baja que tendemos a pensar en 1 y 0 a la hora de tomar nuestras decisiones. Cuando nada es 0 ó 1. Y leer, informarse, nos ayuda a entender que nuestra intuición, en la mayor parte de los casos, está equivocada. La ciencia nos enseña dos verdades esenciales: que el conocimiento siempre va en línea ascendente y que nada es irrefutable.

Y a usted, personalmente, ¿cómo le ha afectado la pandemia y todo lo que ha traído consigo?

Me ha afectado mucho, pero debo decir que he tenido mucha suerte. Mi trabajo se ha vuelto muy interesante, mis hijos son mayores y tenemos espacio en casa. Para otras personas, con niños pequeños, una empresa que tiene que cerrar, en un apartamento, la situación ha debido de ser mucho más complicada. A menudo veo la vida como una lucha permanente contra el aburrimiento y en estas últimas semanas ha sido todo menos aburrida. En el hospital el trabajo ha cambiado mucho para bien: antes nos mirábamos más a nosotros mismos, a tener carreras profesionales reconocidas, y teníamos mucho papeleo y protocolos que cumplir para todo. Ahora todo eso ha desaparecido, las reglas nimias se han esfumado porque vivimos esto como una especie de guerra, donde no hay tiempo para estas tonterías. Y al mismo tiempo la camaradería entre nosotros los médicos es mayor que antes, más todavía entre mis colegas de Italia, según me cuentan. Uno se siente como un general al que, sin desearlo abiertamente, le gustaría vivir una guerra alguna vez, porque para eso se ha formado. Esto es parecido: como médico ahora nos sentimos en la primera línea, poniendo en práctica todos nuestros conocimientos, y eso a mí me enriquece mucho. Holanda está sobre organizada, con demasiadas normas que pretenden evitar cualquier riesgo. Y si no se cumplen, el siguiente paso es buscar a quién culpar por ello. Afortunadamente ahora no es tanto así. Nos hemos humanizado más.