Cada país tiene sus costumbres a la hora de sentarse a la mesa. Los recetarios cambian, los horarios varían y cada lugar tiene su propio patrón alimentario. Cuando comemos, el proceso está influido por factores económicos, políticos, culturales y muchos otros. Por eso, cuando viajamos o vivimos en otros países, cambiamos los modelos y nos adaptamos a los nuevos hábitos, con mayor o menor dificultad.

En realidad, los patrones de cómo comemos se transforman a lo largo de la historia, modificándose según condiciones como la electricidad, la oferta de alimentos y técnicas culinarias, las pautas de trabajo o nuestro propio estilo de vida.

En el caso del almuerzo, en español, o lunch, en neerlandés, tal como lo conocemos hoy, ha evolucionado desde sus orígenes, y de hecho se trata de una tradición relativamente reciente. No fue hasta alrededor de 1850 que esta comida se convirtió en un elemento habitual entre el desayuno y la cena.

La cena, de hecho, es la única comida que conocemos de los romanos, que solo comían una vez, aunque se diera en momentos diferentes cada día. Desde la época romana hasta la Edad Media, la mayoría comían a mitad del día, pero se llamaba cena y era la comida principal y la única en la mayoría de los casos. Sin electricidad, cocinar la cena por la noche no era una opción viable. El almuerzo, de hecho, no existía, ni siquiera una palabra para designarlo.

Comer al mediodía tal y como hoy hacemos se cocinó durante la Revolución Industrial. Como consecuencia de largas jornadas de trabajo lejos de casa significaba tener que comer en la fábrica o la oficina. Un hábito que se arraigaba poco a poco en la rutina de la vida laboral moderna hasta nuestros días. Y en cuanto a la cena, fueron los cambios derivados de la industrialización del trabajo en las ciudades lo que desplazó y retrasó esta comida principal hasta la finalización del horario laboral.

Pero, ¿todos los países comemos igual a la hora de la comida? ¿Y los hábitos son los mismos en las distintas partes del mundo?

Los comedores de patatas, de Vincent van Gogh, muestra a una familia de campesinos holandeses durante la cena después de la jornada de trabajo, en 1885. © Van Gogh Museum Amsterdam (Vincent Van Gogh Stichting)

 

El almuerzo, un trámite para alimentar el cuerpo

A diferencia de países como España, Italia o Francia donde dedicamos tiempo a la comida del mediodía y solemos sentarnos alrededor de la mesa como un acto social o incluso profesional, en otros lugares como Holanda, Reino Unido o EEUU, el almuerzo es un trámite de necesidades nutricionales que se hace en tiempo reducido y con opciones mayoritariamente frías.

El caso español además, tiene sus peculiaridades a la hora de almorzar desde que por decisión de Franco vivimos un jet lag continuo que explica porqué comemos tan tarde, en un horario intempestivo que retrasa también nuestra cena.

Las costumbres holandesas del almuerzo, sin embargo, son distintas, resultando también bien extrañas desde el exterior. Por norma general, el lunch holandés es minimalista y tan solo incluye versiones simples de sándwiches (ya sea en formato broodje o boterham con jamón o queso, y mantequilla), y sopa como única opción caliente. Un hábito nutricional que se resuelve en pocos minutos, antes de volver a trabajar.

El pan es un tema cultural en los Países Bajos, y su pasión por el sándwich se remonta a tiempos pasados en una historia de amor por el pan presente en todas las casas holandesas. Y es que los holandeses se toman el pan muy en serio. Tanto que históricamente el precio del pan lo ponía el Gobierno y no el panadero. E Incluso existió una figura, los brood-wegers, encargada de controlar que el pan cumpliera los requisitos establecidos de tamaño, peso y calidad. Pero no es está la única razón por la que el pan es protagonista en el lunch holandés. Más allá de la sofisticación y culto al pan, las costumbres a la hora de comer al mediodía en los Países Bajos son extremadamente sencillas, quizás por influencia de una ética de trabajo calvinista y disciplinada, quizás por las exigencias de las jornadas laborales contemporáneas. O una combinación de ambas. Porque no son los Países Bajos los únicos que corren y simplifican el alimento del mediodía. La necesidad de velocidad en lo que respecta a la alimentación durante la jornada de trabajo, ha lanzado nuevos conceptos de comida rápida y tentempiés fríos que encajan con las exigencias de la jornada industrial y urbana, en casi todos los rincones del mundo.

Menú típico de mediodía, del café Hortus en Leiden, donde la elección es sobre distintos tipos de pan y sándwiches.

 

Una costumbre que se impone

Muchos son los países que comparten la costumbre de almorzar delante del ordenador o de manera veloz en el trayecto que existe entre el puesto de comida o supermercado, y la oficina o puesto de trabajo. Hoy, el promedio de tiempo que tardamos en almorzar, generalmente frente a la computadora y en la oficina, es de aproximadamente 15 minutos. Aunque ya sabemos que los horarios son fruto de convenciones sociales que difieren según los territorios y grupos sociales.

De lo que no cabe duda seguramente es que nos encontramos ante una tendencia que advierte momentos bajos en lo que respecta a la comida entre el desayuno y la cena. Y que amenaza con extinguirse, al menos en un formato extendido y durante los días laborales. La comida, no nos olvidemos, no solo es nuestra fuente de nutrición, sino que también responde a condiciones culturales, creencias y estilos de vida. Modelos y hábitos que se transforman como lo hacemos nosotros, según las necesidades y exigencias de cada momento histórico.

El almuerzo largo está viviendo quizás sus últimos días. Independientemente de nuestras tradiciones gastronómicas, la comida del mediodía, al menos entre semana, amenaza en convertirse en un trámite nutricional ligero, frío y presuroso ligado a la cultura del trabajo y la velocidad del día a día contemporáneo para siempre.