Theo Jansen se denomina a sí mismo “escultor cinético”. Desde hace más de veinticinco años desarrolla esculturas a base de tubos de plástico que se desplazan por la arena de la playa movidas por el viento. Sus últimas criaturas cuentan con unas botellas de plástico donde se almacena el aire que van soltando a medida que avanzan, además de un sensor que les hace retroceder cuando tocan el agua del mar. Es lo que Theo llama el estómago y el cerebro de la bestia, gracias a los cuales ésta es más independiente y puede sobrevivir más tiempo en la playa. A medio camino entre el arte y la ingeniería, las criaturas de Jansen pueden considerarse una nueva forma de vida, autómatas que sobre el horizonte de una playa desierta nos hacen plantearnos el origen de nuestra propia existencia y proponen otra mirada a la evolución de la vida artificial. Scheveningen, la playa que le vio crecer, es hoy su centro de operaciones y en Delft, una falsa colina esconde la caseta prefabricada que le sirve de taller y de almacén, donde guarda kilómetros de tubo amarillo. Al abrigo del viento y la lluvia, Theo Jansen recibe aquí a Gaceta Holandesa una fría mañana de primavera. Junto a su hija y rodeado de su otra familia artificial, Jansen confiesa sentirse elegido, apasionado y loco por esta misión vital que, asegura, lo acompañará hasta su muerte.

​¿Recuerda el instante en el que imaginó su primera criatura, el comienzo de todo?
No recuerdo el momento preciso, pero te puedo decir que fue hace más de 25 años, cuando escribía una columna semanal en el periódico De Volkskrant. Empecé a experimentar otra vez con los tubos amarillos que se utilizan para proteger el cable eléctrico en las casas y mientras los manipulaba ya estaba pensando “no sé lo que va a salir de aquí pero será algo grande que cambiará el mundo”. Estos tubos me han acompañado toda mi vida, desde que jugaba con ellos de pequeño hasta cuando hice una especie de platillo volante en la universidad.

​Los tubos y también la playa de Scheveningen se puede decir que son parte de su identidad y de la de sus animales…
Nací en esa playa. Mi primer encuentro con el mundo fue allí. Y por eso la forma en la que yo concibo el milagro de la vida está íntimamente ligada a la playa, a esa playa. No quiero que mis criaturas caminen por otro lugar, forman parte de ese entorno tanto como yo. Y desde luego hay algo mágico en trabajar allí a diario: yo sólo, con las nubes, el viento, esa inmensidad…está claro que un lugar así ayuda a plantearse preguntas existenciales. Si trabajara en una oficina no me pasaría. Aunque no sólo es el paisaje. También es el hecho de que tenga tantos recuerdos de mi infancia asociados a ella. Yo soy el menor de once hermanos, ¡ya es milagroso que mis padres no pararan de hacer niños después de parir al décimo!

​En un documental emitido este año por la televisión holandesa, usted se define como un niño soñador, habla mucho de esta infancia tan peculiar. Crear nuevas formas de vida, ¿es una manera de escapar del miedo a la muerte?
De alguna manera lo es. Entendí la idea de la muerte cuando era un chaval y jugaba en esta playa a diario. La decepción fue tan grande que creo que me llevó a apreciar mi vida hasta el extremo, de repente me di cuenta de lo valiosa que es. Y entonces me entraron las prisas: quería realizar mi sueño antes de irme para siempre. Y en esa tarea estoy todavía, quiero ver mi sueño hecho realidad.

Jansen con una de las creaciones en las que está trabajando: una criatura-gusano sin patas. A la derecha, anuncio de BMW protagonizado por Theo Jansen.

Usted dice que le gustaría ver a estas criaturas moverse solas por la playa, ¿está muy lejos de conseguirlo?
Ahora estoy trabajando con nuevos métodos para lograr que los animales puedan cargar más peso y así puedan almacenar más aire en más botellas de plástico. Esto les haría caminar solos por más tiempo sin depender del viento que haga. También estoy intentando que se desplacen por superficies más irregulares. Y si logro combinar estas dos novedades en un sólo animal creo que podría conseguir que ande durante algo más de cinco minutos, que es la autonomía que tienen ahora. Y aunque esto ya es bastante, para mí, no es suficiente. Hace 25 años ni siquiera podían levantarse, no podían andar, así que mi esfuerzo está sirviendo de algo. Pero quiero que lo hagan mejor y durante más tiempo. Evitar el agua, por ejemplo, es algo que he conseguido en el laboratorio pero que todavía no está operativo.

​Habla de estas esculturas como si de animales vivientes se tratase, ¿cómo convive su lado religioso con esta idea creacionista?
Provengo de una familia católica y cuando uno experimenta la religión desde la cuna es difícil librarse de ella incluso si lo intento. No tengo un conflicto con mis creencias, en absoluto, pero sí puedo decirte que ya no creo en un Dios que nos guía si bien sigo muy vinculado a las tradiciones religiosas y al aspecto más espiritual del catolicismo. Estoy convencido de que vivimos en un milagro, porque era muy fácil que en algún momento de la creación humana algo saliera mal. En eso sí que creo. Y creo también que necesitamos los rituales religiosos para entender el entorno en el que vivimos. En cuanto a atreverme a crear yo otra especie…yo no lo entiendo así. Digamos que he decidido poner mi vida y todo mi esfuerzo al servicio de estas nuevas criaturas. Es como si los tubos me dictaran lo que tengo que hacer. Cuando estoy en pleno proceso creativo no decido por mí mismo: soy el esclavo de la bestia.

​Sus bestias, su trabajo, es admirado por miles de personas en todo el mundo. ¿Cuál es el secreto de esta fascinación?
No sé realmente lo que lleva a toda esta gente a seguir mi trabajo. En Japón y en Estados Unidos les encanta, pero también en España. Me han contado que la exposición que tuvimos en Madrid a principios de este año la visitaron 130.000 personas. Los españoles son sin duda los europeos que más atraídos se sienten por lo que hago. El hecho de que haya tenido que dejar de hacer las exhibiciones al aire libre por el reclamo tan exagerado que tenían me sigue sorprendiendo. En Estados Unidos mostré una de mis bestias en una playa y ¡acudieron 15.000 personas! Con tanta gente es imposible ver nada. El efecto que estos animales tienen en la gente es alucinante, también porque han creado una nueva corriente de adeptos que fabrican sus propias criaturas. En Japón, una empresa vende miniaturas de estos animales que imprimen en 3D. Es un gran negocio, las criaturas nacen en un momento y con una capacidad de reproducción tremendamente rápida… ya se han vendido 60.000. Muchos estudiantes creen que hago estos animales porque me divierte pero lo que yo siento es que estoy siendo utilizado por ellas para reproducirse. Y la nueva generación de creadores de esto no lo sabe pero están fabricando nuevas variantes de esta nueva especie.

Jansen sobre la arena donde prueba sus criaturas. A la derecha, la caseta prefabricada donde las construye, en lo alto de una falsa colina próxima a Delft © Fernández Solla Fotografie

Ha expuesto su trabajo en el parisino Palais de Tokyo junto a otros creadores como el japonés Hiroshi Ishiguro que ha inventado un robot copia de sí mismo. ¿Ve diferencias entre él y usted, entre su proceso de inventar estos autómatas cada vez más inteligentes y el de Ishiguro de clonarse en un ser artificial?
Desde luego que hay un terreno común en el que ambos trabajamos y es el de explorar nuevas formas de vida, en cuestionarnos el origen de la vida. Pero la diferencia principal entre él y yo es que él es más ingeniero, porque idea un plan de desarrollo e intenta ir de A a B, a través de un método muy estricto basado en el ensayo de prueba y error. Yo me considero más artista porque no persigo un objetivo final, ni siento una responsabilidad con el mundo a la hora de crear algo que trascienda y aporte a la sociedad. Yo sólo trabajo con un material, este tubo, y eso me lo pone todo más fácil porque no tengo que preocuparme de nada que tenga que ver con el aspecto práctico. Me permite evadirme totalmente y concentrarme únicamente en el aspecto creativo. A mi favor también tengo el tiempo: como artista no se me pide un resultado óptimo en un plazo determinado. Llevo 25 años haciendo lo mismo y si me equivoco, deshago lo que estoy haciendo y empiezo otra vez. Me relaja pensar que está bien perder el tiempo.

​Ahora que habla de esa doble faceta de su trabajo, ¿entiendo que se siente más artista que ingeniero?
Sí, aunque a la gente le cueste calificarme, yo me siento más a gusto en un museo de arte que en uno de ciencia. Porque en el mundo del arte el aspecto técnico de mi trabajo no se cuestiona, se entiende mejor el lado creativo de mi trabajo que para mí es el que tiene más fuerza. Y eso también se refleja en mi vida como artista. Aunque empecé a estudiar físicas, nunca terminé la carrera porque en seguida me lie a crear e inventar aparatos nuevos para probar otras formas de movimiento. Pero al decirte esto también recuerdo como me sentí el año pasado cuando estuve en la feria Art Basel en Miami donde unos comisarios de arte mostraron las bestias en la playa. Y tengo muy claro que tampoco pertenezco a ese mundo mercantilista de millonarios rusos y chinos compitiendo por llevarse la mejor obra de arte. Eso no quita para que si uno de ellos quisiera comprarme una de mis bestias estaría feliz de vendérsela pero no es un mundo en el que quiera entrar. El museo de Bélgica donde se está exponiendo actualmente mi trabajo representa muy bien el mundo del arte al que creo que pertenezco. Al aire libre, poco turístico, una fundación particular de promoción del arte contemporáneo más desconocido…ese es mi sitio y creo que es una de las mejores exposiciones que he tenido nunca. No encontrarás jabón en los servicios del museo pero la interpretación que hacen del arte actual y como lo muestran al público es soberbia.

​¿Cree que llegará un momento en el que mire al horizonte de la playa y al ver a su criatura moverse piense, «ya está, esto era lo que quería crear”?
Imagino que eso me pasará poco antes de abandonar este planeta. Mi yerno está trabajando en otro estudio y es muy bueno construyendo partes de nuevas bestias así que creo que este trabajo no se acabará conmigo. Quizás no sean capaces de vivir por su cuenta cuando me muera pero para entonces espero haber infectado con esta enfermedad a otras personas y que se obsesionen con estas bestias tanto como yo.

De izquierda a derecha: kilómetros de tubo eléctrico almacenado en el taller; algunas de sus herramientas de trabajo y Jansen, en un momento de la entrevista © Fernández Solla Fotografie