Róterdam es una ciudad única: su puerto, el mayor de Europa, y sobre todo su dramática historia, han forjado su carácter moderno e inconformista y han cincelado su impresionante skyline. Hoy proponemos un paseo turístico a través de la apasionante historia de Róterdam y de los innumerables atractivos que ofrece la más dispar y única de las capitales holandesas.
El puerto de Róterdam, donde todo comienza
Como ocurre en la mayoría de ciudades holandesas, la historia de Róterdam empieza junto al agua. Un dique (dam) instalado en el siglo XIII sobre el río Rotte le dio nombre y origen a la ciudad. Sobre esa pequeña presa se acabó trazando una de sus calles más antiguas, Hoogstraat –hoy una animada arteria peatonal y comercial–, y cerca de la presa surgió el puerto más antiguo, el oude haven. Este histórico embarcadero es, en la actualidad, un animado lugar de encuentro donde roterdameses y visitantes disfrutan del ambiente de terrazas y cafeterías con vistas a los históricos barcos amarrados.
Pero el “viejo puerto” también es uno de los lugares donde Róterdam puso el contador a cero el fatídico mediodía del 14 de mayo de 1940. En sólo 15 minutos, un bombardeo nazi redujo la ciudad a cenizas dejando un millar de muertos y 24.000 edificios destruidos. Justo aquí, en el Oude Haven, un imponente edificio logró quedar en pie: la emblemática Witte Huis (Casa Blanca). Construida en 1898, sus once plantas la convirtieron durante años en el edificio de oficinas más alto de Europa y, durante la Primera Guerra Mundial, fue el cuartel general del espionaje alemán en la Holanda neutral. Toda esa historia se puede saborear en el agradable restaurante-cafetería que hoy se ubica en su planta baja.
No lejos de allí se encuentra la plaza Plein 1940, nombrada en recuerdo del bombardeo y que aloja una escultura de bronce de Ossip Zadkine titulada “La ciudad destruida”, de 1953. También aquí se alza el Museo Marítimo de Róterdam, que ha sabido adaptarse a las nuevas tecnologías y convertirse en un atractivo destino para pequeños y mayores.
- La Witte Huis, junto al Oude Haven. Foto: Pixabay
- Vista del Erasmusbrug desde el barrio de Kaatendrecht. Foto: Belén C. Díaz.
Pese a que la ciudad se fundó a su alrededor, hoy el Rotte es sólo un pequeño río en forma de canal que discurre tímido por el centro de la urbe. En la actualidad es el Nuevo Mosa el gran río con el que se identifica Róterdam: sobre él penden el emblemático Puente Erasmo (Erasmusbrug) –construido en 1996 e imagen icónica de la ciudad–, y el Willemsbrug, inaugurado en 1878 y también superviviente del bombardeo de 1940. Bajo sus aguas también transcurren numerosos túneles como el Maastunnel, que se inauguró bajo la ocupación nazi y fue el primero abierto al tráfico rodado en Países Bajos. Una buena manera de descubrir el Nuevo Mosa es navegándolo a bordo del Spido, un crucero de pasajeros que permite disfrutar de unas magníficas vistas de la ciudad desde el agua, o cruzar al lado sur del río a bordo de un Water Taxi (el trayecto del Oude Haven al Hotel New York cuesta 4,5€ por persona). Lo que está claro es que Róterdam nunca renunció a su condición portuaria y hoy, su puerto de mercancías, Europoort, cuyas aguas comunican también con el río Rin, es considerado el más grande de Europa.
La iglesia medieval y el mercado reinventado
Alrededor del dique y del puerto del rio Rotte floreció una pequeña comunidad comerciante que en 1350 recibió el título de ciudad. Entonces sus habitantes empezaron a soñar en transformar su pequeña parroquia en una auténtica iglesia y, un siglo después, empezó la construcción de la Iglesia de San Laurent (Sintlaurentskerk): una basílica tardo gótica con una torre de 65 metros que se convirtió en el centro de la ciudad. Hoy es el edificio conservado más antiguo y el único medieval que sobrevivió al bombardeo alemán. La noble casa medieval Keulen, que ocupaba un lateral de la plaza Grote Markt, quedó reducida a cenizas, y solo algunas de sus secciones pueden verse hoy en el Museo de Róterdam. Pero sobre sus cimientos, junto al lugar que solía ocupar el mercado medieval de frutas y verduras, surgió en 2014 un nuevo icono: el Markthal. Inspirado en los grandes mercados cubiertos de Barcelona o Copenague, el Markthal aúna comercio, restauración y apartamentos en un edificio que ya es conocido por muchos como la “Capilla Sixtina” de Róterdam por su impresionante mosaico interior. Pulular por pasillos y disfrutar de sus aromas y delicias es una experiencia imprescindible para cualquiera que visite la ciudad.
A pocas calles de allí se encuentra la Schielandshuis (s.XVII), otro de los pocos edificios históricos supervivientes al bombardeo y el lugar donde el mismísimo Napoleón se hospedó en 1811. Hoy aloja la oficina de turismo y un agradable jardín interior donde sentarse a descansar.
- Vista exterior del Markthal
- Cúpula interior del mercado
La conexión Róterdam – Nueva York
Durante más de 100 años, las dos ciudades estuvieron unidas por mar a través de la línea regular transatlántica de la Holland-Amerika Line. Entre 1872 y 1971, tiempo en que estuvo en servicio, esta compañía holandesa transportó a millones de personas de los Países Bajos a América. Eran, en su mayoría, inmigrantes que huían de las guerras y de la pobreza en Europa, pero también hombres de negocios y familias adineradas que viajaban a Estados Unidos en primera clase. Todos ellos partieron en dirección al nuevo mundo desde el muelle Wilhelmina, al sur del Nuevo Mosa, en el actual barrio de Kop van Zuid. Hoy, el edificio de la Holland Amerika Line, punto de partida de todos aquellos viajes, todavía preside la cabecera de la pequeña península, aunque reconvertido en el Hotel New York. Este alojamiento abierto en 1993 tras años de abandono contagió de vida a unos muelles que habían permanecido marginados durante casi 20 años. Hoy, Kop van Zuid es un barrio de lujosas torres de apartamentos y oficinas, entre las que se encuentra la Maastoren, el edificio de oficinas más alto de Holanda, con 165 metros de altura, o el Nederlands Fotomuseum, en un antiguo edificio fabril.
Emulando la relación de Manhattan con Brooklyn, Róterdam también se expande hacia el sur abrazando su pasado portuario y otorgándole un nuevo sentido. Justo enfrente del Hotel New York, conectado a él por una pasarela para peatones y ciclistas recientemente inaugurada, se encuentra Kaatendrecht, otro barrio en expansión. Esta otra península, antiguo “barrio chino” ocupado hasta hace poco por dársenas y fábricas abandonadas, es ya un espacio en pleno proceso de reconversión, donde los antiguos edificios fabriles acogen ateliers de bicicletas, escuelas de circo o imprescindibles espacios gastronómicos como el Fenix Food Factory. Otro de sus atractivos es el SS Rotterdam, el último barco que hizo el trayecto de la Holland Amerika Line y que se encuentra amarrado en el extremo de la península. Botado en 1959 y considerado el barco más grande construido en Holanda, el SS Rotterdam es hoy atracción turística, bar e incluso hotel de lujo. Recorrer el puente o sus pasillos, descender por su impresionante escalinata o tomar algo en su bar de los años 60 es, sin duda, una experiencia a descubrir.
- El emblemático edificio de la Holland-Amerika Line, hoy Hotel New York
- Interior del animado espacio gastronómico Fenix Food Factory, en Kaatendrecht. Fotos: Belén C. Díaz
Una ciudad de espías y clubes de jazz
Si durante la segunda mitad del siglo XIX, la sociedad rotterdamesa admiró las nuevas casas nobles de su elegante barrio Scheepvaartkwartier y dedicó su tiempo de ocio a los paseos por el romántico y entonces recién inaugurado Het Park, con la llegada del siglo XX la ciudad cambió de ritmo. La ubicación geográfica de Holanda y su condición de país neutral durante la Primera Guerra Mundial convirtió a Róterdam en el centro europeo del espionaje y alemanes, británicos y franceses transformaron sus calles en un hormiguero de intrigas y secretos. Con el fin de la guerra, la ciudad se sumergió en los felices años veinte y tornó su mirada sobre el Coolsingel, demoliendo el antiguo e insalubre barrio y convirtiendo el nuevo boulevar en la arteria social y cultural que todavía hoy sigue siendo. Allí se construyó el ayuntamiento en 1920 y la oficina de correos en 1923 –ambos sobrevivieron al bombardeo–, además de numerosos cines, salas de baile y clubes de jazz que permitieron a los roterdameses disfrutar de un periodo de modernidad y diversión que les fue amputado brutalmente en mayo de 1940.
Reconstrucción y delirio de la modernidad
La guerra arrasó Róterdam, pero no su espíritu. Tras la liberación, la ciudad inició un proceso de reconstrucción con la mirada puesta en la arquitectura más innovadora. Su empeño le valió el apodo de werkstad (ciudad del trabajo). Róterdam quería ser la ciudad referencia de la modernidad y muy pronto comenzó a lograrlo. En 1953 inauguró la Lijnbaan Plaats, la primera calle comercial peatonal de Europa, y en 1968, la primera línea de metro de Países Bajos. Pero si hay uno de sus modernos edificios que logró convertirse en símbolo de la posguerra ese fue el Euromast: una torre-mirador de 107 metros de altura inaugurada en 1960 y ampliada con 85 metros más una década después tras la incorporación de la Space Tower. Hoy, el Euromast es el punto más alto al que puede acceder el público y un increíble atractivo turístico que cuenta con cafetería, restaurante, hotel en las alturas y el Euroscoop: un ascensor acristalado rotatorio que gira sobre la torre mientras asciende hacia el punto más alto.
Otro de los puntos álgidos de la arquitectura contemporánea en Róterdam fue la construcción de las casas-cubo (Kubuswoningen): un innovador barrio diseñado como un bosque y compuesto por 38 casas unifamiliares y 13 negocios en forma de cubos elevados sobre pilotes. Obra del arquitecto holandés Piet Blom, el también conocido como Blaakse Bos (bosque del Blaak) aspiraba a crear una especie de pequeño pueblo dentro de la gran ciudad donde los niños pudieran jugar de forma segura en las zonas peatonales bajo las casas. Merece la pena visitar la casa museo Kijk Kubus (3€) para comprender lo revolucionario e inspirador de este concepto arquitectónico.
Desde entonces, Róterdam no ha cesado en su empeño de seguir siendo la referencia de la modernidad y el diseño, algo que le otorga el título de capital holandesa de la arquitectura contemporánea.
- La impresionante torre Euromast . Foto: Pixabay
- Una de las plazas interiores bajo las casas cubo del conocido como Blaakse Bos. Foto: Belén C. Díaz
Comer y beber en la ciudad de los rascacielos
Brunch, terrazas, sabores del mundo e incluso restaurantes con estrellas Michelin: la oferta gastronómica en Rotterdam es infinita. Resumirla en pocas líneas es imposible por lo que recomendamos a los amantes de la gastronomía y el buen comer que no dejen de visitar las excelentes propuestas del blog en español Visita Rotterdam. ¡Buen provecho!