El holandés es práctico y amante de otorgarle varias vidas a los objetos. Si no que se le pregunten a uno de los hombres más ricos del país: Bob Crébas, el padre de la criatura empresarial Marktplaats, la web de productos de segunda mano más exitosa del país y que vendió al gigante Ebay por 224 millones de euros. Bicicletas, libros, muebles para la casa, juguetes, ropa: para los que viven aquí y para los que visitan Holanda, recorrer las tiendas de segunda mano y los mercados más populares llenos de cachivaches y prendas vintage es un deleite al que el holandés es un gran aficionado. Es habitual encontrarse por todo el país tiendas que se anuncian con las palabras vintage y segunda mano, pero ¿cuál es la diferencia? Vintage es una palabra inglesa que quiere decir vendimia y que en el mundo vinícola se utiliza para referirse al año de cosecha. En el terreno de los objetos se refiere a aquellos artículos que tienen, al menos, veinte años de antigüedad.

Los mercados de Ámsterdam

Edward Koster tiene 49 años, ha nacido en Ámsterdam, y es un asiduo de las tiendas vintage: “Me gusta comprar en estos lugares porque encuentras ropa muy cool y de estilos diferentes a los de las grandes tiendas, que solo se centran en los diseños de ahora. Me compré una camisa retro en el mercado IjHallen, muy divertida”. IjHallen está considerado como el mercado de pulgas más grande de Europa. Se encuentra en Amsterdam-Noord y cada mes, 750 puestos se exhiben en este gran espacio –al aire libre en verano-. Es la cita obligada para los amantes de la ropa vintage y de los cachivaches de segunda mano. Se puede acceder –mascotas incluidas-, con una entrada de 5 euros para los adultos y 2 euros los niños. Alexandra Blok es de Alphen aan de Rijn y tiene aquí un puesto fijo, muy conocido por sus originales blusas. “Compro en internet, en tiendas y también muchos amigos donan su ropa. No se llevan comisión pues cada prenda lleva mucho trabajo en organización y administración, pero les invito a una sabrosa comida”, afirma sonriente. En verano, IjHallen tendrá lugar en los días 28 y 29 de julio y 11 y 12 de agosto.

Vista general del mercado IjHallen, en Ámsterdam-Noord © Nichon Glerum

El mercado de Waterlooplein (de lunes a sábado –09:30 a 18:00-), es otra interesante parada en Ámsterdam, no solo por la ropa, libros, joyas, mobiliario vintage y demás enseres, sino por revivir la historia de la ciudad. Este mercado, con más de cien años de antigüedad y originariamente de comerciantes judíos, desapareció en 1941 y volvió a recuperarse tras la guerra. Además aquí el regateo está permitido, lo que hace que el paseo sea aún más divertido. Pero junto a los mercados, la capital cuenta con tiendas de segunda mano en cada barrio. “Ámsterdam es muy hipster y comprar ropa de segunda mano lo es, no depende de la economía que tengas. Todo el mundo viene a estos lugares”, explica la argentina Lucia Fernández quien trabaja en De Ruilhoek, en el barrio de Rivierenbuurt, en Ámsterdam. Una tienda de ropa de segunda mano que está siempre llena, donde su clientela fija es una de sus características, ya que abrieron hace cuarenta años. “Me gusta venir aquí porque hay mucha rotación de prendas, siempre encuentras cosas diferentes”, explica una asidua cliente. No solo venden ropa, sino también accesorios y hasta sorpresas como productos de cosmética de marcas de lujo -estos son productos nuevos que les dan las clientas-. Grandes oportunidades como una barra de labios de Christian Dior por 10 euros o una máscara de pestañas de Chanel por 14 euros. Estos pequeños comercios trabajan con una comisión a repartir entre el dueño de la prenda y el establecimiento. “Fijamos el precio en base a cuanto cuesta esa prenda en el mercado, valoramos si está en buenas condiciones y lo ponemos a un tercio o un cuarto del precio original. Solo puede estar en la tienda dos meses y medio y si no se vende, la devolvemos al cliente. La venta la repartimos entre la clienta y nosotros: 50 por ciento cada uno”, explica Charlotte Dubbeld, de De Ruilhoek, quien concluye: “Es bueno comprar en tiendas de segunda mano para cuidar del planeta, se trata de una economía sostenible que contribuye a la economía local y no solo a la global”.

Interior de la tienda De Ruilhoek, en Ámsterdam © De Ruilhoek

 

Eclecticismo y refinamiento danés en La Haya

El núcleo del engranaje político y diplomático de Holanda se encuentra en La Haya. La multiculturalidad de sus habitantes se refleja también en su comercio y aquí las tiendas vintage son numerosas y con una ecléctica mezcla de estilos. En la ruta de búsqueda de las más originales, Fifties Store, es una de las ganadoras, con sus 500 metros cuadrados que son el paraíso de los nostálgicos de los años 50. El vestido de novia que aparece en su web es solo un indicador de la personalidad de esta tienda, especializada en ropa, accesorios y mobiliario de esta época. Recorrer las calles de esta ciudad en busca de originales prendas, lleva a la selección de vestidos del amplío showroom de Vintage Island, una tienda con cuatro sucursales más en Utrecht, Delft, Leiden, Haarlem y Groningen. Por último, toca celebrar la vuelta a la ciudad de Tony’s Garage Sales, que después de trasladarse a un showroom en Róterdam en 2012, se han mudado a su lugar de origen el pasado mes de mayo. Se trata de una dirección indispensable para los que quieran renovar la casa con mobiliario original de entre los años 50 y 80; comprar un juguete retro o encontrar el vestido vintage más extravagante. Todo ello restaurado y en perfecto estado.

Mobiliario danés de los cincuenta y sesenta, restaurado por Tony’s Garage Sales © Tony’s Garage Sales

 

Mobiliario y moda retro en Róterdam

Fue la única ciudad de Holanda bombardeada en la Segunda Guerra Mundial por lo que gran parte se rehízo de nuevo, y es considerada una de las ciudades más modernas de Holanda. La ruta de tiendas vintage tiene una marcada personalidad y el aire retro renovado se respira en cada rincón de la ciudad. Con una dirección para cada década, son imprescindibles Oudstijl, para mobiliario danés de los sesenta; y Seventiesdesign para joyas de los setenta. Además de estas pequeñas tiendas locales, existen también cadenas de ropa de segunda mano, como Episode, que se pueden encontrar no solo en Róterdam, sino también en Utrecht, La Haya y Haarlem. Su concepto de negocio es diferente al de donaciones por particulares, con reparto de comisión. Aquí la ropa es donada en contenedores especiales, que después se divide entre ropa a utilizar o material de reciclado. Las piezas que se venden, se arreglan para que estén en perfectas condiciones. Su lema: “si te tomas muy en serio la sostenibilidad, sé responsable y compra segunda mano”.

Desde Utrecht: vintage online

Son muchos los establecimientos que venden online o incluso, algunos que apuestan por tener presencia exclusivamente en una tienda digital. Es el caso de Vintage United, fundada por Alexia Kirilova, quien desde Utrecht ha creado una plataforma de ropa y accesorios de lujo vintage virtual. “En Holanda creen mucho en el reciclaje y en que invertir en prendas nuevas no siempre es lo más inteligente, cuando puedes reutilizar una prenda de alta calidad”, afirma esta ingeniera y apasionada de la moda, quien llegó de Rusia hace 18 años y tras trabajar en diferentes tiendas de moda, decidió crear algo diferente y especial: Una tienda vintage online de marcas de lujo. Aquí se puede encontrar un auténtico bolso de Chanel o un vestido de Dolce & Gabanna, a la mitad de precio. Ella acude personalmente a casa de sus clientas y escogen la ropa u objetos que quieren vender. “No aceptamos todas las prendas, somos muy selectos y la comisión con el propietario de la prenda es muy variable: 15 por ciento para prendas que superan los 2.900€, 20 por ciento para los precios entre 901 y 2.900 euros y 30 por ciento para las prendas que cuestan entre 80 y 900 euros”. Además organiza dos eventos al año en el hotel Amstel, para que sus clientes puedan comprar en persona. “Al principio no se necesita una gran cantidad de dinero -yo invertí 1.000 euros- sino encontrar a las personas que quieran donar sus objetos. El negocio no es fácil y el crecimiento es lento. A partir del segundo o tercer año he empezado a recuperar la inversión”, explica.