Hace unos meses, en medio de la vorágine del año Rembrandt, un pequeño museo alejado de Ámsterdam acogía la que muchos expertos consideraron la mejor muestra dedicada al pintor. Es en su ciudad natal donde el museo Lakenhal reabría sus puertas tras una profunda renovación. Y lo hizo a lo grande, cuadruplicando el número de visitas que normalmente reciben al año. Detrás de su nueva cara se encuentra Meta Knol, directora del museo desde 2009, quien ha logrado devolver al Lakenhal al lugar que se merece, gracias a una apuesta arriesgada que mira al arte como un todo, tomando lo mejor de cada época pero siempre con los pies bien puestos en su origen local, la histórica ciudad de Leiden. Al que lo visite lo primero que le sorprenderá es que no hay folletos ni rutas guiadas por las obras maestras: aquí todos pueden, y deben, encontrar su camino.

¿Cómo ha cambiado el Lakenhal en los once años que lleva usted al frente?

Cuando llegué a trabajar aquí lo primero que me encontré fue un informe muy extenso en el que se detallaba todo lo que iba mal del museo y junto a él, 15,3 millones de euros que el ayuntamiento de Leiden había reservado de su presupuesto para emprender una renovación total. Según el informe todo se había quedado anticuado, no sólo el edificio sino también su organización, quizás arrastrado por las décadas difíciles que sufrió la ciudad en los años cincuenta. En 1921 se llevó a cabo la última ampliación, porque la siguiente, planeada para 1939, nunca llegó a acometerse por la guerra. El inventario de la colección estaba también totalmente desactualizado. De las 24.000 piezas, gran parte no estaban registradas y otras no tenían el número correcto o no estaban categorizadas donde debían. Así que decidí que antes de empezar la renovación, primero había que curar al paciente enfermo. En 2010 cancelamos todas las exposiciones y durante todo un año nos dedicamos a digitalizar y categorizar todos y cada uno de los bienes de la colección. Al hacerlo también pudimos conocer lo que teníamos y pudimos preguntarnos qué queremos que se conserve aquí, cuál es la identidad del museo, su misión y su visión. Después de todo este proceso ya estuvimos listos para llevar a cabo la renovación profunda. (El museo Lakenhal cerró sus puertas entre octubre de 2016 y junio de 2019).

Y cuando reabrieron, lo hicieron con la exposición más exitosa que ha tenido el museo hasta la fecha, dedicada a los inicios de Rembrandt, quien nació y creció aquí en Leiden…

Así es, con la exposición de Rembrandt logramos nuestro propósito de mostrar al público algo totalmente novedoso, comparando su trabajo con el de otros maestros coetáneos, rescatando documentos y objetos de su vida…había mucho que ver y la gente se quedaba, de media, más de una hora y cuarto, qué está fenomenal. Apostamos mucho por la calidad lo que hizo que fuese una muestra extremadamente cara, pero mereció la pena porque ha tenido interés nacional e internacional. En todo caso, lo que más me gusta de ella es lo bien enraizada que estaba en la ciudad de Leiden. Una amiga me dijo en una ocasión que lo global no es más que una colección de localismos, y estoy totalmente de acuerdo: el aspecto local es sumamente importante para crear movimientos a gran escala, así empiezan siempre. Y en el caso del museo de una ciudad, considero fundamental mantener un estrecho vínculo con sus habitantes, porque el museo es un reflejo de la sociedad local pero también está fundado a partir de ella. El Lakenhal lo crearon los ciudadanos de Leiden en 1874, a través de una iniciativa popular, y esta sociedad participativa sigue muy vigente y activa hoy en día.

Patio interior del renovado museo Lakenhal. El tapiz, obra de Ankie Stoutjesdijk, muestra el mapa de la ciudad. Foto: Alicia Fernández Solla

Usted habla de aperturismo al tiempo que ensalza la importancia de las raíces, difícil equilibrio.

Es como criar a un hijo: si éste crece en una familia estable es más fácil para él saber quién es y encontrar su camino en un mundo globalizado. Sentirse vinculado a un determinado lugar es lo que nos da la seguridad necesaria para explorar el resto del mundo. Yo creo mucho en el poder que tiene la pertenencia a un sitio.

Hace quince años usted escribió un manifiesto en el que pedía, junto a otros curadores, la democratización de los museos, que estos se emanciparan de las élites para llegar mejor a la gente. ¿Dónde estamos ahora, más de una década después?

Hemos avanzado mucho, en pocos años la cultura se ha vuelto mucho más verbal, todos tenemos opiniones que dar y se ofrecen todos los medios para hacerlo. Quizás ahora es demasiado pero en aquella época todavía no era tan habitual que existiesen plataformas tanto online como offline donde artistas y personas de todo tipo pudieran expresarse tan activamente. Eso sin duda ha influido para que los museos sean menos elitistas. Y nuestra manera de llegar a la gente también ha cambiado. En el Lakenhal, por ejemplo, no tenemos una ruta guiada por las obras maestras que se tienen que ver. Esto lo hacemos a propósito, para influir lo menos posible, para dejar que cada visitante recorra el museo como le plazca. El otro día dos mujeres se acercaron a preguntarme por qué lo hacíamos así, por qué tenían que ser ellas las que decidieran qué ver, cuando es tarea del museo contar a los que vienen todo lo que se sabe de las obras que se exponen. Yo les contesté que todo el conocimiento que hay aquí dentro está a su disposición, que nos pueden preguntar lo que quieran o consultar cada obra en la app, pero que ella es distinta de su amiga, y por tanto, su experiencia al visitarnos no tiene por qué asemejarse. Queremos hacer que cada visita al museo sea lo más personalizada posible. Sería un error por nuestra parte darles una información estándar o una ruta prefijada de lo que tienen que ver.

Pero todos, cuando empezamos algo, necesitamos que alguien que sabe más nos guíe, ¿no le parece que un museo es responsable del relato que ofrece sobre un aspecto cultural de nuestra sociedad o sobre la imagen que proyecta de un artista o de un aspecto cultural de nuestra sociedad?

Sí claro, nosotros tomamos gran parte de las decisiones, pero no todas. Ya hemos seleccionado los siete temas que queremos dar a conocer sobre el arte de Leiden, y de esos siete también hemos elegido las obras que mostramos. Pero a partir de ahí, la gente es libre de interpretar las obras de arte como quiera, y de explorar las salas a su ritmo. No es como un teatro al que todos van a ver la misma representación. En un museo hay infinidad de maneras de experimentar el arte, todas muy personales y válidas. Preguntando, en lugar de exponiendo lo que nosotros creemos que los demás deben ver, provocamos al visitante y despertamos más su curiosidad. Porque no cuesta ni un céntimo prestarle atención a un cuadro, solo tiempo.

Al fondo, foto de Erwin Olaf sobre el cerco a Leiden y la epidemia de peste que sufrió en octubre de 1574, durante la guerra de los Ochenta Años. Quizá, una de las obras maestras del museo, aunque no está señalada como tal. Foto: Alicia Fernández Solla

Hoy más que nunca cuando hacemos turismo solemos ir directos a lo que es más conocido, también dentro de un museo. La foto para Instagram tiene casi más valor…

Así es, por eso si no decimos nada sobre la colección, la gente tendrá que pasar más tiempo buscando la pieza que más le gusta y que quizás no es tan conocida. Y nuestro museo no es grande, no suele estar lleno, algo que invita a la gente a quedarse, tranquilamente, pasando un rato agradable. Slowlooking…se llama. Siempre lo digo: prefiero que alguien que vive en la región nos visite tres veces al año a que vengan tres turistas.

Usted defiende la necesidad de romper con la diferenciación entre arte occidental, que se expone en las pinacotecas, y el no occidental, propio de museos etnográficos. Porque todo es arte, venga de donde venga. El Lakenhal está a dos pasos del Museo Etnográfico nacional (Volkenkunde) y a pesar de eso no hacen muchas exposiciones juntos…

Hicimos una hace un par de años, Global Imaginations, y en este sentido el panorama ha ido cambiando para bien. Mi intención es la de hacer ver que en los grandes museos de Europa y Norteamérica siempre se suele exponer arte producido en Occidente, y que, por nuestro pasado colonial, el arte de países asiáticos o del hemisferio sur no se considera al mismo nivel. Y esto es un tremendo error. Yo misma estudié durante la carrera de Historia del Arte que las artes plásticas tuvieron su origen en el sur de Francia… cuando en China ¡esto había pasado mucho tiempo atrás! Aunque todavía se sigue viendo desde la perspectiva colonial, afortunadamente la noción de lo que es arte está evolucionando y engloba mucho más. Las personas debemos ser conscientes de que lo que vemos, lo que experimentamos a nuestro alrededor, no es una imagen objetiva de la realidad. Esta percepción siempre será, por definición, temporal y personal. Y esto me parece sumamente importante destacarlo porque los nacionalismos se surten de una interpretación estática y conservadora de la Historia que radicaliza el carácter ideológico de la gente. Con una idea más abierta de la sociedad se puede prevenir algo que la Historia ya nos ha mostrado, más de una vez, lo mal que acaba.

El debate sobre el patrimonio artístico universal sigue vigente, ¿cree usted que los grandes museos como el British o el Metropolitan deberían devolver las obras a sus países de origen?

Yo no trabajo en un museo etnográfico, no puedo opinar demasiado sobre esto. En todo caso me parece muy positivo que se siga discutiendo sobre ello y reconozco que resulta extraño ir a un lugar en América Latina o la misma Grecia y ver la copia de su obra más importante, porque la original está en un museo europeo o americano. Pero el revisionismo de nuestro pasado está en marcha. Cada vez más museos tienden a restituir una obra de arte que se demuestra que ha sido robada, por ejemplo durante el expolio nazi. Hasta ahora la comunidad judía ha logrado recuperar mucho y otras culturas y sociedades también lo están consiguiendo poco a poco. Dicho esto, no creo que los museos de arte en Occidente se vacíen de un día para otro, eso no va a pasar, ni debería, pero la concienciación sobre el problema es mayor, y eso es positivo.

Meta Knol, en su despacho del museo Lakenhal, durante la entrevista. Foto: Alicia Fernández Solla

¿Qué opina de la presión actual para atraer visitantes, de la competición entre museos por el número de gente que entra?

Es horrible, la presión es muy grande. Pero debo decir que cuando hicimos la ampliación y buscábamos financiación, siempre nos mostramos como un museo que apuesta por la calidad y por eso no hicimos una proyección muy arriesgada en el crecimiento del número de visitas. Si antes de la renovación recibíamos 55.000, a los patrocinadores les dijimos que esperábamos contar con 70.000. A pesar de no ser mucha la diferencia, todos nos apoyaron, lo cual significa que si defiendes un proyecto de calidad, las posibilidades de éxito siguen siendo altas. Al final, en seis meses desde que abrimos, hemos cuadriplicado el número de visitas. Es fundamental no caer en la fiebre de la cantidad y seguir centrados en lo que importa, en hacer bien nuestro trabajo, ofreciendo algo nuevo y bueno.

Usted es también co-fundadora de la plataforma Framer Framed, que promueve el arte contemporáneo, lejos de la imagen que se desprende del museo Lakenhal. Como experta en arte moderno y contemporáneo, ¿por qué decidió liderar un museo como este, tan local y enraizado en el pasado?

Buena pregunta. Antes de trabajar aquí yo era curadora en el museo Central de Utrecht y en otros museos. Mi trabajo como curadora me encantaba, y sigo pensando que es fascinante, pero yo sentía que el panorama museístico necesitaba un cambio de rumbo, y fue entonces cuando escribimos el manifiesto. Por eso cuando me llamaron para dirigir el Lakenhal me pareció una ocasión estupenda para intentar promover este cambio, al menos en un museo. Sigo vinculada a Frame Framed y me encanta ver lo bien que funciona y las propuestas tan interesantes que organizan.

¿Qué opinión tiene de la cultural visual actual?

Yo disfruto mucho mirando, el hombre es un kijkdier, somos animales que nos guiamos principalmente por el sentido de la vista. Por eso creo que poder alimentarnos de una, cada vez mayor, cultura visual es algo casi natural. Pero también considero que debemos atender a las nuevas generaciones y enseñar a los niños a sobrellevar esta abundancia de imágenes, a que aprendan a leerlas bien. Espero que los museos jueguen un papel importante en ayudar a analizar esta cultura mediática, ¿qué significa lo que estoy viendo? ¿Qué imágenes merecen mi atención?

En esta idea del arte anti elitista se escapa el hecho de que artistas como Rembrandt no habrían logrado alcanzar el éxito sin mecenas que patrocinaran y apoyaran su trabajo ¿cómo puede un artista ganarse el pan sin ellos?

El artista es la excepción de nuestra sociedad, y eso es lo que le otorga tanto valor. Porque forman parte de ese escaso diez por ciento de la población que mira al mundo de otra manera, que cuestionan lo establecido, que son totalmente autónomos, y eso que ellos ven, nos los muestran al resto a través de sus ojos. En este sentido se puede decir que el arte es por definición elitista en tanto en cuanto sólo es desarrollado por una parte muy pequeña de la población. Es otra forma de pensar en este elitismo. Pero si te refieres al aspecto económico, lo cierto es que va muy mal. Es inaceptable que muchos artistas neerlandeses, conocidos, ganen menos que personas que reciben asistencia social del Gobierno. Siempre se ha visto como un extra, el arte como algo que el artista practica al margen de su trabajo, de lo que le sustenta económicamente. Cuando un artista debe tener tiempo y espacio para crear. Per eso deberíamos avergonzarnos de que, en nuestra sociedad de hoy, un artista no pueda vivir de ello. Afortunadamente los museos pagamos a los artistas cuando exponen su obra en nuestras salas, algo que antes no se hacía. En eso hemos mejorado. Hay más plataformas para la expresión artística pero las condiciones económicas no son para nada buenas. El debate sigue en marcha y espero que cambie con el tiempo.

Después de Rembrandt en breve inaugurarán una exposición sobre los Pilgrims, ¿por qué?

La exposición pretende explorar un episodio que ocurrió en el siglo XVI cuando un grupo de protestantes ingleses partió de Leiden hacia América con la intención de fundar un nuevo mundo, lo que en realidad era una colonización en toda regla. Salieron de Leiden, un lugar bastante tolerante en aquella época, en busca de su libertad. Pero estos lo lograron a costa de someter a los nativos americanos. Por eso, porque la Historia no es blanca ni negra, queremos mostrar este episodio desde cuatro puntos de vista: el de los británicos, lugar del que los Pilgrims huyeron; el de los ciudadanos de Leiden de entonces; el suyo propio como fundadores de Estados Unidos y el de los nativos de Norteamérica. Además lo vincularemos con el momento actual, reflexionando sobre la idea de emigrar, el significado de libertad, con preguntas tan perturbadoras cómo ¿cuándo decide uno irse, huir? y ¿qué te llevarías contigo si sabes que te vas para siempre?

Después de esta exposición tendremos otra de la artista Claudy Jongstra (premio nacional al artista del año 2018). A través de sus telares de lana queremos rendir homenaje a los gremios de artesanos, que han sido muy importantes para Leiden, sobre todo el textil, y del que todavía quedan unos 800 en la ciudad. Aprovecharemos para cuestionar la cultura actual de consumo, de usar y tirar, de materiales sintéticos, en contraposición con el producto artesano y manual, más sostenible y duradero. Es importante intentar darle actualidad a todos los temas que tocamos porque aunque siempre nos refiramos a la historia de Leiden, lo hacemos con la cabeza y los ojos de alguien que vive en el siglo XXI, esperando que nos sirva también para el futuro. En ambos casos intentamos ser un museo empático, que ofrezca una experiencia intensa que invite a la reflexión.