El futuro llegó hace rato”, dice una canción de los argentinos Los Redonditos de Ricota y la frase nos viene muy bien para hablar de una particularidad de Ámsterdam, una ciudad colmada de futuros que ya son pasado.

Ámsterdam esconde en su interior proyectos que alguna vez fueron utopías de “ciudades del futuro” y que aquí se hicieron realidad. Muchas veces invisibles para el habitante o el visitante de hoy, estos proyectos urbanos alguna vez abrazaron las mayores esperanzas de las sociedades de su tiempo y las convirtieron en barrios, calles, edificios, plazas y espacios para vivir. En el artículo de hoy vamos a recorrer algunos de ellos.

Seguramente hayas visto muchas películas en las que se recrea una ciudad del futuro. Suelen mostrar futuros apocalípticos que provienen generalmente de la exageración de las preocupaciones de cada época. Una de esas primera distopías es Metrópolis (1926), un película de alemana del director expresionista Fritz Lang. En ella se refleja con maestría muda el conflicto social de principios del siglo XX. En el film, mientras unos pocos disfrutan de una fabulosa ciudad del futuro, la mayoría de la población trabaja sin descanso en los subsuelos de la urbe para mantenerla en funcionamiento.

El viejo sur

​No es casual que en Ámsterdam, el Plan Zuid del arquitecto Hendrik P. Berlage se hallara en plena construcción justamente en ese mismo momento. Para este socialista la ciudad del futuro, al contrario de la que se presentaba en la película alemana, debía estar formada por palacios para la clase obrera bien iluminados y ventilados ubicados en amplias avenidas arboladas. Era el comienzo oficial de la construcción de la vivienda social en Holanda, un país que hoy cuenta con unas dos millones de viviendas de alquiler social. “Mis diseños deben despertar el deseo de hermandad” decía Berlage, y con esta premisa realizó el que es hoy uno de los barrios más queridos de la ciudad, Oud-Zuid (Viejo-Sur). Era la respuesta real a la ficción del cine. Aunque, a decir verdad, la historia le jugó una mala broma a Berlage, porque este barrio se ha convertido hoy en uno de los más caros de la capital holandesa.

La ciudad paralela del oeste

En el mismo momento, a mediados de los años veinte se gestaban ya las nuevas ideas sobre la ciudad del futuro y Ámsterdam se propuso experimentar con ellas. La nueva ampliación que se proyectaba al oeste de la ciudad se concebía como una verdadera ciudad paralela al casco antiguo. Una ciudad del futuro para un millón de habitantes, cifra que se creía que alcanzaría Ámsterdam para el año 2000. El nuevo proyecto surgía esta vez de estrictos estudios, encuestas, y mediciones: era la ciudad racional basada en la ciencia y no en la estética. Los mejores arquitectos del mundo reunidos en los CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna) aplaudirían la iniciativa.

Hoy conocemos esta zona de la ciudad como Nieuw West (Nuevo Oeste), nombre que reemplazó al original a comienzos de este siglo cuando se emprendía su total renovación urbana. Está compuesto por distintos barrios y su centro es un enorme espejo de agua con parques, el Sloterplas, que sería el espacio de recreación para esa ciudad funcional donde habitar, circular y trabajar estaría estrictamente separado. Al ver las fotos de los años 60, se puede entender cómo imaginaban aquellos diseñadores esta “ciudad del futuro” que finalmente tampoco lo fue.

Arriba a la izquierda, una calle del barrio Oud-Zuid. A la derecha, el Sloterplas en el NieuwWest. Abajo al izquierda, fotgrama de la película «Metrópolis» de Fritz Lang. A la derecha, imagen de la presentación del nuevo barrio Nieuw-West durante un Congreso Internacional de Arquitectura Moderna.

Bijlmer o la ciudad con manual de instrucciones

​Si hablamos de modernidad en el cine hay una película maravillosa de 1958 de Jaques Tati llamada “Mi Tío”, que muestra como esas utopías de futuro tecnificadas de los arquitectos los sesenta ya empezaban a hacer aguas. Tati hace una magnífica crítica a ese ilusorio mundo moderno consumista, frío y distante que empezaba a resquebrajarse ante una sociedad que seguía siendo “antigua” y donde todavía primaban las relaciones personales, el diálogo con amigos o el disfrute de compartir una mesa de café en el bar. Con ironía Tati deja muy en claro que la modernidad planteada era en gran medida una cuestión de apariencias.

Llamativamente por esos mismos años en Ámsterdam comenzaba la construcción del mayor proyecto de “ciudad del futuro” posible, el Bijlmer. El concepto era tan avanzado que los habitantes recibían un “manual de instrucciones” junto a la llave de sus nuevas viviendas.

“El Bijlmermeer está destinado a ser una ciudad muy especial. Una ciudad libre de los olores a combustión. Una ciudad en el verde, pero muy cerca del centro de Ámsterdam. Una ciudad con tiendas atractivas y gran cantidad de espacios a su alrededor para disfrutar y recorrer. Una ciudad donde el hombre de hoy podrá experimentar las condiciones de vida del futuro” (Texto de un panfleto promocional de los años ´60)

Hoy en día los urbanistas han dejado de creer en las utopías. Desde hace tiempo, responden a los “deseos del mercado” más que a idealizaciones del futuro. Se suponía que de esta forma se evitarían los fracasos de otras épocas. Pero la realidad es que las ciudades no son solo la creación de unos profesionales iluminados, y debemos ser conscientes de que hay intereses económicos y políticos en juego, que han provocado que muchos habitantes hayan tenido que trasladarse a otras ciudades por los altos precios de las viviendas. Lo llaman gentrificación en algunos casos: nosotros le decimos “elitización” de las ciudades.

Ahora vemos que a pesar de los errores, había una parte de la utopía moderna que no estaba equivocada. La que proyectaba una ciudad para todos, una ciudad inclusiva.

Quizás sea el momento de recuperar la utopía. No la de crear mundos cerrados y completos como hicieran los arquitectos y urbanistas del pasado, sino la de buscar la forma de hacer una ciudad cada día mejor para todos. La ciudad es nuestra, de los ciudadanos, y aunque siempre lo ha sido pocas veces nos hemos hecho cargo de ello. “Me interesa el futuro porque es el lugar en donde voy a pasar el resto de mi vida” dijo una vez Woody Allen, y tiene mucha razón. Volver a pensar el futuro no debería ser una utopía, sino un proyecto concreto para todos los que hacemos ciudad.