Holanda es un país en constante movimiento. Puede que te encuentres en una reserva natural, entre árboles, flores y aves, pero no hace falta más que un golpe de vista para volver a ser consciente de que el movimiento urbano te rodea. La idílica escena natural se rompe cuando ves pasar el tren, o escuchas el murmullo de una autopista cercana o de alguna fábrica o taller en un terreno industrial. O cuando, no muy lejos, los tejados de un barrio de viviendas asoman tras los árboles. Y si miramos al cielo… ya sabes, es más probable que veas pasar un avión antes que un pájaro.

Los que vivimos en este país sabemos que ya casi no quedan posibilidades para disfrutar de esa paz que te regala el campo o el bosque. Pareciera que el silencio y la quietud hayan sido anulados por decreto en los Países Bajos. Salir de casa para subirnos a la bici, o al coche, para después coger el tren o meternos en una autopista completamente atascada es cosa del día a día, a siete por semana. No importa si uno va al trabajo, a la playa o a una reserva natural, todos estamos en movimiento o atascados en medio del camino. Los números hablan por sí solos. Los holandeses hacen una media de 22 kilómetros diarios para llegar a su trabajo, uno de cada cuatro vive donde trabaja y otros necesitan más de hora y media para llegar a la oficina. Este mapa interactivo elaborado por la Oficina Nacional de Estadística muestras las distancias por ayuntamiento.

Las ciudades, vistas de esta forma, ya no son esos estáticos conjuntos de edificios donde la gente nacía, se desarrollaba y moría, generación tras generación. Ciudades de las que apenas se salía para realizar algún que otro viaje esporádico. Hoy, nuestras vidas se representarían mejor en planos en los que una tela de araña de calles, vías, bicisendas, autovías y rutas aéreas cobran más importancia que los edificios.

Con sus traslados anuales, los holandeses suman la fabulosa cifra de casi 195 mil millones de kilómetros, lo que equivaldría a ir y volver hasta el sol unas 650 veces. Esta impresionante cantidad de kilómetros se realizan en su mayor parte en coche (un 77%) mientras el transporte público cubre un 10%. Aunque parezca mentira, la bicicleta queda en el tercer puesto, con solo un 6% de los desplazamientos totales. En Gaceta Holandesa tratamos este aspecto de la movilidad urbana no hace mucho tiempo, en un reportaje dedicado al tren. No es de extrañar que Holanda apareciese en una investigación de Greenpeace del año pasado como uno de los lugares del mundo con mayor contaminación en el aire que respiramos.

Mapa de Greenpeace en el que se muestran los niveles de dióxido de nitrógeno del aire en Holanda, uno de los más elevados de Europa. Imagen: Greenpeace

Entre bicicletas, motonetas, patinetes y otras ruedas

La movilidad desenfrenada que padecemos la vemos también reflejada en las ciudades. Hasta hace no mucho tiempo las cosas parecían bastante bien resueltas y la división entre coches y bicicletas por medio de la fantástica red de bicisendas con la que cuenta Holanda era motivo de orgullo nacional. Pero hace poco comenzaron a surgir otros medios de transportes y con ellos los problemas.

Las primeras fueron las scooters, que aunque presentes en el tráfico desde hace décadas, comenzaron a popularizarse en los últimos años y hoy circulan unas 700 .000 unidades. Holanda hace una distinción entre dos categorías de scooters, los bromscooters (hasta 45 km/h) y los snorscooters (hasta 25 km/h). Las segundas, que deben usar el carril bicicleta, son las que más se han popularizado el último tiempo especialmente porque no se exige llevar casco. Pero a principios de este año las cosas cambiaron en Ámsterdam y, luego de varios accidentes, la ciudad decidió que éstos pasaran a circular por la calle junto con los coches y añadió la obligatoriedad del uso del casco. Pero esto parece ser solo el comienzo, porque ya casi que hemos perdido la cuenta de la cantidad de artefactos que circulan por la calle, especialmente los nuevos movidos por motores eléctricos. Algunos de ellos, como el patinete y el skateboard, que ya se pueden ver en otras grandes ciudades del mundo y alquilar por medio de una aplicación, todavía no tienen permiso en Holanda para utilizar las vías públicas, por lo que si te pillan te puede caer una multa, en el mejor de los casos.

Transporte de paquetería urgente no contaminante. Foto: SuJu

Transporte público y privado

Se prevé que en unos diez años vivamos en Holanda unas 18 millones de personas. Las ciudades más importantes ya están construyendo viviendas de forma masiva mientras, solo el año pasado, los atascos de tráfico crecieron un cinco por ciento y el número de accidentes mortales lo hizo en un diez por ciento. Al mismo tiempo, el tren se satura y cada vez resulta más difícil viajar con un mínimo de comodidad durante las horas pico. A esta situación se suman las políticas de recortes en los servicios públicos y el aumento de las tarifas que, como se ha venido informando últimamente en la prensa holandesa, ha sido el mayor de todos los países europeos, un 30 por ciento más que hace diez años, en 2009.  

Foto: SuJu

Para contrarrestarlo la solución es clara: invertir en el transporte público y en mejoras de las infraestructuras. Las empresas que administran el sector, entre las que se cuentan ANWB, NS y BOVAG, estiman que serían necesarios unos tres mil millones de euros anuales, calculados sobre un plan a 20 años. Estas cifras incluyen tanto el transporte público como el privado, aunque a los que se mueven en coche les resultará cada vez más costoso y complicado, por lo que se espera que muchos acaben prefiriendo tomar un bus o el tren. El Gobierno dice que no tiene ese dinero disponible. Y nosotros, evidentemente, tampoco. Así que mientras estén así las cosas y tengamos cinco minutos libres, entre parada y parada, sentémonos un rato a tomar un té.