Desde hace siglos, las matronas han contado con la ayuda de otras mujeres especializadas en atender partos en casa y en el cuidado de los bebés recién nacidos. Mientras en la mayor parte de los países occidentales el parto hospitalario ha hecho desaparecer este oficio, en Holanda la tradición de dar a luz en casa se mantiene y la labor de las kraamverzorgers o enfermeras de maternidad se ha profesionalizado. Hoy en día, nazca donde nazca el bebé, él y su madre tienen derecho a recibir este cuidado durante una semana. Y nadie quiere renunciar a ellas. Porque velan para que cada postparto sea único e inmejorable. Cora Lippens es una de ellas. En sus más de trece años de experiencia confiesa haber tratado con todo tipo de familias y haber pasado por situaciones muy intensas. Y saca una conclusión en claro: todas las madres agradecen la ayuda y ella está dispuesta a prestarla muchos años más, mientras el cuerpo aguante.
Desde que empezó a trabajar en esto hace más de una década, ¿qué ha cambiado en la forma en la que las familias viven esta primera semana tras el nacimiento de su bebé?
Con mis compañeras que llevan trabajando más años que yo solemos coincidir en el hecho de que los padres, o la pareja, están más presentes y más comprometidos que antes. Antes las familias tenían más hijos y ahora está claro que tres o cuatro hijos es el máximo. Y por supuesto la edad de las madres también ha cambiado, porque ahora muchas de las madres tienen su primer hijo en la treintena. Y todas ellas están más informadas. Aunque siempre ocurre que cuando llega el bebé, la responsabilidad es tan abrumadora que todas se olvidan de lo que han leído y nos preguntan mucho y agradecen que les enseñemos y les echemos una mano. Y eso está bien, que se olviden de la teoría y estén dispuestas a que les enseñes.
Y siendo su trabajo tan bien recibido, ¿Por qué ha desaparecido en otros países?
Aquí existe porque está ligado a la tradición holandesa de dar a luz en casa y porque al seguro médico le sale más económico este sistema que pagar varios días de hospitalización. En Bélgica también se están planteando implantarlo por esto mismo.
Pero también aquí el gobierno quiere reducir las horas de asistencia en casa para abaratar el coste del postparto…
Es verdad que ha habido mucha discusión sobre si ocho horas al día durante una semana eran realmente necesarias. Yo opino que es importante que el sistema se mantenga como está, con un mínimo de horas obligatorias para asegurar el buen cuidado del bebé y la recuperación de la madre. Pero, por ejemplo, una familia cuyo seguro paga 45 horas de kraamzorg y en la que la madre decide darle el biberón y no el pecho y el padre tiene cinco días de baja, como esperamos que ocurra pronto (actualmente en Holanda son dos), en ese caso estoy de acuerdo en que quizás tantas horas no sean necesarias. Porque el padre o el resto de los familiares pueden ocuparse de las tareas de la casa y de los otros hijos. Pero por el contrario, en caso de complicaciones, tiene que ser posible aumentar las horas y que el seguro las cubra. Es importante que se mantenga esta flexibilidad.
Dice que su trabajo existe por la cultura del parto en casa ¿cuál es su opinión sobre este tipo de partos?
Pienso que si todo va bien, como suele ocurrir en la mayor parte de los casos, la experiencia de dar a luz en casa es fantástica. Pero puedo entender muy bien que la gente prefiera ir al hospital para asegurarse de que están perfectamente atendidos si algo va mal. Aun así debo decir que por mi experiencia, el parto en casa suele favorecer que la parturienta esté más relajada y eso minimiza muchas de las complicaciones. Además el que ella sepa que tanto la matrona como nosotras estamos ahí para asistirla en todo les suele dar mucha confianza. Y en las situaciones en las que la madre tiene que ser trasladada al hospital esto suele realizarse en cuestión de minutos. En una ocasión me ocurrió que el bebé al nacer no tenía latido y tuvimos que reanimarle en ese preciso instante. Pudimos lidiar bien con la situación y reanimarle a tiempo de que llegara la ambulancia. En todas las situaciones que he vivido en las que algo no salió cómo se esperaba, las matronas reaccionaron con mucha profesionalidad y la ambulancia estaba en la puerta en menos de cinco minutos.
Por su trabajo, participa de los momentos más íntimos y privados de una familia y eso es algo que en una cultura como la holandesa puede resultar indiscreto. ¿Cómo lidia con esta situación de estar sin molestar?
Adaptación, respeto y paciencia son las claves para hacer bien este tipo de trabajo. Tenemos que ser capaces de adaptarnos a cualquier contexto, manteniendo los límites bien claros pero también asumiendo que lo distinto no es malo, sino al contario. Y una actitud así también me ayuda a trabajar más a gusto. Lo más importante es intentar crear un clima de tranquilidad en la casa. Somos extrañas en la familia donde acaba de nacer un bebé y por eso es fundamental que estés disponible pero sin demasiada presencia. Que tú como persona te sitúes en la retaguardia. Cuando otras personas de la familia quieren participar y bañar al bebé o vestirle, yo les animo y me quedo a su lado por si necesitan mi ayuda.

Para el seguimiento diario del bebé, Cora apunta las tomas y el número de pañales que ha ensuciado, así como su peso y las horas de sueño. ©Fernández Solla Fotografie
En torno al nacimiento de un bebé existen muchas tradiciones y es habitual que las abuelas y otras personas de la familia se las inculquen a sus hijas, aunque en muchos casos estos hábitos ya no estén bien aceptados. ¿Ha tenido que desaconsejar alguna vez una práctica de este tipo?
Sí, es muy normal que haya diferencias así. Familias muy religiosas o de otras culturas pueden pensar distinto que yo. En una ocasión trabajé en una familia de origen indio y la abuela del bebé insistía en embadurnar al bebé con aceite de oliva virgen y además en llenarle la cuna de billetes que le cubrían desde la cara hasta los pies. De una manera muy amable les tuve que decir que eso no se podía hacer, porque el contacto de una piel recién nacida con aceite de oliva virgen podía resecarla mucho y porque el dinero evidentemente no es higiénico. Y ¡funcionó!
Entonces ¿está acostumbrada a trabajar en distintos ambientes culturales?
Sí, de todo tipo. Y siempre hay que intentar adaptarse. Por ejemplo cuando he trabajado en una familia de origen turco es habitual que toda la familia esté en el salón y me inviten a comer y a sentarme con ellos antes de atender a la madre y al bebé. Y además las tías o la abuela suelen encargarse de las tareas del hogar así que mi labor se centra en atender al bebé, con el baño diario, preparar su cuna etc. y realizar los controles a la madre. En esos casos mi trabajo es muy distinto al que realizo en una familia de cultura holandesa. Me considero bastante flexible e intento transmitir mis conocimientos de la manera más respetuosa posible. Me gusta mucho trabajar en contextos diferentes, no me cuesta adaptarme a las diferencias culturales. De hecho es algo que me gusta mucho de mi trabajo.
Se puede decir que no existe una familia prototipo…
No, la verdad es que afortunadamente ya no. En la mayoría de los casos suele ser una pareja de padre y madre pero en muchas ocasiones he trabajado con madres solteras que han decidido activamente tener un hijo solas o parejas de dos madres. Lo que sí es habitual es que las madres tengan su primer hijo en torno a los 32 años, para los pueblos pequeños como Voorhout, donde yo vivo. También he trabajado con muchas familias que han tenido mellizos o gemelos, sin duda es una experiencia muy bonita pero en estos casos es importante echar una mano extra para que todo sea más relajado, ayudar a la madre a darle el pecho a los dos y que no se preocupen por no saber manejar bien la situación.
¿Cuál ha sido la experiencia más difícil que ha vivido?
Sin duda cuando tuve que ayudar a unos padres que habían perdido a su hijo recién nacido. Es tabú hablar sobre esto pero creo que es importante tratarlo porque es algo que ocurre y que no tiene por qué ser tan dramático como parece si se gestiona con naturalidad. En mi caso se trató de una pareja cuyo primer hijo nació en el hospital y falleció minutos después. Los padres no eran capaces de verle ni de despedirse de él y durante los cinco días en los que el bebé permaneció en el tanatorio, yo me encargué de los cuidados de la madre en su casa. En esos días pude charlar con ellos, consolarles y animarles a acudir al tanatorio para decirle adiós, porque eso les ayudaría de cara al futuro. Al tercer día fueron, le vieron y estuvieron muy agradecidos de haberlo hecho. Fue una experiencia muy dura porque uno no concibe el postparto sin bebé, sin la alegría del nacimiento, pero tiene que pasar por todo lo malo que supone la recuperación. Fue muy intenso, hablábamos mucho del embarazo, de cómo fue el parto… tuvimos muy buena conexión y eso ayudó a que confiaran en mí y hablaran abiertamente de lo que había pasado. En ese sentido ser una persona extraña en la familia es una ventaja porque la implicación emocional es menor y eres capaz de ayudarles mejor. Actúas de una forma más profesional, lo que no significa que no te afecte mucho pero lo sobrellevas de distinta manera. Tuvimos una relación tan buena que la seguimos manteniendo todavía. Después de esto tuvieron un segundo hijo que nació con una discapacidad muy aguda y el tercero fue una niña sana.
¿Y puede contarnos una anécdota de una experiencia muy positiva?
Fue el primer parto en casa que asistí yo sola junto a la matrona. Era su primer hijo y cuando llegué a la casa, por la noche, los padres habían preparado toda la habitación de una forma muy especial, con una luz tenue, creando un ambiente muy acogedor para darle la bienvenida a su bebé. Ellos estaban muy relajados y nosotras también. Fue el parto soñado. Guardo el recuerdo con mucho cariño porque todo era perfecto. La matrona tenía mucha experiencia y no le importó asistir un parto con la sola iluminación de una lamparita pequeña. El resto de la semana también fue estupenda y al final me regalaron un precioso ramo de flores y el padre me dio otro de su parte para agradecerme la experiencia tan bonita que había vivido.
Pero esto les ocurre en la mayoría de los casos, reciben muchos cumplidos y regalos de los padres, ¿no es así?
Sí, casi siempre son todos muy agradecidos porque estás con ellos en un momento muy vulnerable de sus vidas. Tanto en el parto como en los días posteriores, todo puede pasar, y tú estás allí para garantizar que vaya bien. Yo lo entiendo perfectamente como madre y abuela que soy, ¿qué hay más importante que el nacimiento de tu bebé?.

Cora Lippens con Feline, una de las niñas recién nacidas a las que ha cuidado recientemente © Fernández Solla Fotografie.