Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es quizá el escritor neerlandés traducido al idioma español más importante de la actualidad, con más de cincuenta títulos que van desde la poesía hasta la novela, del relato de viajes al ensayo. Es el último ganador del Premio Formentor de las Letras (2020), lo que lo sitúa entre Jorge Luis Borges y Samuel Beckett. A sus ochenta y seis años, el autor de El desvío a Santiago (1992) no deja de trabajar. Acaba de publicar un libro de poesía titulado Adiós (Afscheid, 2020), que lo lleva a retratar imágenes de la guerra, de la pérdida, del tiempo, de la muerte, pero también del recuerdo de sus cactus en Menorca, isla en la que vive una parte del año. Nos concede una entrevista telefónica desde Hofgut Missen, una alejada localidad del sur de Alemania, lugar en el que se encontraba cuando empezó el período de confinamiento por la pandemia.

Ahora está en Alemania debido a la situación actual…

Sí, este es también un lugar al que vengo casi siempre cada año para pasar el Año Nuevo con unos amigos. Solemos quedarnos una temporada pero nunca tanto tiempo. Esta vez me enfermé y tuve que ir al hospital en Múnich, no una vez, sino unas cuántas veces, y ahora llevamos ya cinco meses. Pero me gusta estar aquí porque es un lugar tranquilo y bastante alejado.

Acaba de ganar el Premio Formentor de las Letras, ha escrito mucho sobre España (entre ellos un hermoso libro llamado El desvío de Santiago) y tiene además una casa en Menorca donde pasa largas temporadas durante el verano. A sus ochenta y seis años es el escritor holandés más traducido a la lengua española, ¿qué significado ha adquirido España en su vida?

Muchísimo, diría. La primera vez que estuve allí fue en 1954, después de la guerra. Desde entonces, no he dejado de ir. Siempre, cada año. También a Latinoamérica. Al principio España estaba bajo la dictadura de Franco. Todavía se sentían los embates de la Guerra Civil, y ya entonces España no era un país fácil, pero me fascinó, y eso siempre se ha quedado en mí. En ese tiempo no tenía aún ese sentimiento que ahora sí tengo, porque era joven.

Para mí España fue un enorme descubrimiento. Su gente, sobre todo. Sí, uno depende de la gente cuando hace autostop (tirar dedo). Recuerdo tomar un camión, el chófer me llevó a su casa y fuimos juntos a pescar gambas al río Guadalquivir. Cuando viajaba en tren, la gente -probablemente porque veía que eras un extraño, un pobre desconocido- desempacaba su comida para compartirla contigo, en la tercera clase, que ahora ya no existe. Nada de esto se daba en ningún otro lugar de Europa. Y eso me conquistó.

Cees Nooteboom en una imagen tomada durante su visita al festival HAY de Arequipa, Perú, en 2017. © Julio del Carpio

España, que según Cees Nooteboom en Desvío de Santiago es “brutal, anárquica, egocéntrica y cruel”, no escapa de su vida. Lee a diario El País, El Mundo, el ABC. Viaja todos los días al pueblo más cercano en Alemania a hacer la compra y de paso conseguir también los periódicos del día. Recuerdo haberlo visto rodeado de periodistas que deseaban una entrevista en el Hay Festival en Perú. Su vida literaria no escapa al análisis político.

En este momento me parece que los políticos en España no están al nivel de la crisis, porque les parece más importante censurarse el uno al otro que buscar juntos una solución. Para mí esto es patético. Es también parte del carácter: o eres de este lado o del otro. Nosotros [los holandeses] también conocemos a los enemigos políticos, sin embargo, somos un país de consensos, gracias al poldermodel, porque teníamos que ganarle terreno al mar y ponernos de acuerdo sobre la gestión del agua. (…) Mientras que en España, si veo al señor Casado o Sánchez y al partido político VOX parece una pelea a vida o muerte, cuando se trata de un país, y ellos son quienes deciden cómo salir de la crisis.

Quizá sea un poco ingenuo por mi parte porque en todos lados hay controversia política. Mira a Estados Unidos: allí también están mal por esta polarización, o son de este bando o del otro.

Dice que va a España todos los años, ¿hay algo que todavía le falta recorrer o conocer, algún sitio que desee visitar?

Creo que he recorrido todo. Tengo una anécdota con Jordi Pujol, cuando ambos recibimos un Honoris Causa en Bruselas, ¿y sabes qué me dijo? ‘Usted ha escrito un libro magnífico sobre España, pero hay muy poco sobre Cataluña’. Entonces le dije: ‘¡Señor Pujol, eso es porque Cataluña merece un libro suyo!’.

¿Y qué nos dice del Formentor?

Es un honor… (lo dice en español)

Un honor de honores…

Sí, en el diario Frankfurter Allgemeine, el corresponsal Paul Ingendaay, publicó un artículo acerca del premio, y comentó algo que ya no recordaba: ¡yo había escrito un artículo sobre el premio en 1965 que se titulaba ‘El mundo del Formentor’! Una amiga mía estaba en el jurado, así que en esos tiempos ya sabía yo sobre el premio.

Samuel Beckett y Jorge Luis Borges fueron los primeros escritores premiados en 1961. Ahora, se siente orgulloso de ser parte de la lista de estos grandes de la literatura universal, incluyendo a Saul Bellow y Witold Gombrowicz a quien dedica varios párrafos de su libro 533 días, una narración a modo de diario desde su estudio en Menorca, en el que describe con amor a sus cactus y a la palmera que tiene más de cincuenta años. “La sembré yo, y siempre ha sido una preocupación”, indica.

Recuerdo que en el Hay Festival 2017 decía que ante todo era un poeta. En su libro Ojo de Monje (2017) dice: ‘de stem van mijn / vader die lopend kon eten, ik hoor zijn / geluid maar geen woorden, ik weet het / hij wil naar zijn graf maar ik kan hem niet helpen. / Hij heeft er geen’. Un poema que habla de su padre en tiempos de la guerra que metafóricamente camina en busca de su tumba, pero que no la encuentra porque no la tiene.

Es y era así, siempre creí que no tenía una tumba, pero no hace mucho escuché otra historia sobre mi padre, de parte de un medio hermano mío. Mi padre tuvo un hijo más en su último año de vida, no con mi madre porque estaban separados, sino con una mujer joven que nos daba clases de gimnasia en casa. Se llamaba Mary.

Los padres de Cees se separaron en 1944 en plena guerra, y su madre emigró (o se mudó) a Gelderland porque allí había comida, mientras que en La Haya, no.

Mi padre decidió enviarme con mi madre por el hambre y él se quedó en La Haya. Después de la guerra descubrimos que había fallecido en febrero de 1945, tres meses antes de la capitulación de los alemanes. Y entonces pregunté: ‘¿dónde está Mary?’, ¡ella se había quedado con mi padre después de la separación!, y mi madre me dijo que no lo sabía. Mary emigró a Australia y es allí donde tuvo al niño, mi medio hermano.

Y tiempo después usted recibiría una carta de Australia, de alguien apellidado Nooteboom.

Así es. No hemos crecido juntos, y yo nunca he sido muy allegado a las relaciones familiares. Cuando publiqué este libro Ojo de Monje me dijo que sí, que sí habían enterrado a mi padre, pero que su tumba ya no existe porque ha sido, como decimos en Holanda, ‘geruimd’.

Los cementerios en los Países Bajos ‘se deshacen’ de las tumbas para darle espacio a los nuevos muertos, pero según Cees Nooteboom durante la guerra hubo tantas víctimas que jamás había imaginado una tumba con el nombre de su padre a quien nunca visitó.

¡Qué historia!, le digo.

Yes!

Ahora que hablamos sobre tumbas, usted escribió un destacado libro titulado Tumbas de poetas y pensadores. Juan Cruz, en una conferencia en Canarias, le preguntó qué le lleva a ellas. Siempre habla de Canetti, Proust, Joyce, pero nunca le he oído mencionar a ningún escritor holandés.

He visitado la tumba de Simon Vestdijk pero nunca he escrito sobre ella. Para mí el escritor que más me ha marcado es J. Slauerhoff, quien escribió un libro magnífico titulado Soleares y Fados. Era un holandés romántico, médico. Su tumba sí la he visitado y aparece en el libro. Para mí ha sido una persona muy importante en mi vida aunque sólo vivió hasta los 36 años. Murió antes de la guerra.

Nooteboom en la edición de 2017 del Festival HAY de Perú, donde fue el invitado principal . © Julio del Carpio

¿Por qué esa fascinación por las tumbas?

Eso lo explico en la introducción a mi libro… porque uno sabe que allí (en la tumba) no hay nadie, pero sí el recuerdo de una obra, de lo que esas personas han escrito. Uno va allí porque lo que han escrito es importante para él. Y lo que es interesante es estar allí, al frente de la tumba de Joyce o de Canetti, y que lleguen otras personas a visitarla. En ese momento se produce una conexión entre todas esas personas, porque ellas vienen también por amor o admiración.

En su libro Tumbas de poetas y pensadores, Cees Nooteboom menciona haber visitado a César Vallejo en Montmartre, París; también a Pablo Neruda en la casa del poeta en Isla Negra, Chile. Me atrevo a preguntarle por los poetas latinoamericanos que han marcado la vida de muchos en América del Sur.

¿César Vallejo o Pablo Neruda?

Vallejo me parece mucho más interesante, sin duda. Neruda tiene algunos poemas, pero su oda a Stalin y ese tipo de cosas, la poesía de propaganda, no. Era un poeta importante, por supuesto, también he escrito sobre él, pero Vallejo es mucho más complejo, misterioso, inexplicable.

En su entrevista más reciente en el NRC, usted le dice al entrevistador que no le tiene miedo a la prosa enigmática, ¿a qué se refiere?

Algunos escritores que yo admiro escriben una poesía muy difícil (…) el peruano César Vallejo, es uno de ellos y escribió este verso: ‘el hombre es lóbrego mamífero y se peina’. Este verso jamás lo olvidaré.

Cees Nooteboom nunca deja de trabajar. Comenta que debido a la covid-19 tuvo que cancelar un viaje a Tokio. Estaba invitado por la Embajada de España en Japón para presentar la obra del compositor catalán Benet Casablancas que ha compuesto Seis Glosas, música inspirada en Desvío a Santiago.

Es que ochenta y seis años y coronavirus no van juntos, hay que ir tranquilos.

¿Echa de menos viajar?

Me apena no haber viajado a Tokio. El concierto era importante para mí, pero también tenía planeado visitar un templo en Kioto para escribir la introducción de un libro. En ese templo hay determinadas pinturas del siglo XII. Eso era para mí más importante. Sin embargo, ahora estoy también viajando porque estoy en la Alemania profunda.

Foto: Wilbert Bonné

Cees Nooteboom lee en este momento a Denis Diderot, el enciclopedista francés. Muy cerca de donde está, en Langres, al norte de Francia, se encuentra el Museo des Lumières dedicado al intelectual, lugar en el que Cees compró una serie de libros de bolsillo que está leyendo en este momento.

Usted lee a Diderot ahora, ¿qué autores holandeses le recomendaría leer a sus lectores en estos tiempos de crisis?

Ya no leo tanto como antes… para mí la poesía de J. Slauerhoff será siempre importante; también Willem Frederik Hermans que está traducido al español, lo mismo con Harry Mulisch y Hugo Claus. Soy un admirador de Claus, pero de la nueva generación he leído muy poco; recomendaría a Joost de Vries, que escribe en el Groene Amsterdamer; en su último libro Rustig aan, Tijger ha publicado dos cuentos inspirados en mí en Menorca que se llaman Brief uit Menorca I y Brief uit Menorca II.

Si tuviera que elegir alguno de sus libros, ¿cuál sería?

Creo que los lectores deberían ser quienes lo elijan. Cuando cumplí 80 años, Alberto Manguel –también ganador del Formentor (2017)- escribió un libro pequeño que se llama Alles voor het eerst: ‘Geen verjaardags brief voor Cees Nooteboom’. Está publicado por De Bezige Bij. Él dice que los libros más importantes son Rituales (1980), La historia siguiente (1992), El día de todas las almas (1998). Los nombra así, pero yo mismo no puedo escoger, como decía Harry Mulisch: ‘No puedo elegir entre mis hijos’.

Entonces, sus libros son como si fueran hijos suyos.

Bueno… eso lo dijo él.

* La entrevistadora conoció a Cees Nooteboom en noviembre de 2017 en el Hay Festival de las Letras en Arequipa, Perú.