Floor Rieder es una de las ilustradoras más conocidas de Holanda. Con varios premios en su haber, entre ellos el Gouden Penseel al libro ilustrado del año, ha dejado claro que lo suyo son los lápices, algo que lleva en los genes, ya que su madre era profesora de dibujo. De líneas bien marcadas y colores vivos, el estilo de Floor Rieder recuerda a la estética del modernismo y a la locura de Escher, y con él se asoma al mundo siempre con humor, ironía y una gran atención al detalle. De la vida cotidiana, la libertad para dibujar y el papel de la ilustración en la cultura visual de hoy en día hablamos con ella en su casa de un pueblo al norte de Ámsterdam, disfrutando de un bizcocho casero mientras su hija sale y se esconde, hablando con nosotras en español, un idioma que le enseña su abuela paterna, española residente en Holanda.

Con su primer libro, El misterio de la vida, ganó el Gouden Penseel, el galardón más importante de Holanda al libro ilustrado del año. ¿Qué significó para usted este premio?

Fue toda una sorpresa y debo decir que me pareció hasta un poco injusto recibirlo. Era el primer libro que ilustraba, nos encantó el resultado y me sentí muy halagada al recibir el premio, pero quizás me llegó demasiado pronto. Me ayudó mucho en mi trabajo pero también me sentí muy presionada por tener que mantenerme a la altura. Fue una época muy estresante de mi vida. Me alegro de vivir otra etapa vital.

En esta trilogía de divulgación científica para niños el escritor y usted pretenden explicar conceptos muy complejos con sencillez y humor. ¿Cómo lo lograron?

Jan Paul me mandaba el texto en bruto y yo lo leía detenidamente, intentando averiguar los huecos en los que una ilustración explicaba mejor un concepto del que él hablaba, añadía más información o justamente lo contrario, ayudaba a aligerar lo que en el texto podía sonar complicado, con una broma o una ilustración divertida. Me ponía en la piel de un niño para estar segura de que todo quedaba claro, comprensible, y a partir de ahí pensaba en las ilustraciones y en cómo equilibrar bien la imagen y el texto, para darle al libro un buen ritmo de lectura y enganchar al lector.

Floor Rieder utiliza todo tipo de técnicas, desde el grabado sobre plexiglas hasta el dibujo a lápiz y digital. Foto: Alicia Fernández Solla

Son libros muy elaborados, ya desde la portada, ¿para qué edades se dirigen?

El primero de ellos se centra en la evolución. Y el segundo es sobre el cuerpo humano (La Respuesta eres Tú). Al ser este segundo sobre algo tan concreto es más fácil que un niño de 7 u 8 años pueda entenderlo. Pero el último que hemos publicado Het Mysterie van Niks (El Misterio de la Nada, todavía no está disponible en español), realmente es para niños a partir de 10 años, o incluso adultos, que quieran aprender sobre física cuántica con dosis de filosofía existencial, de una manera más amena que muchos libros científicos que un público general como yo no leería. Estos realmente son divertidos y muy interesantes de leer, se aprende mucho con ellos.

Cuando recibe un encargo, ¿qué libertad tiene para dibujar?

Si se trata de un libro, quiero tener toda la libertad posible. Porque le presto mucha atención tanto a lo que vamos a contar como al formato, al tipo de papel que se va a usar, la impresión, el color, todo. Lo solemos hablar mucho la diseñadora y yo, es un proceso largo, hasta que damos con lo que queremos. Por ejemplo, para un libro como uno de esta trilogía, suelo trabajar entre 4 y 5 meses a tiempo completo, en exclusiva y de manera muy intensiva.

¿Ha habido temas que no le hayan permitido tratar en sus ilustraciones?

Normalmente no, pero es algo que va a más. En este sentido es curioso ver cómo nuestros libros se interpretan de manera distinta en otros países y las adaptaciones que hace cada editorial de acuerdo a su público. Porque siempre intento mostrar todas las culturas y la diversidad social en mis ilustraciones. Por ejemplo, en El Misterio de la Nada tuve que dibujar una ilustración que mostrara las distintas creencias religiosas. Algo bastante complicado. En mi estudio trabajan dos personas muy creyentes y a cada una le pedí ayuda para ilustrar los elementos más característicos de su religión. Uno de ellos, musulmán, me dijo que no debería dibujar a Mahoma sino a algo que le representara, así que dibujé las dos manos. Y otra persona de origen judía me aconsejó que dibujara una llama de fuego en lugar de una figura humana porque ellos tampoco tienen esa representación. Así que lo hice así, porque ante todo no quiero herir los sentimientos de nadie.

Debajo de esa tira, hice otra que pretendía ser una broma sutil sobre la comida que a todos les gusta, y puse trozos de pizza. Mi editora me dijo que la pizza no pegaba nada con la cultura china, pero finalmente lo dejamos, porque yo sólo pretendía expresar que en el fondo todos somos iguales. En la edición alemana finalmente quitaron la parte de las representaciones religiosas y otro dibujo en el cual Dios aparecía en una hamaca tomando un cóctel en el séptimo día de la Creación. Curiosamente, esto no se quitó en la edición norteamericana, pero sí eliminaron un dibujito de dos moscas copulando. Me sorprende cómo las distintas culturas interpretan el contenido de estos libros. Porque mi intención es la de ofrecer una imagen positiva de algo, con un guiño gracioso, irónico.

Floor Rieder muestra la ilustración sobre las representaciones religiosas. Foto: Alicia Fernandez Solla Fotografie

¿Cree que a pesar de su sutileza y de su precaución a la hora de dibujar temas sensibles, los lectores pueden molestarse más ahora que hace unos años?

Quizás sí. En mi primer libro, para explicar la sexualidad y la reproducción, dibujé a dos personas desnudas. Eran un hombre y una mujer, blancos de piel. Echando la vista atrás creo que debería haberlos dibujado de manera más inclusiva, quizás con la piel negra. Pero entonces no se me ocurrió, también por una cuestión puramente técnica, ya que esto lo dibujé con un rotulador negro y, sin querer, al delinear en negro el fondo queda blanco. Este capítulo sobre biología ahora sería mucho más difícil de dibujar, porque aunque se basa en evidencia científica, reproduce un estereotipo de hombre y mujer con el que muchas personas no se sentirán representadas. Y yo lo entiendo: para muchos niños inseguros de su cuerpo o de su identidad sexual, no es muy adecuado recordarles lo que se entiende por «normal».

Pero al final sobre un papel en blanco usted debe dibujar una única representación, debe elegir, ¿en qué se basa para ello?

Debo ser honesta conmigo misma. Siempre con la intención de mostrar la mayor diversidad posible, lo que dibujo está basado en mi experiencia vital como mujer holandesa. Si a alguien le molesta, espero que primero lea el contenido del texto al que acompaña y que tenga una actitud de crítica constructiva antes de lanzarse a gritar en las redes sociales. Con el segundo libro recibimos bastantes críticas, unas estaban bien fundamentadas- aunque intentábamos explicar que se trataba de una broma sin mala intención- pero otras eran demasiado agresivas. La gente se ha acostumbrado a dar su opinión sobre todo, a lanzarla sin más en la red. Y creo que es fundamental hacer un buen uso de la libertad. Sin pasarse de moralista. Al menos así lo intento yo en mi trabajo.

Al hilo de esto, hace unas semanas la portada de una revista holandesa, Elsevier, provocó una fuerte polémica porque la ilustración presentaba a los europeos del norte como trabajadores y a los del sur como vagos…

(le mostramos la ilustración). Claramente tiene intencionalidad política, algo que yo nunca haría, mis ilustraciones no son provocativas ni moralistas. Cada cual puede hacer lo que quiera, pero en mi caso no aceptaría un encargo de una revista donde la ilustración lleve implícita una declaración política. Prefiero trabajar de una manera más sutil, interpretando la vida cotidiana desde otra perspectiva. También es verdad que con los periódicos no es tan fácil saber lo que contiene el artículo al que acompaña la ilustración: a menudo sólo sé el titular por lo que tiendo a ser precavida para que la imagen acompañe bien al texto.

Floor Rieder, en el porche de su casa, durante la entrevista. Foto: Alicia Fernandez Solla

¿Qué papel cree que juega la ilustración en la cultura tan visual de hoy en día?

La ilustración aporta mucho movimiento y visualmente llama mucho la atención, y eso hace que encaje muy bien en la comunicación en redes sociales. Es una buena forma de llegar a lectores que de otra manera quizás no se sentirían atraídos por un texto sin imagen. Yo soy una persona centrada en la imagen, en lo visual, por lo que para mí estos son tiempos dorados, ya sea digital, analógica o 3d, la imagen hoy en día tiene mucha importancia. Y yo me dedico a eso, me gusta trabajar tanto en papel como en digital.

Si tuviera que dibujar el mundo de hoy en día en una de sus ilustraciones, ¿qué elementos tendría?

No sería una ilustración muy alegre, aunque incluiría detalles humorísticos, eso siempre. Reflejaría el mundo de abundancia en el que muchos vivimos. Tendría que pensar más sobre ello, es una pregunta complicada.

¿Cómo ha pasado usted estos últimos meses de pandemia y confinamiento?

Los hemos pasado bien, en casa con los niños. Mi marido y yo hemos podido seguir trabajando. Él es mitad español y en su casa se tomaron el confinamiento más en serio que el ciudadano medio holandés, porque tenemos familiares en España y veían lo mal que estaba allí. Nosotros también nos encerramos en casa. Vivimos al final del pueblo y me sorprendía ver la cantidad de gente que salía a pasear, todos tan contentos, y la calle llena. Yo les pedía, ¡vayánse a su casa, hay quedarse en casa! pero nada.

¿Qué relación tiene usted con la cultura española?

Aunque hace mucho que no vamos a España, tenemos mucha relación con mis suegros. Cuando mi hija va a su casa a dormir, me encanta verla en las fotos toda peinada y bien vestida, sin una mancha, a mi suegra le gusta mucho acicalarla y estar con ella. En cambio aquí va como el resto de las niñas holandesas, si tiene una mancha, pues ahí se queda (ríe). Y en casa, por mi marido, tenemos esa doble identidad cultural que queremos transmitirle a nuestros hijos: a mi suegra la llaman «abuela» en lugar de «oma», por ejemplo, y ella les habla siempre en español.

La cultura ha sido uno de los sectores más afectados por el confinamiento. ¿Cómo le ha perjudicado a ustedes?

Mi marido trabaja en la radio y yo ilustro, estamos los dos totalmente vinculados a la cultura. Por eso lo que más nos afecta es ver que mucha gente subestima su valor. Porque más allá de una actividad que se deja de hacer, ir a un museo o a un concierto, menos cultura significa tener una vida menos completa, menos rica, y todos la necesitamos. Incluso para sacarle rentabilidad a un proyecto, si se le añade el aspecto cultural se convierte en algo mucho más atractivo. La cultura también da dinero, aunque muchas veces se diga lo contrario. Pienso que los políticos en general tienen una visión muy cortoplacista de lo que realmente significa, de lo esencial que es para abrirnos los ojos y hacernos la vida más bonita. Sin cultura la gente se deprime, es así.

El Misterio de la Vida, y atrás un libro sobre cocina y huertos escolares que le encargó ilustrar el Rijksmuseum. Foto: Alicia Fernández Solla.

¿Ha podido vivir siempre de la ilustración?

Sí, la verdad es que fue casi por casualidad pero nada más licenciarme empecé a trabajar para el periódico Het Parool, ilustrando una serie de entrevistas. Y desde entonces no he parado. De mi clase de dibujo sólo he seguido yo adelante como ilustradora, los demás se dedican a otra cosa, pero todos tienen trabajo y se dedican a algo creativo. En mi caso mi trabajo también es mi empresa, a la que debo atender con la misma profesionalidad que cualquier otro emprendedor. Tengo que valorar las necesidades de mi cliente, ser original, eficaz, hacer bien mi trabajo y ofrecer un buen producto.

Demuestra que una artista puede ser una buena empresaria a la vez…

Tiene que ser así, porque este es mi trabajo, no mi hobbie. Dibujar representa un 30 por ciento de mi trabajo diario, no más. El resto lo dedico a organizar contratos, gestionar la publicidad, llamar a clientes, postear en redes, leer e investigar sobre temas que tendré que ilustrar, etc. Por eso, me molesta cuando hay personas que menosprecian lo que hago pensando que me paso el día con el lápiz dibujando como si fuera una niña pequeña. Mi trabajo me encanta, pero a mis alumnos les dejo bien claro que esto es sobre todo un trabajo, que no se lleven el cuaderno y los lápices de vacaciones. Porque es necesario tomar distancia para volver frescos y con la energía renovada.

¿Qué elementos no pueden faltar en sus ilustraciones?

Busco que sean graciosas a la vez que informativas y bonitas. Esa es para mí la combinación perfecta.

Sus dibujos están repletos de detalles y mensajes escondidos, caóticos pero ordenados a la vez…

Sí, así es. A mí me gusta mucho clasificar objetos, poner orden en mi vida agrupando y seleccionando. De pequeña me gustaba mucho jugar a ser contable, o administrativa, grapando todas las facturas, cada cual en su carpeta correspondiente. Y lo mismo me pasa cuando nos vamos de cámping. Me encanta todo el proceso de preparar lo que nos vamos a llevar. Por eso creo que esta forma mía de ser se refleja muy bien en mis dibujos, siempre buscando el orden dentro del caos. Bueno, en definitiva, así es la vida ¿no?

¿Qué próximo libro le gustaría ilustrar?

Un libro de recetas, que también escribiría yo, y de ¡cocina española!