¿En qué consiste la identidad?, ¿qué significa sentirse en casa? y ¿cómo construimos nuestra identidad como personas migrantes? El tema de la identidad es complicado porque está muy relacionado con nuestras emociones. Nos sentimos “españoles”, “peruanos”, “colombianos”, “mexicanos”, “latinoamericanos”, “hispanohablantes”… ¿holandeses?
La identidad se compone de muchos aspectos que por una parte son objetivos y medibles, pero por otra son también subjetivos y tienen que ver con cómo nos sentimos: nuestro género y nuestra opción respecto a él, la nacionalidad que muestra nuestro pasaporte, nuestra lengua, la ciudad de donde venimos, nuestro barrio, nuestra calle. Cuando migramos, la parte de nuestra identidad que se compone de nuestro origen, nuestros usos culturales, nuestras tradiciones y formas de ser se pueden ver afectadas o modificadas si sentimos que debemos adaptarnos a la nueva cultura y para ello nos vemos obligados a dejar atrás cierto equipaje. He escuchado varias veces el conflicto que sienten muchas personas cuando experimentan esta situación, sobre todo en las que llevan ya muchos años viviendo en Holanda: ¨he tenido que dejar atrás, que abandonar, gran parte de mi bagaje cultural para poder adaptarme a la vida aquí, y ha habido momentos concretos en los que lo he echado de menos, en los que precisamente eso que decidí dejar atrás me hubiera sido de gran utilidad¨. ¿Por qué tendemos a creer que debemos abandonar quiénes somos, lo que nos hace únicos, para poder pertenecer a una cultura distinta?
Cuando migramos, la parte de nuestra identidad que se compone de nuestro origen, nuestros usos culturales, nuestras tradiciones y formas de ser se pueden ver afectadas o modificadas si sentimos que debemos adaptarnos a la nueva cultura y para ello nos vemos obligados a dejar atrás cierto equipaje.
Abandonar, o no, nuestra propia identidad
Francis Fukuyama, en su interesante libro Identidad, explica que el origen de la palabra se encuentra en el griego thymos, que hace referencia a la necesidad que tenemos las personas de que nuestra identidad (nuestro ser) sea reconocido. Al parecer, esta es una necesidad universal, sean cuales sean las características que nosotros consideramos únicas en nosotros. Si nos fijamos en la definición observamos que la necesidad es que esas características sean reconocidas. Es decir, no basta con ser conscientes, sólo nosotros, de que somos únicos. Nuestra identidad como personas migrantes se ve afectada por este aspecto cuando lo que somos no es lo que se espera de nosotros, cuando nos vemos en la necesidad de cambiar o eliminar lo que nos hace diferentes y únicos para poder pertenecer a una cultura con códigos distintos. Pero ¿tiene que ser siempre así?
Varios estudios sobre diversidad e inclusión apuntan a que los seres humanos tenemos una doble necesidad: por un lado, que se reconozca que somos únicos, diferentes y, por eso mismo, valiosos, y por otro, necesitamos sentirnos parte de una comunidad, sentir la pertenencia. La investigación apunta a que las dos son necesarias, que no es una cuestión de elección. Sólo cuando se consigue un equilibrio entre estos dos elementos podemos llegar a sentirnos parte de una sociedad. Por lo tanto, no debemos abandonar aquello que nos hace únicos, especiales y valiosos (nuestro idioma, nuestra apertura, nuestro sentido del humor, nuestra cercanía y necesidad de afecto, nuestra espontaneidad) para poder sentirnos parte de una cultura que puede parecer todo lo contrario. Si lo hiciéramos, sentiríamos un vacío en nuestra identidad que nos impediría sentirnos del todo incluidos. Nuestra autenticidad es un valor añadido a la hora de sentirnos parte de una sociedad.
Nuestra autenticidad es un valor añadido a la hora de sentirnos parte de una sociedad.
¿Existe una identidad holandesa?
Un reciente estudio del Instituto Holandés de Investigación Social intentó encontrar qué rasgos hacían de Holanda «Holanda». Es decir, intentaron dibujar la identidad holandesa. No pudieron encontrar un resultado definitorio ni las bases de un supuesto ADN holandés en lo que a identidad se refiere, pero sí dieron con varios aspectos que hacen que los holandeses se sientan holandeses, en casa, y apegados a la idea de comunidad.
Primero exploraron los rasgos que llamaríamos «típicos de Holanda». Los tres primeros son el idioma neerlandés, el día del Rey, y Sinterklaas (la versión holandesa de Santa Claus o Papá Noel, que se celebra el 5 de diciembre).
Después investigaron qué aspectos hacen que las personas encuestadas sientan que pertenecen a los Países Bajos. Entre los tres primeros vuelve a aparecer el idioma, en primer lugar, seguido de la idea de libertad, y de nuevo el día del Rey como celebración que les hace sentir pertenencia a esta idea de comunidad. Del mismo estudio se desprende que la eterna y larga lucha contra el agua, la resiliencia y su manejo, ha formado un importante sentimiento de comunidad. El fin de la Segunda Guerra Mundial y la liberación de Holanda marcan también un hito en este sentimiento de comunidad y de identidad holandesa, como reconocen los participantes más veteranos de este estudio.
El mismo estudio concluye reconociendo que es muy difícil identificar ¨de qué está hecha¨ la identidad holandesa ya que está dividida entre los que piensan que los símbolos y las tradiciones son los que la conforman y entre los que piensan que es precisamente la idea de libertad lo que mejor la define.
La identidad de la persona migrante
En la serie Transparent, que cuenta el día a día de una familia marcada por la revelación del padre de que toda su vida se ha sentido una mujer y ahora está dispuesta a vivir como una, se observa cómo la verdadera identidad es un conjunto de sentimientos que tienen más que ver con la subjetividad que con lo evidente a simple vista. Lo que me gusta de esta serie, y por lo que la traigo a colación en este artículo, es que la identidad, nuestro centro auténtico de emociones y valores, no se puede esconder por mucho tiempo. Si se esconde, si se abandona, se sufre. Sin tener en cuenta la nacionalidad, el pasaporte, la pertenencia a un país u otro: nuestra identidad se conforma de pequeñas idiosincrasias, aristas, curvas, recovecos, todas ellas partes de un rompecabezas que no tienen por qué ser aparentemente idénticas. La identidad es más bien como un puzle artesanal hecho a mano en el que dos piezas no son nunca exactamente iguales, pero encajan perfectamente cuando nos fijamos, y valoramos, sus rasgos únicos. Sólo cuando el puzle se termina y se observa todo unido, adquiere sentido.