Según la psicolingüística holandesa Annette de Groot, «el uso del inglés en las universidades holandesas como idioma de enseñanza ha ido demasiado lejos». De Groot espera que «el actual debate sobre este asunto tenga un efecto en este proceso de anglificación de la educación, y que no solo lo frene, sino que logre, en parte, revertirlo”. Así de tajante se muestra esta catedrática de la Universidad de Ámsterdam y firmante de una carta abierta que exige parar el proceso de internacionalización de las carreras, a cambio de anteponer el neerlandés como idioma de instrucción y de investigación en la educación superior de los Países Bajos.

Desde la Asociación de Universidades Holandesas (VSNU), Bart Pierik quita hierro al asunto y considera que el neerlandés no peligra y que aún hay muchos que lo prefieren como lengua de enseñanza. “Los alumnos tienen una vida en holandés. No solo hablan y leen en la universidad, también viven en la ciudad, tienen amigos, trabajo, familia, con los que se comunican en holandés. Además, siempre habrá una oferta razonable de carreras en holandés en las universidades de los Países Bajos”, sentencia. 

En conversaciones con la Gaceta Holandesa, ambos subrayan las bondades del inglés y animan a usarlo, pero difieren en los límites de su presencia en las clases. La realidad es que el porcentaje de estudiantes extranjeros se ha triplicado en los últimos 13 años: en 2006, las universidades de este país tenían a más de 12.000 alumnos no holandeses estudiando a tiempo completo, la cifra supera ahora los 48.500. Esto supone que la proporción con respecto a los holandeses aumentó del 6 al 16% en tan solo una década.

Internacionalizar sin perder la esencia holandesa

Este aumento es una ventaja para las propias universidades, que intentan competir entre sí en cuanto a cifras porque de estas depende la subvención que reciben del Gobierno cada año, según una investigación del Instituto Rathenau. El Ministerio de Educación les dedica una partida de los presupuestos para cada estudiante local y de la Unión Europea que forman, pero no hay subvención para los no comunitarios, que tienen que pagar una cantidad mucho mayor, calculada por la propia universidad y dependiendo de los costes de la formación. En medio de todo esto, el número de alumnos nacionales no aumenta, haciendo necesario atraer a jóvenes desde fuera de las fronteras para recibir más financiación. Eso solo es posible poniéndoles la alfombra roja: el inglés.

De Groot no aboga por una educación monolingüe, pero si advierte de que los estudiantes y los profesores deben estar obligados a aprender el idioma de los locales. “Durante décadas, el inglés ha sido el idioma dominante en la investigación en las universidades holandesas y la mayoría de los académicos dan por sentado este hecho y no se oponen a ello. Pero a lo que yo, y muchos otros, nos oponemos, es que el inglés haya remplazado también al holandés como idioma de instrucción, en el sentido de que los programas de grado se imparten en su totalidad en inglés, a pesar del hecho de que la ley holandesa de educación superior dicta lo contrario”, explica la catedrática.

A día de hoy, en Holanda, con un total de 290.000 estudiantes universitarios, el 76% de los programas de maestría y el 28% de los de licenciatura se imparten completamente en inglés, lo que los detractores del predominio de este idioma califican de “anglificación de la educación holandesa”.

La lógica de la Asociación Holandesa para una Mejor Educación (Beter Onderwijs Nederland, BON) es que el neerlandés, que no es precisamente el idioma más hablado del mundo, está condenado a una muerte anunciada si continúa perdiendo la batalla contra el inglés. “Si las universidades ya no escogen el holandés como idioma de instrucción, también hacen que el idioma sea irrelevante en las escuelas secundarias, ¿por qué debería aprender a hablar y escribir en holandés si en la universidad solo usaré el inglés? Lo que está sucediendo aquí es desastroso”, asegura Ad Verbrugge, presidente de la asociación.

Actualmente, el 76% de los programas de maestría y el 28% de los de licenciatura en Holanda se imparten completamente en inglés

La BON se llevó las manos a la cabeza después de que la Asociación de Universidades de Ciencias Aplicadas y la VSNU presentaran el año pasado una agenda de internacionalización de su educación, añadiendo más leña al fuego. “También nos aseguraremos de que los estudiantes extranjeros que quieran puedan participar en cursos gratuitos de neerlandés, para que aprendan el idioma y aumenten la posibilidad de que se puedan quedar y encontrar trabajo aquí”, afirma Pierik, en nombre de una asociación de diez universidades financiadas con fondos públicos, tres de ellas de educación especial y la Universidad Abierta de los Países Bajos.

La BON desafió esta internacionalización y trasladó el debate hasta los tribunales, denunciando a la propia Inspección de Educación por no actuar contra las universidades, especialmente las que ofrecen carreras técnicas, que “violan la ley al utilizar el inglés como idioma de instrucción sin una razón válida”. Esta asociación pide que se detengan las campañas de captación de estudiantes extranjeros y que se invierta este proceso amenazante a la educación académica de calidad.

“La ley estipula que las instituciones educativas deben promover las habilidades de expresión en holandés entre los estudiantes de habla holandesa, lo que no se puede hacer si se ofrece el curso en inglés. Esto también tiene consecuencias a largo alcance. Hay una degradación del lenguaje y una disminución en la capacidad de expresarse en holandés entre las personas que luego ocupan cargos importantes en la administración pública y el resto de la sociedad”, en palabras de Ad Verbrugge, profesor asociado de la Universidad Libre de Ámsterdam y promotor de la denuncia judicial.

Más inglés tiene “consecuencias indeseables” para De Groot, quien señala que los estudiantes holandeses “no desarrollarán el holandés a nivel académico y su idioma puede incluso deteriorarse durante los estudios” si no se ven en la necesidad de usarlo a diario para la investigación y el aprendizaje. “Peor aún… el holandés como lenguaje cultural y científico desaparecerá gradualmente, al igual que le está pasando a otras lenguas europeas, que corren el mismo riesgo de convertirse en lenguas de segunda categoría a causa de la continua anglificación”, alerta.

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Morir de éxito

Pero este país no solo atrae estudiantes extranjeros por ofrecer la enseñanza en inglés, también lo hace por la calidad de la educación que ofrecen sus universidades, más orientadas hacia el mundo laboral, siempre situadas entre los mejores rankings de Europa y del mundo y con unos precios asequibles tanto para grados (unos 2.000 euros para estudiantes europeos) como para másters (hasta 5.000 euros para comunitarios). Tres cuartas partes de los alumnos vienen de la UE, especialmente Alemania y de países del sur como España e Italia; los demás, del resto del mundo, registran un claro aumento de alumnos de Estados con economías emergentes, como India e Indonesia.

“Algunas de las preocupaciones que más se nos trasladan son la posibilidad de que el holandés académico esté en peligro y que los profesores neerlandeses no tengan realmente un nivel de inglés suficiente como para dar clase. Cuando presentamos nuestra agenda de internacionalización, nos comprometimos a que los profesores que enseñen en inglés necesitarán al menos un nivel avanzado C1 en ese idioma”, agrega Pierik. Considera que el miedo a la globalización en general se refleja también en el debate sobre el inglés en las universidades y recuerda que los cambios en el sistema financiero y el mercado laboral son una realidad a la que la sociedad holandesa se ha adaptado “bastante bien” y, a modo de ejemplo, señala que la economía neerlandesa es bastante “abierta e internacional, aunque no todo el mundo esté de acuerdo con ello”.

La calidad educativa no solo se ve comprometida por las pérdidas que sufre el idioma autóctono, ni por el nivel de inglés del profesorado. La gran cantidad de programas en inglés hace que crezca, entre los estudiantes internacionales, la popularidad de las universidades holandesas. “Esto ha llevado a un crecimiento de la población estudiantil no comparable al de su financiación”, advierte De Groot. Esta situación, agravada por la falta generalizada de vivienda, también ha hecho que muchos estudiantes extranjeros se vean obligados a renunciar a sus grados o masters al no encontrar alojamiento, y optan por volverse a su país.

Otros han elegido vivir en campings o albergues, incluso se ven en la tesitura de compartir una misma habitación con otros compañeros para poder terminar sus estudios. La búsqueda de una casa de estudiantes se ha tornado aún más difícil, tras ponerse de moda la etiqueta “No internationals” en los anuncios de alquiler: muchos no quieren buscar un nuevo compañero de piso cada pocos meses, el ir y venir de estudiantes no ofrece estabilidad a quien desea compartir su casa a cambio de un alquiler constante. La Fundación de Vivienda Estudiantil incluso recibió reportes de que los estudiantes dormían en el parque o en su coche, ante la dificultad de encontrar un hogar temporal.

Protesta de los estudiantes extranjeros en Groningen por la escasez de vivienda disponible para ellos. Foto: Jimmy Dijk

Limitar la oferta de plazas

Una de las propuestas sobre la mesa para atajar las consecuencias de “internacionalización” es la introducción de un “numerus fixus” para estudiantes de la UE en los programas en inglés. “No creo que esto sea una buena idea porque eso difiere en cada carrera, perspectiva de trabajo y estudiante. Lo que necesitamos como universidades es un rango más amplio de herramientas para equilibrar el flujo de estudiantes internacionales”, dice el portavoz de la VSNU, que considera que rechazar estudiantes extranjeros dará “una mala imagen” al país. Esta opción, tener un número límite de estudiantes, significa que se restringe el acceso a ciertos programas y los alumnos son seleccionados según su nota, motivación y currículo. En el actual curso académico, hay 105 programas con ese umbral, especialmente en medicina, odontología, enfermería, fisioterapia, criminología y psicología.

Pero no todos están de acuerdo con Pierik. A finales de febrero, los alumnos holandeses de la Universidad de Groninga se manifestaron contra la escasez de salas, la falta de espacio de estudio, el abarrotamiento de los lugares de conferencias, y señalaron la gran cantidad de estudiantes extranjeros como una de las principales causas de los problemas. “Está bien que vengan más estudiantes, pero eso debería ser más gradual. El crecimiento pone demasiada presión sobre la capacidad de la universidad. Necesitamos más espacio primero. Tal vez un numerus fixus es una idea para algunos programas», señalo Luuk Verbakel, uno de los cuatro iniciadores de la protesta. En su campus se está construyendo ya un tercer edificio y se planea contratar a 200 empleados más de cara al próximo curso.

Este debate entre profesores, estudiantes y administradores no ha hecho más que empezar, aunque lleve ya tres años sobre la mesa. En junio, la ministra de Educación, Cultura y Ciencia, Ingrid van Engelshoven, presentará un informe con su visión sobre la internacionalización de los estudios superiores. La Inspección de Educación está llevando a cabo una investigación sobre esta cuestión y está examinando la política lingüística de las facultades del país. La Universidad de Twente, con un 40% de alumnos extranjeros y un 30% de personal no holandés, se defiende de las críticas: “A la hora de decidir el idioma de instrucción, aplicamos con cuidado la legislación a cada uno de nuestros cursos”, afirmó ante la denuncia.

Aunque al final parece que todo se resume a una cuestión de dinero. “Estamos convencidos del valor agregado de la internacionalización para la calidad de nuestra educación e investigación. Solo de esta manera, los Países Bajos pueden ser una economía de conocimiento que tenga importancia internacional”, afirma la Universidad de Maastricht, que cuenta con un 52% de estudiantes y un 40% de personal que provienen de fuera. Los estudiantes pagan unos 2000 euros al año en concepto de tasas de matrícula, y la universidad recibe como subsidio gubernamental un promedio de 14.300 euros por cada estudiante en Holanda. Lo que preocupa es que esta cantidad, que incluye dinero para la investigación académica, ha disminuido: en el año 2000, recibían 19.500 euros por alumno.

La otra cara de la moneda es que los estudiantes extranjeros son inversión. Se estima que el 40% de los estudiantes internacionales que se gradúan en Holanda siguen viviendo en el país cinco años después de su llegada, alrededor del 30% continúan después de diez años, y un 25% se quedan aquí el resto de su vida. Según Nuffic, la organización holandesa para la internacionalización de la educación, la ganancia del cerebro de los alumnos extranjeros contribuye anualmente con alrededor de 1570 millones de euros a la economía holandesa. Los detractores del inglés creen que no vale la pena y que eso es menos de lo que el Estado gasta en su formación. Al final, lo decidirá la Justicia, el Gobierno, el debate social o, quizás, las arcas del Estado.