Cada año, más de tres  millones de holandeses empaquetan sus enseres y salen en busca de una experiencia vacacional tan integrada en la cultura holandesa como la bicicleta o el arenque. El camping es una forma de turismo que llegó a Holanda hace más de un siglo y que ha sido capaz de seguir conectando con los holandeses pese al paso del tiempo y a los cambios sociales. Descubrimos el origen de la cultura del camping en los Países Bajos y los verdaderos motivos por los cuales los neerlandeses adoran acampar.

Con la llegada del periodo vacacional, las carreteras de Europa se llenan de vehículos de matrícula amarilla que, remolcando una caravana o con el maletero lleno, se dirigen hacia el sur para pasar una o varias semanas de camping en familia. Según datos de la ANWB, la organización holandesa para el Turismo y el Tráfico, la cuarta parte de los campistas de Europa proceden de los Países Bajos, y sólo los países nórdicos y Luxemburgo superan en interés por el camping a los habitantes de Holanda. Francia, Alemania, Italia y España son los destinos favoritos de los campistas holandeses que, según datos del Instituto Nacional de Estadística español (INE), suponen el principal mercado extranjero de camping al sur de los Pirineos. Pero los holandeses no necesitan traspasar sus fronteras para ir de acampada: disponen de más de 3.000 campings repartidos por el país, una cifra nada baladí teniendo en cuenta la reducida superficie de las “tierras bajas”. Las regiones  que anualmente reciben más campistas son Zeeland y Gerderland. Precisamente ahí, en la localidad de Vierhouten, se instaló en 1925 el primer camping del país.

Múltiples experiencias por poco dinero

¿Cuáles son las causas de tal éxito? Para Jan Kuiper, presidente del Club Holandés de Turistas Campistas (NTKC), el  más antiguo del país, “una de las principales motivaciones de la gente para ir de camping es porque es barato. La idea de gastar lo menos posible y a la vez obtener la mejor experiencia es algo que está muy presente en la cultura holandesa”. Según Kuiper, la tradicional austeridad calvinista pudo favorecer el arraigo del camping como actividad de ocio. “No gastes demasiado dinero” añade, “no te excedas…sí, es algo muy holandés”. Esa misma asequibilidad fue la que permitió a diversas generaciones de holandeses acceder por primera vez a unas vacaciones. “Aún hoy, la gente mayor de nuestro club recuerda que empezaron haciendo camping porque era lo único que podían asumir económicamente. Creo que esa idea, la de crear un club muy barato, fue brillante, porque permitió a mucha gente conocer el camping”, explica Kuiper, quien asegura que el papel de los clubs fue fundamental para que muchos holandeses “pudieran disfrutar de sus propias vacaciones, no con la iglesia, no mediante caridad, sino de una manera particular y asequible; para que se pudieran sentir libres y tener su propio espacio con su familia”. Goof Lukken, profesor de la escuela de Turismo de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Breda (NHTV), apunta otras dos posibles razones: la búsqueda del contacto con la naturaleza y un entorno especialmente favorable a la socialización. “Para las familias con niños, resulta muy atractivo el aspecto social de un camping. Si tus hijos buscan otros niños con los que jugar, va a ser fácil que los encuentren porque siempre hay gente cerca. Es sencillo establecer un contacto con los vecinos, hablar con ellos”, explica Lukken.

El hecho de que en un país tan pequeño como éste, el tres por ciento de su superficie esté catalogada como Parque Nacional, evidencia la importancia que la naturaleza y el paisaje tienen para Holanda. “En algunos parques naturales hay zonas de acampada muy protegidas donde puedes volver a vivir la experiencia originaria del camping: estar en contacto con la naturaleza y ser uno con ella”, explica Lukken. Eso es precisamente lo que buscan algunos campistas holandeses: volver a la esencia del camping y disfrutar de espacios vírgenes, sin instalaciones de ningún tipo. Otros, en cambio, prefieren vivir experiencias más lujosas y apuestan por instalaciones con wifi, piscina o actividades lúdicas. Todos van de camping, pero cada uno a su manera. Para Jan Kuiper, ahí reside precisamente la clave del éxito: en la flexibilidad que ofrece el camping. “Puedes elegir lo que realmente quieres: hay una gran variedad de oferta para campistas. Y la libertad a la hora de tomar decisiones es algo muy importante para los holandeses”.

Según Kuiper, las pequeñas dimensiones del país y la accesibilidad por tren, coche o bicicleta, han podido ser también un factor determinante. “Hay mucha gente en Holanda a la que le gusta pasar tres o cuatro noches en un sitio, y después moverse en tren o en bicicleta a otro lugar. Además, es un país plano y tiene un clima relativamente bueno para acampar… ¡aceptando la lluvia, claro!”. Nada que una buena hoguera no pueda arreglar.

Cocinar y reunirse alrededor de una hoguera, un ideal romántico entre los campistas holandeses. Foto: Snufkin (Pixabay)

Cocinar y reunirse alrededor de una hoguera, un ideal romántico entre los campistas holandeses. Foto: Snufkin (Pixabay)

Holanda y el camping: ¿una relación con futuro?

Después de años de contracción, parece que hoy el mercado del campismo holandés puede volver a mirar al futuro con optimismo. “La crisis hizo que el camping recuperara protagonismo”, apunta Goof Lukken, “y ahora, los campings han empezado a reinventarse”. Especializado en turismo y tiempo libre, Lukken destaca una nueva tendencia: el glamping. Este neologismo que aúna las palabras “camping” y “glamour” hace referencia a aquellos planes de ocio en contacto con la naturaleza pero que ofrecen comodidades tradicionalmente asociadas a un hotel. “Actualmente vemos que la gente prefiere llegar a los sitios y alquilar tiendas que ya están montadas. Porqu siguen queriendo buscar ese contacto con la naturaleza y poder salir al exterior, pero de una forma más cómoda”. Para Lukken, “ese proceso de reinvención y de nuevas experiencias es lo que está haciendo que los campings sean una tendencia de nuevo”.

Respecto a la reciente proliferación de las “campers” o autocaravanas en el mercado holandés, desde el NTKC, Kuiper considera que no se trata de una nueva moda entre los campistas holandeses, sino de una consecuencia del envejecimiento de la sociedad: “gran parte de nuestra población está jubilada y tiene ahorros. Nuestro sistema de pensiones es muy bueno, así que la gente que no tiene que trabajar y tiene  dinero se lo gasta en una camper. Son muy populares entre la gente mayor, porque ellos tienen tiempo para viajar. Si un holandés se compra una autocaravana no quiere usarla sólo unas semanas al año: quiere estar viajando permanentemente. Y eso es lo que hacen estas personas. Viajan en clubs, con amigos, y les resulta más cómodo por su edad”.

Sea como sea, ambos se mantienen optimistas en lo que al futuro se refiere. “Yo creo que el camping seguirá siendo popular en Holanda en los próximos años. Y la variedad será la clave del éxito” concluye Lukken.

Porche de una de las tiendas de Boerenbed, que ofrece glamping en Holanda y otros países de Europa © Boerenbed

Porche de una de las tiendas de Boerenbed, que ofrece glamping en Holanda y otros países de Europa © Boerenbed

Cien años de camping en Holanda: una historia “con estilo”

La historia contemporánea de los Países Bajos podría narrarse a través de su relación con el camping. A principios del siglo XX, Holanda observaba de reojo a su vecino Reino Unido, la gran potencia industrial y mercantil europea, tratando de aprender de ella. Fue allí, durante una estancia de formación, donde el amsterdamés Carl Dening, –fundador de la conocida tienda homónima de productos de acampada–, descubrió el camping: una moda que había empezado a cuajar entre las élites británicas. En 1912, Dening regresó a los Países Bajos y, basándose en la experiencia inglesa, fundó el Nederlandse Touristen Kampeer Club (NTKC) mientras empezaba a experimentar en su sastrería con la confección de tiendas de campaña. Inicialmente, su proyecto sólo atrajo a jóvenes varones ricos como él: eran los únicos con tiempo libre para perder, dinero para invertir y osadía para enfrentarse al recelo social que generaba la nueva afición. En los pueblos, la acampada se juzgaba como un “comportamiento impropio” y los propietarios de los terrenos exigían pruebas de “buena conducta” a quienes quisieran hacer noche en sus fincas. Pero con la proliferación de los clubs de camping, la pujante industrialización y a la conquista de pequeños espacios de tiempo libre por parte de los obreros, el fenómeno del camping siguió propagándose.

En los albores de la segunda Guerra Mundial, un nuevo actor apareció en escena. La ANWB (el “Real Club Turístico Holandés”) tomó la riendas del campismo holandés, proponiéndose sistematizar el fenómeno. Y lo consiguió. Entre 1939 y 1942, desarrolló las tarjetas de identificación de campistas, lanzó el primer número de la revista Kampeer & Caravan Kampioen –que hoy, con sus 75 años de historia, es la mayor revista especializada en camping de Europa, con 354.000 suscriptores mensuales –, y organizó el primer “curso de camping”, bajo la recelosa vigilancia de las fuerzas de ocupación nazis, que permitieron los talleres con la condición de que nadie se quedara a dormir en las tiendas.

​La posguerra trajo pobreza pero también tiendas de campaña baratas fruto de los excedentes de la guerra. Ahí empezó la expansión definitiva. Con tiendas para todos y una población con necesidad de sentirse libre, la acampada se convirtió en la síntesis de la felicidad. La ANWB, convertida ya en entidad de referencia, se puso manos a la obra y empezó a organizar anualmente sus cursos de “camping con estilo” (Stijlvol kamperen) donde, no sólo se enseñaban técnicas para acampar en condiciones difíciles, sino también normas de elegancia y buena educación: ofrecer ayuda al vecino a la hora de montar su tienda; no dejar basura o fuegos encendidos, o no apoyar recipientes calientes sobre la hierba para no quemarla. Una vez superado el curso, el alumno recibía un “pasaporte de acampada” que le acreditaba como “buen campista”. Entre 1948 y 1974 –año de su última edición–, miles de campistas holandeses acudieron anualmente a la cita en la finca que la ANWB tenía en Ommen, conocida como “Anna’s Hoeve”. Todos, huyendo de la creciente presión de la ciudad. Todos, buscando reencontrarse con la naturaleza.

Pero en los años 60, el creciente espíritu anti-autoritario empezó a cuestionar unos cursos de aroma antiguo, condescendiente e innecesario. Para las nuevas generaciones, acampar, una actividad asociada a la libertad y a la naturaleza, no podía tener normas. Desde entonces, cada generación de holandeses ha ido creando su propia relación con el camping en función de la tecnología y de los cambios sociales. Hoy, los jóvenes asocian la tienda de campaña a los festivales de música de verano o incluso a eventos de acampada itinerantes, como los que se organizan en los parques de las principales ciudades del país.

Una pareja de campistas holandeses de principios del siglo XX. © Archivo del NTKC

Una pareja de campistas holandeses de principios del siglo XX. © Archivo del NTKC