A menudo, cuando alguien llega a vivir a Róterdam desde una ciudad menos diversa, descubre países nuevos. Si la diversidad de rasgos y acentos de su población no es pista suficiente, la comida no deja lugar a dudas. Siempre la puerta de entrada más asequible a otras culturas, llena de color, olor y sabor es la oferta gastronómica de la ciudad del Mosa.

En el caso de la cocina indo, la cultura culinaria de este pueblo originario de Indonesia pero caracterizado por su ascendencia euroasiática trasciende las fronteras del tiempo y de los estados. Su llegada a Países Bajos se produjo a mediados del siglo XX, tras la independencia y descolonización de las Indias Orientales. Tal y como sugieren sus raíces, los platos que conforman su gastronomía están fuertemente influidos por la cocina tradicional holandesa y por los sabores de Indonesia, que en algunos casos se han integrado en el recetario clásico de la antigua metrópoli.

Dejando la historia para otro momento, Ap Halen es el establecimiento que da lugar a tanta explicación. A medio camino entre el takeaway y el restaurante, el término casa de comidas le queda perfecto.

Aquí el menú sobra, ya que Albert y Marjolein, la pareja que regenta Ap Halen, cocina varios platos diferentes de martes a sábado. Se puede elegir el tamaño del plato y también se pueden acomodar algo a las preferencias sobre los diferentes guisos, carnes, pescados u opciones vegetarianas que haya disponibles.

Siempre acompañados por arroz, dependiendo del día podremos encontrar platos como albóndigas de ternera, caballa ahumada, o estofados de carne o verdura. En nuestra primera visita, probamos cuatro guisos. Por un lado, el sojur lodeh, que incluye tofu y verduras como el maíz baby o el bambú (entre otras), preparadas en leche de coco. La segunda opción vegetariana, el sambal goreng tomaat, consiste en tomate pochado con un toque picante, pero sin duda adaptado al paladar de la clientela, seguramente más sensible al chile que las gentes del trópico. Además de lo anterior, nos encantó el frikadel pan, exclusivo de la cocina indo. Recuerda tanto a una hamburguesa como a un pastel de carne, pero lleva carga extra de sabor gracias a una condimentación generosa.

Plato con sambal goreng tomaat, rendang, sojur lodeh y frikadel pan, en el sentido de las agujas del reloj, servidos sobre arroz. El pan de gambas es casero. Foto: Alberto Arnaldo


Otro de los platos más conocidos de Indonesia, el rendang, también estuvo presente. De acuerdo a la receta tradicional (la de Ap Halen queda para otra ocasión, pero se debe de parecer) este guiso de ternera requiere paciencia: tras mezclar la carne con jengibre, chile, cúrcuma, hierba de limón, ajo, cebolla y leche de coco, se deja cocinando durante horas hasta que todo el líquido se evapora. El resultado merece la espera.

En una segunda visita, esta vez para llevar, nos sorprendimos especialmente con el pepsan ikan, caballa recubierta de especias y de sambal (salsa picante) preparada al horno, en papillote.

Los sabores, la comida casera y la experiencia cercana al visitar Ap Halen se entienden al observar durante cinco minutos a sus dueños mientras trabajan. Hablando con ellos se profundiza: Albert, cuyos padres llegaron a Róterdam procedentes de Indonesia y es guionista de profesión, cuenta que se decidió a emprender la aventura que supone una casa de comidas junto a Marjolein ante la falta de oportunidades en su sector. La curiosidad, tanto en lo personal como en lo que a recetas respecta, puede encontrar más respuestas en Mixtie, libro publicado por Albert y que seguramente estará en alguna mesa.

Interior de la casa de comidas Ap Halen, en Róterdam. foto: Alberto Arnaldo

Pistas:

Precio por plato: 10,75 euros el grande, 8,75 euros el mediano y 6,75 euros el pequeño

Los grupos de más de 5 personas van a tenerlo complicado, ya que sólo hay una mesa grande para compartir, y un banco. No se sirve alcohol, pero en caso de querer tomar algo antes (para hacer tiempo por si estuviera lleno, que a pesar del ir y venir de gente nunca nos ha pasado) o después, De Pilgrim está a muy pocos pasos, y fabrican su propia cerveza. Excusa perfecta, junto con Ap Halen, para pasar el día en Delfshaven: un antiguo distrito portuario desde donde zarparon algunos de los primeros colonos europeos hacia los Estados Unidos. Hoy en día es un barrio muy pintoresco y agradable, por ser de los pocos que se mantuvieron en pie tras la guerra.