Tras más de 35 años de experiencia, Annelies Vermeij-van den Berg deja atrás el período más estresante y difícil de su vida laboral. Es enfermera en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital universitario de Leiden (LUMC), y desde mediados de marzo ha estado tratando a enfermos de covid-19, los primeros, trasladados de la región de Brabante. Confiesa que, si bien se ha sentido apoyada en todo momento por la dirección del hospital, la escasez de enfermeros intensivistas se ha hecho más patente que nunca, en un país donde el número de camas de UCI por cada 100.000 habitantes está muy por debajo de la media europea (6,4 en Países Bajos frente a 11,5 en la UE). El tamaño de su unidad se duplicó durante los pasados dos meses, por lo que no fue necesario rechazar a pacientes. Annelies añade otra razón para explicar esta capacidad hospitalaria: muchos de los enfermos de coronavirus, mayores de 80 años, fallecieron sin pasar por la UCI. Por decisión propia.

¿Desde cuándo es usted enfermera de UCI y cuál es su rutina semanal?

Empecé a trabajar como enfermera en 1983 y posteriormente me formé para trabajar en Cuidados Intensivos, donde comencé en 1992, en la unidad del LUMC. Era una especialización muy nueva. Mi horario es de 28 horas por semana, en todos los turnos, según la semana puede ser el nocturno o el diurno, entre semana o el fin de semana. Antes de la pandemia teníamos nuestros turnos para el verano ya cerrados desde febrero, pero ahora lo sabemos sólo con tres semanas de antelación. Cuando no estoy en la UCI trabajo para Eurocross en la repatriación de pacientes de Países Bajos e Irlanda desde todos los países del mundo, incluido España, un país al que le tengo mucho cariño.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

Lo que más me gusta es acompañar a mis pacientes, cuidarlos y tratar de ayudar a sus familiares en circunstancias traumáticas como las que se nos presentan. Me sigue gustando el reto tan grande que es para una enfermera trabajar en esta unidad. En una UCI la gravedad de nuestros pacientes hace que tengamos que estar muy pendientes de ellos constantemente, y que sepamos reaccionar bien y a tiempo cuando sea necesario. En otras plantas la labor de las enfermeras es esencial también pero normalmente la vida del paciente no corre peligro, no depende de un monitor.

Por el contrario usted debe de entablar menos relación, menos comunicación, con sus pacientes…

Sí, en la mayor parte de los casos están sedados y no podemos hablar con ellos. Pero sí con su familia, algo que en mi unidad es muy importante porque la preocupación de los familiares es muy grande. Además, muchos de nuestros pacientes pasan bastante tiempo en la UCI, con respiración asistida, y cuando despiertan y deben volver a respirar por sí mismos, nuestra comunicación con ellos, asistirlos y hablarles, es fundamental.

Al contrario de lo que pueda parecer, las relaciones humanas son muy intensas en Cuidados Intensivos y eso es uno de los aspectos que más me atrae, y que ahora con la covid-19 se ha perdido.

Annelies Vermeij- Van den Berg, en un momento de la entrevista en su casa. Foto: Alicia Fernández Solla


¿Qué régimen de visitas tienen sus pacientes?

En circunstancias normales pueden recibir visitas de 11 a 1 y de 4 a 8 y si empeoran pueden ser visitados por un familiar en todo momento y sin horarios. Sólo tienen que desinfectarse las manos antes de entrar pero no hace falta que lleven mascarilla ni ningún otro tipo de protección. Tenemos a dos pacientes por habitación. Para los sospechosos de covid la situación es totalmente distinta, ya que no pueden recibir visitas y nosotras debemos ponernos toda la protección para tratarlos.

¿Se forman ustedes para relacionarse y comunicarse bien con la familia?

Sí, nos forman durante la especialización pero realmente depende de cada enfermera, de su carácter y de lo que le salga. Algunas son muy buenas con el aparataje y el aspecto técnico y otras, como yo, prefieren el lado más humano. Para mí es fundamental que la familia acompañe al paciente en este proceso, pero también hay que estar pendientes de que los visitantes se comporten con tranquilidad, que no entren y salgan sin parar, y para eso hay que explicarles todo muy bien. Esto es lo que peor llevo de la situación actual, que nuestros pacientes de covid-19 no puedan recibir ni una visita, me parece horrible, tremendo. La semana pasada pudieron recibirla por primera vez pacientes que llevaban 40 días en la UCI. Y sólo cuando sabemos que van a fallecer se permite a dos familiares que entren a despedirse. Sin duda es mejor que no poder pasar, pero sigue siendo una situación durísima, a muchos les resulta imposible mantener puestas las gafas de protección porque no pueden evitar el llanto. Y, ¿quién se queda fuera? No tiene nada que ver con el trato al resto de pacientes. Siempre he sentido que mi trabajo es el mejor del mundo pero en los últimos meses ha empeorado mucho: de esta manera no querría seguir siendo enfermera de UCI por mucho tiempo más.

«Sólo cuando sabemos que van a fallecer se permite a dos familiares que entren a despedirse. Sin duda es mejor que no poder pasar, pero sigue siendo una situación durísima, ¿quién se queda fuera?»


¿Cómo empezó esta crisis del coronavirus en su UCI?

El 12 de marzo recibimos el primer paciente trasladado de Brabante, y dos días después eran 12. Entonces se decidió llamar a más personal para aumentar el número de camas, enfermeras jubiladas, colegas de otras unidades, anestesistas, etc. Y rápidamente se logró pasar de 22 a 48 camas y aumentar el personal. Normalmente somos unos 80 enfermeros de Cuidados Intensivos en el hospital. Desde mediados de marzo hasta finales de abril hemos vivido una situación sin precedentes, la más estresante de mi vida profesional, sin duda.

¿Cómo es la relación con los pacientes de covid-19?

Son pacientes que pasan más tiempo ingresados que la media. Y una estancia prolongada en la UCI tiene un impacto enorme en el paciente: su aspecto va cambiando, se les hincha el rostro por la retención de líquidos, padecen escaras o úlceras de decúbito por pasar tanto tiempo encamados… Así que les pedimos a los familiares que nos envíen una foto de él o ella, que ponemos a los pies de su cama, y que rellenen un cuestionario con preguntas sobre su vida, para conocerlos mejor. Si tienen hijos o nietos, qué hobbies tienen, a qué se dedican, y todo tipo de información que en otros casos obtenemos a través de la familia. A los familiares les llamamos tres veces al día, dos nosotras y otra vez el médico. En Holanda somos muy directos y siempre queremos decirles toda la verdad, aunque a menudo por teléfono no es nada fácil. Algunos nos piden no contarles todo, suelen ser familias extranjeras a las que les parece demasiado fuerte oír sin rodeos que no va bien…es mucho peor no poder hablar con ellos en persona.

Y respecto del paciente, lo más difícil es cuando le decimos que tenemos que intubarle. Se ponen muy nerviosos porque han oído en la prensa y por todas partes que mucha gente se muere de covid.

¿Ha tenido usted miedo a contagiarse?

Una vez. Sinceramente al principio pensé que esta enfermedad no tenía por qué afectarme de forma grave. Escuchábamos y leíamos que las víctimas eran sobre todo personas mayores de 70 años con otras patologías y ni yo ni mi marido, quien también trabaja en el hospital, formamos parte de ese grupo. Hasta que ingresó en la UCI un señor de 59 años, casi de mi edad, con gota como única patología. Estaba muy nervioso antes de intubarle, él veía que a su lado había otro paciente que estaba muy grave, así que me levanté las gafas de protección, para que viera mis ojos, le tomé la mano y le dije “soy Annelies, todo va a ir bien, no se preocupe”. Es todo tan anónimo con los pacientes de covid…con toda la protección que llevamos apenas nos reconocen a las enfermeras. Este paciente de 59 años sigue intubado, después de más de un mes, y en cambio su compañero de habitación ha salido adelante y ya ha recibido el alta. Esta fue la primera vez que vi lo peligrosa que es esta enfermedad, cómo puede provocar que alguien sano se ponga tan grave tan rápidamente.

Annelies, a la izquierda, con dos de sus compañeras, vestidas con la protección para tratar a enfermos de covid-19.

¿En qué difiere el tratamiento y cuidado de pacientes de covid-19 respecto de otros pacientes?

Nuestra labor es muy distinta. Normalmente el tratamiento de los pacientes de UCI es muy diferente entre sí, cada uno requiere una medicación o cuidado específico y estamos acostumbradas a intervenir bastante. Con los de covid-19 no es así. En estos casos se nos informa únicamente de las particularidades de cada uno, si tiene fiebre, cuando hay que rotarlo, y poco más, ya sólo queda esperar. En algunas ocasiones desarrollan complicaciones como embolia pulmonar o trombosis pero si esto no ocurre, no hay mucho que podamos hacer por ellos. Más allá del cuidado al paciente, nuestro trabajo con ellos también es muy distinto, por toda la protección que debemos llevar, que cansa mucho, y porque no podemos tener relación entre los compañeros. Es solitario y estresante a la vez. Durante las semanas del pico, sólo sabíamos donde nos tocaba trabajar ese día en el momento en que llegábamos, algo que no pasa habitualmente, cuando solemos tratar a los mismos pacientes desde que ingresan hasta que reciben el alta. También es muy duro cuando tenemos que decir a los familiares que sólo pueden pasar dos a despedirse, debemos ser inflexibles en esto, pero es horrible ver cómo se miran entre ellos para ver quién entra y quién no. Si el paciente tiene dos o tres hijos, ¿qué haces?

¿Se ha sentido usted apoyada y protegida por la dirección del hospital?

Sí, en todo este tiempo hemos tenido todo el apoyo necesario y el hospital ha hecho todo lo posible por hacernos la situación más llevadera. En ningún momento hemos tenido que tratar a más pacientes de los que podemos cada uno. Antes de la pandemia, todo el personal de enfermería de UCI teníamos una hora de formación tres días por semana. Estos últimos meses, en lugar de la formación, hemos tenido sesiones con un psicólogo que, junto a nuestro supervisor, nos preguntaba qué tal íbamos, qué había sido lo más complicado aquél día y cómo podíamos mejorar. Además, la pareja de una compañera es profesor de yoga y con él también hacíamos ejercicios sentados para ayudar a relajarnos antes de volver a casa.

Foto: Alicia Fernández Solla


¿Con qué otros mecanismos ha contado usted para sobrellevar esta situación?

Me ha ayudado mucho el buen tiempo que hemos tenido. Salir del hospital, disfrutar del sol y trabajar con las plantas del jardín, las manos en la tierra es una buena terapia para mí. Mi suegra ha fallecido este mes por lo que poder tener estos momentos de evasión ha sido muy importante. Porque en este caso desconectar del trabajo ha sido casi imposible, con todas las noticias y las medidas del confinamiento, todo el mundo estaba muy afectado.. Al principio me asusté pensando que si esto iba a durar mucho, mi trabajo se iba a convertir en esta asistencia de urgencia, estresante y anónima. Dejar de ver a mis compañeros a los que conozco desde hace más de veinte años, rebajar la calidad de nuestro trabajo, cometer errores por estar sobrepasados…me angustiaba mucho. Y por mis hijos también he estado muy preocupada.

Países Bajos es uno de los países de la UE con el menor número de camas de UCI y la escasez de enfermeros especialistas como usted es un problema recurrente. ¿A qué cree que se debe esto?

En mi profesión siempre faltan enfermeros, en nuestro hospital hay vacantes permanentemente. Somos 80 enfermeros en Cuidados Intensivos, dos tercios mujeres y la mayoría trabajamos a tiempo parcial. Quizás la razón por la que falta personal es por lo demandante que es nuestro trabajo: no hay tantos jóvenes que ahora se presten a trabajar en horarios distintos constantemente, y el salario no es tan alto. Yo tuve la suerte de contar con una guardería muy flexible, donde mis hijos podían ir cada día pocas horas e incluso los sábados. Ahora esto no es tan fácil porque creo que las guarderías no son tan flexibles y son mucho más caras que antes.

Cuando escuché en una de las últimas ruedas de prensa al ministro de Economía decir que no se preocupasen los autónomos y empresarios que el país tenía los bolsillos llenos, me indignó mucho, como al resto de mis compañeros. Llevamos años quejándonos para que mejoren la calidad de nuestro trabajo, para que se forme a más enfermeros de UCI, para que nos suban el sueldo. Pero nada, entonces nos decían que no había dinero. Los enfermeros somos vocacionales, no hacemos esto por dinero. Pero cuando esto pase y si las condiciones no mejoran, estoy segura de que habrá muchos que preferirán dedicarse a otra cosa. Nuestro trabajo debe ser más atractivo porque para hacer frente a futuras crisis necesitamos ser más en la UCI, de eso no hay duda.

Annelies es una amante de España, país al que va cada año tanto por trabajo como de vacaciones. Foto: Alicia Fernández Solla


Ha habido mucha polémica sobre que en Holanda muchos enfermos de Covid mayores de 80 años han fallecido fuera del hospital. ¿Qué opina usted?

Debo decir que ya desde antes de la pandemia, la edad media de los pacientes que ingresan en UCI ha ido subiendo poco a poco. Antes no era nada habitual tener personas de 80 y tantos o 90 años, pero ahora sí: si el médico considera que podrá soportar el ingreso en UCI, porque su corazón está sano y es una persona fuerte para su edad, pasan por nuestra unidad como el resto. Nunca se ha rechazado el ingreso a los enfermos graves por su edad, ni antes ni ahora. En el caso de la Covid lo que cambia es que ya desde que van al médico de cabecera, se les pregunta si en caso de empeorar querrían ser intubados. Se les informa de lo que conlleva un ingreso en UCI y muchos de ellos, todos personas mayores, deciden que no se les ingrese. Por eso creo que aquí no hemos vivido las situaciones dramáticas de otros países donde los médicos de UCI han tenido que elegir a quién le ponen el respirador y a quién no. Ahora nuestro trabajo se ha dado a conocer más, y está bien, porque desmiente creencias como que en la UCI la gente se pasa un par de días y salen sin secuelas. En el caso de esta enfermedad desde luego que no es así. Y en general, en Holanda se tiene muy en cuenta la calidad de vida y el no prolongarla si es inútil. Una prueba de ello es que apenas tenemos pacientes que permanecen en coma durante años, sencillamente no pasa. Los médicos no ven inconveniente en decir cuándo un tratamiento es inútil, y la familia suele estar dispuesta a pararlo.

Ahí está la pregunta del millón, ¿cuándo deja de ser útil un tratamiento que prolonga la vida?

Cuando así lo decida la persona en cuestión, por eso es importante preguntarle. En casos como el de un enfermo en coma en los que no es posible preguntar, conviene saberlo antes. Si me pasara a mí, diría sin lugar a dudas que no deseo prolongar mi vida innecesariamente. Lo digo ya, a mis 50 y tantos: he tenido una vida maravillosa, así está bien.

Esta entrevista tuvo lugar hace dos semanas, cuando la Unidades de Cuidados Intensivos seguían sobredimensionadas si bien la ocupación de enfermos de covid-19 iba descendiendo cada día. Actualmente todas ellas han vuelto a la actividad normal, lo que ha permitido ampliar el régimen de visitas para estos enfermos y reducir el estrés entre los sanitarios.