A nadie se le escapa del recuerdo las escenas en las que un grupo de jóvenes viven en una casa atestada de cámaras donde, durante meses, se exponen a las miradas de millones de espectadores. Gran Hermano nació en Holanda en 1999 y poco después se convirtió en un fenómeno de masas en más de setenta países. Su creador, John de Mol, es el Rupert Murdoch neerlandés: un magnate que acaba de sumar a su imperio mediático la Agencia Nacional de Noticias holandesa (ANP) con 85 años de historia. Su olfato empresarial mezclado con el aperturismo en los medios holandeses durante los años noventa y la pasión por el entretenimiento barato, son los tres ingredientes que dieron lugar al nacimiento de la telerrealidad en Holanda, y que desde Hilversum, se exportó al resto del mundo. Hoy, a pesar de seguir siendo líderes de audiencia, los realities ya no captan tantos espectadores, quizás porque, tal y como afirman algunos expertos a Gaceta Holandesa, Gran Hermano ha sobrepasado las pantallas y ya no hace falta engancharse a la tele para saber lo que es vivir bajo la atenta mirada de las cámaras. Basta con salir a la calle.

​“El amor es para los españoles una cosa seria, que no se puede tomar a la ligera” escribe la investigadora en cultura mediática de la Universidad de Ámsterdam, Joke Hermes, en el libro Hollywood op Straat. Su comentario hace referencia a cómo, en 1993, la compañía de John de Mol tuvo que adaptar su programa Lo que necesitas es Amor, a los rasgos culturales de España. Y es que mientras en Holanda se emitía una vez a la semana durante una hora, para el público español el tiempo de emisión se amplió a dos horas y media semanales. En Argentina hubo que emitirlo a diario, durante una hora. Mientras que los españoles y los italianos daban por hecho que las historias acabarían bien y que el enamorado no sería rechazado, en otros países como Portugal el programa podía incluir participantes a los que su pareja le dejaba plantado, ya que al público le gustaba ver que en cuestiones amorosas no siempre se sale uno con la suya. En Finlandia no era de buen gusto que la pareja se besara ante las cámaras, por lo que se daban un cariñoso apretón de manos. Los holandeses no lograron exportar el programa a Estados Unidos, donde lo encontraban demasiado explícito y en Gran Bretaña la emisión duró poco tiempo. Estaba claro que a todos les gustaba un programa así, donde desconocidos subían al escenario y hablaban abiertamente de su vida privada, pero en cuanto al amor, las diferencias culturales jugaban un papel esencial. Para John de Mol este fue el entrenamiento previo al lanzamiento de Gran Hermano, la prueba de que colar la cámara en la vida privada de la gente podía funcionar. Lo que necesitas es Amor se sigue emitiendo en Holanda y su presentador Robert ten Brink lo lidera desde hace 25 años.

Fragmento de la edición española de Lo que necesitas es Amor de 1993.

A la derecha, la versión holandesa en 2017

 

La factoría imparable

Según indican los índices de audiencia de 2017, excluyendo los deportes, el programa más visto el pasado año en Holanda fue Boer zoekt Vrouw (Granjero busca esposa), un reality de origen británico donde granjeros holandeses en distintos lugares del mundo pelean por llevarse una esposa a casa. En su día grande, el pasado 3 de marzo, obtuvo una cuota de pantalla del 48% con cerca de cuatro millones y medio de espectadores. Entre los diez programas más vistos en la parrilla televisiva, cuatro son de telerrealidad. Según la institución oficial de registro de audiencias SKO, este formato barre en internet con los programas Boer zoekt vrouw, Temptation Island y Expeditie Robinson liderando la lista. Algo más abajo del ránking, en el puesto 13, empiezan a aparecer los programas made in Holland, productos del nuevo holding de John de Mol, Talpa Media. La Voz en todas sus versiones, es el que más éxito acapara. En él, los concursantes deben demostrar sus dotes como cantantes ante un jurado compuesto por artistas de renombre. Creado en 2010, De Mol lo ha vendido a cadenas de televisión de los cinco continentes, está presente en 180 países, y ha cosechado cuatro premios Emmy. Es, sin duda, el buque insignia de la compañía. De cerca le sigue Dance, Dance, Dance, el mismo concepto en versión de baile y más allá de los cien primeros se encuentra Utopia, una apuesta por el reality al más puro estilo Gran Hermano, donde un grupo de adultos con distintas habilidades deben arreglárselas para construir una nueva sociedad de la nada. En Holanda, el lugar elegido se encuentra cerca del centro mediático del país, Hilversum, y en junio deberá trasladarse a otro terreno por cuestiones de vencimiento del alquiler con el ayuntamiento. Lo que parecía el fin del programa ha supuesto un nuevo inicio, más fresco, ya que en junio de este año los concursantes que llevan meses aislados deberán volver a reconstruir todo de nuevo.

Si el concepto de Gran Hermano se basaba en la novela de George Orwell, 1984, Utopia pretende recrear la sociedad ideal descrita en el siglo XVI por Sir Thomas More en su obra homónima. “Aunque se presentan como estudios sociológicos, lo cierto es que John de Mol siempre ha sido criticado por psicólogos y otros científicos por fomentar el entretenimiento baratero, amoral y de mal gusto con un único fin: el comercial” explica Joke Hermes, investigadora y experta en televisión y cultura mediática. En esta ocasión, el experimento televisivo, aunque exportado a otros países como Alemania o Estados Unidos, no está obteniendo el mismo éxito. Con 600.000 espectadores diarios en 2017, está por debajo del millón y medio que obtuvo de media cada emisión de la primera edición de Gran Hermano en 1999. “Estar expuestos a las cámaras y a los medios de comunicación ya es nuestro día a día. Vivimos la vida mediática. Quizás por eso los realities de 24/7 han perdido seguidores, porque tienen que añadir contenido muy extraordinario a esa rutina para que le resulte interesante al espectador” argumenta Mark Deuze, catedrático de Cultura y Medios de Comunicación en la universidad de Ámsterdam (UvA). El holding de John de Mol cuenta actualmente con 40 programas llamados non-scripted, es decir, donde los protagonistas es gente corriente que no sigue un guión predeterminado.

Arriba, trailer promocional de Utopia, lanzado por Talpa en 2013.

A la derecha, una de las participantes de la última temporada de La Voz en Holanda.

¿Quién es Juan el Topo?

Al traducir al castellano el nombre propio de esta gran figura de los medios de comunicación, nos encontramos con un personaje que bien podría formar parte de una de sus series policiacas. Hermano de otra estrella de la televisión, la presentadora Linda de Mol, e hijo del que fuera considerado el Frank Sinatra holandés, John de Mol sr., su vida ha transcurrido ante el foco mediático. Futbolista frustrado, mal estudiante, con 23 años produjo su primer concurso de televisión para la cadena regional de la que era propietario su padre. Poco después, en 1988, llegaría la serie de drama hospitalario, Medisch Centrum West, que, tras cosechar récords de audiencia, le otorgaría la fama nacional. Y con el arranque de las televisiones privadas en Holanda a principios de los noventa, su compañía Endemol comenzó a vivir sus años dorados, gracias a la producción de series y concursos que traspasarían fronteras. Hasta que estalló el boom de Gran Hermano. Con este experimento televisivo sin precedentes se pretendía grabar el día a día de 12 concursantes a lo largo de casi un año. La casa se instaló en un terreno cercano a los estudios de producción y 24 cámaras se pusieron en marcha. El 30 de diciembre de 1999, la emisión más vista de Gran Hermano obtuvo un récord de audiencia histórico con más de 3.200.000 espectadores. “John de Mol conocía la industria a la perfección, sabía lo que le gustaba a la gente, no se le puede negar su gran capacidad emprendedora y creativa” explica Joke Hermes. Un año después, Gran Hermano se emitía en las televisiones de toda Europa y poco después lo haría en Estados Unidos y América Latina, con el mismo éxito que en Holanda. Hoy es el reality con más ediciones producidas en todo el mundo.

Para Joke Hermes, existen tres razones que podrían explicar por qué nació Gran Hermano en Holanda: “en primer lugar, nuestro país venía siendo, desde hace unos años, el lugar elegido por compañías internacionales para probar programas nuevos, como series que venían de Australia y que se copiaban al dedillo. De todos ellos se aprendía mucho. En segundo lugar, con la llegada de las televisiones comerciales, los programas ya no tenían que desprender unos valores o una moral aceptable para el Estado, por lo que John de Mol se sintió con la libertad de proponer un formato que atentaba contra el buen gusto, algo que a él no le importaba lo más mínimo. Y por último, De Mol, como todos los de su generación, crecimos en una cultura protestante orgullosa de la tradición de no tener nada que ocultar, que venía de la Reforma, cuando se dice que la gente abrió las cortinas de sus casas como gesto de rebeldía. Quizás, con Gran Hermano, él quería demostrar que, en efecto, somos una sociedad que no teme exponerse”.

Hoy, casi dos décadas después, su holding Talpa, dividido en dos compañías, además de producir contenidos siempre en línea con la telerrealidad y el entretenimiento, cuenta con cuatro cadenas de televisión, cuatro emisoras de radio y dos de internet, todas ellas de cobertura nacional. El pasado 28 de marzo anunció la adquisición de la Agencia Nacional de Noticias ANP, con la que persigue posicionarse también en el ámbito de la actualidad informativa, “para convertirnos en una compañía de medios holandeses fuerte que haga frente a la violencia americana” tal y como declaraba el propio De Mol a la cadena NOS. “Es el síndrome de Goliat, el mismo que existe en todas las facetas de la cultura holandesa: nos sentimos enanos e insignificantes frente a otros como Alemania, Francia o Estados Unidos. Que sea cierto o no da lo mismo, lo interesante es que el Gobierno siempre está detrás para financiar medios que demuestren ser cien por cien holandeses. Porque este sentimiento alimenta otro, el del orgullo patrio, de lo que hace alarde John de Mol” sentencia Mark Deuze.

​El principio de todo

Según Mark Deuze, De Mol ni es un magante corrupto ni persigue el poder político, a pesar de que su imperio a lo Berlusconi se cuela en las pantallas del 90 por ciento de los neerlandeses mayores de 13 años, tal y como comunican en su página web. Desde Talpa han declinado realizar declaraciones sobre la influencia mediática de John de Mol y en su web no aparece información financiera de la compañía. A pesar de que organismos como la Asociación Nacional de Periodistas se han mostrado preocupados por la posible pérdida de libertad que puedan sufrir los periodistas de ANP a la hora de informar sobre Talpa, el Tribunal Nacional de Competencia ha dado luz verde a esta operación de la que se desconocen datos tan concretos como el precio de compra. “Lo que John de Mol busca constantemente es el reconocimiento. Es un empresario excéntrico, apasionado por los programas de entretenimiento que produce y con la ambición particular de construir un imperio mediático al estilo Berlusconi” explica Deuze. Este carácter fuera de lo habitual, sin temor a la crítica más feroz por sus producciones de dudosa moralidad es lo que parece haber hecho que fuera él, y no otro, el que supiera aprovechar el momento oportuno que se dio en Holanda para lanzar un formato tan disparatado y rompedor como el de Gran Hermano, cuya repercusión se ha salido de la pantalla, como concluye Mark Deuze: “Seguir lo que hacen o dicen desconocidos tal y como ocurre hoy en las redes sociales es algo que se cultivó en la telerrealidad, en los concursos de la televisión, y Gran Hermano fue parte de esta secuencia de acontecimientos que crearon las bases de la sociedad actual. Y da igual que uno no esté en Facebook: pensar que podemos ejercer un control sobre nuestra privacidad es una mera ilusión”.