Cuando el cielo gris se apodera del día y el viento frío de los eneros holandeses sopla sin tregua, cuesta encontrar razones para animarse a salir de casa y visitar el país. Entre los planes caseros nunca fallan una buena lectura o una peli que enganche, y en Gaceta Holandesa nos hemos puesto el reto de que ambas propuestas nos inviten, además, a conocer algo más sobre Holanda. Ya sea porque su fama ha traspasado fronteras o porque a través de sus líneas el lector descubrirá otras caras de la historia de Holanda, los títulos que proponemos prometen abrir los ojos a todo el que se anime con alguno de ellos. Y si se hace con un café caliente, acurrucándose con una manta en el sofá, muchos se resistirán a comprar el billete de vuelta de estos viajes alternativos por Holanda.

Un viaje por los clásicos

Si por una vez dejamos a un lado El Diario de Ana Frank, el listado de obras maestras de la literatura y del cine holandés que han sido traducidos al castellano apenas supera la decena. Autores como Harry Mulisch y Cees Nooteboom, quien en numerosas ocasiones ha hablado de España como de su segunda casa, tienen gran parte de sus novelas traducidas al español, pero, al menos en el caso de este último, no son tantas las que se desarrollan en escenarios de su Holanda natal. Ambos galardonados con el premio de las Letras Neerlandesas, la mayor distinción que un escritor en holandés puede recibir, se dice de ellos que son dos de los escritores holandeses más importantes del siglo XX. De origen judío, Harry Mulisch enmarcó toda su obra en torno a la Segunda Guerra Mundial y las calles de Ámsterdam o Haarlem pronto se convirtieron en sus lugares predilectos para narrar historias como la de El Atentado, una de sus obras cumbres, llevada al cine años después de su publicación en 1982. Lejos del realismo angustioso de esta novela corta, entre las más aplaudidas se encuentra también El descubrimiento del cielo, de más de 800 páginas y por la que recibió el premio a la Mejor Novela en Neerlandés de Todos los Tiempos en 2007, pocos años antes de morir. Por su parte, Cees Nooteboom, quien alterna su residencia entre las islas Baleares y su ciudad natal de La Haya, es uno de los escritores holandeses más prolíficos y un buen conocido de las editoriales españolas, quienes han publicado gran parte de su obra, sobre todo la relacionada con sus viajes por España y Europa. Para adentrarse en su universo neerlandés, nada mejor que hacerlo a través de su cuento onírico En las montañas de Holanda, en la que unos ilusionistas de circo buscan trabajo en un país imaginario, que resulta ser una Holanda montañosa y salvaje “en la que todo podía suceder” como reza su comienzo. Otra buena opción puede ser La historia siguiente, en la que se narran las reflexiones de un profesor holandés de lenguas clásicas en Ámsterdam, quien una mañana se despierta, de repente, en Lisboa.

Para los más atrevidos, en este viaje por los clásicos no podía faltar Max Havelaar, el que podría ser el Quijote neerlandés, una novela escrita en 1860 por Eduard Douwes Dekker bajo el seudónimo de Multatuli. Su escritor era un funcionario holandés que trabajaba en la administración colonial de las Indias Orientales Neerlandesas, en la actual Indonesia. En su novela, el autor critica con dureza las situaciones de abuso y explotación que sufre la población local en las plantaciones de café, un mensaje que caló entre los lectores en Holanda y sirvió para dar a conocer la realidad en las colonias. El título completo es Max Havelaar o las subastas de café de la Compañía Comercial Holandesa y forma parte del llamado Canon de Holanda, el listado nacional de hitos imprescindibles en la historia de los Países Bajos.

De vuelta al siglo XX, el viaje culmina con Carácter, un drama duro y seco sobre la relación de un padre y su hijo ambientada en el Róterdam de los años treinta, antes de la guerra. La cinta le valió a su director, Mike van Diem, el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1998 y desde entonces se ha convertido en un clásico indiscutible del cine neerlandés.

 

Viaje de vuelta a la Segunda Guerra Mundial

Los años cuarenta y concretamente la Segunda Guerra Mundial es uno de los temas más recurrentes de la literatura y la cinematografía holandesa. No hay un gran director o un gran escritor del siglo XX que no le haya dedicado unas líneas a este episodio de la historia de Holanda. Tanto la novela que ya se ha mencionado de Harry Mulisch, El Atentado, como el archiconocido Diario de Anna Frank, dan buena cuenta de ello. Y por sorprendente que parezca, uno de los últimos en sucumbir al atractivo del relato bélico es el director de Instinto Básico, Robocop o Desafío Total, el hollywoodense Paul Verhoeven, quien en 2006 estrenó la película Libro Negro (Zwartboek), un drama de espionaje sobre una cantante judía que se infiltra en la sede de la Gestapo en Holanda. Y en la misma línea, aunque con menos dosis de acción y erotismo, se encuentra el filme clásico protagonizado por Sean Connery, Michael Caine y Robert Redford, Un puente lejano. Esta superproducción del cine bélico de toda la vida narra con gran maestría la llamada operación “Market Garden” emprendida por el ejército aliado para acabar con la guerra tomando varios puentes claves para las tropas alemanas, entre ellos, el de Arnhem. Rodada en 1977, la película es original tanto por su argumento, sobre un plan fallido de los aliados, como por sus numerosas caras conocidas, entre ellas las de un joven Robert Redford caminando por unas pintorescas calles de Arnhem que ya no existen hoy en día.

Viaje al interior de la psicología humana

Los viajes introspectivos de autores como Herman Koch, Arnon Grunberg o Jan Wolkers pueden acabar llevando al lector a lugares insospechados de la geografía holandesa. Y por esta geografía uno no se refiere a los lugares trazables en un mapa sino a aquellos que pertenecen a la psicología de las personas, los que permiten entender mejor la ética y la moral holandesa, los que se esconden de puertas para adentro. Con su obra Turks Fruit, que, aunque no se encuentra traducida al castellano, puede leerse en inglés, el escritor Jan Wolkers relata sin censura y en un estilo directo, duro y salvaje, la relación amorosa de dos jóvenes en el Ámsterdam de los años setenta. Considerado como uno de los cuatro grandes de la literatura de la posguerra en Holanda, Walkers siempre transitó entre el escándalo y la gloria, rechazando dos importantes galardones de literatura y permaneciendo como un autor polémico hasta su muerte en 2007 en la isla de Texel, donde vivía desde los años ochenta. Su novela fue llevada al cine por Paul Verhoeven, estuvo nominada al Óscar como mejor filme de habla no inglesa y en 1999 ganó el premio a la Mejor Película Holandesa del siglo.

En esta misma línea discurre también toda la obra del escritor Arnon Grunberg, y un buen ejemplo es su primera novela Lunes azules, que escribió con 23 años y por la que ganó varios premios nacionales. Publicada en español en 1998, la novela narra la historia de un joven que, tras ser expulsado del instituto, se pasa los días vagabundeando por las calles de Ámsterdam en compañía de prostitutas y de otros protagonistas que le aportarán otra mirada del mundo. Grunberg, quien reside en Nueva York desde hace varias décadas, escribe habitualmente para periódicos y revistas holandesas y cuatro de sus novelas han sido traducidas al castellano.

Con su aclamada La Cena, Herman Koch quiso trasladar a la capital holandesa un suceso real ocurrido en Barcelona, y a partir de ahí, hilar un drama psicológico de gigantescas proporciones. La historia comienza cuando dos parejas se dan cita para cenar en un restaurante de Ámsterdam y hablar de un posible delito en el que se ven involucrados sus dos hijos quinceañeros. Con más de dos millones y medio de ejemplares vendidos, la novela se ha convertido en uno de los mayores éxitos literarios de la literatura neerlandesa. Aunque su trama podría desarrollarse en cualquier lugar, en cualquier país del mundo, su crítica de la clase media-alta acomodada de Holanda se cuela a través del diálogo tenso que se narra en sus páginas y deja claro que estamos ante una novela escrita por un holandés, quien además, guarda fuertes vínculos con España.

Turks Fruit, la novela de Jan Wolkers llevada al cine por Verhoeven en los años setenta.

Viajar con menores de edad

Hablar de niños y de cuentos en holandés es hablar de Annie M.G. Schmidt, la autora por excelencia de libros infantiles. De su pluma nacieron personajes como Pluk o Jip y Janneke, conocidos por muchos gracias a los juguetes y otros productos que la cadena Hema lleva años vendiendo con sus siluetas en blanco y negro, dibujadas por Fiep Westendorp. Schmidt publicó decenas de novelas infantiles, series y obras de teatro. Entre sus historias destacan Minoes (1970), Minusa en su tradución al español, sobre una mujer que se transforma en gato, y Wiplala (1957) sobre un enanito que aparece por casualidad en la casa de una familia en Ámsterdam. Ambos cuentos han sido llevados al cine.

Viajar por Holanda con los más pequeños prescindiendo de las palabras también es posible de la mano de la ilustradora Charlotte Dematons. A través de su libro de gran formato Nederland, la autora logra transmitir los rasgos más peculiares de la cultura holandesa, desde los puestos de buñuelos y galletas de sirope en las ferias hasta el viento despiadado de los diques del sur, en distintas ilustraciones que recrean las ciudades y los lugares más conocidos del país, como el Hoge Veluwe. Y para aquellos que busquen una historia mínima pero cargada de nostalgia y con el eterno tema de la espera como hilo conductor, nada mejor que el corto preciosista Father and Daughter (Padre e Hija), del director de cine Michael Dudok de Wit. Desde el sonido del timbre de la bici hasta la lluvia que apenas cesa, este corto de animación a ritmo de pedaleo ganó el Óscar al mejor cortometraje en 2001 y ejemplifica de forma delicada la vida que pasa..a un lado y al otro del pólder.

Gran parte de los libros que aquí se citan pueden tomarse prestados en la biblioteca del Instituto Cervantes de Utrecht. Más información en su página web.