Cada noche, por cada habitante de la capital holandesa que se mete en su cama a dormir, ocho turistas lo han hecho a lo largo del año en uno de los cientos de hoteles que proliferan en el centro. La mayoría tienen entre 20 y 40 años y suelen arrastrar una maleta de las que pueden llevar como equipaje de mano en el avión. Son los turistas de fin de semana, que junto a los grupos de viajes organizados abarrotan la ciudad cada día, poniendo en pie de guerra a los habitantes del centro. Mientras organismos como Ámsterdam Marketing presumen del 8.4 que los visitantes le otorgan a su ciudad y el Gobierno publica datos sobre la importancia creciente del turismo en el país, vecinos y empresarios se llevan las manos a la cabeza y critican la laxitud de los políticos ante un problema que, afirman, está convirtiendo la capital de los canales en el Nápoles o el Salou del Norte.
Las cifras hablan por sí solas. En tan sólo dos años han abierto sus puertas en Ámsterdam 46 hoteles, sumando 677 en total sin incluir los alojamientos de Airbnb. Además, ya se han concedido permisos para otro centenar más. Desde que la ciudad se propusiera estimular el turismo para capear la crisis, el panorama ha cambiado tanto que los vecinos se han agrupado para protestar por el turismo en masa que domina las calles. “Me mudé aquí en 1995 y desde hace cinco años la cosa ha empeorado: cuando el Rijksmuseum volvió a abrir se notó muchísimo. Los grupos de turistas han aumentado sin parar y molesta mucho cuando estoy en mi casa tranquilamente y no paran de pasar y de mirar hacia dentro. Yo vivo en un bajo y lo sufro a diario” relata Jacob Stroet, representante de la asociación de vecinos del pintoresco Prinsengracht, uno de los canales que conforman el casco antiguo de la ciudad declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Las compañías aéreas de bajo coste como Ryanair e Easyjet que desde hace pocos años ofertan vuelos a Schiphol, el aeropuerto más cercano a la capital, han provocado este aumento de turismo low-cost atraído por los cantos de sirena que el departamento de marketing de la ciudad ha propagado por todo el mundo. Tanto, que desde hace tres años el organismo ha decidido parar de promocionar Ámsterdam fuera de Holanda. En declaraciones al diario belga De Standaard, su director Geerte Udo, creador del conocido reclamo “I Amsterdam”, considera que la promoción se les fue de las manos, “incluso con barrios menos conocidos como De Pijp. Nadie podía imaginar que al proponer una ruta para visitarlo, se descubriría tan rápido. Ahora tenemos que promover menos el Pijp e intentar dispersar al turismo a otros barrios”.

Uno de los canales en el barrio De Pijp, fuera del casco antiguo y que en los últimos años se ha popularizado como descubrimiento turístico. © Amsterdam Marketing
El impacto de esta popularidad ya es difícil de frenar. Según un ranking elaborado por la Universidad Erasmo de Róterdam, el museo Van Gogh y el Rijksmuseum se encuentran entre los tres más valorados del mundo por sus visitantes, solo por detrás del Louvre en París, un reconocimiento que se suma a la larga lista de razones para no perderse Ámsterdam. Mientras para muchos de los que viven en ella el aumento del turismo ha llegado al límite, para el sector empresarial y para el Gobierno local, limitarlo no está tan claro ya que sus beneficios se han convertido en el motor económico de la ciudad: en tan sólo seis años los ingresos por el turismo se han duplicado en todo el país, siendo Ámsterdam la localidad que más ingresa. Cada turista extranjero gasta 103 euros de media al día, sin incluir el alojamiento, según cifras de su oficina de márketing. El turista holandés, algo menos de la mitad.
Airbnb, gofres y quesos holandeses
Que el turismo no deja de crecer cada año y a nivel mundial no es ningún secreto. Europa es el destino preferido de la mitad de los turistas internacionales, un número que se ha duplicado en tan sólo quince años y que en 2015 superó los 1.100 millones. Aunque los Países Bajos no figuran entre los primeros países con mayor interés turístico, el fenómeno de las vacaciones de bajo coste también ha llegado para quedarse. “El problema de los turistas de hoy en día es su comportamiento: vienen aquí a beber, a drogarse y a irse de prostitutas. Creen que aquí todo es libertad, que todo se puede. Y aunque las normas son cada vez más estrictas, la policía no les multa” comenta Jacob. Para Narda Landeras Gómez, peruana que trabaja desde hace un año y medio en el Mac Donalds de la principal calle comercial, Kalverstraat, los turistas no son inciviles sino, sencillamente, demasiados: “Cuando llegué aquí en 2014 se podía caminar por esta calle con tranquilidad. Ahora ya no. Hace un año, entre semana, podía pasar diez minutos sin hacer nada pero ahora no paramos, está lleno siempre. Y si antes se llenaba un miércoles era sobre todo de gente que entraba para refugiarse de la lluvia, pero ahora las colas son constantes y los que trabajamos aquí no vemos el suelo” explica, mientras aclara que dos tercios de los clientes son turistas, tanto holandeses como extranjeros.
- Arriba, Kalverstraat en plena ebullición.
- A la derecha, cola para entrar en la casa de Anna Frank © Martin Mooij y Merijn Roubroeks
Detrás de este cambio se esconde Airbnb, la web de alquiler de viviendas particulares que se ha hecho imprescindible para millones de citytrippers. A pesar de que Ámsterdam ha sido una de las pocas capitales que se ha propuesto controlar su impacto, limitando la posibilidad de alquilar una vivienda a sesenta días al año, su efecto ha puesto patas arriba al sector turístico. En primer lugar porque no se puede cuantificar cuánta gente lo usa. El registro de turistas que se alojan en Ámsterdam se calcula a partir de la ocupación hotelera, y sobre los que hacen uso de las casas particulares sólo hay estimaciones. Son turistas considerados como residentes de corta duración. En segundo lugar, porque los turistas son los nuevos vecinos que no llegan a relacionarse con el de la puerta de al lado. “Airbnb nos ha hecho mucho daño. Los de aquí arriba y los de mi izquierda y mi derecha son apartamentos que se alquilan sin parar. Los turistas se alojan como uno más pero no conocen las normas de convivencia que los que vivimos aquí sí respetamos. Por ejemplo, decimos que estas calles se están convirtiendo en el nuevo Nápoles del norte, porque los turistas, al irse del apartamento, no llevan las basuras al contenedor. Las dejan ahí fuera y las pican las gaviotas, entonces las bolsas se abren y queda todo esparcido por la calle” critica Jacob Stroet. Las mismas quejas no cesan acerca del uso temerario de las bicis, que los turistas usan sin conocer las normas de circulación.
A pesar de que una noche de alquiler en Airbnb ronda los 149 euros de media para el centro de Ámsterdam, el que visita la ciudad puede hacerlo gastando muy poco, tal y como analiza Floor Milikowski, periodista y urbanista, coautora de un reportaje de investigación sobre el turismo en Ámsterdam publicado en la revista De Groene Amsterdammer. “Muchos turistas pueden viajar aquí de forma barata porque si sacan un billete de avión con Easyjet o Ryanair, comen de bocadillo y gastan sólo en souvenirs…aunque el alojamiento parezca caro, por lo barato que es todo lo demás, sale a cuenta” explica. Para satisfacer esta demanda, las calles del centro se han llenado de cadenas americanas de comida rápida, de hasta doscientas heladerías que abren todo el año y tiendas de gofres y quesos típicos para llevarse en la maleta. Uno de los entrevistados para el reportaje del Groene Amsterdammer es el propietario de una tienda de quesos que abrió en la capital hace veinte años. Después de trasladar su negocio a la zona del mercado de las flores (Bloemenmarkt), hoy tiene un volumen de ventas de 55 millones de euros al año y cuenta con trece tiendas repartidas por la ciudad. Él es uno de los muchos que ven con buenos ojos el crecimiento del turismo en Ámsterdam, un fenómeno imparable que después de transformar el centro, está llegando a otros barrios. Tal y como afirmaba Geerte Udo, el responsable de la promoción de Ámsterdam, a De Standaard: “A los turistas que repiten probamos a mandarles a otras zonas, llevamos un año haciendo esta campaña de barrios. Siempre tenemos que darles una razón para visitarnos”.
Vídeo promocional del Zuid Oost, un distrito multicultural edificado en los años sesenta © Amsterdam Marketing
Floor Milikowski, periodista y urbanista, experta en el desarrollo urbano de Ámsterdam
«Con el apoyo del ayuntamiento, varias empresas del sector turístico se han convertido en imperios y han tomado el centro de la ciudad»
En su reportaje de investigación habla del proyecto 1021, llevado a cabo el ayuntamiento para mejorar la calidad de vida del centro pero que según usted ha fallado. ¿Por qué?
En el distrito postal 1012, en el centro de la ciudad, había toda una red de empresarios de la industria del sexo, relacionados con el tráfico de drogas y con la criminalidad en la zona. Hace unos cinco años el ayuntamiento se propuso acabar con estos negocios de los bajos fondos en una operación inmobiliaria que acabó traspasando la propiedad de muchos inmuebles donde había coffeeshops y burdeles a negocios, digamos, “más normales”. Y en esta acción el Gobierno local aprovechó para hacer dinero con la compraventa de estos locales que se vendieron a los cuatro millonarios que copan el mercado del turismo. Ellos se han hecho de oro y el problema no se ha resuelto porque ahora hay muchos coffeshops que se han mudado a otras partes de la ciudad como Harlemmerstraat, que antes eran muy tranquilas.
Entre ellos menciona a la empresa Tours & Tickets…
Sí, en efecto, esta es una de las empresas que con el apoyo del ayuntamiento de Ámsterdam se ha convertido en muy poco tiempo en un imperio del turismo. [Por toda la ciudad, cuentan con 15 puntos de venta de atracciones turísticas, la mayor oferta de tours por los canales, los autobuses Hop-on Hop Off, un negocio de quesos, un restaurante de pannenkoeken junto a la casa de Anna Frank y el museo de la prostitución en el Barrio Rojo, entre otros]. El resultado: el centro lo ha tomado un club de inversores holandeses y extranjeros del sector turístico que solo buscan explotarlo para ese fin y con el apoyo total de las autoridades locales.
Aunque no hay duda de que el turismo de bajo coste ha llegado a Ámsterdam, lo cierto es que sigue siendo una de las ciudades más caras de Europa, ¿esto no le favorece?
Durante un tiempo sí que le ayudó, veíamos como Barcelona y otros destinos se llenaban de grupos de turistas jóvenes que aterrizaban para salir de fiesta y nada más. Pero con la llegada de Ryanair y otras compañías al Schiphol, este turismo ha aparecido aquí también. Aunque en el papel el precio de una noche de hotel no baja de 150 euros, muchos alquilan airbnbs en los que se meten más de los que se permiten o se van a alojamientos de las afueras que son mucho más baratos.
El ayuntamiento está intentando limitar el turismo en masa con medidas como trasladar el embarcadero de los tours a otra parte, limitar el alquiler de airbnb, frenar los permisos para más hoteles…pero parece no ser suficiente, ¿por qué?
Si los políticos se tomaran este auge desenfrenado del turismo realmente en serio ya habría mejoras en la calidad de vida de los que vivimos en Ámsterdam. Porque esto se tiene que hacer con las asociaciones de vecinos, con los touroperadores, implementando normas tan sencillas como que las colas para entrar en los museos se hagan en una zona de la acera habilitada para ello para no entorpecer a los viandantes. Hay que cambiar la mentalidad, dejar de ver el turismo sólo como una fuente de beneficio y tener muy presente el impacto que tiene en toda la ciudad. Desde el siglo de Oro, Ámsterdam siempre ha sido una ciudad acogedora, y su multiculturalidad es una riqueza, y hay que intentar preservar la cohesión social de sus habitantes. A los que vivimos fuera del centro también nos ha sorprendido como se han llenado nuestros barrios de turistas que vienen unos días y se van. Cuando las colas para subirte al autobús son más pesadas que antes, el café del bar es más caro, uno empieza a preguntarse donde está la calidad de vida que tenía antes.