Geert Wilders no inventó a la ultraderecha en Holanda. Ni siquiera inauguró la lucha verbal contra los musulmanes y los inmigrantes en este país que tanto alardea de tolerancia y multiculturalidad. Es el nombre más sonado cuando se habla del populismo en los Países Bajos a día de hoy, pero ni de lejos representa el estilo que los holandeses votantes de esta ideología buscan en un ultraderechista ideal: elitista, con don de la palabra, claro pero ilustre, entre filosófico y paradójico, y con los términos “valores y cultura holandeses” como máxima de su discurso. Estas características las cumple a rajatabla otro político, Thierry Henri Philippe Baudet (1983, Heemstede): hombre, joven, católico, con aires de intelectual y escurridizo, que logró conquistar a los votantes de Wilders, dejándolo fuera del Parlamento Europeo, e incluso robando algún escaño a los progresistas.

Baudet es la personificación del machismo, el supremacismo blanco, y la fobia a la Unión Europea, la inmigración, el Islam y la igualdad de género. Él lo reconoce y lo predica con orgullo en sus discursos, a veces incluso en latín. Su forma de ver la raza y de expresarse ha convertido a su partido, Foro para la Democracia (Forum voor Democratie, FvD, en neerlandés), en el grupo más grande del Senado holandés, órgano que tiene la última palabra sobre los proyectos de ley propuestos por el Gobierno nacional. El actual Ejecutivo, liderado por el liberal (VVD) Mark Rutte, ha perdido la mayoría en esa Cámara en las elecciones del pasado 20 de marzo y legislar ha quedado en manos de la habilidad holandesa de negociar y buscar el consenso con otros partidos, ley por ley, hasta las próximas elecciones, al menos dos años más.

La victoria de Baudet, tanto en las elecciones regionales de marzo como en las Europeas del 26 de mayo, demuestra que los ultraderechistas holandeses votaban por Wilders porque era la única opción del panorama político que reflejaba en algo su ideología, un tanto apocalíptica del mundo real, pues ve en la inmigración y en la UE una amenaza a la identidad nacional, confirman a la Gaceta Holandesa varios analistas locales. Baudet siempre ha intentado distanciarse de su opositor directo. En los grupos del Parlamento Europeo, por ejemplo, ni siquiera comparten alianza, puesto que Baudet ha optado por los conservadores europeos, los mismos que los democristianos holandeses (CDA), actualmente en la coalición del Ejecutivo holandés. Se considera más cercano de la ideología de CDA, que a la del Partido de la Libertad (PVV), de Wilders. Pero la gran pregunta que se hace todo el mundo es ¿de dónde ha salido este nuevo líder político que está conquistando a los holandeses?

Hasta su victoria política, Baudet, de 36 años, se había dedicado a analizar temas de actualidad desde la filosofía. Formaba parte del Equipo Filosófico del diario Trouw y era columnista de NRC. En 2015, fundó su propio think tank en Ámsterdam, también bajo el nombre de Foro para la Democracia. Invitaba a sus seguidores a través de Facebook y les ofrecía vino gratis, para acudir a debatir. Hablaba de “hacer historia” y simboliza su política con el búho de Minerva, diosa de la sabiduría y la estrategia militar en la mitología romana. A pesar de su juventud, sus ideas para la futura Holanda tiene aires nostálgicos, es conservador pero anima a una revolución contra la élite, no le gusta el sistema actual pero quiere hacer uso de los referéndums y la democracia directa para ponerle fin, quiere salir de la Unión Europea porque le parece “una idea absurda y megalómana” pero hace campaña para llevar a FvD a la cima del Parlamento Europeo. Esquivo, rodeado de contradicciones, pero suena a música celestial a oídos de sus votantes gracias a su habilidad para la retórica.

Su contradicción se refleja precisamente en el paso de gigante que dio pasando de formar parte de un partido progresista holandés (D66) a dar el salto al PVV de Wilders, dejando atrás sus “prejuicios de izquierda”, de cuando pensaba que el multiculturalismo es “una buena idea porque, al fin y al cabo, no todo el mundo necesita comer cubitos de queso”. Esto fue lo que le dijo a principios de 2016 a una asociación de estudiantes de Leiden, precisamente donde recibió su educación académica y política, en la facultad de Derecho, conocida por la abundancia de abogados conservadores de derechas. Allí recibió su doctorado, en 2012, con una tesis titulada “El ataque al Estado de la nación”, un documento que recoge las presuntas amenazas de organismos supranacionales como la Unión Europea a la raza aria y la cultura occidental holandesa. “Antes de un partido del cártel, prefiero que me gobierne alguno de los primeros cien nombres de la guía telefónica”, una típica afirmación de Baudet, según confirma su entorno.

Se hace siempre el clásico y tradicional, pero con una visión peculiar, o quizás de macho alfa, sobre las relaciones modernas de pareja. Se ha permitido decir, en confianza, que los “hombres obtienen una producción reducida de testosterona si están en una relación monógama y comparten la crianza de sus hijos” pero cuando “se enamoran de nuevo y viven nuestras aventuras, la testosterona sube y se sienten más vivos”. Su concepción de la libertad de las mujeres, la eutanasia y el aborto, temas sagrados e intocables para la mayoría de los holandeses, ha sido todo un escándalo en el país tras la publicación de su último ensayo, Sérotonine. Reune todas las características importantes de la nueva derecha, según el politólogo Ico Maly, de la Universidad de Tilburgo. En esto incluye su énfasis en una nación homogénea, sus ataques al activismo político, el “marxismo cultural” y el “adoctrinamiento de la izquierda” por parte de la élite, perspectiva desde la que ataca a los medios, la educación e incluso el arte.

“Sus opiniones contra la inmigración, el cambio climático y la UE atraen a un grupo importante de votantes que quieren algo diferente en ciertos temas sociales. Wilders no estaba a la altura de todo esto”, en opinión de Chris Aalberts, periodista de The Post Online, en su libro “El lío de la derecha, el partido de Pim y Geert” (De Puinhopen van rechts, en neerlandés). Ese título deriva de “La ruina de ocho años morados” (De puinhopen van acht jaar Paars, en neerlandés), escrito por Pim Fortuyn, político populista y antiislamista asesinado en 2002 por un activista ecologista holandés, Volkert van der Graaf. “Baudet rechaza las etiquetas radicales porque quiere normalizar sus ideas. Ese es el compromiso de su lucha política», analiza Maly. Su promotor y profesor en la universidad, Paul Cliteur, subrayó, en discursos de campaña, que el triunfo de Baudet está en que “no es una persona rencorosa”.

Baudet, amante de la caza, se define como un “cristiano por cultura”, que no frecuenta la iglesia pero sí se ve a sí mismo como “protector de las raíces cristianas de la civilización occidental”, lo que le lleva a criticar el aborto y la eutanasia, aunque no sea esto una visión de partido. “Hablo del cristianismo como la fuente de quienes somos, una sociedad occidental que está orgullosa de lo que es y lo que fue”, dijo el pasado mes durante una charla en una iglesia de Ámsterdam. Baudet no es el único populista de derechas que declara su fe en el cristianismo, también lo ha hecho el primer ministro húngaro Viktor Orban; el presidente ruso Vladimir Putin, o el líder de la Liga Norte en Italia, Matteo Salvini.

¿Y qué pasará con Wilders tras dos derrotas consecutivas?

Tras dos derrotas consecutivas, una en marzo y otra en mayo, los analistas se preguntan si Wilders levantará cabeza y si su partido se desintegrará por el pesimismo. La oposición y el escepticismo dentro de su propio partido, el PVV, son cada vez más grandes, algunos incluso ya veían venir la derrota. “Me esperaba la tormenta, así que cancelé el alquiler de mi casa a tiempo para evitar cualquier problema. También lo había escuchado en mi entorno: éramos demasiado invisibles en la campaña”, dijo André Elissen, que atendía los asuntos del PVV, fundado en 2005, en Bruselas. Wilders tenía a cuatro eurodiputados en el Parlamento Europeo y los perdió todos a favor de Baudet.

El fiasco electoral era previsible en mayo, pero no lo fue tanto en marzo, cuando Baudet arrasó en las elecciones provinciales, quedándose con más de la mitad de los votantes de Wilders y desplazando a los liberales del VVD como el partido más grande del país. En caso de hacerse efectivo el brexit, se reharía la división del Parlamento Europeo y el PVV podría recuperar un escaño en Bruselas, pero eso es lo máximo a lo que puede aspirar, al menos hasta las próximas elecciones. “Es muy triste”, dijo en Twitter una de las líderes del partido populista, Marjolein Faber, que ha recibido peticiones para boicotear a Wilders como jefe del PVV. Según la prensa holandesa, las críticas al político, dentro de su propio partido, son cada vez más amplias, tratándose de un grupo en el que los desacuerdos y las disputas se resuelven de puertas para dentro, y solo se hacen públicas cuando uno de sus miembros dimite o es expulsado.

“Durante años hemos tenido la oportunidad de organizarnos a nivel nacional, pero la dejamos ir. Otros, como Forum, lo han hecho. Nos han superado”, añadió René Dercksen, representante del PVV en Utrecht. Este político cree que el partido debe atraer nuevos votantes, abriéndose más y ganando fuerza en las ciudades, y eso se hace “resaltando una gama de temas más diversa que los que elige Wilders”, es decir, más allá de las críticas a los inmigrantes, el islam y la Unión Europea. “Hemos sido demasiado unidimensionales con el islam, un tema importante, por supuesto, y lo seguirá siendo, pero tenemos que ofrecer más si queremos seguir siendo atractivos para los votantes”, agregó Dercksen, en declaraciones al diario AD.

FvD logró construir una organización estable en muy poco tiempo y ahora tiene más de 36.000 miembros y más influencia que la que nunca tuvo Wilders en más de una década. El PVV tiene representantes, afiliados pero no miembros como tal. El único miembro del partido es Wilders, que elabora y destruye las listas cuando decide, y es en este sentido donde se centran todas las quejas de su entorno. En 2017 los miembros de FvD pagaron al partido una media de 30 euros por persona, lo que, solo ese año, ascendió a 602.900 euros, dinero que también podría haber ganado el PVV si fuera un partido de miembros. Tampoco obtiene el millón de apoyo estatal que sí lograría si cumpliera con las normas de miembros. Y dado que el Ejecutivo ha decidido el año pasado frenar las donaciones no europeas a los políticos, Wilders también perdería las subvenciones que obtiene de la fundación American Horowitz, del millonario estadounidense y antiislamista David Horowitz.

Escondido detrás de su cuenta oficial en la red social Twitter –parcialmente, porque es el político más amenazado de los Países Bajos y es imposible verle circular por la calle sin su equipo de guardaespaldas- Wilders reconoció que los votantes del PVV estaban decepcionados con la campaña del partido y prometió aprender la lección. “Necesitamos ser mucho más visibles, necesitamos organizar reuniones y campañas. Necesitamos volver a salir a las calles”, dijo, después de que se anunciaran los resultados.

Vídeo de la noticia del asesinato del político Pim Fortuyn, el 6 de mayo de 2002. 

Wilders siempre se ha presentado como el heredero de Pim Fortuyn, quien, abiertamente homosexual y católico, criminalizaba la inmigración y la relacionaba con el fundamentalismo islámico, que establecía como la principal amenaza para los valores y la cultura holandeses. Estas fueron las palabras que ha repetido Wilders hasta la sociedad, desde el asesinato de Fortuyn en 2002 y en especial, tras formar el PVV en 2005. Y según explica a Gaceta Holandesa el analista independiente Diederik Brink, Baudet es “el nuevo chico en el barrio” y la “estrella Wilders está desapareciendo poco a poco”, debido precisamente a la vulgaridad que ha caracterizado su discurso y a su “atasco” en la década del 2000. “No se da cuenta de que sus ideas se han desvanecido”. Se ha olvidado de adaptarse a los tiempos y pretende vivir con las mismas prioridades para siempre, lamenta.

Por eso Baudet trata de distanciarse de Wilders, en La Haya e incluso en Bruselas. Define su partido como “racional, culto, serio y enfocado en cuestiones de sustancia”, lo que choca con lo que analistas holandeses y extranjeros coinciden en señalar sobre el PVV: “la vulgaridad del discurso de Wilders, que no va más allá de la inmigración”, le ha costado su presencia en la política. Algunos ya han escrito el obituario político de Wilders. Otros prevén la misma vuelta de tuerca para Baudet dentro de unos años. Lo que está claro es que, sean cuales sean sus siglas, la ultraderecha está en auge en toda la Unión Europea, aunque no tanto –por ahora- como para amenazar el sistema en Holanda, donde progresistas y liberales siguen liderando el panorama.