El mal tiempo puede ser una excusa para renunciar a una terraza en fin de semana. Pero no en Holanda. Con mantas si sopla el viento y parasoles que resguardan más a menudo de la lluvia que del sol, las terrazas son perennes en las ciudades holandesas. A las puertas de un otoño que arranca suave, Gaceta Holandesa acerca las direcciones más insólitas y también las más recomendadas en las que poder relajarse al aire libre sin preocuparse por el pronóstico del tiempo ya que, todas ellas, ofrecen un espacio interior casi tan apetecible como el de fuera.​

Cada año la asociación Misset Horeca publica un listado de las cien mejores terrazas del país: restaurantes de toda la geografía holandesa que reúnen las condiciones idóneas para ofrecer una experiencia inmejorable al que las visita. La amabilidad del personal y el ambiente acogedor son sus máximas, sin mención alguna a la carta, que queda en un segundo plano por delante de la limpieza, las vistas y las velas en la mesa. Het Hooihuis en Roosendaal se ha llevado el primer puesto por su terraza ajardinada, seguida de otros restaurantes también en el sur del país, que este año copan los primeros puestos. El café ‘T Gerecht, en la localidad frisia de Heerenveen, se cuela entre los sureños gracias a su carácter histórico, ya que se encuentra en un monumento del siglo XVI que cuenta con frescos de un discípulo de Rembrandt.

Vistas de postal en Delft y la provincia de Utrecht

Asiduos a este listado anual y con numerosas recomendaciones muy positivas en otras páginas web, el restaurante Eemlust al norte de la provincia de Utrecht y la cafetería Stads-Koffyhuis en Delft ofrecen dos terrazas al borde del agua aunque con ambientes muy distintos. Mientras la primera se encuentra a orillas del río Eem, en un entorno natural cerca de Hilversum, las mesas del café de Delft están instaladas sobre el canal más popular de la ciudad. A los típicos pannenkoeken se suman los que están considerados como los mejores bocadillos de Holanda, premiados año tras año.

Las dos caras de Róterdam

Arquitectura y buenas vibraciones se combinan en estas dos propuestas de la ciudad del Mosa. La terraza de Aloha, el restaurante que ocupa las antiguas instalaciones de la piscina Tropicana, es una muestra del lado más canalla e inconformista de Róterdam. Los toboganes en desuso, las plantas tropicales y las baldosas azules se enredan entre mesas de café, sillas de ratán y tumbonas sin bañistas. Favorito de hipsters y otros modernos, Aloha ofrece una experiencia onírica pero con los pies en el suelo, gracias a su modelo de sostenibilidad y economía circular. En el otro extremo de esta cultura urbana se encuentra el gran proyecto arquitectónico del estudio OMA de Rem Koolhaas: De Rotterdam. Las tres torres de 150 metros de altura a orillas del Mosa protagonizan el skyline de la ciudad y no dejan indiferente a nadie. En una de ellas, el hotel Nhow de la cadena española NH cuenta con una terraza con vistas al Erasmusbrug, mientras que los dos restaurantes de la planta baja combinan alta cocina asiática e internacional en una terraza donde un buen café está al alcance de todos los bolsillos.​

Burguesía alternativa en La Haya

Reconvertir antiguos espacios está de moda pero, además, forma parte del adn holandés. Por eso no es de extrañar que la ciudad más burguesa del país también ofrezca restaurantes con aires de otra época, como le ocurre a Mama Kelly, con sus mesas dispuestas en la antigua fábrica de cigarrillos Caballero. Lo que antaño fue el cuarto de calderas de la fábrica es hoy un restaurante de pollos y bogavante, con una carta muy sencilla pero muy recomendada, en un entorno de puro diseño industrial y cuya terraza permite disfrutar de estas peculiares vistas. En un rincón tranquilo del centro de la ciudad se encuentra Milú, un restaurante con tilde a la española y sabores de todo el mundo. Abierto todo el día, su terraza respira un ambiente sosegado y urbano, con detalles de diseño y un menú original a buen precio.

Vanguardia eco en Ámsterdam

Ámsterdam rebosa locales originales: cafés y restaurantes a los que el turista acudirá encandilado por su diseño pero de los cuales sólo unos pocos resistirán el paso del tiempo y las críticas de los habitantes de la ciudad. Entre ellos se encuentran dos remansos de paz en medio del bullicio turístico alrededor del Amstel: el bonito jardín del Hoftuin, un café de cocina vegetariana elaborada con productos de su propio huerto; y el ecléctico Lion Noir, un restaurante con una de las terrazas interiores más bellas de la ciudad y donde animales disecados y cocina a la francesa recuerdan que nada es imposible en la capital holandesa. Lejos de aquí y en uno de los parques con más solera de la ciudad se encuentra el restaurante de cocina ecológica De Kas, que como su nombre indica, reproduce en un invernadero de cristal el ambiente chic y vanguardista de cualquier restaurante del centro. Todo está cuidado al detalle en este restaurante que lleva varios años cosechando las mejores críticas. Los días de buen tiempo, no solamente en verano, dispone de una terraza junto a la huerta.