Ahora que llega el verano y la ciudad de Ámsterdam se llena, más si cabe, de turistas de todo el mundo, existen escondites que permiten conocer mejor la esencia de la ciudad, algo alejados de las rutas turísticas más atestadas. En Gaceta Holandesa ofrecemos unos cuantos de ellos: rincones aptos sólo para excéntricos y para los que, además de observar a un lado y a otro, no se olvidan de mirar para arriba.

Colándose en casa ajena

Al pasear por el Herengracht de Ámsterdam, el canal de los señores de mansiones imponentes y gente guapa, resulta irresistible no mirar a sus fachadas, con esperanza de vislumbrar la vida que transcurre tras los imponentes ventanales. Para los curiosos de la vida señorial holandesa, y sobre todo, para los amantes de los gatos y de la pintura del Siglo de Oro, dos de estas lujosas viviendas abren sus puertas al público. Se trata del museo gatuno de Ámsterdam, Katten Kabinet, y de la colección Jan Six, el patriarca de una de las familias nobles de Holanda que todavía preserva la residencia original en el número 218 del Amstel, a escasos metros de la esquina con Herengracht.

No hace falta ser un loco de los felinos domésticos para visitar el Katten Kabinet. En las plantas superiores de esta mansión del siglo XVII vive el fundador de este peculiar museo, que se muestra en las cinco salas de la planta baja y que rinde homenaje al huésped más conocido de la casa, un gato llamado J.P. Morgan que vivió en ella entre 1966 y 1983. Si bien las salas están dedicadas a lienzos, grabados, esculturas y curiosidades en torno a los gatos, todas ellas, desde la biblioteca hasta la sala de música o de baile, se han conservado tal y como eran en el siglo XVIII y XIX, cuando en ella vivía el banquero Pieter van Eeghen. El museo abre sus puertas a diario y no requiere reserva. La que sí hay que planear con antelación es la visita a la casa de los Six, pero su imponente colección de obras de Rembrandt y otros maestros holandeses, bien merecen el esfuerzo. Esta se remonta al siglo XVII, cuando el patriarca de la familia comenzó a coleccionar obras de arte, una afición que han seguido manteniendo sus descendientes, entre ellos el actual Jan Six, conocido merchante de arte. Entre las obras que se pueden admirar se encuentra el retrato que el propio Rembrandt realizó de Jan Six I. Para los que se hayan quedado sin poder visitar el Rijksmuseum, cuyo acceso previa cita se satura fácilmente en verano, la colección Six es una estupenda alternativa que se puede combinar con una visita al Hermitage de Ámsterdam, en el mismo canal Amstel, y en el que se muestra una colección permanente de clásicos de la pintura neerlandesa y universal.

Una de las salas del museo sobre gatos, Katten Kabinet. Foto: Jorge Royan/ Atlas Obscura

Para ratones de biblioteca

Una manera de escapar del bullicio es adentrándose en una biblioteca, donde los kilómetros de papel parecen ejercer un efecto apaciguador al que entra y uno diría que logran amortiguar el ruido de fuera. En Ámsterdam existen dos que prometen una agradable visita y que están en pleno centro, junto al resto de las atracciones más turísticas. Hablamos de la biblioteca del Rijksmuseum y del archivo de la ciudad, o Stadsarchief. Mientras la primera es una joya del siglo XIX, fiel al estilo de Pierre Cuypers, arquitecto del edificio y al que debe su nombre esta estancia, el archivo municipal es el mayor del mundo de su género y se encuentra en uno de los edificios modernistas más icónicos de la ciudad, la antigua sede del banco ABN Amro. Recién restaurada, la biblioteca del Rijksmuseum aúna una arquitectura muy original, casi onírica, que deja con la boca abierta a cualquiera, con una colección sin parangón, ya que en sus estanterías se conserva la mayor y más antigua recopilación de libros de arte del país. Se puede visitar sin la cita previa que requiere la entrada al museo.

Pasillo principal del Stadsrarchief con la sala de exposiciones al fondo. Fotos: Dorian Kransberg

Por su parte, el archivo de la ciudad aprovecha sus 50 kilómetros de documentación para ofrecer numerosas exposiciones que muestran facetas de la historia de Ámsterdam, como la que puede visitarse actualmente sobre la cultura de la bici. Entre las curiosidades se encuentra una “sala de tesoros” con una selección de los objetos más recientes que los habitantes de la ciudad han donado al archivo. Se puede visitar a diario excepto los lunes y la entrada es gratuita para tarjetas como Museumkaart o Stadpas Amsterdam.

Entrada original del edificio modernista que alberga el archivo municipal de Ámsterdam . Foto: Maand van de Geschiedenis

Un paseo por el océano primordial

Ornamentación neobarroca, mosaicos y vidrio de colores son los ingredientes que hacen del Beurspassage toda una experiencia para la vista. Renovado en 2016, la alegoría al llamado océano primigenio es atrevida y puede no gustar a todo el mundo, pero no deja indiferente. Si La Haya, Bruselas o Milán pueden presumir de contar con un pasaje señorial al estilo de principios del siglo XX, en Ámsterdam ese aire decimonónico se sustituye por esta interpretación casi canalla del pasaje urbano. Entre Nieuwendijk y Damrak, haciendo esquina con la tienda de Primark, arranca el ahora bautizado como “Amsterdam Oersoep” o, el océano primigenio de Ámsterdam. En él no faltan las típicas arañas colgando de la bóveda ni los espejos de art deco, pero estos, aquí, están fabricados con material reciclado de viejas bicicletas. Y como detalle kitsch, merece la pena no perderse el enorme zueco empotrado hecho de vidrio verde. Se trata sin duda de una visita obligada para entender la importancia que el arte público tiene en la capital holandesa, con un claro guiño a la libertad de creación y de expresión.

Amsterdam Oersoep, el pasaje restaurado en 2016. Foto: Atlas Obscura

También en el centro pero una vez cruzado el conocido anillo de canales Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, llegamos a otro ejemplo de cultura urbana típica de Ámsterdam, De Hallen. Ya sea para tomar algo en uno de los numerosos puestos de su Foodhallen, ir al cine en versión original o para curiosear en sus mercadillos de ropa de segunda mano, la antigua estación de tranvías reconvertida en espacio multifuncional bulle multiculturalidad y aire hippe, todo un ejemplo de la identidad de la ciudad. A precios más que asequibles si se compara con otros bares y restaurantes del centro, su oferta gastronómica reúne propuestas de todo el mundo y lo mejor para el que está de visita: se puede comer a cualquier hora.

Esquivando la casa de Anna Frank

Nadie duda de la buena intención de controlar el turismo de masas introduciendo el requisito de reservar por adelantado para comprar una entrada, pero lo cierto es que para los verdaderos viajeros que dejan la agenda en casa, con este nuevo sistema lograr visitar las atracciones más conocidas de Ámsterdam se convierte en tarea imposible. La casa de Anna Frank es una de ellas. En Gaceta Holandesa proponemos dos paradas alternativas que cuentan, incluso mejor, la historia de la ocupación alemana de la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial y la suerte que corrieron muchos holandeses de origen judío, al igual que la archiconocida autora del diario. En el otro extremo del casco histórico, en el bonito barrio del Plantage, se encuentran el Museo de la Ocupación (Verzetmuseum) y el Museo Nacional del Holocausto. Mientras el primero ofrece un relato detallado de este episodio trágico de la ciudad, y de cómo era el día a día de sus residentes durante los cinco años que duró la ocupación alemana, el segundo se centra en la población judía a través de historias personales de las víctimas que sobrevivieron. Este último forma parte del conjunto de museos sobre la cultura judía que se pueden encontrar en las inmediaciones y con la misma entrada se pueden visitar también la sinagoga portuguesa y el museo de historia de esta comunidad. Y para los que quieran tomarse un descanso, merece la pena parar a tomar algo en el centenario café De Plantage, a escasos minutos a pie de estos museos. Para el que busque un espacio verde por el que perderse, algo más alejado pero en este extremo de la ciudad se esconde el único “buitenplaats” o mansión de verano que queda en Ámsterdam, Frankendael, cuyo parque estructurado casi al más puro estilo francés, esconde joyas botánicas, zonas de juegos y agradables sombras para sentarse y ver pasar el tiempo. Otro de los grandes placeres del tiempo libre.

Vista aérea del parque Frankendael. Foto: Estudio Sant & Co.