A lo largo de la costa del Mar del Norte existen cerca de cincuenta islas prácticamente deshabitadas, cuya delgada superficie provoca que se desplacen poco a poco y donde los lugareños parecen conocer bien el sentimiento de la soledad, a pesar de vivir en la vieja y superpoblada Europa. Repartidas entre Holanda, Alemania y Dinamarca, las islas Frisias son la escapada perfecta para los que busquen aislarse por unos días. Y entre ellas, Schiermonnikoog, el municipio más septentrional y menos poblado de Holanda, ofrece una experiencia diferente gracias a sus casi veinte kilómetros de playa y a sus largas rutas para recorrer en bicicleta. Declarado Parque Nacional en 1989, el primero del país, aquí los coches y el estrés están prohibidos.
Una sobrecogedora planicie da la bienvenida a los visitantes que desembarcan del ferri tras casi una hora de travesía desde el puerto de Lauwersoog, en la provincia de Groningen. Para los amantes del paisaje holandés, Schiermonnikoog ofrece todos sus elementos a pequeña escala con la posibilidad, además, de sentirse alejado de la civilizada vida holandesa. En sus 44 kilómetros cuadrados, Schiermonnikoog esconde historias de balleneros, soldados, monjes y fareros, unos cuantos de los pocos habitantes que han poblado este remoto lugar desde la Edad Media. Hoy en día la isla apenas cuenta con mil residentes, una cifra que se dispara en verano con la llegada de los turistas, principalmente holandeses, en busca del último lugar recóndito donde el viento se escucha bien alto.
La isla de los monjes
Los monjes cistercienses fueron los primeros en instalarse de forma permanente en la isla en el siglo XV. Fue entonces cuando recibió el nombre de Schiermonnikoog, que en el dialecto frisón significa “la isla de los monjes grises”, en referencia al color del hábito cisterciense. Desde un siglo después y hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la isla pasó a manos privadas hasta que fue tomada por los alemanes. El búnker Wassermann y la estatua del monje en el centro del pueblo dan fe de estos episodios de su ajetreada historia aunque quizás sea un banco de piedra en medio de la nada, el monumento más original. Situado al oeste del llamado Waddendijk, este banco es un homenaje a uno de los propietarios de la isla: el poeta y jurista John Eric Banck, quien en 1858 y con tan sólo 24 años la compró y construyó el primer dique que todavía hoy protege su costa. En sus extremos, dos faros, uno rojo y otro azul, rememoran su tradición marinera mientras los restos de mandíbula de un rorcual azul dan pie a soñar con intrépidos balleneros de piel curtida y mirada añeja.

Uno de los dos faros de la isla© Oficina de Turismo de Schiermonnikoog/ foto de Martin Schoemaker-Witte
Al pasear por sus ventosas playas resulta fácil imaginar las condiciones duras en las que debieron vivir los habitantes de Schiermonnikoog. Hoy, el viento es el aliado perfecto para actividades como el kitesurf o los vehículos de vela y la extensión de las playas hace posible practicar desde clases de golf hasta yoga.
En cuanto a la oferta de alojamientos, no hay que dejarse engañar por el tamaño de la isla. Tanto para familias que buscan un apartamento de vacaciones con todos los servicios como para parejas que llevan su tienda de campaña, en la página web de la oficina de turismo se pueden encontrar todas las opciones. Para aquellos que busquen sentirse como uno de los primeros intrépidos que se mudó a vivir allí, también se alquila una casa que data de 1794 y el hotel Van der Werff, el más antiguo, transporta a sus huéspedes a la Holanda del siglo XVIII.
- Llegada de uno de los ferris desde Lauwersoog ©Oficina de Turismo de Schiermonnikoog/ foto de Martin Schoemaker-Witte
- Una de las calles del único pueblo de la isla ©Oficina de Turismo de Schiermonnikoog/ foto de Susanna Klopstra
Excursión por las marismas
Schiermonnikoog está rodeada de varias islas o planicies de arena deshabitadas a las que se puede llegar a pie. Para los amantes del senderismo, a partir de mayo y hasta el final del verano se pueden recorrer estas marismas en una de las múltiples excursiones que organizan asociaciones como Vrije Wadlopers o Wadloop Centrum Pieterburen. Aunque las rutas duran una media de tres horas, las hay para todos los niveles y entre ellas destacan las que se organizan de madrugada, previstas para el próximo 21 de mayo (luna llena) y para la noche del solsticio de verano, el 22 de junio. Además, la oficina de turismo ofrece otras alternativas más sencillas para conocer la naturaleza de la isla o su historia y cultura de la mano de guías locales. Para los más pequeños, la organización Lytje Willem propone una agenda semanal llena de actividades divertidas, desde búsquedas del tesoro en la playa hasta yoga o visita a los búnkeres de la Segunda Guerra Mundial. Y por último, la excursión en carromato por la playa permite descubrir la isla de una forma diferente, sintiéndose como un lugareño de antaño por un día.
- Excursionistas por las marismas ©Wadloop Centrum Pieterburen
- En carromato por la playa ©Oficina de turismo de Schiermonnikoog
Información práctica
Horario del ferri – Operan entre cuatro y cinco veces al día y el trayecto dura 45 minutos.
Strandpaviljoen De Marlijn – La propuesta más recomendad para comer en playa.
Alquiler de bicicletas – Se pueden reservar online y su precio oscila entre 5 y 10 euros al día.
Excursiones por la isla – Organizadas por la oficina de turismo, conviene reservar con antelación.