Petra Blaisse es una creadora infatigable. Lleva varias décadas diseñando interiores sugerentes y únicos al igual que jardines en lugares tan dispares como teatros, prisiones, museos o el ático de un hospital, siempre con la intención de ofrecer una experiencia sensorial que nos atrape. Desde su estudio multidisciplinar Inside Outside de Ámsterdam trabaja con los grandes de la arquitectura, como OMA (Rem Koolhaas) y SANAA (Sejima and Nishizawa), y con instituciones públicas y privadas del mundo entero. Este año sale a la luz un libro monográfico sobre su obra, una trayectoria artística vinculada al textil y a la naturaleza que arrancó de la mano del museo Stedelijk de la capital a principios de los ochenta. Convertida en una de las paisajistas y diseñadora de interiores más prestigiosas a nivel internacional, recibe a Gaceta Holandesa en su casa, una fría pero luminosa mañana de invierno, para charlar sobre la libertad creativa, el voyerismo, la sensualidad y el poder del color.
¿Cómo ha sido su trayectoria hasta dedicarse a algo tan multidisciplinar como los textiles y el paisajismo?
Mi generación es la de los setenta, y para nosotros es normal no limitarnos a ninguna disciplina específica. Estudié en la escuela de Bellas Artes y posteriormente trabajé para el Stedelijk Museum de Ámsterdam, en el departamento de Artes Aplicadas. Fue entonces cuando empecé a interesarme por la idea de crear entornos, de no centrarme en un aspecto concreto sino de crear un espacio que ejerza una influencia al que lo visite. De ahí pasé a trabajar por mi cuenta para distintos proyectos, entre ellos los del estudio OMA de Rem Koolhaas, quienes me contrataron desde que se instalaron aquí a finales de los ochenta. Con ellos realicé el diseño del Kunsthal de Róterdam y del Teatro de Danza Holandés de La Haya, y aunque fue convirtiéndose en un trabajo más arquitectónico, siempre seguí vinculada al diseño textil y de moda.
Años después, con mi estudio Inside Outside comenzamos a trabajar en teatro, y en este ámbito el diseño de textiles implicaba un gran capacidad técnica para responder a condicionantes que en un museo no se tienen, como el aislamiento acústico. Y esto empezó a apasionarme. Así fue como empecé a dedicarme al diseño textil de cortinas y alfombras y también al de jardines, desarrollando varias profesiones al mismo tiempo. Podría haber sido cualquier otra cosa, pero rodeada de buenos colaboradores expertos en cada una de estas disciplinas, fue posible crear este estudio multidisciplinar que responde muy bien a su nombre de trabajar tanto en espacios interiores como exteriores que influyen mutuamente. Somos un equipo de diseñadores, arquitectos de interiores, diseñadores de moda, paisajistas, ingenieros, procedentes de muchos países. En realidad cualquiera que quiera trabajar con nosotros y que tenga una especialidad que ofrecer es bienvenido.

Petra Blaisse, en un momento de la entrevista, en su casa en Ámsterdam. © Alicia Fernández Solla
Usted ha trabajado para prisiones, museos, viviendas particulares… ¿qué tienen en común sus proyectos?
Quizás lo que caracteriza a todos los proyectos es que nos ponemos al servicio de alguien, ya sea una institución o un estudio de arquitectura. Siendo muy diplomáticos con todos los actores que intervienen e intentando resolver lo que nos piden, creamos espacios flexibles que lleven nuestro sello personal. Debemos adaptarnos a las distintas circunstancias y esto es un reto porque cada arquitecto tiene su personalidad, su ego, su bagaje cultural…En las exposiciones trabajamos de una manera más libre.
Para el teatro Hackney de Londres diseñaron un telón demasiado atrevido para lo que ellos buscaban y tuvieron que crear uno en el clásico color rojo, ¿es más complicado trabajar en proyectos de restauración que cuando se hace desde cero?
Este proyecto lo hicimos con el estudio de arquitectura de Tim Ronalds, especializado en restaurar edificios antiguos. El teatro les pidió una remodelación total, renovarlo totalmente, excepto las cortinas y los textiles. En un principio nosotros les hicimos una propuesta muy innovadora con textiles en blanco y negro, y después de considerarlo durante casi un año, nos dijeron que no, que querían que el Hackney Empire respirara clasicismo porque así lo esperaban los que acudían allí, generación tras generación. El telón tenía que ser de terciopelo rojo, punto. Está claro que la mentalidad británica es diferente. Pero el reto nos gustó. Porque cuánto más se limita la creación artística, más inteligente hay que ser para, a pesar de todo, ofrecer algo propio y diferente.

Telón de terciopelo rojo del Teatro Hackney de Londres, diseñado por Petra Blaisse. © Inside Outside
Cortinas que se entreabren, que dejan entrever la silueta, ¿cómo relaciona su trabajo con el voyerismo?
Está muy relacionado, sin duda, con el aspecto más sensual y obsceno del término. Es muy estimulante crear pequeñas aperturas en algo tan espectacular como un gran cortinaje. La cortina tiene muchas metáforas y ha estado presente en nuestra sociedad siempre. La vemos en la esfera de lo privado, cuántas imágenes hemos visto del hombre mirando por detrás de la cortina; en lo secreto, lo íntimo, pero también en la acción misma de fabricarla, de tejerla. Es algo que encontramos en la arquitectura, hasta en la biología.
De la cortina me gusta también que no tiene forma, se mueve como quiere y sencillamente cuelga. Por el tipo de tela y de su color podemos crear distintas sensaciones que entren por la vista y el tacto.
Usted trabaja en proyectos en todo el mundo donde el significado de un color puede cambiar totalmente en función de cada cultura, ¿cómo influye en su trabajo esta diferencia cultural?
Es cierto que el significado que se da a un color varía totalmente de un lugar a otro. En Corea por ejemplo, donde trabajamos en los años 90, el color blanco simboliza la muerte, mientras que aquí es la pureza. Teníamos que ser cautelosos con el uso del bambú, porque puede tener connotaciones con el pasado de China, o con los cerezos en flor, porque está íntimamente relacionado con Japón y no tanto con ellos. Siempre hay algo político. En Taipei tampoco pudimos utilizar un color porque era el de un partido político, pero un azul grisáceo les parecía bien. En general los tonos de azul suelen ir bien en casi todas las culturas. También el gris, aunque es un color que yo pretendo evitar porque está demasiado vinculado a la arquitectura. Los colores más puros, el naranja más naranja o el amarillo más primario, son pantones típicamente holandeses, del norte de Europa y también de Latinoamérica. En Norteamérica no se utilizan, la industria sencillamente no los usa: en Seattle por ejemplo, todas las muestras de color que nos daban estaban atemperadas, tiraban a grises. A mí no me gustaba nada.
¿Cómo influyen las nuevas tendencias en su trabajo como paisajista y diseñadora de interiores?
Hay un sentimiento generalizado de vuelta al trabajo manual, las generaciones actuales hacen punto, le dedican mucho tiempo a la jardinería, a la decoración de su casa. Y todo ello dentro de un discurso de defensa del entorno y del medioambiente. Incluso mis nietos, el mayor de ellos tiene 10 años, ya están muy comprometidos. Y es algo que me gusta, el uso de materiales naturales para todo, como el bambú o el césped. Pero debo decir que también me parece un tanto hipócrita, porque lo abrazamos sin cuestionar lo que hay detrás de esta nueva tendencia. Al mismo tiempo que hay esta vuelta, nosotros estamos innovando con nuevas maneras de crear cortinas de exterior que acumulen energía solar. Aunque nuestras telas suelen ser verticales y tenemos que ver cómo captar la luz solar, lo cierto es que a menudo las usamos para tapar fachadas enormes por lo que es una tontería no aprovecharlo.
En el caso de los interiores, las cortinas juegan un papel muy importante en la flexibilidad de los espacios que cambian de funcionalidad, es algo muy actual. Lo hemos hecho en la biblioteca pública de Tilburgo, instalando seis enormes cortinas que pueden servir como pantallas de proyección o como muro de separación entre varios lugares. Espacios transformables, flexibles, híbridos, estas palabras se han convertido ahora en un cliché. Y en las viviendas particulares, el hecho de que cada vez sean más pequeñas, hace necesario que haya cortinas o separaciones también flexibles, que se puedan mover.
En cuanto al paisajismo, es algo diferente. Ya desde el primer proyecto que diseñé en los años 90 para Universal Headquarters en Los Ángeles, el tema de la sostenibilidad era inseparable: ya se hablaba de aplicar soluciones para retener el agua, de reciclar materiales, y de utilizar plantas autóctonas para minimizar el riego.

Biblioteca LocHal de Tilburgo, recientemente inaugurada. © Inside Outside
¿Echa de menos la libertad de los años setenta y ochenta?
Hoy en día crear es un proceso menos libre, porque las regulaciones, en el mundo occidental, son cada vez más estrictas. Viene de Estados Unidos: normas de seguridad para todo. Por ejemplo, el parque que realizamos en la biblioteca de los Árboles en Milán (Biblioteca Degli Alberi) lo diseñamos en 2003 y cuando nos pusimos a hacerlo en 2010 las regulaciones habían cambiado completamente. Las plantas no podían tener una altura superior a 50 centímetros, por seguridad. Absurdo. Un parque que haya sido diseñado hace diez años no puede hacerse ahora igual. La misma ciudad de Ámsterdam no podría construirse de nuevo como la conocemos, ¡los niños podrían caerse al agua del canal muy fácilmente! (ríe). Pero no echo de menos aquella época. Afortunadamente puedo permitirme el no ser demasiado obediente con todas estas normas. Y creo que es importante no obedecer demasiado: retar a nuestros clientes e influir en mi equipo para hacerlo a nuestra manera. Cuando nos presentamos a una competición, las premisas a cumplir son interminables y en el estudio nos centramos en ver cuánto podemos aportar respetando esos límites. Esa es siempre la discusión. La rivalidad es enorme y las posibilidades de ser original y diferente están bastante restringidas.
Su pasión por la jardinería y los textiles, ¿le viene de la infancia?
Mi madre era una artista y mi padre un hombre de negocios, vivieron un matrimonio bastante desafiante y enriquecedor. Ambos católicos, mi padre trabajó durante toda su vida para una gran compañía holandesa y por su profesión nos mudamos y vivimos en varios países de Europa. Mi hermano y yo fuimos a colegios franceses. Para mí, como niña, esta vida que nos obligaba a empezar de nuevo cada cierto tiempo, hacía que me aferrara a lo que me daba seguridad, a aquello que no cambiaba. Y yo lo encontraba en la naturaleza, el jardín me daba felicidad, al igual que mi habitación. Allá donde iba creaba mi propia habitación, como mi espacio seguro. Y en este cuarto había por supuesto algunas telas y textiles que siempre me acompañaban. Recuerdo a mi madre quitar las cortinas de una casa y colgarlas en la siguiente, era algo que permanecía. Además de esta forma de vida, también me influyó el interés que siempre tuvieron mis padres por el arte moderno. Nos llevaban a todas partes con ellos y desde pequeños íbamos a conciertos, exposiciones, a todo. Hasta los nueve años viví en Viena y allí me marcó lo que aprendí de artistas como Gustav Klimt o Egon Schielle, y de la cultura de la Europa del Este, del bloque soviético. A esto hay que sumarle que como familia católica seguíamos yendo a misa, y a mí me impresionaba mucho la decoración y grandiosidad de las iglesias, la iluminación. Como no entendía nada el latín y las misas eran muy largas, me pasaba el rato mirando a mi alrededor.
- Petra Blaisse muestra detalles del proyecto de la biblioteca de los árboles de Milán.
- Vista aérea del parque milanés diseñador por Inside Outside, también un jardín botánico de árboles.
¿Qué tipo de tela le atrae más?
En teatro es muy habitual que tengamos que trabajar con el terciopelo. Y es un tejido muy especial porque el terciopelo puede estar hecho de muchos materiales: algodón, lana de mohair, sintético… y al ser tridimensional, por su grosor, es muy versátil y se pueden hacer muchas cosas con él. Pero trabajamos con todo tipo de textiles: deshechos de plástico, redes de pesca, high-tech, etc. Si queremos que pase la luz, les hacemos agujeros, creamos con ellos. Para el museo MoMa de Nueva York nos pidieron una cortina que separara la recepción del restaurante pero que permitiera ver al otro lado para controlar las mesas que se ocupaban y las que no. Les diseñé una cortina de terciopelo con grandes agujeros a la altura de la mirada, como si fuesen cañonazos, pero no les gustó.
Cuesta pensar que haya alguien que se resista a mirar por un agujero…
Aunque la sociedad se ha vuelto más puritana que en los setenta, todo el mundo mira, es irresistible. Y en el textil, todavía tenemos libertad para jugar con esta sensualidad, este voyerismo, esta curiosidad. Y no es algo nuevo: en los retales que quedan de la época de los egipcios, vemos este juego entre el mensaje explícito y el implícito. Se sabe que las que los bordaban dejaban mensajes secretos entre sus telares.

Cortina en la Escuela Técnica de Zurich (ETH) donde se ha llevado a cabo una exposición monográfica del trabajo de Blaisse. © Inside Outside
¿Es la idea de un camino, como tienen sus jardines o los raíles de sus cortinas, lo que más le definiría?
No lo sé, un raíl no es como un camino exactamento, pero para mí lo interesante es la coreografía del movimiento. El camino es algo muy gráfico y eso me encanta. Porque es un buen punto de partida. Cuando diseñamos un jardín, al principio la naturaleza todavía no toma partido, pero aún así tenemos la imagen gráfica que dibujan los caminos.
Sigue con muchos proyectos por delante y todos muy diferentes, ¿hay alguno que le atraiga más en especial?
Ahora mismo estamos trabajando en uno muy interesante: un apartamento en el ático de un hospital en Berlín. Este es mi primer proyecto de arquitectura, me prometí a mí misma que nunca haría arquitectura, pero no he podido cumplirlo. Junto con una de mis socias, Aura Melis (arquitecta) estamos desarrollando la idea de un cubo de cristal literalmente insertado en el tejado. Y por otro lado, quizás el proyecto más ambicioso que tenemos por delante es el primer libro monográfico sobre nuestro trabajo, que verá la luz este año y que publica la universidad técnica de Zurich. En San Diego estamos desarrollando cortinas para el auditorio del museo Mingei de Artes Aplicadas; para los nuevos terrenos de Ajax diseñamos, junto con mi otra socia, Jana Crepon (paisajista) los jardines y espacios públicos y en Copenague diseñamos el paisaje de una nueva isla urbana. En fin, no paramos, pero todo es muy nuevo e interesante. Paralelamente soy esposa, hija, madre y abuela…es como si las mujeres tuviéramos la necesidad vital de estar en todo y a la vez.
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