Sílvia Font Jansà es terapeuta Gestalt y, a través de sus consultas, ayuda a las personas a conocerse mejor y a afrontar situaciones vitales difíciles. Hace cuatro años cambió Barcelona por Nijmegen, y desde la ciudad más antigua de Holanda nos cuenta cómo su pareja y ella buscaban una experiencia internacional cuando ésta se cruzó en su camino. Si bien afirma que la vida del expatriado puede otorgar una segunda oportunidad si sabemos buscarla, reconoce que esta libertad puede ser abrumadora y que tener a la familia lejos no favorece. Trabajadora social y antropóloga, Sílvia conoce bien las aristas del ser humano, lo que nos engrandece y aquello que nos hace pequeños. Y con su trabajo diario no duda en emplearse a fondo para acompañar a cada uno a sacar lo mejor de sí mismo.​

Vive en Nijmegen, alejada del núcleo del Randstad donde viven la mayor parte de los extranjeros en Holanda, ¿qué le aporta esta ciudad?
Es una ciudad cercana a la naturaleza, con muchas actividades sociales y culturales y a mí personalmente me sirve. Está cerca de Eindhoven y Weeze para volver a Tarragona, la provincia en la que nací. Y con el tren es fácil moverse por el país.

A nivel laboral es peor vivir aquí que si viviéramos en el Randstad pero ya me he hecho a la idea de que para trabajar tengo que viajar a Ámsterdam y otras ciudades donde hay más opciones para mí. Nijmegen es una ciudad universitaria y con bastantes empresas internacionales y hay extranjeros como nosotros. Por otro lado, al igual que Barcelona, es una ciudad suficientemente grande como para pasar desapercibido, pero sigue teniendo un tamaño mediano que favorece la interacción social. La gente se saluda, algo que en ciudades más grande no pasa.

¿Qué valora de la cultura holandesa?
Que sean tan directos es algo que me gusta y de lo que creo que se puede aprender: el aspecto español de darle tantas vueltas a las cosas creo que no es tan positivo. Y otro aspecto que me gusta es su puntualidad, que si hemos quedado a una hora, a esa hora empieza la cita. Y como detalle, aunque a veces sea una formalidad, regalar flores o plantas me encanta. Por otro lado, su relación menos estrecha con la familia me hace pensar lo importante que es para mí. A mí me da mucha satisfacción el contacto con los míos y veo fundamental contar con esta red familiar.

A los expatriados que viven entre dos mundos, ¿qué cree que les aporta esta dualidad cultural?
Cambiar de país permite que, de repente, todo sea posible, que todo esté por aprender, y esto es un rasgo de la vida del expatriado que se puede aprovechar. Pero tener tantas posibilidades puede ser abrumador, puede hacer que alguien se pierda o por el contrario, puede suponer una buena oportunidad para reinvertarse y ser lo que uno quiere ser.

Estudió antropología social y cultural y después trabajó como trabajadora social, ¿por qué decidió dedicarse a la terapia Gestalt?
Mi primer contacto con la terapia Gestalt fue hace años cuando en un momento de crisis personal busqué a un terapeuta para superarla. Y cuando terminé el tratamiento me gustó mucho la experiencia y decidí estudiar la especialidad para poder ayudar a otras personas. Mi idea inicial era combinarla con mi trabajo como trabajadora social y poder tener dos trabajos. Pero cuando llegué aquí, empecé a buscar la manera de hacerme autónoma para trabajar como terapeuta con expatriados, tanto en Nijmegen como en Ámsterdam y otras ciudades. Si tengo que elegir entre las dos facetas profesionales de mi vida me quedo con la de terapeuta, es más profunda.

¿En qué se caracteriza la terapia Gestalt?
Al ser de corte humanista, no lo relacionamos con una enfermedad, es decir, se trata de una herramienta para el desarrollo personal y social. No ponemos la etiqueta de enfermo a la persona que viene a la consulta, por eso evitamos el término “paciente” y preferimos hablar de cliente, consultante…Mi labor es ayudar a la persona a contactar con lo que necesita, con lo que anhela y a aceptar también lo que no le gusta. Aunque yo no tengo la clave para que esa persona se recupere y esté bien, trabajo con ella para que sus dudas se vayan despejando, para confrontarle y apoyarle en ciertos aspectos.

La terapia Gestalt parte de la premisa de que las personas somos responsables de lo que hacemos, de que todos nacemos con la capacidad de autoregularnos y estar en equilibrio. Cuando por algún motivo perdemos este equilibrio, desde este enfoque podemos reconectar con aquello que necesitamos, con nuestra fuerza y mejorar nuestra situación. Y con pocas sesiones se puede ver ya una mejora, aunque al tratarse de un trabajo profundo, depende mucho de cada persona. Con unas diez sesiones casi todo el mundo puede notar ya un cambio positivo. La terapia Gestalt es un estilo de vida, no sólo un tratamiento que produce un cambio rápidamente. Por eso, el dar por concluido el tratamiento depende de cada uno: hay gente que ya se siente bien, pero que reunirse con su terapeuta de vez en cuando le ayuda mucho a analizarse, a verse como en un espejo.

Silvia Font Jansá, Terapia Gestalt

Algo como una depresión, ¿cómo se trataría desde la terapia Gestalt?
En la Gestalt el objetivo no es eliminar la tristeza o la depresión sino aprender a escucharlas: aunque cueste, darnos permiso para sentirnos mal y para elaborar el por qué y el para qué de esta tristeza es importante para que se puedan dar cambios. Las emociones son necesarias y si no somos capaces de escucharlas, volverán a salir en otro momento. Por eso es importante hablar de lo que nos pasa, para sobrellevarlo y aprender de ello. Pero a mi consulta también vienen personas que aunque todo les va bien, sienten insatisfacción. La terapia no tiene que ser sólo para paliar un dolor sino que también ayuda mucho a vivir mejor, a aprender a disfrutar de los placeres, de lo bueno.

Darse tiempo…mucha gente le dirá que está demasiado ocupada ¿no?
Es verdad que el ritmo de vida que llevamos no ayuda pero tengo la impresión de que aquí en Holanda es más sencillo coger una baja por burn out que en España, por ejemplo, y que las empresas respetan más el que alguien tenga que parar por un motivo así.

¿Cómo resumiría en pocas palabras lo que la terapia Gestalt aporta a sus pacientes?
Yo diría que ante todo, ayuda a mirarse a uno mismo de una manera más amable, aceptarse, responsabilizarse, valorarse y mejorar su relación con uno mismo y con el entorno. Permite descubrir herramientas que uno tiene y que quizás no había utilizado antes. Si alguien siempre se ha considerado tímido, por ejemplo, la terapia le anima a romper con este encasillamiento y a lanzarse. Intentamos que la gente recupere su vitalidad, conecte con lo que es, con su forma más auténtica.

Toma nota:​

Sílvia ofrece atención mediante sesiones individuales de Terapia Gestalt Integrativa en Ámsterdam, Nijmegen y Utrecht. Además organiza talleres esporádicos (que también pueden ser a medida para organizaciones y asociaciones).

Al estar registrada como terapeuta en los Países Bajos, sus consultas pueden ser cubiertas por la aseguradora médica, en función de la cobertura del paciente y del tipo de consulta. La primera entrevista es gratuita y sin compromiso.

Para más información, consulta su página web o su página de Facebook.

Además tiene otro proyecto profesional, Arboreo, una tienda online de productos mediterráneos entre los cuales se puede encontrar aceite de oliva virgen y miel.