Junto al queso, los molinos y los tulipanes, a Holanda también se la reconoce en el extranjero por su tradición en la arquitectura de ladrillo. Y es que a todos nos siguen fascinando las imágenes de una calle o de un canal flanqueado de edificios levantados completamente con este sencillo pero noble material de construcción que ha moldeado las ciudades holandesas durante casi un milenio.

El ladrillo visto crea una imagen unificada de las formas urbanas sin reparar en las diferencias en las funciones o épocas de construcción. El ladrillo empareja también las individualidades y las clases sociales. Ya puede tratarse de viviendas sociales o de mansiones de familias adineradas, de enormes iglesias o de almacenes para guardar los frutos del comercio, pero en todos ellos el color y la textura que produce el uso de esta piedra artificial impregnan al conjunto urbano de una homogeneidad que se traduce en armonía visual para nuestros ojos.

Un poco de historia 

Holanda comenzó a utilizar este material de manera sostenida en el tiempo a partir del siglo XII. Por aquel entonces el territorio comenzó a desarrollarse y a poblarse con los primeros pólderes que permitirín conseguir tierras secas para el cultivo. El crecimiento demográfico se vio acompañado por la construcción de nuevas iglesias y monasterios, mientras se realizaban diques para proteger a las nuevas poblaciones. El ladrillo pasó rápidamente a ser el material preferido para la construcción, por la disponibilidad local de la materia prima, por su durabilidad y también por poder así, evitar la utilización de la madera, luego de varios grandes incendios que azotaron aquellas ciudades en sus primeros tiempos.

El uso casi exclusivo del ladrillo como material de construcción y a la vez como expresión exterior de los edificios al utilizarse de forma vista, sin revestimientos superficiales, hace que los centros históricos de las ciudades holandesas parezcan haber sido construidos todos en el mismo momento. Difícilmente alguien no preparado puede diferenciar rápidamente épocas distintas entre los edificios, mientras que no es extraño encontrar algunos de 1300, como la Iglesia Vieja de Amsterdam (Oude Kerk) junto a otros quinientos y hasta seiscientos años posteriores.

Fábrica de ladrillos en Brabante, a principios del siglo XX. Foto: Brabants Historisch Informatie Centrum

La industria del ladrillo

Alrededor de 1920 existían unas 600 fábricas de ladrillo distribuidas por todo el país. La crisis mundial de los años treinta y luego la Segunda Guerra Mundial destruyeron casi por completo este sector industrial, que recién volvería a resurgir en 1946 llegando a producir alrededor de los mil millones de ladrillos al año. En las décadas siguientes, el proceso de fabricación se industrializaría y mecanizaría fuertemente y en los años sesenta unas 160 fábricas producían hasta dos mil millones de ladrillos anuales. Eran los años de la reconstrucción de posguerra, cuando en muy poco tiempo se construyó la mayoría de los barrios que rodean las ciudades, en su gran parte con las llamadas “rijtjeshuisjes” o casas en hilera, una de las tipologías mas populares de viviendas en Holanda.

Hoy en día esa misma cantidad de ladrillos es producida por unas 40 fábricas que, a través de la selección de distintos tipos de arcilla y métodos de producción, ofrecen al mercado unos 2.500 tipos de ladrillos diferentes en cuanto a su color, textura, porosidad, dureza, etc.

El medio ambiente

Como Adán, el ladrillo está hecho de arcilla que se extrae de las costas de los grandes ríos como el Rin, el Mosa el Ijssel y el Waal. El tema ambiental es central en este punto y la actividad extractiva de la industria ladrillera está, desde los años noventa, directamente ligada a las políticas estatales y medioambientales de gestión de las cuencas de los ríos. En el año 2009 una investigación realizada por Deltares demostró que la arcilla extraída para la fabricación de ladrillos es menor que la cantidad que el río deposita cada año en sus orillas. Esta extracción se produce con mucho cuidado y bajo estrictas normativas ambientales. Luego el terreno afectado es devuelto a la naturaleza para su recomposición muchas veces en forma de parques naturales. Además, la extracción tiene un efecto positivo al rebajar las orillas de los ríos y generar espacio extra para la recepción de agua, aumentando la protección frente a las posibles inundaciones.

Los arquitectos del ladrillo

A pesar de la introducción de nuevas técnicas constructivas y tendencias arquitectónicas, especialmente durante el siglo XX, el ladrillo no ha dejado de ser un material muy apreciado por los arquitectos holandeses.

La tradición del uso del ladrillo atraviesa épocas y estilos. Podemos nombrar, a modo de ejemplo, el trabajo de H.P. Berlage, arquitecto del edificio de la Bolsa de Ámsterdam y del Barrio Sur (Oud Zuid) de principios de siglo XX; o la obra de Willem Dudok, conocido por su diseño para el ayuntamiento de Hilversum de 1924, así como los muchos icónicos edificios de Aldo van Eyck en la Ámsterdam de la segunda mitad del siglo XX.

Aunque la variedad de materiales de fachadas tiende hoy al infinito las nuevas generaciones de arquitectos locales no dejan de darle al milenario material nuevas formas de expresión. La tradición y la experimentación renuevan día a día las posibilidades formales y técnicas de un material que seguramente seguirá por mucho tiempo más vistiendo a los edificios en Holanda.