Contratos falsos, cursos que nunca llegan a impartirse, escuelas que solo existen sobre el papel, estas son algunas de las prácticas fraudulentas que se ha encontrado el periódico De Volkskrant tras una investigación sobre las escuelas de holandés. Desde 2013, los solicitantes de asilo a los que se les ha concedido un permiso de residencia, los llamados titulares de estatus, son responsables de su propio proceso de integración. Esto significa que pueden elegir su propia escuela de idiomas. La idea de este modelo de libre mercado era que la competencia aumentaría la calidad de las escuelas: la mejor escuela atraería al mayor número de estudiantes. El presupuesto disponible es de 10.000 € por alumno, que se va transfiriendo a las escuelas de idiomas desde la administración cuando el estudiante firma el acuerdo de formación. A cambio de dinero y regalos, las escuelas fraudulentas reclutan «estudiantes» para que firmen facturas de cursos a los que nunca han asistido y que no han sido impartidos. El estudiante, al no aprender el idioma, no podrá superar el examen de integración estatal, pero si tras cuatro intentos no consigue pasarlo se le eximirá del mismo siempre que demuestre que ha asistido a 600 horas de formación, algo que la escuela fraudulenta está dispuesta a certificar sin problemas. Algunas de estas escuelas están dirigidas por antiguos solicitantes de asilo que no dominan la lengua pero que cuentan con el profesorado especializado que la ley exige para constituir la escuela. Fuente: NOS / De Volkskrant