Fundada por los romanos hace más de dos mil años a orillas del río Waal, Nijmegen (Nimega, en español) es hoy una agradable ciudad histórica con mucho por descubrir donde, cada mes de julio, se celebra la mayor caminata popular del mundo, la Vierdaagse.

Paseando por la ciudad de las siete colinas

Nijmegen está construida sobre siete colinas, un hecho singular en un país eminentemente plano, lo que le otorga a la ciudad un encanto único. Recorrer, por ejemplo, Lange Hezelstraat –la calle comercial más antigua de Holanda– permite disfrutar de sus tiendas artesanas y de algunos históricos bruin cafés mientras se asciende por la leve pendiente de la colina Hundisburg en dirección a la Grote Markt. La intervención artística realizada en el año 2000 que introdujo en el centro de la vía peatonal una canalización por la que fluye agua –como si de un acueducto a la altura del suelo se tratara– incrementa esta sensación de ascenso, además de otorgarle a la vía un permanente y agradable rumor de agua.

Caminando por el centro de la ciudad, también es habitual toparse con escaleras de piedra o ladrillo que emergen inesperadamente de un rincón hacia las alturas. Es lo que ocurre precisamente en la Stikke Hezelstraat, donde una empinada escalera atrae repentinamente la mirada hacia la catedral de Nijmegen, la Grote St. Stevenskerk que, con su torre de 71 metros (St. Stevenskerktoren), constituye uno de los emblemas de la ciudad. A mitad de esta escalera, llama la atención la columna de piedra coronada por una escultura del demonio (Moenen) que mira al paseante dando la espalda a la catedral. Se trata de una representación de la leyenda medieval nimeguesa sobre la joven Mariken van Nieumeghen, que fue seducida por el diablo pero que, tras arrepentirse, le abandonó y volvió al seno de la iglesia.

La pequeña plazoleta frente a la iglesia desemboca través de la kerkboog (puerta medieval) en el Grote Markt, la vibrante gran plaza del mercado de Nijmegen, repleta de comercios, puestos ambulantes y cafeterías. En este bullicioso espacio lleno de terrazas y transeúntes, hay presencias y ausencias que narran parte de la historia de la ciudad. Es el caso de la imponente silueta del Waggebouw (1612) –antigua casa de pesos y cambio hoy ocupada por el agradable café De Waagh–, que contrasta con los edificios anodinos del otro lado de la plaza. Las antiguas edificaciones fueron destruidas por el bombardeo aliado que, por error, destruyó buena parte del centro histórico de la ciudad durante la II Guerra Mundial. En el colindante callejón Achter de Hoofdwacht se conserva también otro interesante superviviente al bombardeo, el café In de Blaauwe Hand, el más antiguo de la ciudad. Este emblemático local debe su nombre al color azul de las manos de los trabajadores que tintaban tejidos en este edificio en el siglo XIV.

La plaza mayor o Grote Markt. Foto: Belén C. Díaz

Muy cerca de aquí se encuentra uno de los rincones más encantadores de la ciudad, la Commanderie de San Juan (Sint Jan), sobre la colina del mismo nombre. Construida originariamente en 1196, el edificio fue hospital, monasterio, caserna, iglesia, escuela e incluso museo y, hoy, es un espacio de disfrute gastronómico. Aquí se puede probar la cerveza local que se elabora en el mismo edificio (Browerij De Hemel) en cualquiera de los bares y restaurantes (De Pelgrim, De Hemel, Proefbrowerij Vaghevuur) que comparten el histórico emplazamiento y su magnífica terraza bajo los árboles.

La colindante plaza Korenmarkt (donde estuvo ubicado el mercado del maíz que le da nombre) es también un remanso de tranquilidad. Aquí apetece tomarse un café con un dulce en la agradable terraza del Bairro Alto o sentarse a hacer un picnic en el césped, junto a los saltos de agua de la plaza, como hacen en los días soleados parejas y familias de la ciudad. Aunque si hay un espacio verde popular al que acudir en los días de buen tiempo es el Kronenburgerpark. Este parque urbano cuenta con una amplia zona verde y arbolada que se extiende en diferentes niveles y pendientes sobre las laderas de la colina Hessenberg y se extiende frente a la llamativa Kruittoren, una torre de 30 metros de altura del siglo XV que formó parte de la muralla defensiva de la ciudad.

La agradable plaza de la Commanderie. Foto: Belén C. Díaz

El Valkhof, el principio de todo

Sobre la cercana colina arbolada de Hofberg, con vistas privilegiadas sobre el río Waal, late la historia de Nijmegen desde hace más de 2000 años. En este espacio, conocido como Valkhof, batieron las espadas, resonaron bailes medievales y voces de emperadores y silbaron las balas durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy cantan los pájaros y, una vez al año, suena música en directo durante el Valkhof festival (13-19 de Julio), uno de los eventos musicales más reconocidos de la ciudad.

Aquí se instalaron los primeros habitantes de Nijmegen, los bátavos, expulsados por los romanos en el siglo I D.C. El Imperio Romano, interesado en este estratégico enclave, fundó aquí la ciudad fortificada Oppidum Batavorum, y así nació Nijmegen, la ciudad más antigua de los Países Bajos. Lamentablemente, el tiempo ha borrado la huella romana en la ciudad, pero se pueden descubrir los restos conservados en el cercano Museo Het Valkhof.

La pérdida de influencia del imperio romano no privó al Valkhof de su protagonismo. En el siglo VIII, el emperador franco Carlomagno construyó aquí un gran palacio y, 400 años después, el emperador Frederik Barbarossa (s.XII) hizo lo propio erigiendo un castillo sobre los restos del palacio carolingio. Cuando, en el siglo XVIII, el espacio fue convertido en un parque público, solo dos construcciones se salvaron de la demolición: la Capilla de San Nicolás (St. Nicolaaskapel) y la Capilla de San Martin, más conocida como “las ruinas de Barbarossa” (Barbarossaruïne). La capilla de San Nicolás (iniciada en 1030), es el edificio de piedra más antiguo de Países Bajos y un ejemplo de arquitectura bizantina muy poco habitual en estas latitudes. Por su parte, las imponentes ruinas de Barbarossa –restos del ábside de la sala del trono, con capiteles romanos y carolingios– se erigen melancólicas en el centro de una explanada verde. A apenas un centenar de metros de ahí, un bunker visitable de la Segunda Guerra Mundial se asoma sobre el río Waal agazapado en la ladera. La historia de Nijmegen cabe entera en el pequeño Valkhof.

La vida que transcurre a orillas del Waal

El río Waal es el alma de Nijmegen y su más preciado tesoro. La ciudad lo ha vigilado y admirado desde la altura durante milenios pero también ha aprendido a disfrutarlo y hacer vida junto a él. Hoy, en su ribera se extiende el Waalkade, un amplio y agradable paseo cerrado a la circulación de vehículos donde las terrazas y los restaurantes (con el recomendable Witlof a la cabeza) comparten protagonismo con una zona verde de reciente creación. Aquí, una puede relajarse junto al río, sobre el césped o en las gradas que descienden hasta el agua, pero también visitar el Museo Nacional de la Bicicleta de los Países Bajos, Velorama, o vivir una aventura de escapismo en el scape boot amarrado a la ribera.

A pocos metros se alza el imponente Waalbrug, el más emblemático de los tres puentes que atraviesan el Waal a la altura de la ciudad. Cada año, a la sombra de su estructura, se establece durante los meses de verano De Kaaij, una terraza cultural donde la música en directo, el buen ambiente y la gastronomía son sus mayores reclamos. Lo sorprendente es que, a solo dos minutos de distancia, un oasis de naturaleza y tranquilidad se extiende a lo largo de 500 hectáreas. Se trata del Ooijpolder, un área natural y agrícola por la que discurren nueve agradables rutas de senderismo y a la que se accede a través del próximo puente peatonal Wandelbrug Ooypoort.

Gracias al Waal, Nijmegen tiene incluso su propia playa, la Waalstrandje, en la isla que emerge en el centro del río. Este es uno de los lugares más populares en los días soleados entre la gran comunidad de estudiantes (más de 40.000) que vive en la ciudad. Otro de los atractivos espacios inesperados que ofrece la orilla del Waal es el Honigcomplex, una antigua fábrica de sopa y productos de alimentación donde hoy, tiendas, gimnasios y numerosos bares y restaurantes. No es de extrañar que, con tan variada oferta de ocio junto al agua, Nijmegen haya decidido autoproclamarse capital del verano holandés (Summer capital).

Vierdaagse, “la caminata del mundo”

Unos cuarenta mil caminantes de todas las edades y de más de ochenta nacionalidades se reúnen anualmente en Nijmegen el tercer martes de julio para participar, durante cuatro días, en la mayor caminata popular del mundo, la Vierdaaagse. Conocida también como “The walk of the world”, los participantes de esta histórica marcha–celebrada desde 1909– deben recorrer durante cuatro jornadas consecutivas una distancia diaria obligatoria de 30, 40 o 50 kilómetros en función de su edad, su género y su condición. Es tal su fama internacional que la lista de espera es larga y los que logran hacerla acceden por sorteo, tras inscribirse mucho tiempo antes.  Durante esa misma semana, Nijmegen celebra las Vieerdagsefeesten y sus calles se llenan de música y actividades para todos los públicos.