Nereida Ordovás García es psicóloga clínica y tras estudiar un máster en la universidad Radboud de Nijmegen (Nimega) sobre Migración y Globalización, decidió quedarse a vivir en Holanda. Desde la localidad de Wageningen, en el centro del país, ayuda a las personas hispanohablantes que, como ella, han vivido la experiencia de cambiar de país y de cultura, aplicando su conocimiento profesional y combinándolo con la práctica de la meditación. Está convencida de que la vida se vive mejor si se reflexiona sobre uno mismo y se acepta la cara B que todos tenemos. Este ejercicio de interiorización hace que adaptarse a un contexto diferente se convierta en algo positivo del que siempre se puede aprender.
¿Cómo empezó su interés por la psicología aplicada a la inmigración?
El máster que estudié al venir aquí estaba enfocado en este tema y en España estuve colaborando con varias oganizaciones relacionadas con la mujer y este enfoque de género siempre me ha interesado. Así que para mi tesis estudié la situación de mujeres latinoamericanas en los llamados trabajos “low-skill”, principalmente en empresas de limpieza en Holanda. No me gusta nada usar este término porque las mujeres que conocí estaban más que cualificadas, pero es la manera habitual de denominar este tipo de trabajos. Quería saber cómo se sentían respecto de sus compañeras holandesas y las variables que intervenían en su integración. Descubrí que no era tan sencillo cómo parece; que a pesar de dar la impresión de que estaban adaptadas por hablar el idioma o por trabajar con holandesas, los grupos estaban muy diferenciados y la segregación era total. Las tareas que no querían hacer las holandesas eran las que les tocaba a las latinoamericanas, independientemente del tiempo que llevaran trabajando en la empresa. Y lo sorprendente es que en muchos casos estas mujeres no trabajaban por necesidad económica sino como una manera de independizarse de sus maridos, la mayoría holandeses.
¿Cómo nació Mindful Abroad?
Fue a raíz de este estudio que pensé que podría utilizar mis conocimientos de psicología clínica para asistir a personas inmigrantes en Holanda en su proceso de adaptación al país. Lo fui madurando durante un tiempo hasta que finalmente decidí crear esta web para ofrecer consultas por skype o presenciales a todo el que lo necesite. Estoy registrada en el Nederlands Instituut van Pshycologen lo que me legitima para ejercer mi profesión aquí aunque no dispongo del certificado de Sanidad que permite al paciente sufragar los costes del tratamiento a través de su seguro médico. Sé que esto puede ser un handicap pero confío en que a los pacientes les siga mereciendo la pena ya que ofrezco atención en su propio idioma y una amplia especialización en este tema. Además, por esta razón, mis tarifas no son tan altas como las que suele tener un psicólogo aquí.
¿Cuál es su método de trabajo?
En primer lugar les envío un cuestionario a través del cual puedo saber si sus circunstancias se ajustan a mi ámbito de trabajo, ya que yo estoy especializada en tratar problemas de ansiedad, de adaptación o de comunicación y no podría ayudar en otras situaciones como aquellas que requieran medicación, por ejemplo. A partir de ahí inicio con ellos una terapia basada en el mindfulness y que se centra en la llamada corriente de tercera generación de la psicología teórica, es decir, no trato ni las conductas, como se hacía en la teoría conductual clásica, ni intento cambiar los pensamientos de la persona, tal y como se haría a través de la corriente cognitivo-conductual, que es la más establecida y estudiada. Con mi forma de trabajar yo pretendo cambiar la relación que tenemos con esas conductas o esos pensamientos que nos causan el problema. Porque creo que gran parte de estos pensamientos y conductas están aprehendidas por nosotros, muy arraigadas en nosotros, por lo tanto es más útil aprender a responder a ellas que a reaccionar frente a ellas. Y la práctica de la meditación es uno de los instrumentos que ayuda a conseguir esto.
¿Podría ponernos un ejemplo para entender esta diferencia entre lo que usted hace y las terapias más tradicionales?
Pongamos que alguien acaba de llegar a Holanda y le cuesta mucho salir de su casa y relacionarse con la gente. La teoría conductista trabajaría en cambiar esa conducta, aconsejándole a la persona que haga un esfuerzo y salga al encuentro de extranjeros que hacen en el café de la ciudad, por ejemplo. La cognitivo-conductual se dirigiría a afrontar los pensamientos disruptivos, a darse cuenta de ellos e intentar superarlos. Pero en ambos casos hablamos de una conducta que por mucho que lo intentemos, quizás nunca vayamos a eliminar. Ya sea por miedo a lo nuevo, o por miedo a viajar en avión, como me pasa a mí, los que practicamos esta tercera corriente de la psicología abogamos por asumir estos pensamientos en lugar de luchar por eliminarlos. Aprender que son sólo pensamientos, que igual que vienen se van, y que el poder que tienen sobre nosotros es el que nosotros queremos darles, es algo que nos enseña la meditación. A mí, al menos, me funciona, y me permite viajar en avión sin sufrir como antes.
¿Hace falta sentir que se tiene un grave problema para asistir a su consulta?
En absoluto. No hace falta tener un problema para querer estar más en contacto con el presente. Yo no soy ninguna yogui pero creo que esta práctica y las pautas que yo propongo a mis pacientes sirven para mejorar su bienestar, nada más. Conocerse a uno mismo no es imprescindible, pero sí lo es aceptarse a uno mismo, y para ello, el primer paso es reconocer que todos tenemos una cara B. Y este ejercicio de saber quienes somos nos ayuda también a vivir mejor en una sociedad obsesionada por las apariencias y por vivir la vida a través de posts, fotos y hashtags.
En su web explica que el que emigra debe desaprender para volver a aprender, ¿es complicado este proceso?
Tenemos que desaprender porque son nuestros miedos y nuestros pensamientos aquello que a menudo nos bloquea, y sólo identificándolos podremos afrontarlos. Cuando muy fui a vivir a Londres, recuerdo el día que acudí a la primera entrevista para trabajar como camarera en un restaurante. Cuando llegué a la puerta, el miedo pudo conmigo y me di la vuelta. Pero mientras caminaba me decía a mí misma que tenía que intentarlo, y me animé a hacerlo, abriendo una puerta a una etapa de mi vida muy enriquecedora. Allí desaprendí que no todo es tan negro como nos creemos y que al final nos acostumbramos a enfrentarnos a nuestros miedos. Esto es lo que más podemos aprender de la experiencia de emigrar. No hay nada que aprendamos de vivir en otro país que sea malo, reaprender es enriquecedor.
Cada paso que damos cuando iniciamos una vida en otra parte, ¿es un miedo que superamos?
En cierto modo, sí. Pero debemos mirar a esta experiencia vital como una transacción en los dos sentidos, porque al igual que yo supero miedos y aprendo cada día algo más de esta nueva cultura, los del país en el que vivo, en este caso los holandeses, también aprenden mucho de la mía. Me parece muy importante ver esto como un proceso bidireccional, y no desde la perspectiva de que soy yo la única persona que debe adaptarse.
En su opinión, ¿Holanda se lo pone fácil al que viene de fuera?
Creo que la sociedad holandesa es muy abierta de ideas y muy acogedora pero al mismo tiempo demanda mucho de tu parte. En Wageningen, donde vivo, he aprendido el valor de la comunidad, de reunirte y decidir juntos, y para eso creo que es imprescindible aprender el idioma. Y el concepto que tienen de amistad es muy distinto del que tenemos en España. Una amiga holandesa me lo explicó diciendo que la sociedad holandesa es como un coco: cuesta mucho entrar pero una vez que traspasas la cáscara, el interior es dulce y mullido.
En la flexibilidad para adaptarse a los cambios, ¿influye la edad a la que uno se va?
No, en mi opinión no influye. El cerebro se está desarrollando durante toda nuestra vida, si bien es cierto que va siendo menos plástico. Aunque pueda parecer más complicado adaptarse a una nueva vida cuando se es más mayor, siempre es posible. Tan difícil puede ser para un niño acomodarse a un grupo de chavales que no tienen la cultura que él sí tiene en su casa como para una mujer adulta cambiar sus horarios de comida. Y este niño puede haber nacido en Holanda. No tiene nada que ver.
¿Adaptarse es sinónimo de integrarse?
Adaptarse significa aprender a moverse en un entorno distinto al tuyo, y esto no implica tener que integrarse por completo sin dejar atrás nuestra identidad previa. Al final se trata de encontrar nuestra propia manera de incluir lo nuevo en lo que ya traíamos, con un espíritu positivo. Como me gusta decir: “siempre se consigue más con miel que con vinagre”. A mí de los holandeses me gusta que sean tan directos, a veces sin filtro, es cierto, pero valoro su libertad para decir lo que piensan. Esto yo lo puedo integrar a mi forma de vivir aquí sin renunciar a otros valores míos como la espontaneidad, más típicamente española, que además ellos valoran mucho. Decirlo es muy fácil pero lograrlo en el día a día es otra historia. La psicología nos da los recursos para conseguirlo, ayudándonos a descubrir los valores sobre los que tomamos decisiones en nuestra vida e incidiendo en lo positivo de construir relaciones personales aquí, quizás no tan valiosas como las que dejamos atrás, pero que nos pueden aportar mucho.
Nereida imparte sesiones de mindfulness y ofrece terapia individual presencial o por skype.
Su especialidad es el tratamiento del estrés y la ansiedad enfocado a la experiencia de la emigración.
Puedes contactar con Nereida por teléfono, 0649235948, o mandándole un email a info@mindfulabroad.com. Consulta su página web www.mindfulabroad.com