La migración, las personas migrantes y el proceso migratorio no han sido nunca una prioridad para los gobiernos de prácticamente ningún país, sobre todo de ningún país europeo. Para muestra un botón: el mediterráneo es la mayor fosa común del planeta.

En medio de la segunda ola de la pandemia de la Covid-19 y con las navidades a la vuelta de la esquina, muchas personas migrantes nos encontramos aún, o bien con la incertidumbre sobre si podremos reunirnos con nuestra familia -con las que muchos no nos reunimos desde las pasadas navidades- o bien con la certeza de que, de nuevo, no podremos viajar. Con la reciente prohibición del primer ministro Mark Rutte de realizar los típicos wintersports (deportes de invierno) este año, surge la duda entre lo que es un viaje de placer totalmente prescindible y un viaje para reunirte con, al menos, parte de tu familia. Se echa en falta, tal vez, una mayor sensibilidad y algo más de atención a la situación especial en la que nos encontramos los migrantes durante esta pandemia. Como hemos podido constatar en Países Bajos, observar las restricciones y las recomendaciones del gobierno parece complicado hasta para la familia real holandesa, que el pasado mes de octubre tuvo que interrumpir unas vacaciones en Grecia cuando estas se hicieron públicas, con la consiguiente indignación general e incluso la disculpa del primer ministro.

Que la mayoría de la población estemos concienciados de la necesidad de estas medidas y de su eficacia, no evita que, en el caso de las personas migrantes, estas nos pesen cada día un poco más. Cada día, y especialmente con la navidad acercándose, nos despertamos con incertidumbre y en muchos casos con miedo. Incertidumbre por no saber si podremos viajar a nuestros países de origen en unas fechas tan importantes para algunas personas y miedo ante la amenaza siempre presente del contagio y por lo tanto de correr o ser un peligro para los demás.

Se echa en falta, tal vez, una mayor sensibilidad y algo más de atención a la situación especial en la que nos encontramos los migrantes durante esta pandemia.

Al fin y al cabo, puede que lo más sensato sea quedarse en nuestras casas este año. Y si esto tiene que ser así, ¿cómo podemos vivir esta situación tan anómala de forma flexible, presente, con aceptación y de forma compasiva?

Unas navidades «al estilo holandés»

El llamado «espíritu navideño» es más bien una sensación que surge de las reuniones familiares y el ánimo alegre que reina en la mayoría de las casas (aunque no en todas): estar juntos, comer, cantar, compartir, decorar, pasear por las calles adornadas e iluminadas, la ilusión de los niños y niñas de la familia. La navidad que viviremos este año, que de igual forma estará restringida para todo el mundo por las medidas que cada país o comunidad decida adoptar, pondrá a prueba esta idea del «espíritu navideño». Solamente de cuatro a seis personas, dependiendo de cada país, se podrán juntar en casa en las fechas más señaladas. Mientras que las familias holandesas posiblemente estén más acostumbradas a este tipo de reuniones más reducidas, breves y sencillas, las personas que venimos del sur de Europa o de países latinoamericanos solemos celebrar ciertas fechas señaladas de forma muy diferente, y ciertamente este será un año en el que en todo el planeta las celebraciones tendrán un aire mucho más holandés. Y esto no es mejor ni peor -cuidado con los juicios-. Es, simplemente, diferente.

Sin embargo, esto no quiere decir que se deba perder la ilusión por cocinar una buena cena para las personas con las que vivas o que se renuncie a cualquier tipo de celebración. Por ejemplo, podemos pensar en actividades alternativas que vayan en dirección a ese espíritu navideño si es que este representa un valor para nosotros. Estas son algunas ideas:

  • Se pueden organizar noches de juegos de mesa con las personas con las que vives.

  • Otra posibilidad es dedicar una tarde o un fin de semana a crear manualidades para adornar la casa de manera navideña sin tener que gastar mucho dinero ni que acudir a comprar a centros comerciales.

  • Podemos diseñar y enviar postales a nuestras familias o amigos por correo postal. Siempre hace ilusión abrir el buzón en estos tiempos en los que las únicas cartas que recibimos son las del Belastingdienst (la oficina de impuestos holandesa) y sorprendernos al ver que es una escrita a mano de alguien querido.

  • Los días que para ti y tu familia sean más señalados durante la navidad, podéis concertar una vídeo llamada.

Estos son sólo algunos ejemplos, pero puedes pensar en las acciones alternativas que para ti sean significativas teniendo en cuenta cuáles son tus valores respecto a la navidad.

Aislamiento y tecnología

La importancia de la navidad en la situación de las personas migrantes posiblemente vaya más allá del significado de unas fechas. Y es que, en este caso, las navidades son las fechas por excelencia en las que «volvemos a casa». No sólo volvemos a ver a nuestra familia y amigos, sino que salimos de nuestro país de acogida y volvemos a nuestra ciudad, a nuestro barrio, conectamos de nuevo con nuestros orígenes y desconectamos de nuestra rutina. El aislamiento prolongado está teniendo innumerables consecuencias negativas para la salud mental de los inmigrantes en todas partes del mundo, sobre todo de aquellos en situaciones de mayor vulnerabilidad.

Si bien es cierto que la tecnología está supliendo en gran medida nuestras necesidades de comunicación durante la pandemia, es muy poco probable que termine sustituyendo a nuestra necesidad de un contacto emocional más profundo. Por mi experiencia trabajando con estudiantes internacionales en la universidad, muchos están desarrollando un verdadero rechazo a la pantalla del ordenador, a los intercambios online, a las cuatro paredes de su habitación, a la distancia. La imposibilidad de viajar y por lo tanto de «desconectar» no ayuda.

Esta pandemia está demostrando claramente, además, las necesidades que el ser humano tiene de contacto, de cercanía, de entendimiento y de compartir. Para muchas personas migrantes, la tecnología es sólo un sustituto momentáneo a lo largo de nuestra vida lejos de nuestros orígenes, pero se sobrelleva porque sabemos que el contacto volverá, la distancia se acortará y volveremos a reunirnos. Hoy en día la niebla de la incertidumbre no nos deja ver esta posibilidad. Pero sabemos que el paisaje sigue ahí. Aunque mientras dure esta niebla tengamos que, tan solo, imaginarlo.