Ha recorrido miles de kilómetros subido a una tabla de surf de plástico reciclado, con la única intención de lanzar un mensaje: tenemos que cambiar nuestra forma de vida. Y es que nuestros océanos están llenos de restos de plástico. Se estima que el lugar de mayor concentración, el llamado continente de plástico, en el océano Pacífico, contiene hasta cien kilos de restos por kilómetro cuadrado en una superficie similar a los Países Bajos, Francia y España juntos. Merijn Tinga, o el Plastic Soup Surfer, dejó hace años su pasión por la escultura para tirarse al agua, y desde el mar, su hábitat natural, denunciar lo que está pasando. Su última aventura: una semana recorriendo la costa francesa y holandesa, desde Le Havre hasta Scheveningen, sobre una tabla de windsurf impresa en 3D con plástico reciclado.

¿Cómo empezó todo?

Todo esto empezó como una aventura, con las ganas de cambiar algo. Lo primero que hice como Plastic Soup Surfer fue surfear la costa holandesa con una tabla de surf que fabriqué con la basura de plástico que me encontré en la playa. Todavía me ganaba la vida como artista, vendiendo mis esculturas. Después cruzamos a Gran Bretaña y fue la primera vez en la que hicimos una campaña de sensibilización junto con la acción misma y los medios de comunicación empezaron a hacerse eco. Pero realmente fue después del viaje de cinco meses que hice con mi familia hace dos años cuando ya empecé a dedicarme a esto a tiempo completo. Y desde hace un año puedo decir que el Plastic Soup Surfer es un auténtico activista. Los proyectos anteriores se basaban en lanzar un mensaje, era un artista que con su tabla artesanal que pretendía alertar del problema del plástico en el mar. Pero el año pasado fue diferente, al recorrer el Rin desde los Alpes hasta Róterdam, porque de esta aventura nació un documental estupendo que estamos mostrando por todo el país. Con el documental en la mano es cuando me he dado cuenta de la importancia de contar bien una historia.

Merijn Tinga narra cada momento de su travesía cruzando el Mar del Norte hasta Gran Bretaña.

¿En qué se diferencia un artista de un activista?

El artista deja que la obra hable por sí sola mientras que el activista es el encargado de contar una historia, como si de una performance escénica se tratase. El artista, además, deja libertad al espectador para que éste sienta o experimente a su manera aquello que la obra le expresa. Esa es la idea que yo tengo del arte. Mientras que un activista debe aprovechar el efecto que su acción tiene en la audiencia para provocar un cambio, una reacción social. Y por eso la expedición a Inglaterra fue tan exitosa: porque gracias a la atención que obtuvimos logramos recoger las firmas suficientes para ir al Congreso y pedir una ley que introduzca el sistema de fianza sobre los envases de plástico que se devuelvan. Y lo logramos, porque esta medida se ha aprobado y se implementará pronto. Ya lo tenemos en las botellas de plástico grandes pero no en las botellas pequeñas de plástico PET.

La fórmula de recuperar algo de dinero al devolver un envase lleva funcionando años en otros países como Alemania, no es nuevo…

No, no es nuevo, pero es eficaz. Está claro que si pensamos en reducir la producción de plástico, tiene más sentido apostar porque la gente reutilice sus botellas de plástico y no siga comprando sabiendo que al devolverlas recupera unos céntimos. En la jerarquía del consumo responsable es más importante aprender a reducir o a reusar que a reciclar. Pero todo ayuda y esto nos permitió llamar la atención sobre el problema del plástico en el Parlamento y llegar con el mensaje a las grandes empresas de alimentación.

Veo que usted tiene unas cuantas tablas de surf, la primera muy artesanal, ¿ha evolucionado el activista al ritmo que lo han hecho sus tablas de surf?

Sí, totalmente. La primera la hice yo mismo con basura de plástico que encontré en la playa de La Haya y con ella surfee desde el sur de Holanda al norte. La siguiente, con la que crucé a Inglaterra, todavía tenía las botellas de plástico muy visibles pero usamos un soporte debajo que la hacía más estable, y después vino la que fabricamos con la TU Delft, que ya era otra historia. Realizada a partir de desechos de plástico, con materiales biodegradables, es muy ligera, alta tecnología. Con ella hice la travesía por el Rin. Y la última ha sido una tabla de windsurf impresa en 3D, mucho más grande que la primera, y con la que surfee desde Le Havre (en Francia) hasta Scheveningen.

Merijn Tinga, Plastic Soup Surfer

El surfista y activista Merijn Tinga en un momento de la entrevista, en el jardín de su casa. © Nacho Calonge

La concienciación en torno al uso del plástico, ¿ha cambiado mucho en los cinco años que lleva usted en esto?

Oh sí, y yo diría que en el último año todavía más. El momento en el que me di cuenta de que estábamos metidos en un movimiento importante a nivel global fue cuando pocos días después de volver de La Haya tras lograr la aprobación del Proyecto de ley sobre la fianza a los envases, leí en las noticias que China había cerrado sus fronteras a la basura de plástico procedente de Occidente para su reciclaje. Y desde entonces no ha habido ni un solo día sin una noticia en los medios sobre el uso del plástico. Está en todas partes. Por fin percibimos una molestia general en torno a lo que estamos haciendo con nuestro planeta. Y el plástico es un ejemplo muy tangible de los efectos de nuestro modelo de vida. El cambio climático es algo mucho menos visible que la imagen de un pez o un pájaro muerto con su estómago lleno de restos de plástico. Actualmente vamos desarrollando una mayor aversión al empaquetado de plástico: buscamos productos frescos, pero detestamos que nos los vendan plastificados.

Lo que es innegable es que el plástico ha sido durante décadas el material perfecto, por su durabilidad, su bajo coste y su versatilidad. Difícil pensar en un material más útil…

Totalmente de acuerdo. La tendencia del ser humano es siempre hacia valorar aquello que nos hace la vida más fácil, por pura conveniencia. Y no creo que eso cambie. Lo que sí es evitable es que se tire. No estoy acusando al plástico, sino a nuestro comportamiento, a que por no reciclarlo, el plástico está llegando a los océanos. Hay que evitar por todos los medios que contamine nuestro entorno porque no es biodegradable, se descompone en pequeños pedazos que altera la cadena alimenticia de muchas especies y se va acumulando, cada año habrá más y más.

albatros plástico

Imagen de la película «Albatross, the Film«, que puede verse gratis online. De Chris Jordan y el fotógrafo español Manuel Maqueda.

¿Todos los plásticos son igual de perjudiciales para el medio ambiente?

Ningún plástico es biodegradable así que sí, todos son igual de malos. Pero el plástico PET, el que se utiliza en las botellas de plástico, es el material más avanzado, y por tanto, el que mejor se recicla. En los océanos vemos restos de plásticos que tienen más de treinta, cuarenta años, y siguen ahí. No es tanto acerca del tipo de plástico sino del estado en el que llega a la planta de reciclaje. Si ya llega contaminado por basura orgánica, porque lo hemos mezclado en el lugar de separarlo, el plástico no puede reciclarse y habrá que incinerarlo. La normativa en este sentido es muy estricta y si nuestra botella de plástico ha estado en contacto con productos tóxicos como pintura o pilas…este plástico ya no podrá reutilizarse en el sector de la alimentación. Así que el más perjudicial es el plástico que no se recicla.

En su último documental usted indaga en la industria, ¿qué aprendió de las personas a las que entrevistó?

Tuve la ocasión de visitar una planta de reciclaje de plásticos, en la frontera con Alemania, y pude comprobar la cantidad de tipos de plásticos que se usan: el PET es solo uno de ellos, el más valorado, pero allí se separa en cuatro grupos según cómo se haya recogido. Si viene limpio o si ha estado en contacto con otros deshechos; si son botellas o bandejas de ensalada, y así hasta varios tipos. Y este es solo un tipo de plástico. La cantidad de basura que llega a la planta es abrumadora, conocerles me abrió lo ojos. Porque vi el número de actores implicados, ya que a los de esta planta también les interesa que el status-quo se mantenga y seguir manteniendo su negocio. Y para reciclar plástico hay que seguir produciéndolo y vendiéndolo.

De las expediciones que ha realizado, ¿cuál es la que le ha enriquecido más?

La travesía por el Rin ha sido la que más me ha marcado. Porque hicimos una película estupenda de la experiencia, la campaña de sensibilización funcionó muy bien, y los 24 días que estuve sobre la tabla fueron muy relajados. Iba yo solo por mi cuenta con todo lo necesario en la tabla, dormía en una tienda a orillas del río…era la primera vez que hacíamos una acción fuera del mar y salió muy bien.

En el viaje anterior se llevó a sus dos hijos y a su mujer con usted y recorrieron el mar del Norte y el Báltico recogiendo plástico durante cinco meses en un velero, ¿cómo lo vivieron sus hijos?

Para ellos fue como una aventura en busca de tesoros perdidos. Les encantaba cazarlos en el agua, coleccionando objetos extraños que siempre se querían quedar. Les despertó la curiosidad, se lo pasaron muy bien. Era parecido a lo que yo hacía en los años noventa cuando íbamos a la playa a hacer surf y encontrábamos todo tipo de objetos que traía el mar. En ese momento yo no me planteaba que ese plástico nunca desaparecería.

En Holanda hay varias fundaciones y empresas líderes en este tema como la Plastic Soup Foundation o el proyecto The Ocean Cleanup, ¿qué opina usted acerca de esta última? ¿Es posible recoger la mitad del plástico que hay en el llamado Great Garbage Patch del océano Pacífico con una red, como predica su fundador?

Boyan Slat es un inventor y está centrado en lograr que su invento funcione. Ha logrado muchísima repercusión mediática pero está poniendo el foco de atención en la limpieza del mar, del llamado Garbage Patch, que está muy bien, pero no resuelve el problema de fondo. Porque en el mejor de los casos su invento lograría limpiar un uno por ciento de todo el plástico que hay acumulado en el mar. El 97 por ciento se hunde, solo un tres por ciento flota y todavía tiene que demostrar que su diseño es eficaz con este pequeño porcentaje. Él no es un activista y esto marca la diferencia. A través de una campaña de márketing muy fuerte está trasladando un mensaje que no ayuda: el de que el plástico en el océano, gracias a su invento, se puede limpiar. La sociedad puede entender así que no hace falta hacer nada para prevenir la basura de plástico, porque ahí fuera hay alguien que ya se encarga de limpiarlo. Reconozco que detrás de las críticas que recibe puede haber otro tanto de envidia: él cuenta con 300 millones de dólares para desarrollar su proyecto cuando la Plastic Soup Foundation apenas llega al medio millón de euros al año de presupuesto y es una de las organizaciones más activas en este tema.

Plastic Soup Surfer

Merijn Tinga con su primera tabla de surf hecha con botellas de plástico. A la derecha, la misma tabla junto a la impresa en 3D. © Nacho Calonge

¿Cómo vive el surfista del plástico su día a día en casa rodeado de productos de este material?

En el supermercado intento siempre comprar el producto que no va empaquetado, si tengo alternativa, y no solemos comprar juguetes de plástico…sé que soy un modelo a seguir para mis hijos, pero no quiero que sea solo sobre ese plástico sino sobre la actitud respecto del “usar y tirar”. Todo se enmarca dentro de una manera distinta de vivir la vida: al igual que podemos comer menos carne también podemos tirar menos plástico. El surfista del plástico existe para inspirar a la gente para que sean más responsables con el medio ambiente, y el plástico, tan visible en nuestros océanos, es un buen comienzo.