Hace treinta años que Margreet Klokke se licenció en teología por la universidad de Leiden. Desde el año pasado ha vuelto a esta misma ciudad para liderar la parroquia de la Hooglandse Kerk, después de ejercer como sacerdote en La Haya. Lleva a cabo su profesión en un país donde menos de la mitad de la población se declara creyente, y entre los fieles, un 15 por ciento es protestante frente al 25 por ciento católico. El descenso en las cifras no es algo que le preocupe porque según Klokke, poco amiga de una Iglesia dogmática, siempre habrá personas en busca de apoyo espiritual, y ese es para ella el verdadero sentido de la religión. Y no está sola, ya que cada vez son más las mujeres que ejercen como sacerdotes en la Iglesia Protestante Holandesa (PKN), un cajón de sastre que aglutina a más de 3.500 congregaciones de perfil muy diverso. Gaceta Holandesa ha charlado con ella una fría mañana de invierno en su pequeño y acogedor despacho en la trasera de esta iglesia del siglo XIV, que nació católica y pasó a ser de culto protestante doscientos años más tarde. Con su historia controvertida, la Hooglandse Kerk se convierte en el lugar idóneo para escuchar a una mujer sacerdote hablar del cambio como la constante de todas las religiones y de su vida como madre, esposa y líder espiritual.

¿Por qué decidió ser sacerdote?

Mis padres eran muy religiosos, y ese sentimiento lo comenzaron a tener después de sufrir la guerra, porque ambos venían de familias agnósticas. Mi madre provenía de una familia muy socialista, y fue durante la guerra cuando, al enfrentarse a la dicotomía de lo bueno y lo malo, encontró en la religión el refugio para sobrellevar lo que vivió. Y para mi padre ocurrió lo mismo, los dos empezaron a creer en Dios a partir de sus veinte años, si bien nunca fueron de ir a misa. Ambos eran médicos y por su trabajo nos mudábamos de lugar casi cada dos años, por toda Holanda, en la India…Yo era la hija mayor y cuando nos leían la Biblia de los niños, por la noche en la cama, me encantaba ver las ilustraciones. Recuerdo perfectamente la de Abraham de viaje, porque yo sentía lo mismo, todo el día yendo de un lugar a otro. Siempre tuve la sensación de ser una niña que se preguntaba todo, que buscaba el sentido profundo de muchas cosas. Y un domingo, cuanto tenía 13 años, les propuse a mis padres ir a misa por primera vez. Cuando años despúes me preguntaron qué quería estudiar, les dije que yo quería dedicarme a algo que tuviera que ver con el cuidado de la gente. Ellos me conocían y sabían mi aprensión a la sangre así que me desaconsejaron que estudiara medicina y me propusieron prepararme para ser sacerdote. Puede sorprender que unos padres aconsejen a su hija esta profesión, pero ahora que soy madre me parece que me conocían muy bien: al fin y al cabo tenían una hija a la que le encantaba sentarse a leer la Biblia y que tuvo la iniciativa de llevar a la familia a misa. Además me encantan las historias, la literatura, leo todo lo que puedo, y mi profesión está muy ligada a esta tarea de relatar, de contarle a la gente historias que tienen miles de años y que siguen estando de actualidad.

Hoy más que nunca las personas buscamos respuestas fuera de la religión, ¿por qué cree usted que ocurre esto?

No me parece tan extraño porque la imagen actual de la Iglesia es muy mala. Lo vemos con la Iglesia católica y los medios de comunicación generalmente no hacen la diferenciación entre la protestante o la católica: los religiosos no son de fiar, y punto. A nosotros la polémica de los abusos en la iglesia católica nos afecta también y a esto se añade que la Iglesia no lo tiene fácil para adaptarse a los nuevos tiempos. Porque los rituales que se llevan a cabo son de otro tiempo, antiguos, cantamos canciones, rezamos salmos con cientos de años de antigüedad. Y si bien esto es algo que también pasa en un templo budista, para alguien occidental, los omm budistas tienen un rasgo exótico que nosotros no tenemos, aunque en el fondo sea lo mismo.

Entonces el problema es que la iglesia tradicional ¿es demasiado corriente?

Sí, eso creo, no tenemos un lado sexy, diferente, que nos haga tan atractivos como un culto oriental en el que se habla de meditación y yoga. El año pasado vinieron a visitarnos niños de un colegio y a uno de ellos le pregunté cómo pensaba él que era el Dios en el que yo creo. Y me habló de un hombre en una nube que desde arriba veía lo que hacíamos las personas en la Tierra, la misma imagen estereotipada de siempre. Hay muchas formas de creer en Dios, más abstractas, menos, está dentro de cada uno. Y a pesar de tener una visión más abierta que antes, a la Iglesia protestante se le sigue definiendo con las ideas tradicionales en las que nosotros ya no creemos.

¿Es un reto ser sacerdote hoy en día?

Sí, absolutamente. Hoy en día si una persona siente que necesita cuidarse o darle sentido a su vida prefiere acudir a un coach, o a clases de meditación o de yoga para encontrar su yo interior, de forma individual. Mientras que lo que la Iglesia ha ofrecido siempre es la idea de comunidad, de formar parte de una gran familia. Pero hoy en día esto no es un valor tan importante, el enfoque está más puesto en el crecimiento personal. El otro reto que debo afrontar es cómo adaptar el lenguaje al que viene a escucharnos. En la religión protestante nosotros los sacerdotes escribimos los rezos de cada misa, los inventamos a partir de nuestras propias vivencias. No usamos un misal como en la religión católica. Y esto me permite tomar los relatos bíblicos y a partir de ellos elaborar metáforas que se ajusten a la vida contemporánea: por ejemplo, la travesía por el desierto como metáfora del duro camino que atravesamos cuando sufrimos algo como la muerte de un ser querido o una larga enfermedad. Por último, otro de los retos actuales es cómo ofrecer una imagen renovada de la religión cuando esta forma parte del discurso de la extrema derecha. Que Donald Trump abogue por una Iglesia de norteamericanos blancos hace que cualquier interesado en la religión deba superar un obstáculo cada vez más alto.

Hace unos años el primer ministro Rutte dejaba claro que el que quisiera vivir en Holanda debía seguir las normas y valores de la sociedad holandesa, ¿hasta qué punto están estas arraigadas en la religión protestante?

Es difícil determinarlo, pero creo que, si bien la mayoría de los holandeses se definen como no creyentes, sí se consideran calvinistas de origen. Desde el punto de vista de la moral, de los valores de nuestra sociedad, puede que esta sí esté influida por el calvinismo, pero ¿qué fue antes? quizás los holandeses ya eran gente austera y trabajadora antes de la llegada del calvinismo y por eso se arraigó tan bien aquí. En todo caso, la religión otorga una dimensión espiritual a nuestros actos. Porque desde el momento en que creemos que no estamos solos, que hacemos el bien porque existe un Dios que nos guía, no nos comportamos de forma responsable porque es nuestro deber sino porque nos viene dado, y lo hacemos desde la gratitud.

¿Cómo ve el futuro de la Iglesia Protestante Holandesa (PKN)?

Todas las instituciones están pasando por momentos difíciles, no solamente las religiosas, lo vemos en todas partes, desde la televisión pública en Holanda hasta los partidos políticos y sus instituciones. Y tiene que ver con la sociedad individualista actual. Por eso creo que para que la PKN tenga futuro debemos atender las necesidades individuales de las personas que vienen a nosotros, debemos tomar otra actitud. Yo lo hago relajando las normas un poco para priorizar mi labor de ayudar a los demás. Si viene una persona diciéndome que ella quiere dialogar directamente con Dios, la animo a ello, mientras que hace tiempo le habría dicho que no es posible. Una Iglesia más fluida, más flexible, se adaptaría mejor a estos tiempos.

Margreet Klokke Gaceta Holandesa

Margreet Klokke, en su despacho, durante la entrevista. © Alicia Fernández Solla

¿No le preocupa ver que el número de fieles desciende cada año?

No realmente, porque la Iglesia no debe ser un fin en sí mismo sino un medio desde el cual asistir al que lo necesita en su camino hacia la espiritualidad. Y siempre habrá personas que requieran este apoyo, siempre. Lo vemos mirando hacia atrás: la Historia nos muestra cómo la manera de ofrecer este apoyo ha cambiado constantemente, religiones diferentes, dogmas diferentes… pero el lado espiritual permanece, aunque la forma que se le dé cambie. Y a mí esto de darle forma, de concretar con normas, nunca me ha gustado. El cristianismo tiene dos mil años, no va a desaparecer, pero en mi opinión debería permanecer en pequeñas instancias cerca de sus fieles. Yo he intentado hacerlo así y con esta flexibilidad seguiré hasta que me jubile.

¿Se jubila usted como cualquier otro profesional?

Sí claro, los sacerdotes nos jubilamos como todo el mundo, con la diferencia de que si a partir de los 68 años quiero seguir dando misa, puedo hacerlo de forma voluntaria. En mi caso quizás haga algo nuevo, como estudiar Historia del arte o pintar, o estudiar español (ríe). Y supongo que permaneceré vinculada de alguna manera a la asistencia a los demás.

¿Lidera una mujer sacerdote su parroquia de distinta manera que un hombre?

Mi predecesor era un sacerdote muy activo en la comunidad de Leiden, durante más de treinta años, y los miembros de la parroquia me dicen que conmigo notan bastantes diferencias, sobre todo en el contenido de mis rezos y sermones, que tienen un toque femenino. Es evidente… pero no puedo decir exactamente a qué se refieren. Lo cierto es que cada vez es más habitual encontrar parroquias en Holanda lideradas por mujeres sacerdotes, puede que estemos hablando de la mitad, así que cada vez es más común.

En 2006 se fusionaron todas las Iglesias protestantes de Holanda en una sola, y en ella se encuentran hoy desde los más ortodoxos de la reformada hasta los más liberales. Esta heterogeneidad de cultos, propia de la religión protestante, ¿no la hace más vulnerable?

En este sentido la religión protestante difiere mucho de la católica. Si la fuerza de esta última reside en su uniformidad y en la figura del Papa, como único líder, en nuestro caso está en su diversidad. Y creo que en la sociedad individualista actual una estructura menos piramidal y más horizontal como la nuestra es una fortaleza. Porque da mayor flexibilidad. Hace treinta años, cuando empecé, la gente vivía la religión de una manera más dogmática. Hoy llegan más abiertos, sin ideas preconcebidas y sin intención de seguir unas normas establecidas.

Usted está casada y tiene un hijo. ¿Es la ausencia de celibato en su religión una garantía para evitar los abusos a menores que han ocurrido en la Iglesia católica?

Hay estudios que revelan que no es el celibato lo que provoca esto sino el modelo de la institución misma. Si en un monasterio protestante residen 50 sacerdotes no está claro que los abusos no se produzcan. Yo también tendería a pensar que los abusos suceden porque los hombres no tienen espacio para desarrollar su sexualidad de forma natural pero hay expertos que cuestionan que el detonante no sea el celibato sino la concentración de un grupo de personas en un sólo lugar, y esto puede pasar en otros ámbitos, como un cuartel militar. En nuestra religión también ocurre, yo tengo compañeros que han tenido que declarar delante de un juez por supuestos abusos. Como sacerdote nos acercamos a lo más íntimo de las personas, y es importante saber mantener la distancia, como ocurre en otras profesiones como la psiquiatría o la psicología.

Un sacerdote del llamado cinturón bíblico de Holanda al que entrevistamos decía que “vivimos en un país tan rico que Dios ya no nos hace falta”, ¿está usted de acuerdo con él?

No, no lo estoy, porque alguien puede ser muy rico en cuestiones materiales y muy pobre en su interior. Sí creo que vivimos una época llena, repleta de actividad. Yo soy la primera que debo prestar atención porque cada día empieza con las noticias, los whatsapp, etc. como en una corriente de agua que va muy rápido. Y parar es difícil. El escritor Yuval Noah Harari lo explica muy bien en su último libro al destacar la importancia de la meditación para mantener la consciencia despierta en un mundo que cada vez estará más dominado por la inteligencia artificial. Nuestros aparatos, el móvil, poco a poco irán haciendo más cosas por nosotros, y por ello mantener un alto nivel de consciencia es importante para limitar nuestra dependencia de ellos.

Gaceta Holandesa

© Alicia Fernández Solla

Pero este mismo autor describe en su libro anterior, Homo Deus, como el ser humano intenta suplantar a Dios en su búsqueda de la longevidad, la manipulación genética o la felicidad. ¿Qué opina usted de esto?

Sí, claro que puede ocurrir algo así. Pero lo que me gusta de él es que también es un gran historiador y ofrece al lector la posibilidad de elegir su propio relato, no muestra una sola cara de la realidad sino muchas y muy diversas. Y al mismo tiempo que habla del endiosamiento del ser humano, nos recuerda su insignificancia, la certeza de que somos una mota de polvo, nada. Por eso yo no comparto la idea cristiana de que el ser humano sea el elegido de Dios, para mí no existe una figura como tal de un Dios que nos elige, para mí Dios simboliza la experiencia más cercana al amor grande, al que no es sólo mío, porque ese siempre es egoísta. Y lo que hacemos durante nuestra vida es lo que importa, no lo que viene después: por eso nuestra espiritualidad juega un papel muy importante a la hora de tomar las decisiones correctas.

Usted es sacerdote pero también esposa y madre. ¿Qué rol es para usted más prioritario?

El de madre es el más importante, sin duda, seguido del de esposa. Si me pongo enferma, por ejemplo, no puedo trabajar y no puedo dar misa, pero sigo atendiendo a mi hijo y a mi marido. Aunque mi labor como sacerdote es esencial en mi vida, y en todos estos años he aprendido mucho de la gente, sobre todo de la fortaleza que la espiritualidad les da para afrontar con confianza situaciones extremadamente difíciles.