Como una isla holandesa entre los territorios de Bélgica y Alemania, la historia, geografía y particular ubicación de Maastricht le han otorgado una idiosincrasia especial. Aquí, el buen comer no es un lujo, sino un hábito, y sus paisajes de colinas y viñedos son inimaginables en otras zonas de los Países Bajos. Maastricht es, sin duda, un destino imperdible para quienes buscan disfrutar de una Holanda diferente sin salir del país.
El río Mosa, origen de la ciudad
No se puede comprender Maastricht sin asomarse a su gran río, el Mosa (Maas en holandés), y el mejor lugar para hacerlo es el puente de San Servacio. Aquí, en el siglo I, los romanos construyeron un viaducto alrededor del cual creció Trajectum ad Mosam, “el lugar donde el río Mosa podía ser cruzado”, germen del Maastricht actual. Aunque la construcción de hoy data del siglo XIII, el encantador puente de San Servacio sigue ostentando el honor de ser el más antiguo de los Países Bajos.
Observar esta maravilla medieval desde una de las numerosas terrazas que jalonan la ribera este del Mosa en Cöversplein es un auténtico placer, especialmente cuando el sol de tarde cae sobre esa orilla del río. Otra forma de disfrutarlo es desde el agua, a bordo de uno de los numerosos barcos que ofrecen excursiones fluviales durante todo el día. Además de ser una actividad ideal para familias, ofrece una perspectiva única del contorno de la ciudad y sus ocho puentes, y permite apreciar la impresionante arquitectura contemporánea de dos de los grandes museos de Maastricht: el Bonnefantenmuseum y el edificio del Gouvernement aan de Maas, donde se firmó el tratado fundacional de la Unión Europea en 1992.
Calles y plazas medievales por las que perderse
Maastricht invita a pasear. Las estrechas calles empedradas de su centro histórico, muchas de ellas peatonales, desembocan repentinamente en impresionantes espacios jalonados por terrazas y bares. El Vrijthof, la plaza más grande de la ciudad, se ubica sobre un antiguo camposanto y durante el mes de diciembre acoge uno de los mercados de Navidad más grandes de Holanda. También aquí se erigen dos de sus iglesias más imponentes: la basílica de San Servacio (Sint-Servaasbasiliek), donde fue enterrado el primer obispo de los Países Bajos, y la Iglesia de San Juan (Sint-Janskerk) coronada por una impresionante torre de color rojizo que es hoy uno de los iconos de Maastricht.
Otra de las grandes plazas de la capital limburguesa es Markt, la plaza del mercado, presidida por el ayuntamiento de la ciudad. No muy lejos de aquí se encuentra uno de los enclaves más buscados por los visitantes: la librería Dominicanen, situada dentro de una iglesia del siglo XIII y considerada una de las más bonitas del mundo. A sólo dos calles de ésta, la encantadora plaza Sint Amorsplein ofrece un entorno perfecto para quienes buscan un lugar tranquilo donde descansar. Para tomarse una cerveza especial, la mejor opción es la popular terraza del Café Falstaff.
- Fachada de la librería Dominicanen, una antigua iglesia gótica convertida en librería, y
- Vista de la animada plaza Sint Amorsplein. Fotos: JDomingo
- Algo más al sur se erige la parte más antigua de la ciudad. Bajo la animada plaza de Nuestra Señora (Onze-Lieve-Vrouweplein) y su monumental basílica románica se han hallado restos del asentamiento romano que dio origen a Maastricht. A pocos metros de aquí se ubica otro pequeño tesoro histórico: el “molino de agua del obispo” (Bisschopsmolen) del siglo XIII, el más antiguo del país. Hoy, sigue moliendo harina de espelta para la pequeña panadería- pastelería del mismo nombre, donde los más golosos podrán degustar el postre típico limburgués vlaai.
Las estrechas calles colindantes recorren, entre terrazas, los restos de la antigua muralla y dirigen al paseante hacia el Hel Poort, la puerta más antigua de la ciudad. Construida en 1229, defendió la capital de Limburgo de los ataques enemigos durante más de 200 años. Hoy marca la entrada al magnífico Stadspark, un espacio verde a las orillas del Mosa que suele acoger eventos culturales al aire libre y ofrece un agradable paseo entre árboles centenarios, lagos y fuentes.
- Vista de la imponente basílica románica de Nuestra Señora (Onze Lieve Vrouwe).
- Uuna de las románticas calles empedradas del centro histórico de Maastricht. Fotos: Esther Marín.
Desde las alturas, bajo tierra y entre viñedos: otras perspectivas de Maastricht
Al sur de la ciudad se encuentra el Monte San Pedro (Sint Pietersberg) que, con sus 300 metros de altitud, es una de las colinas más altas de Holanda, por lo que pasear por sus senderos, visitar el fuerte del siglo XVIII (fort Sint Pieter) o disfrutar de las vistas desde su mirador es una experiencia poco habitual. Pero más insólito resulta descubrir que, bajo la misma colina, se ocultan las cuevas de Sint Pietersberg: un sistema de 20.000 galerías subterráneas con más de 80 kilómetros de longitud que nacieron como cantera, sirvieron como alojamiento de monjes y refugiaron a los habitantes de Maastricht durante las múltiples contiendas que han azotado la ciudad. Incluso la “Ronda Nocturna” de Rembrandt fue escondida aquí durante la II Guerra Mundial. Recorrerlas es una experiencia recomendable y asequible para todo tipo de visitantes, especialmente desde la entrada Northcaves o Zonneberg. Eso sí: es necesario llevar ropa de abrigo porque la temperatura en su interior no supera los diez grados.
En la falda oeste del monte San Pedro, junto al pequeño río Geer, los amantes del eno-turismo también encontrarán otro paisaje singular. Colinas sinuosas rebosantes de viñedos permiten al visitante pedalear entre viñas hasta alcanzar las bodegas de la zona. Allí, productores como De Apostelhoeve o Hoeve Nekum ofrecen catas de vino para grupos (previa reserva) y venta de los vinos producidos en la región.

vista de Maastricht, donde se reconoce la torre rojiza de Sint Janskerk, desde los viñedos de De Apostelhoeve Foto: Belén C. Díaz
Qué y dónde comer y beber
Maastricht es un destino inmejorable para los amantes de la buena mesa. La influencia de la cocina belga se hace evidente en el más popular de los platos locales, el zuurvlees, un sabroso estofado de carne (a menudo de caballo) con jarabe de manzana y remolacha.
Un lugar clásico donde probarlo es el Café Sjiek. Para quienes quieran saborear otras especialidades belgas, Witloff es uno de los restaurantes más de moda en la ciudad, no sólo por su original decoración sino por sus excelentes especialidades.
La alta cocina también se ha hecho un lugar en Maastricht y tres restaurantes han sido premiados con estrellas Michelín: el Chateau Neercanne (en la frontera con Bélgica), Beluga (con dos estrellas) y Tout a Fait. Para quienes deseen darse un gusto, el último ofrece un menú de tres platos por 59€ que hará las delicias de cualquier comensal.
Otras opciones más sencillas y asequibles son el Café Zondag, uno de los lugares de moda de la ciudad, y el bruin-café De Preuverij, popular entre los estudiantes y conocido por su sopa de cebolla.
Para los amantes de la cerveza, Take One café es lugar de visita indiscutible, mientras que quienes quieran disfrutar de un buen vino deberán dejarse caer por el Via Mucca.