A pesar de ser artificial, no se deben despreciar los más de mil kilómetros cuadrados que convierten al Ijsselmeer en el lago más grande de Europa occidental. Situado al noreste de Ámsterdam, fue creado en 1932 al construir el dique Afsluitdijk, que además de cerrar el llamado “Mar del Sur” (Zuiderzee), una bahía poco profunda por la que se adentraba el Mar del Norte, sirvió para conectar dos provincias separadas por más de treinta kilómetros. Años después, el dique que une la ciudad de Lelystad y Enkhuizen lo limitaría por el sur. Su agua dulce baña el litoral de pueblos y ciudades muy dispares, desde antiguas islas de pescadores de férrea tradición religiosa hasta Lelystad, la ciudad nacida de la nada en los años sesenta y que hoy alberga varias atracciones que bien merecen una visita. Una excursión por el Ijsselmeer ofrece una reflexión sobre las tradiciones marítimas y la vanguardia tecnológica; sobre un país cuyos pescadores tuvieron que renunciar al mar bravo por el agua dulce en favor de la seguridad nacional. 

Lelystad

Construida sobre terreno ganado al mar, la capital de Flevoland es la ciudad más reciente del país, fundada hace solo cuarenta años tras la construcción del dique Afsluitdijk. Debe su nombre al ingeniero responsable de esta obra de ingeniería, Cornelys Lely, y aunque sigue siendo una ciudad pequeña, ya cuenta con varias pistas turísticas atractivas para todas las edades. Una de ellas es el Aviodrome, la colección más grande del país de aviones de todo tipo, donde se encuentra el primer avión con motor que sobrevoló Holanda en 1909. La ciudad cuenta también con una reproducción a tamaño real del Batavia, el gran galeón holandés del siglo XVI que se hundió en su viaje inaugural en aguas del océano Índico, y su visita ofrece un relato bien documentado que transporta al visitante al Siglo de Oro holandés. Por último, próxima a la ciudad se encuentra la reserva natural Oostvaardersplassen, en la que se han vuelto a introducir especies autóctonas de la zona como venados rojos y caballos Konik. Se puede pasear cada fin de semana en las salidas organizadas desde el centro de visitantes.

Noordoostpolder

Esta región al norte de Lelystad ejemplifica la determinación de los holandeses de hacer de unas marismas un país próspero y seguro. Porque hace un siglo este área de 500 metros cuadrados era mar. Los ingenieros del llamado plan Lely diseñaron esta nueva región a escuadra y cartabón, construyendo varios diques para frenar el agua entre la isla de Urk y la costa este del Zuiderzee. El mismo año que estalló la Segunda Guerra Mundial finalizaban las obras con las que se fundaba una nueva región y desparecían dos islas, Urk y Schokland, ésta última declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Merece la pena visitar ambos enclaves ya que si bien el primero preserva la tradición pesquera y religiosa de siempre, Schokland representa la lucha constante de los holandeses contra el mar, lo que le valió el reconocimiento de Naciones Unidas. Donde antes se encontraba esta pequeña isla, hoy se puede visitar un museo sobre la historia del pólder y la iglesia del siglo XIX, la única huella visible del antiguo pueblo de Schokland. Cada fin de semana el museo de Schokland organiza visitas guiadas por la zona, hoy una provincia rural habitada por campesinos que al parecer fueron “cuidadosamente seleccionados” en los años cincuenta. En Urk, durante la semana de los museos, entre el 3 y el 8 de abril, la casa de pescadores de Het Oude Raadhuis estará habitada por los “vecinos de antaño”, una propuesta de museo viviente para conocer mejor la historia de esta isla tan peculiar.

Enkhuizen y Hoorn

Cruzar la autopista sobre el Afsluitdijk es, además de una experiencia en sí misma, un viaje al pasado más glorioso de Holanda. De la sesentera Lelystad se llega a la ciudad medieval de Enkhuizen, que junto a Hoorn y Ámsterdam, fue propietaria de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en el siglo XVII. Enkhuizen pasó a convertirse en uno de los puertos más importantes del país y su fuerte desarrollo económico se plasma todavía en muchos de los edificios del casco histórico. Además de pasear por sus calles merece la pena visitar el Zuiderzeemuseum, un museo al aire libre rodeado de agua en el que se recrea con gran maestría la vida de los pescadores de este “mar del sur”, antes de convertirse en el Ijsselmeer. De vuelta al Randstad, es parada obligatoria Hoorn, la otra ciudad medieval a este lado del gran lago. Una de las más antiguas del país, aunque no se encuentra oficialmente en el Ijsselmeer sino en el Markenmeer, comparte con Enkhuizen un pasado próspero como puerto de salida de los exploradores holandeses. Como dato curioso, el Cabo de Hornos, el punto más meridional de América, debe su nombre a esta ciudad holandesa.