A raíz de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, los Países Bajos se han convertido en una opción muy atractiva para aquellos estudiantes que buscan mejorar su inglés. Las instituciones universitarias del país Orange cuentan con una gran oferta de estudios en inglés, un aliciente que pesa en la decisión de muchos estudiantes a la hora de hacer las maletas y de embarcarse en una aventura en los Países Bajos. Sin embargo, encontrar una vivienda se ha convertido en una misión casi imposible en ciudades de gran tradición estudiantil como Róterdam.

El elevado nivel de inglés de la población local permite al estudiante internacional desenvolverse con relativa facilidad sin necesidad de aprender el idioma local. El perfil cosmopolita de ciudades como Ámsterdam o Róterdam es otro de los muchos atractivos que ofrece una experiencia Erasmus en los Países Bajos. Además, debido a su privilegiada ubicación geográfica, en pleno corazón de Europa, los estudiantes pueden visitar países como Bélgica, Francia, Alemania o Reino Unido en apenas unas horas de trayecto.

No debe sorprender, por tanto, que el número de estudiantes internacionales que eligen los Países Bajos como destino no pare de crecer año tras año. Róterdam, una de las ciudades con más tradición universitaria, acogerá este año en torno a 30.000 estudiantes internacionales y en universidades como la UvA (universiteit van Amsterdam) y la politécnica de Delft (TU), uno de cada cuatro estudiantes viene de un país extranjero. A lo largo de este curso académico, se esperan unos cien mil estudiantes internacionales en los Países Bajos.

Los estudiantes, el eslabón débil de una enorme crisis

La crisis de la vivienda en los Países Bajos lleva ya varios años sobre el tapete. Según el catastro neerlandés, los inversores privados adquirieron el 40% de las viviendas a la venta en grandes ciudades de los Países Bajos en 2020. En un intento por frenar la especulación inmobiliaria, ciudades como Róterdam, La Haya, Eindhoven y Haarlem se plantean introducir en 2022 una ley que prohíba a inversores privados comprar viviendas destinadas al alquiler. Por su parte, Ámsterdam y Utrecht planean introducir una ley que obligue a los compradores a habitar la vivienda adquirida. Con una demanda que no para de crecer y una cada vez más escasa demanda, el precio de una vivienda media en los Países Bajos ha superado, por primera vez en la historia, la barrera de los 400.000 euros. Un estudio realizado por Rabobank prevé una expectativa de crecimiento de los precios medios de la vivienda de un 14,4% y 11,5% para el 2021 y 2022 respectivamente.

Residencia para estudiantes internacionales en Róterdam. Foto: Mariano Vargas

Dentro de esta situación límite para muchos, los estudiantes y sobre todo los extranjeros que llegan para un corto periodo de tiempo, son uno de los colectivos más vulnerables. Políticos, asociaciones e instituciones educativas aunaron fuerzas y en 2018 elaboraron un plan para atajar el problema de alojamiento entre la comunidad estudiantil (National Student Housing Action Plan 2018-2023) con la esperanza de conseguir una solución a largo plazo para la escasez de vivienda que afecta en particular a ciudades de mayor tradición estudiantil. El objetivo es que en 2028 la oferta y demanda estén equilibradas. Pero hace apenas un mes, la ministra del Interior, Kajsa Ollongren, advertía de que, pese al problema de alojamiento que afecta a miles de estudiantes, no se iba a destinar una partida presupuestaria extraordinaria. Al igual que en 2020, el ministerio tiene prevista “una inversión de 50 millones de euros para aumentar el número de viviendas disponibles para diversos colectivos”, una cantidad que la presidenta de la Unión de Estudiantes Holandeses, Ama Boahene, considera insuficiente: “si no se incrementan los fondos en proporción al cada vez mayor número de estudiantes que llegan, siempre habrá escasez de vivienda”.

“Un cóctel molotov”

Pedro conoce bien el mercado inmobiliario de los Países Bajos. No en vano lleva trabajando desde 2012 como makelaar en la ciudad de Róterdam. Afirma sin atisbo de duda que los precios han crecido exponencialmente: “desde que comencé a trabajar como agente inmobiliario, calculo que el precio de venta de la vivienda en Róterdam ha crecido en torno al 85%”. Tampoco titubea al calificar la situación como insostenible: “cada vez hay más estudiantes internacionales. A ello hay que sumarle la llegada de muchos trabajadores temporales. Además, con la COVID mucha gente no ha querido arriesgarse a invertir o vender. Luego está la subida de precios del gas y de la electricidad y el hecho que muchas casas no están bien aisladas térmicamente. Se tienen que construir viviendas a la vez que se intentan cumplir los acuerdos medioambientales que ha contraído el país… La crisis de la vivienda es un cóctel molotov; tiene muy difícil solución”. La crisis energética que afecta a Europa se está haciendo notar especialmente en los Países Bajos con los precios del gas y la electricidad disparados. Tanto es así que Pedro estima que “la factura energética puede llegar a aumentar una media de unos cien euros al mes este año por vivienda”. Una dificultad más a la que deben enfrentarse los estudiantes para cuadrar su ya de por sí ajustado presupuesto. Por si esto fuera poco, el pasado mes de julio entró en vigor una ley en la ciudad de Róterdam que restringía a un máximo de dos los estudiantes que podían registrarse por vivienda. “La medida –señala Pedro– pretende impulsar a las familias que están empezando a poder tener acceso a una vivienda. El problema es que los arrendatarios no quieren bajar el precio, y ahora los estudiantes en vez de dividir el precio entre tres, lo tienen que hacer entre dos”.

Los arrendatarios saben de la desesperación de los estudiantes, dispuestos a pagar lo que sea con tal de no quedarse en la calle, lo cual aprovechan para subir los precios. Según afirma este agente inmobiliario, “los arrendatarios prefieren contratos temporales de un máximo de dos años. Con este tipo de contratos cortos saben que pueden aprovechar para cobrar más a los siguientes inquilinos”. Algunos agentes inmobiliarios solicitan elevadas comisiones a los estudiantes por encontrar un alojamiento, una práctica declarada ilegal en 2015 por el Tribunal Supremo de los Países Bajos quien prohibió a los agentes inmobiliarios cobrar este tipo de comisiones a los arrendatarios. Por desgracia, este tipo de prácticas se siguen dando. Manuel y su compañero de piso –ambos estudiantes en Róterdam– tuvieron que pagar 500 euros a su agente para poder alquilar un apartamento. ¿Qué consejos le daría Pedro a los estudiantes que busquen alojamiento en Róterdam?: “Les diría que empiecen a buscar desde abril o mayo. Los que vienen buscando piso en agosto ya llegan demasiado tarde. Aunque no puedan desplazarse hasta aquí, se pueden realizar visitas y firmar contratos online. Además, les aconsejaría que busquen una buena agencia inmobiliaria que les ofrezca ciertas garantías”.

Protestas y manifestaciones

Entre tanto, el clima de crispación en torno a la crisis de la vivienda ha desembocado en numerosas protestas en los últimos meses. El pasado 21 de septiembre, alrededor de 15.000 personas se manifestaron en Ámsterdam para pedir a las autoridades una solución al problema. También en septiembre, un grupo de entre 75 y 100 estudiantes ocupó un edificio en la universidad de Groningen negándose a abandonarlo hasta que no les ofrecieran soluciones reales para encontrar alojamiento digno. Según la organización Shelter Our Students (SOS), algunos universitarios se encontraban durmiendo en refugios de emergencia habilitados por el ayuntamiento y por la propia organización. En Róterdam, el pasado 17 de octubre diversos colectivos estudiantiles convocaron una manifestación en protesta por la falta de alojamiento. Los convocantes de la misma se lamentaban de que “las políticas locales y estatales de los últimos años no han logrado garantizar el acceso a una vivienda digna y asequible”.

Al inicio de este curso académico, la universidad Erasmus de Róterdam junto a la de Ciencias Aplicadas y la universidad InHolland levantaron la voz de alarma reclamando a las autoridades locales soluciones para resolver esta situación. Ellen Van Scoten, vicepresidenta de la universidad Erasmus insistía en la urgencia de encontrar soluciones: “intentamos que todos nuestros estudiantes tengan la posibilidad de completar sus estudios. Para ello es fundamental que estos se sientan acogidos por la ciudad y que dispongan de un lugar seguro en el que vivir y estudiar.  El hecho de que los estudiantes tengan la oportunidad de vivir en Róterdam es importante para el presente, el futuro y para la ciudad.” Lo primero que uno ve en la sección “alojamiento de estudiantes internacionales” de la página web de esta universidad es un mensaje poco halagüeño pero directo: “el alojamiento de estudiantes no lo gestiona la universidad; es tu propia responsabilidad”. Además, recomiendan “empezar a buscar alojamiento tan pronto como sea posible para evitar estrés y problemas de última hora”. Lo que pocos estudiantes imaginan antes de emprender su aventura Erasmus es que este aviso a navegantes se queda corto, y que la búsqueda de alojamiento puede acabar transformándose en una pesadilla.

Los hoteles, alojamientos temporales para estudiantes

Anne se enamoró de Róterdam después de un viaje de estudios en bachillerato. Cuando vio esta ciudad en la lista de destinos Erasmus de su universidad no se lo pensó dos veces. Lo que no se imaginaba era lo difícil que iba a ser encontrar vivienda: “No me arrepiento de haber venido a Róterdam, pero sí de no haberme informado antes respecto del alojamiento. Tenía alguna idea, pero lo que no me podía imaginar era esto y añade, “lo peor no es que no haya sitio, sino que, antes de venir, la gente no lo sepa”. Empezó a mirar pisos a principios de verano y ya entonces se alarmó ante la falta de viviendas para estudiantes: “llamé a inmobiliarias desde España. Busqué en, literalmente, todas las páginas de internet. Solo quedaban viviendas a más de diez kilómetros de la ciudad o en mal estado. Antes de llegar aquí ya estaba muy agobiada. No quería ni venir ni hablar del tema con mis padres”. Una de las trabas que se encuentran los estudiantes a la hora de encontrar alojamiento es estar a miles de kilómetros de distancia de su ciudad de destino: “Al no poder ver el piso, te arriesgas a que no esté en el estado en el que lo ves en las fotos”. El 30 de agosto Anne y su madre aterrizaron en Róterdam con la esperanza de encontrar un apartamento. Se hospedaron cinco días en un hotel mientras llamaban a la puerta de todas las inmobiliarias. Sin suerte. Mientras tanto –señala– “mi abuela me llamaba todos los días y me preguntaba: ¿dónde vas a vivir? Fue horrible”.

Habitación de Anne, quien se aloja en un hotel durante su Erasmus en Róterdam al no encontrar plaza en un alojamiento estudiantil.

Incluso sufrió un intento de estafa, algo que, por desgracia, también experimentan muchos estudiantes: “había apalabrado un piso muy bonito con dos compañeras. En las fotos se veía muy bien. Entonces el casero nos pidió que, para firmar el contrato, primero le teníamos que pagar a través de una página web. Nos negamos y nos acusó de no tener dinero para pagar. De repente, dejó de contestar”.

Al no encontrar casa, Anne y su madre se pusieron en contacto con el hotel en el que se hospedaban para plantearles la posibilidad de quedarse viviendo hasta mediados de diciembre, fecha en que finalizará su Erasmus. Para suerte de Anne la gerente del hotel aceptó. Ahora bien, cuando vuelva a España tendrá que trabajar duro para devolver a sus padres el dinero que le están prestando para financiar su estancia: “Por la beca Erasmus recibo 250 euros al mes, pero el alojamiento me cuesta 1.500 al mes””.

Las residencias, otra opción al alcance de muy pocos

La universidad Erasmus ofrece plazas en residencias de estudiantes para alrededor de un 20 por ciento de los estudiantes internacionales. Acceder a unas de esas preciadas habitaciones se convierte en otra fuente de estrés para aquellos que desean cursar una movilidad internacional. Y es que quedarse fuera significa tener que buscarse la vida en una ciudad en la que encontrar un piso es poco menos que una quimera. Ursula, estudiante polaca, fue una de las afortunadas. Allá por el mes de mayo consiguió reservar una habitación. No obstante, el proceso no estuvo exento de sobresaltos: “Al principio no conseguí habitación. Pude entrar porque alguien no pagó su habitación. Tuve que esperar 24 horas. Fue muy estresante. Tienes que ser muy rápido, si no, te quedas fuera”. La residencia, no obstante, no está en las mejores condiciones y el mobiliario está muy deteriorado: “Llamé hace semanas para que arreglaran mi armario, y todavía sigue roto”. Esta joven estudiante llegó incluso a marearse por una fuga de gas: “Dos de los hornillos de gas no funcionan. Un día hubo una fuga y tuve que abrir la ventana. Ahora ya no los utilizo. Es muy peligroso”. Se ha acostumbrado a vivir así, pero reconoce que no se plantearía alargar su estancia en la residencia: “Para unos meses está bien, pero no podría vivir aquí mucho más tiempo”.

Como tantos otros estudiantes no acaba de entender cómo puede repetirse la misma situación año tras año: “Estoy muy frustrada. Las universidades aceptan muchos estudiantes, pero luego estos no van a dar con un lugar en el que vivir. Una compañera de clase tuvo que volver a su país porque no encontró alojamiento”. Pese a estar disfrutando de su experiencia Erasmus, Ursula se muestra categórica: “es complicado adaptarse a un país y a una cultura diferentes, pero lo de encontrar piso aquí está a otro nivel”.

Tres imágenes del estado en el que Ursula encontró la nevera, el fregadero y la campana de la cocina de su residencia estudiantil. 

Alquiler sin contrato, una opción peligrosa pero efectiva

Paula Miller llegó a Róterdam la última semana de agosto, solo una semana antes de comenzar las clases. Vino acompañada de sus padres, como muchos de sus amigos, para encontrar alojamiento. Entre mayo y junio encontró en la plataforma HousingAnywhere un apartamento para vivir y comenzó el proceso de documentación para poder alquilarlo. No obstante, dos semanas antes de su llegada recibió una llamada de su casera advirtiéndole de que no podría hospedarse en el apartamento debido a que en la casa había ocupas.

Sin tiempo, sin alojamiento y con un presupuesto limitado se enfrentó a una tesitura límite que casi hizo que cancelara su Erasmus: “no quería perder la oportunidad de estudiar fuera. Venir a Holanda y practicar inglés es invertir en mi futuro”. Desesperada por los pocos resultados que daban las agencias inmobiliarias, empezó a buscar alojamiento en redes sociales: “allí me encontré de todo, desde casas que se alquilaban sin ni siquiera estar construidas, hasta habitaciones de diez metros cuadrados compartidas con tres personas sin cocina ni baño”. Sin embargo, todas tenían en común unos precios prohibitivos, muy difíciles de asumir para un estudiante: “es casi imposible encontrar algo por menos de 600 euros y aunque pagues esa cantidad o más, nadie te asegura que la casa vaya a estar en buenas condiciones”.

Después de tres semanas de búsqueda consiguió encontrar una habitación cerca del centro de Róterdam: “El precio era una maravilla, pagaba 450 euros, pero no tenía ningún tipo de contrato. Mi casero era una persona complicada, me sentía muy limitada, sobre todo a la hora de salir por la noche porque me ponía toque de queda; si no estaba a la una de la mañana en casa amenazaba con echarme. Y al final lo hizo”. El 13 de octubre su casero, argumentando que tenían modos de vida muy diferentes, la invitó a marcharse dándole solo dos días para mudarse. Con poco tiempo, muchas pertenencias y con el curso académico ya avanzado, Paula se vio de nuevo en una situación muy complicada: “pensé en irme a un hotel si no me quedaba otra. Al final he encontrado otra habitación sin contrato. Solo espero que esta vez vaya mejor y me pueda quedar hasta que acabe el curso”.

Los profesores, observadores impotentes 

Monique Abenbrooek es profesora y coordinadora del curso Get Connected que imparte la universidad de Ciencias Aplicadas de Róterdam (UAS/Hogeschool Rotterdam). En este curso académico más de la mitad de sus estudiantes son internacionales, algo que recibió con sorpresa pero también con entusiasmo: “creo que las universidades y sus alumnos se enriquecen mucho del intercambio creativo y cultural que ofrece la llegada de estudiantes internacionales”. No obstante, reconoce que aunque los centros educativos están preparados para la llegada de alumnos extranjeros, el mercado inmobiliario no: “si los propios neerlandeses tenemos problemas para encontrar alojamiento en condiciones, ¿cómo no lo van a tener ellos? Creo que es injusto que las universidades ofrezcan plazas a estudiantes internacionales sin interesarse en si encuentran un lugar para vivir o no”. Monique es consciente de que la crisis de la vivienda afecta, no solo a los estudiantes, sino también a la sociedad neerlandesa, sin embargo, en tanto que docente no deja de sentirse especialmente frustrada ante las innumerables trabas a las que se enfrentan los estudiantes: «sobre todo los internacionales se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad al no conocer el país, ni la cultura y no manejar bien el idioma. Este año, una de mis alumnas ha tenido que volverse a su país porque no ha encontrado un lugar en el que alojarse” sentencia.

Los autores de este reportaje, durante la entrevista con la profesora Monique Abbenbroek.

El pasado 26 de octubre profesores y coordinadores de las universidades de Róterdam se reunieron para abordar diferentes temas educativos, pero en especial el problema de vivienda y cómo mejorar su ayuda a los estudiantes: “nos sentimos impotentes al ver todo lo que pasa y no poder hacer nada. Tengo algunos compañeros, también profesores, que han empezado un programa que trata de dar alojamiento en sus propias casas a estudiantes que no encuentran un lugar para vivir, pero creo que se queda corto y que no funciona bien; los estudiantes vienen a vivir su propia vida, no a convivir con las familias de sus profesores” declara Monique.

A pesar de que Holanda cuenta con legislación para regular el flujo de vivienda -como la Ley de Alquiler temporal de 2016-, muchas de sus ciudades tienen problemas para controlarlo. Ámsterdam, Utrecht y La Haya son algunos de los destinos más demandados pero con menor oferta. No obstante, este problema no afecta únicamente a Países Bajos: en Alemania y Francia la situación no se aleja tanto de la realidad neerlandesa. Según la Fundación Hans Böckler, en 77 ciudades alemanas hacen falta alrededor de 1,7 millones de apartamentos mientras que en Francia se calcula que dos millones de ciudadanos están a la espera de una vivienda.

Ante una situación de desventaja respecto al resto de estudiantes y ciudadanos neerlandeses y sin que ninguna institución proteja sus intereses, miles de estudiantes internacionales se enfrentan a una situación límite que pone en peligro no solo sus aspiraciones académicas, sino también su futuro profesional. Los altos precios, la escasez de oferta, unida a una demanda cada vez mayor, las prácticas abusivas de ciertos arrendadores y agentes inmobiliarios y unas políticas públicas que han demostrado ser poco efectivas, convierten el encontrar alojamiento en los Países Bajos en una tarea titánica. Una situación límite que, por desgracia, no tiene visos de terminar, sino todo lo contrario. Mientras tanto, miles de estudiantes internacionales seguirán llegando año tras año con la esperanza de labrarse un futuro, de conocer otra cultura… y de encontrar un lugar en el que alojarse.