Hay ciudades que resultan insufribles en verano y otras que lo tienen todo para disfrutar de la época estival: parques centenarios en los que soltar a los niños o tumbarse a leer; calles y plazas sombreadas cuyas terracitas invitan al ‘dolce far niente’ con una cerveza bien fría o un café; playas kilométricas en las que refrescarse, cenar viendo la puesta de sol en alguno de los chiringuitos de moda o perderse por las dunas.
La Haya es una de estas ciudades afortunadas. Además, con la llegada del calor se multiplican las opciones de ocio –festivales de música, cine al aire libre, exposiciones – que se suman a la ya de por sí variada agenda cultural, entre la que no faltan algunos de los museos más importantes de Holanda, ideales para los días de lluvia. Y lo mejor es que, en La Haya, casi todas las opciones están a tiro de piedra: a pie, en bicicleta o en tranvía.
El Parque Clingendael: a caballo entre Mr. Darcy y el Soldado de Orange
El nombre de parque no hace realmente justicia a esta antigua propiedad que cuenta con una mansión –hoy sede de un prestigioso instituto de relaciones internacionales–, una auténtica granja, jardines de diversos estilos –incluyendo su famoso jardín japonés– y kilómetros de bosque por los que pasear y en los que es habitual tropezarse con ardillas de cola roja, pájaros carpinteros en plena labor o familias de cisnes deslizándose por los canales.
Un paisaje bucólico a diez minutos en bicicleta de la estación central de La Haya, en el que, mientras se disfruta de un picnic en familia, resulta fácil imaginar una versión local de Mr.Darcy – el altivo aristócrata de ‘Orgullo y Prejuicio’–, saliendo del lago, recién llegado de algún extenuante viaje a caballo, o a su chica, cómodamente sentada en uno de los románticos bancos de madera. Pero al adentrarse en el bosque en dirección a Wassenaar, el escenario se torna en territorio más propio de las hazañas del célebre héroe de la resistencia holandesa, Erik Hazelhoff, inmortalizado en la película ‘Soldado de Orange’. Camuflados entre la hojarasca hay varios búnkeres alemanes, incluyendo el famoso ‘Commandobunker Seyss-Inquart’, diseñado especialmente para proteger a la más alta jerarquía nazi, que vivió en la casa principal durante la Segunda Guerra Mundial.
Con respecto al jardín japonés, sólo abre en primavera y en otoño. La próxima oportunidad para visitarlo es del 12 al 27 de octubre.

Jardines de Clingendael. Fernández Solla Fotografie
Wassenaar: El Museo Voorlinden
Cerca de Clingendael, en los jardines de la que fuera residencia de otra familia noble de los alrededores de La Haya, se encuentra este atípico museo, que destaca tanto por sus piezas contemporáneas de difícil catalogación –‘la pareja bajo la sombrilla’ parece tan real que dan ganas de untarles el protector solar-, como por su arquitectura minimalista; o los jardines que lo rodean, obra del paisajista holandés Piet Oudolf.
El museo no forma parte de la red de museos incluidos en la Museumkaart. Está tan sólo a 15 minutos en bicicleta de Clingendael, por una agradable ruta que parte de Wassenaarseweg y transcurre principalmente por espacios verdes y tranquilas zonas residenciales.

Museo Voorlinden, fotos de Pietro Savorelli y Antoine van Kaam (Pareja bajo la sombrilla, Ron Mueck )
Un paseo por el Lange Voorhout
Café, baguettes y crepes
La actriz Audrey Tatou, o más bien su alter ego, la pizpireta Amélie Poulain, se sentiría como en casa paseando por esta amplia avenida arbolada rodeada de edificios nobles, en la que, en verano, cada jueves y domingo, se instala un mercadillo de antigüedades al más puro estilo de los marché au puces franceses. Entre las cuberterías de plata, los libros de viejo y los jarrones de porcelana china, el toque local lo suelen poner las piezas de artesanía procedentes de las antiguas colonias holandesas o novelas con títulos tan evocadores como ‘Las Navidades de Carl en el país de los Papúes’.
La búsqueda de tesoros de otras épocas se puede acompañar con un café au lait o unas crêpes en las terracitas que se instalan en el extremo norte del mercado, cerca del Hotel des Indes; o si se quiere hacer una pausa más contundente en la calle Denneweg hay numerosos restaurantes.
Otro plan imprescindible, perfecto en caso de lluvia, consiste en visitar alguno de los estupendos museos de esta zona. El Museo Escher, con obras del conocido artista holandés M.C Escher, la pinacoteca Mauritshuis, con su famosa ‘Joven de la Perla’ o El Museo de Historia de La Haya.
Y para los que visiten la ciudad en septiembre, el desfile en carroza de los Reyes de Holanda, con motivo de la celebración del Prinsjesdag –día en que se celebra la apertura oficial del año parlamentario–, es un evento muy popular que tiene lugar cada tercer martes de septiembre. El recorrido se inicia a las 12.45 en las Caballerizas Reales y culmina en el Palacio Noordeinde. Hay que apostarse temprano si se quiere ver algo. Otra alternativa es reservar sitio en las tribunas de pago que se instalan en el Lange Voorhout (ver información de la oficina de turismo).
Mad Men en la embajada de EEUU
En la esquina del Lange Voorhout y el Korte Voorhout, se encuentra el edificio de estilo Bauhaus que albergó la embajada de Estados Unidos hasta hace un año y que recientemente ha abierto sus puertas como museo pop-up. Aparte de su indudable valor arquitectónico –fue diseñado por el arquitecto Marcel Breuer, padre del icónico museo MET Breuer de Nueva York– , una visita al interior del edificio transporta directamente a los años más duros de la Guerra Fría. Pese a estar escasamente amueblado, al recorrer las grises oficinas del primer piso casi se oye el rumor frenético de las máquinas de escribir y, si se atreven a bajar al lúgubre sótano, no se sorprendan si la imaginación les juega una mala pasada: es prácticamente inevitable ‘cruzarse’ con un grupo de marines en busca de algún agente descarriado. Pero es la biblioteca el espacio que mejor ha mantenido el ambiente ‘sesentero’. Don Draper –el protagonista de la serie Mad Men– y su equipo de publicistas sin escrúpulos no la hubieran decorado mejor. Los domingos hay visitas guiadas para las que conviene reservar.

Antigua embajada de los Estados Unidos en La Haya
Playa, jardines secretos y cine de verano
Het Nutshuis: Un pequeño oasis urbano
Detrás de los muros de este edificio de austera fachada situado en pleno centro histórico se esconden una sala de exposiciones, una cafetería especializada en ensaladas y tartas caseras y un jardín urbano donde, además de tomar algo o relajarse en la terraza, se puede asistir a conciertos y festivales de cine al aire libre. En otra vida fue la sede del Nutssparbank, el banco hayense con el mayor número de cajas de seguridad de particulares. La antigua caja fuerte principal funciona hoy como sala de cine.
Playas: Noorderstrand (Zwarte Pad y el extremo norte de la playa)
Pero cuando el calor aprieta, nada más refrescante que la playa. Una apuesta segura es la situada a la derecha del muelle de Scheveningen, en dirección norte. En esta zona, menos turística que la playa principal de la ciudad, hay opciones para todos los gustos: desde las animadas terrazas de la zona conocida como Zwarte Pad, a la relativa soledad de la playa que va desde el final de esta zona de bares y restaurantes hasta la playa de Wassenaar y las dunas de Meijendel.
La zona de Zwarte Pad es fácilmente accesible desde el centro de La Haya con los tranvías 1 y 9. Hay que bajar en la última parada. A la parte más alejada del Noorderstrand se puede acceder sólo caminando o en bicicleta por las dunas.
Comer y Beber
En Buiten, uno de los locales más populares de la Zwarte Pad, te mantienen hidratado y bien comido todo el día, además de organizar cursos de surf y conciertos playeros.
En la parte norte, Naturel es la terraza ideal para el que busque tranquilidad sin tener que renunciar a la comodidad. Lo mejor, el ambiente relajado y las tumbonas que se pueden alquilar por 7,50 euros al día (excepto cuando hay algún evento especial). Desde aquí la gran noria del muelle de Scheveningen parece un juguete distante. Nota adicional: Está cerca de la playa nudista.

Vistas de La Haya y de Scheveningen desde las dunas de Meijendel. Foto: Fernández Solla Fotografie