Tirarse a la piscina vestidos para aprobar el examen oficial de natación; pasar una mañana de domingo a remojo mientras fuera no para de llover, o darse el primer baño de la temporada en la piscina al aire libre, un día entre semana en el que muchos se escapan del trabajo para aprovechar el calor. Ir a la piscina forma parte del ADN holandés, como lo es patinar sobre hielo o montar en bici. Y es que, de media, los holandeses cuentan con una piscina a 2,5 kilómetros de distancia, un recorrido que se puede hacer en bici fácilmente. Pero mientras la población no deja de crecer, cada año hay seis piscinas menos en las que poder darse un chapuzón. Los altos costes de mantenimiento y el aumento de otras alternativas de ocio son dos las de las razones que explican estos cierres, algo que no parece minar la percepción de los holandeses hacia su cultura piscinera: la mayor parte de ellos sigue pensando que es la instalación pública más importante de su ciudad, por delante de una biblioteca o un parque, y casi el cien por cien de los niños cumplen los seis años con su primer diploma de natación bajo el brazo.
En un país dominado por el agua, aprender a nadar no se ve como un deporte sino como parte de la educación primaria de cualquier niño. “En ningún otro lugar del mundo verás un sistema de cursillos de natación como el holandés, porque para nosotros saber nadar es una cuestión de seguridad, ¡vivimos en un país con canales por todas partes!” explica Marjolein van Tiggelen, portavoz del Consejo Nacional holandés de Seguridad y Natación (NRZ) . Y es que desde hace más de un siglo y medio, el país cuenta con un modelo integrado de cursos para aprender a nadar que se ha ido adaptando a los tiempos y que hoy se divide en tres niveles: A, B y C. Si bien hoy en día los padres y familiares son los encargados de apuntar a sus hijos a estos cursos extra escolares, hasta hace veinte años la natación formaba parte de la educación escolar, y todo los niños de Holanda iban a la piscina con sus compañeros de clase y en horario lectivo. Los tiempos van cambiando, pero la fuerte cultura en torno a las piscinas permanece. Todavía hoy, el 97 por ciento de los niños sabe nadar, según cifras del NRZ. Esta tradición permite, además, que desde bien pronto los holandeses se familiaricen con las piscinas, un tipo de ocio que les acompaña hasta el final de su vida. Holanda cuenta actualmente con 1.537 piscinas, de las cuales la mitad son municipales y públicas, un número mucho menor que el que se registra en España, por ejemplo, cuyo número total supera el millón. Aunque en los últimos años se han abierto otro tipo de piscinas, las llamadas zwemparadijs, o pequeños parques acuáticos con toboganes y otras atracciones, el número total desciende cada año. Esto significa que, si bien en España hay una piscina por cada 39 habitantes, en Holanda la densidad es de una por cada 11.060 personas. Clases de aquagym para mayores, de natación para embarazadas, cursillos oficiales de natación, área de recreo…las piscinas lo tienen cada vez más complicado para mantener una oferta atractiva, cuadrar los números y controlar el número de visitas diarias para que no se llenen demasiado. Los ayuntamientos siguen recortando los subsidios a las 691 piscinas públicas y un centenar corren el riesgo de cierre.
Dos años aprendiendo a nadar
Janine es holandesa y tiene 50 años. Recuerda que, cuando era pequeña, su profesora les llevaba dos veces por semana a ella y a sus compañeros de clase a la piscina más cercana para aprender a nadar. Y así fue como obtuvo sus diplomas A y B de natación, de forma gratuita y al mismo tiempo que sus amigos: “Mis padres no tuvieron que hacer nada para que yo aprendiera a nadar. Cuando les tocó a mis hijos aprender, el sistema ya había cambiado y mi marido y yo teníamos que organizarnos para llevarles después del colegio a la piscina, mientras los dos trabajábamos”, explica. Actualmente, el coste de los cursillos de natación ronda los 35 euros al mes por una clase semanal y, de media, lo niños empiezan con 4 ó 5 años y tardan entre un año y medio y dos años en obtener los dos primeros diplomas de los tres que recomienda el NRZ para nadar bien. Pero el coste mensual por niño y las posibles trabas para los padres, que deben a apuntar a sus hijos en la lista de espera con antelación, no han afectado tanto como cabría esperar en el número de niños que acuden a los cursillos. En la época en la que la natación era casi una asignatura escolar más, el cien por cien aprendía a nadar. Hoy la tendencia permanece, aunque ha bajado al 97 por ciento: un 3 por ciento no sabe nadar a los 16 años. “Actualmente viven en Holanda jóvenes que acaban de llegar, principalmente de países no occidentales, que no saben nadar” asegura Marjolein van Tiggelen, “y para ellos y para los hijos de familias con pocos recursos, muchos ayuntamientos financian la natación escolar (30%), como la de antes”. De los que sí aprenden en la edad indicada, entre los 6 y los 10 años, ocho de cada diez sigue los cursos A y B pero sólo un tercio de ellos continúa hasta el C, un error, según denuncia Marjolein: “Muchos padres creen que con los diplomas A y B es suficiente, porque estos son los que ellos hicieron de pequeños. Pero la vida ha cambiado mucho y desde los años noventa las piscinas cuentan con muchas atracciones como toboganes, que requiere que los niños sepan nadar mejor”. Este último diploma suele obtenerse en tres meses pero suma más dedicación y más inversión en un aprendizaje que muchas familias consideran innecesario.
Según el Centro Nacional de Estadística (CBS), cada año fallecen ahogadas alrededor de 80 personas en Holanda. La cifra se mantiene estable desde hace treinta años y es mucho más baja que la que se registró en los años 50, con una media de 500 víctimas. El NRZ considera que todavía hay trabajo por hacer y que esta cifra se puede bajar más: por ello acaban de lanzar esta semana la primera campaña a nivel nacional para concienciar a la sociedad de la importancia de aprender a nadar bien. “El diploma A le permite a un niño no ahogarse en piscinas cubiertas y en aguas tranquilas. El B le da más seguridad pero no puede garantizar que no se ahogue en el mar si las condiciones le son adversas, si hace más viento de lo normal o si el agua está muy fría. Lo mismo para un canal: incluso si el agua está tranquila, si un niño se cae en él, en primer lugar se lleva un susto enorme, porque no ha elegido meterse en el agua; puede estar desorientado y el fondo está oscuro. A lidiar con estas situaciones de estrés se aprende en el diploma C, a darse la vuelta y nadar a espalda, a aguantar más tiempo, etc. Por eso en Holanda hacemos los exámenes con ropa, para enseñarles a los niños lo que tienen que hacer en estas situaciones inesperadas. Si tienen el C, una persona sabe combinar los distintos estilos de natación para salir del agua y salvarse” argumenta Marjolein.
- Arriba se muestra el tipo de ropa que los niños tienen que llevar para examinarse del diploma A, B y C en Holanda. A la izquierda, un grupo de niños se prepara para tirarse al agua y examinarse del diploma B. © Bubbels Zwemschool y Zuid Rotterdam zwemschool
El calor del verano pasado les regaló a las piscinas al aire libre una de las mejores temporadas de baño que se recuerdan, con buenas temperaturas desde abril hasta septiembre. Por las ciudades se veían a muchos chavales bañándose en los canales y las playas se llenaron cada semana. Aún así, no se lamentaron más víctimas por culpa del agua y desde el NRZ, Marjolein se muestra cautelosa ante la nueva temporada que se avecina. “El grupo más vulnerable es el de los recién llegados porque aunque muchos nadan, el baño aquí en Holanda no tiene por qué parecerse al de sus países de origen. Pueden creer que no hay problema en bañarse en un área de recreo de un lago si los demás lo hacen y al meterse en el agua está mucho más fría o más oscura de lo que esperan y no saben reaccionar. Y el problema es que uno se ahoga en cuestión de minutos” sentencia. Es por esto por lo que las clases de natación para adultos han aumentado en los últimos años.
A la piscina, de 0 a 99
Según el último estudio publicado en 2012 sobre la cultura de la natación y de las piscinas en Holanda, nueve de cada diez holandeses considera la piscina la instalación más importante para su pueblo o ciudad, por delante de un parque, una biblioteca, un museo o un teatro municipal. Esta respuesta revela lo que muchos comprueban al venir a Holanda: que ir a la piscina es una tradición incuestionable de la sociedad holandesa. Échandole un vistazo a la oferta de cursillos de una de las piscinas municipales del país, encontramos actividades para cualquier rango de edad, desde clases para bebés recién nacidos hasta discoteca en el agua para adolescentes o cursos matutinos para mayores. No hay rango de edad o tipo de población que se escape de ir a la piscina, tal y como apunta el estudio, que confiesa no poder definir un perfil claro del que visita la piscina. Pero a pesar de este entusiasmo entre la población, desde hace una década, los ayuntamientos no han parado de recortar el presupuesto que destinan a estas instalaciones. Hoy 3 de cada 4 piscinas están gestionadas por empresas privadas y más del 60 por ciento, tanto de las cubiertas como de las que están al aire libre, temen recortes a corto plazo. “Desde la crisis todos los ayuntamientos han ido reduciendo sus gastos, entre ellos los asociados al mantenimiento de las piscinas: muchas de ellas se han quedado anticuadas y a veces se decide cerrar antes que renovar, por el coste que supone” explica Kitty van der Valk, portavoz de Sportsfondsen Nederland, una de las grandes empresas, antes pública, encargada de la gestión de 550 instalaciones deportivas, entre ellas un centenar de piscinas propiedad de los ayuntamientos. Algunas construidas hace décadas, como la Oostelijk de Róterdam, una joya del art-decó de los años 30, mantenerlas abiertas resulta cada vez más complicado, “porque el precio de la entrada es muy bajo, ronda los 4 ó 5 euros, y los altos costes que tiene una piscina hay que cubrirlos por otro lado. Hemos visto que cada vez es más atractivo ofrecer un programa para gente mayor, y junto a los diplomas oficiales, tenemos una oferta más variada de otro tipo de deportes acuáticos: incluso aprender a hacer vela con un óptimis es posible en una piscina cubierta” explica Van der Valk.
El riesgo de tener que ofrecer una mayor oferta novedosa y atractiva es que a menudo, el tiempo que queda para ir a nadar libremente es muy reducido. Ainhoa es española y lleva tres años viviendo en Holanda: “En Madrid aprovechaba cuando llevaba a mis hijos a las clases de natación para nadar yo también en una de las calles libres que había en la piscina. En Holanda he probado en varias piscinas y siempre ocurre que los horarios para natación libre son muy limitados: un par de horas los miércoles, tres cuartos de hora los jueves a mediodía, o ya a las siete de la mañana o a las nueve de la noche” afirma. Con una media de 22 trabajadores por piscina, el gasto mensual es muy alto y las empresas que gestionan las piscinas no pueden permitir dejar ni un hueco libre. Por eso, en todas ellas la programación coincide: por la mañana se ofrecen clases para mayores, bebés y mujeres embarazadas; a partir de las tres de la tarde empiezan los cursos oficiales de natación y más tarde se programan las clases para adultos como aquarobics o aquajogging. El fin de semana se organizan otro tipo de deportes acuáticos y se deja gran parte del horario para la entrada libre. Aunque la oferta de ocio es mayor que años atrás, ir a la piscina sigue siendo uno de los planes preferidos de los holandeses. Y las más populares pueden sufrir su éxito. Así le ha pasado a la piscina más moderna de La Haya, Het Hofbad, una instalación de arquitectura futurista que cuenta con una piscina olímpica y que en seguida se convirtió en la más frecuentada de la ciudad. En 2017, la piscina tuvo que restringir la entrada a más de 40 personas por un mal comportamiento en la piscina. El aforo completo cada fin de semana y las molestias causadas por algunos que no seguían las normas ha llevado al ayuntamiento de La Haya a restringir el acceso a sus piscinas municipales. Desde 2018 todo el que quiera ir a una de ellas debe acudir antes al ayuntamiento y solicitar un carné de natación, con el que sus datos quedan registrados, foto incluida. Desde entonces, según la radio regional, las piscinas de La Haya han mejorado y ya no hay tantos casos de prohibiciones.
“No puedo pensar en otro lugar en una ciudad al que todo el mundo le apetezca ir. Porque a una piscina vas ya antes de nacer, en el vientre de tu madre; cuando naces es la primera actividad que haces con tu padre o con tu madre; de adolescente te lo pasas en grande yendo con tus amigos, también a la descubierta cuando llega el verano; cuando eres adulto, te apuntas para hacer ejercicio, para bajar de peso o estar en forma; y cuando envejeces, nadar es uno de los mejores deportes que puedes hacer hasta el final” resume Marjolein van Tiggelen. Desde organismos oficiales hasta la calle, nadie duda de que la tradición de ir a la piscina fomenta la cohesión social y mejora la vida de los ciudadanos: la cuestión es si los encargados de preservarla, los ayuntamientos, seguirán apostando por ella sin darla por garantizada.
Tres piscinas con historia
Mauritskade – la primera piscina cubierta de Holanda
Abrió sus puertas en 1883 en La Haya, dos años antes de que lo hiciera el gran hotel Kurhaus de Scheveningen. Su imponente edificio, característico de la época, contaba con una fuente de agua purificada propia. Funcionó como piscina para la alta sociedad de la ciudad de comienzos de siglo y permaneció en funcionamiento hasta 1997, cuando cerró sus puertas y fue demolida. Logró recuperarse la arcada de su interior y años después volvió a ponerse en pie. Desde 2013 es un conocido centro de fitness y spa con una piscina en el lugar donde se encontraba la original.
Zuiderbad – Más de un siglo en funcionamiento
Los vecinos del sur de Ámsterdam tienen la suerte de nadar sus largos en una piscina con más de un siglo de historia. Propiedad del ayuntamiento de la capital, la piscina fue construida en 1912 sobre un antigua escuela para aprender a montar en bicicleta. Contaba con modernidades como luz eléctrica y calefacción central que permitían su uso tanto en invierno como en las altas horas de la tarde. En los años setenta la piscina ya no recibía el número de visitantes de sus años gloriosos y el ayuntamiento estuvo a punto de cerrarla para construir la estación final de la línea de tren a Schiphol, que nunca llegó a inaugurarse. Los bañistas asiduos se unieron para evitar su cierre y lograron conservarla. Totalmente restaurado, el edificio conserva algunos elementos originales como los vestuarios de madera de los años veinte y las escaleras de acceso al agua, ya que, antiguamente, la piscina no estaba a la altura del suelo sino apoyada sobre él.
Houtvaart – Simetría cubista para nadar al aire libre
Haarlem cuenta con una de las piscinas al aire libre más particulares de Holanda. Para muchos una de las más bonitas, su arquitectura cubista de acero y cemento se conserva intacta desde que abrió sus puertas en 1927. Al contrario que las otras dos, este era un complejo de varias piscinas: una olímpica de 50 metros, otra para niños y una tercera para niñas. Además, desde el comienzo nació como una instalación pública y la entrada era libre y gratuita. Gracias a sus dimensiones, por ella pasaron grandes nadadores de los años veinte que compitieron en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam de 1928, como el mejor del mundo de aquella época, Johnny Weissmuller. En 1986 fue salvada del cierre inminente gracias a la acción de muchos aficionados a esta piscina, quienes se unieron y fundaron la asociación Amigos de la Houtvaart, que todavía hoy sigue gestionando la piscina, propiedad del ayuntamiento.