Hace unos diez años atrás sonaban todas las alarmas urbanas al mismo tiempo. A la crisis económica del 2008 se sumaba el enorme fraude cometido por las mayores corporaciones de la vivienda de Holanda lo que prácticamente detuvo toda la construcción de nuevas viviendas en el país. Además se constataba con preocupación el abandono por parte de las empresas de las zonas de oficinas que se iban convirtiendo en barrios fantasma. Por si esto fuera poco, el auge de las tiendas virtuales generaba el cierre de cientos de comercios en zonas céntricas de las ciudades lo que daba vía libre a problemas de vandalismo y delincuencia por el abandono y el bajo control social en esas áreas urbanas.

Ante este contexto y la creciente demanda de viviendas en las ciudades, especialmente en la zona del Randstad, el Gobierno, junto a organismos profesionales y del sector comenzaron a evaluar la posibilidad de reciclar los edificios abandonados. ¿Por qué no transformamos en viviendas los miles de metros cuadrados vacíos de oficinas y comercios? En ese momento no era tan sencillo en un país con una normativa tan rigurosa. Por eso, entre otras medidas tomadas, en 2012 se revisaron todas las reglamentaciones flexibilizándolas para facilitar el cambio de funciones de las construcciones existentes. Al mismo tiempo, esta práctica encaja a la perfección dentro de las políticas medioambientales de la agenda contra el cambio climático, como una forma de reducir la producción de desperdicios por demolición y de lograr usar menos energía en el proceso de construcción.

Desde entonces el punto de mira de la arquitectura holandesa está puesto en el reciclaje y en la recuperación de edificios. Entre 2015 al 2018, la superficie total de oficinas vacantes en Holanda se ha reducido de un 15,3 por ciento a un 11,6, transformándose en viviendas, en la mayoría de los casos. Sólo en Ámsterdam, el pasado año se transformaron unos 500.000 metros cuadrados, superando su propio récord. En lo que se refiere a espacios comerciales, un 6.8 por ciento todavía permanece vacante, es decir, unos 15.000 locales. En total, todavía quedan aproximadamente 280.000 edificios o 6 millones de metros cuadrados vacíos de este tipo. Pero la fiebre transformadora va más allá y hoy afecta a otros espacios más complejos que dan lugar a casos llamativos y a proyectos ejemplares, que conllevan en ocasiones, conflictos de difícil resolución.

Edificios religiosos

El caso de las iglesias es quizás uno de los más llamativos y está despertando la atención del gobierno holandés ya que desde hace unos años se estima que cada semana se vacían dos iglesias en el país. La constante reducción de feligreses por la falta de una renovación generacional pone en jaque las finanzas parroquiales, lo que finalmente obliga al cierre de la iglesia. Estos edificios tan particulares, tanto por su arquitectura como por su ubicación urbana, casi siempre central, están además muy ligados a la vida de la comunidad por lo que, a pesar del desafío que representa su transformación, generalmente se prefiere refuncionalizarlos a que sean demolidos.

Ya hay buenos ejemplos de iglesias transformadas por toda Holanda: una iglesia que es una pista de skate (St. Josephkerk , en Arnhem); una donde comprar ropa deportiva (Waalse kerk, en Dordrecht ); un casino en un monasterio (kloosterkazerne, n Breda); una iglesia convertida en gimnasio (kerk Onbevlekt Hart van Maria ien Maastricht); otra transformada en supermercado (Bernadettekerk en Helmond ); o en discoteca (St. Josephkerk en Den Bosch); o hasta en cervecería, con fábrica incluida (Jopenkerk en Haarlem), por nombrar unas cuantas. Pero también hay conflictos y preocupación de una parte de la sociedad, especialmente la que es creyente. Un columnista del periódico Volkskrant lo expresaba de esta manera: “la presión comercial para permitir que existan vivienda particulares o actividad comercial en las iglesias está aumentando. ¿Tu bañera de hidromasaje en el altar? ¿Un anuncio de su empresa en el campanario? ¿Cómo podemos evitar la profanación de la demolición arquitectónica cristiana en los Países Bajos?”. Porque al fin y al cabo, la rentabilidad financiera no lo es todo cuando se tocan edificios que afectan a las creencias, la historia o la memoria de una población y no siempre es tan sencillo conseguir mantener el edificio y además dejar contento a todo el mundo.

Antigua iglesia Bernadette en Helmond

Tanques de agua, grúas y piscinas

Otras construcciones particulares donde podemos encontrar ejemplos particulares de refuncionalización son algunos edificios y objetos industriales. Es el caso de las torres de agua que han perdido su función original y que a pesar de ser construcciones de servicio, su impronta en el paisaje hace que tengan un enorme valor cultural. Además, debido a que la mayoría de ellas fueron construidas entre 1839 y 1970, podemos encontrar todo tipo diseños y estilos propios de cada época.

Una grúa también puede aprovecharse como espacios de alojamiento, al menos eso pensaron los arquitectos e inversores de La Faralda NDSM Crane hotel de Ámsterdam quienes le dieron una nueva funcionalidad a una de ellas convirtiéndola en hotel de lujo. Su restauración fue una operación sin precedentes. Nunca antes se había dado una función así a un objeto monumental tan complejo. Finalmente, se instalaron tres suites, un estudio de televisión y una piscina de hidromasajes. Alojarse en una de ssu habitaciones, dentro de la pata central de la estructura, cuesta 750 y 950 euros. En este vídeo se puede ver cómo fue el proceso de construcción.

​Otro caso llamativo es el de unas piscinas públicas cubiertas en Gouda (Spaardersbad) que han sido transformadas en viviendas. El monumental edificio data de los años treinta y la transformación contempla la creación de seis viviendas muy particulares en torno a la piscina ya sin uso como tal, respetando la arquitectura original y la historia del lugar. Por las noches, efectos de luz imitan el movimiento del agua en la piscina donde además, se ha instalado un jardín interior. Aquí puedes ver el vídeo del proyecto.

Fiebre de refuncionalización

Como si de una mancha de aceite se tratase, las posibilidades para reutilizar nuevos espacios no cesan y ahora los barcos tanque para el transporte del petróleo se ven como una oportunidad. ¿Por qué no aprovecharlos también para hacer viviendas en ellos? O mejor, ¿un pueblo entero? El equipo de arquitectos y diseñadores Chris Collaris está convencido de que estos enormes tanques de aceite se pueden utilizar para hoteles, residencias, centros de convenciones y teatros. Las paredes, que están hechas de múltiples capas de acero, aseguran que el clima en los barcos se pueda controlar fácilmente. La enorme superficie de los barcos es perfecta para la celebración de grandes eventos, y debido a su altura, se podrían construir múltiples plantas en los barcos. Esto, sin duda, es ir muy lejos, porque la complejidad de un proyecto así no puede subestimarse a pesar de lo prometedor de sus imágenes.

Vistas desde la habitación del Faralda Crane Hotel