A medio camino entre la arquitectura, el diseño industrial y la ingeniería, el estudio que lidera Hans Vermeulen no se entiende sin la impresión en 3D. Tras hacerse con un contenedor industrial y el brazo robótico de una grúa para imprimir a gran escala, llevan cuatro años definiendo lo que será la primera vivienda típica holandesa construida a partir de enormes cubos impresos en 3D. Y mientras tanto han creado la sede de la presidencia holandesa de la UE en 2016 y ahora están inmersos en el diseño interior de la futura terminal de vuelos internacionales del aeropuerto de Schiphol. Desde una oficina instalada en la trasera de su fábrica de impresoras gigantes, y con el sonido de fondo de las máquinas trabajando incesantemente, Vermeulen explica a Gaceta Holandesa por qué la impresión en 3D logrará democratizar la arquitectura.
¿Por qué imprimen proyectos arquitectónicos en 3D?
Somos arquitectos pero también tenemos mucho de diseño industrial. Nos gusta construir con nuestras propias manos. Siempre es muy bonito poder probar una idea con materiales que uno mismo puede manejar, sin ayuda de nadie más. Quizás porque nuestra generación, la de los ochenta, es una generación de impacientes…desde el principio queríamos construir un primer modelo nosotros mismos, para después compartirlo con la gente y así hacerlo global. Y nos parecía que imprimir en 3D era la solución para lograr todo esto: crear comunidad, ponernos manos a la obra y hacer uso de las nuevas tecnologías.
¿Cómo lograron poner esta idea en práctica?
Fue una apuesta que hicimos hace cuatro años. Nos hacía falta una impresora enorme para imprimir nuestro primer proyecto y entonces no había ninguna en el mercado capaz de producir a la escala que nosotros buscábamos. Así que les preguntamos a los tipos de Ultimaker, una de las impresoras en 3D más conocidas, y que también son holandeses, si podían ayudarnos a fabricar una impresora enorme. Nos dijeron que sí. Aquel día, de vuelta de Ámsterdam, en el coche, compramos por Ebay un contenedor industrial. Vendimos todo el acero que contenía, y con eso sacamos más dinero del que nos había costado el contenedor. Ese fue el principio, y paso a paso fuimos construyendo nuestra propia impresora.
¿Ya tenían en mente construir esta vivienda de tres plantas a partir de la en impresión 3D?
No precisamente una casa pero sí, siempre tuvimos en mente que queríamos imprimir arquitectura. El mensaje de “vamos a imprimir una casa en 3D”, si bien no iba a ser exactamente una vivienda sino un proyecto arquitectónico de gran envergadura, sirvió para llamar la atención de los medios de comunicación y de muchas empresas que nos apoyaron económicamente. Fue el gancho para empezar a trabajar. Y aunque la casa no está, la idea detrás es la misma. Muchas empresas se unieron al proyecto aportando su conocimiento: productores de materiales sostenibles, de ingeniería y software, todos construyendo un ecosistema en torno a este sueño de imprimir una casa en 3D. Ya tenemos el terreno así que esperamos tenerla lista el año que viene. Cada habitación será una impresión en 3D independiente y en ella estará nuestra oficina.
Vídeo sobre la casa impresa en 3D que el estudio DUS realizó en 2014. La casa estará lista en 2018. © DUS Architects
¿Qué quieren lograr con este mensaje de imprimir una vivienda en 3D?
Nuestra intención es cambiar la mentalidad en torno a la forma en la que diseñamos los edificios. La forma actual de construir es muy lenta, cada vez más cara. Y si es económica es estándar, sin posibilidades de customizar el diseño. Hace décadas, hasta las casas adosadas contaban con elementos ornamentales originales, puramente estéticos, y eso hoy se ha perdido. Con la impresión en 3D podremos recuperar esa capacidad de embellecer las viviendas con detalles que la hacen diferente, además de hacerlo con un coste mínimo y sin generar residuos. La impresión en 3D terminará con la producción de los componentes fuera del edificio, porque ahora, con un ordenador, se puede elegir qué quieres producir y cómo según el espacio donde lo vayas a poner, personalizando cada aspecto y sin que esto sea más caro que producir cientos en serie. Menos residuos, menos energía, menos tiempo y una mayor productividad, porque ya no hará falta la mano de obra que es necesaria hoy.
Pero las impresoras en 3D llevan treinta años en el mercado, ¿por qué no ha arrancado ya esta revolución?
El problema siempre ha sido la escala. En los noventa empezaban los primeros estudios en la universidad sobre las posibilidades que podría brindar la impresión en 3D. Pero el software y las herramientas de diseño que lo permitirían llegaron más tarde, hace unos veinte años. Y cuando los arquitectos empezaron a diseñar con estas premisas, el problema era la limitación en la fabricación, porque todavía no existían las impresoras con el tamaño necesario para producir grandes componentes. En nuestro caso, al disponer de un contenedor de 2 por 4 metros de alto, nos asegurábamos de que podíamos imprimir a gran escala pero sin cometer errores irreparables porque las piezas no son tan grandes como para no poder repetirlas de nuevo. Y la otra cuestión es el material que se utiliza en la impresión. Hace años empezamos con un tipo de plástico, más barato, que era lo que nos podíamos permitir. Y ahora trabajamos con materiales cien por cien reciclados como la piel de patata y otros muchos que dan más juego. Además, estamos trabajando con la universidad TU Delft en la investigación de nuevos materiales inteligentes que podremos utilizar.

Arriba, Hans Vermeulen en la casa que han impreso de una sola pieza en 3D. A la derecha, una muestra del suelo que han diseñado para la nueva terminal de Schiphol, que combina terrazo con una argamasa impresa en 3D. © FSolla
Si todo parecen ventajas, ¿por qué recibieron tantas críticas de otros arquitectos cuando presentaron el concepto de la casa impresa en 3D?
No lo sé, ¿por qué es algo muy nuevo? o ¿por qué asusta pensar que podremos dejar la construcción de un edificio en manos de robots? No somos los únicos que estamos en esta nueva tendencia, desde Italia hasta Brasil, esta nueva tecnología es global.
Y aunque a DUS se le conozca por esta idea de la casa, lo cierto es que en otros proyectos “tradicionales” siempre añaden elementos impresos en 3D…
Así es. En muchos otros proyectos en los que estamos trabajando, como el diseño interior de la nueva terminal de Schiphol, utilizamos la impresión en 3D para partes del diseño que en un primer momento no parecen hechos así, como el suelo. Para la terminal hemos diseñado un suelo de terrazo listo para instalar cuyas baldosas se disponen como un puzle dentro de una argamasa impresa en 3D que no lleva cemento. Todavía tiene que ser aprobado, porque para lugares como Schiphol con tanto tráfico de personas, es fundamental encontrar el equilibrio entre materiales estéticamente bonitos y a la vez muy robustos, que aguanten bien el paso del tiempo y el roce diario de maletas, miles de personas, tazas de café que se caen al suelo, etcétera. Así que el tipo de argamasa que imprimimos en 3D no es lo que hace que este suelo sea caro sino el terrazo que hemos elegido para que tenga estas cualidades de robustez y belleza. De hecho, si se compara con otros suelos del mismo material, el coste es menor porque no hay mano de obra: se instala en un momento, como los suelos laminados.
También para la sede de la presidencia holandesa de la UE diseñamos un edificio de bajo coste y temporal que era sencillamente una caja con una fachada impresa en 3D. Combinaba textil en forma de velas de un barco y láminas impresas de un plástico azul donde había unos bancos integrados para que la gente pudiera sentarse. En el momento de instalar estos paneles y las telas, la empresa encargada de hacerlo había planeado dos días de trabajo con dos operarios: ¡y en cuatro horas habían terminado! la fachada estaba lista. Aunque para nosotros hubo un trabajo previo de dos semanas en las que imprimimos los paneles.


En estos cuatro años de trabajo, ¿qué lecciones ha aprendido sobre la impresión en 3D aplicada a la arquitectura?
Cada proyecto se ha basado en un trabajo de ensayo y error. En probar y probar hasta dar con el material que encajaba en cada diseño. La velocidad con la que imprimimos hoy en día y la calidad es mucho mejor que hace tres años y ahora combinamos distintos materiales que antes no conocíamos. Las posibilidades que se abren son enormes y de ello aprendemos a diario. Por ejemplo, cuando la presidencia de la UE se terminó y el edificio se desmontó después de seis meses, nosotros deshicimos los paneles y ese material se lo hemos cedido a Gispen para que innoven en sus diseños de sillas y muebles. Y en cuanto a la casa que hicimos de una sola impresión, que mide lo que cabe en nuestro contenedor, aprendimos a diseñar como si de origami se tratase, con muros construidos a base de pliegues y espacios entre ellos. En definitiva, no se trata solo de construir de una manera distinta, sino de diseñar según otros parámetros que antes no existían, de tal forma que la arquitectura pueda personalizarse y contextualizarse: ¿Por qué no podemos usar la fachada del edificio de la presidencia de la UE para construir paneles solares que podamos instalar en Río de Janeiro, por ejemplo? Somos arquitectos y diseñadores, y la impresión en 3D nos da la agilidad para idear nuevos productos que se adapten perfectamente a las necesidades de cada cliente y de cada entorno.
En su opinión, ¿cómo se construirá dentro de varias décadas? ¿Veremos cambios importantes?
El futuro suele equivocarse siempre…pero si me aventuro diría que dentro de diez años ya veremos formas muy distintas de hacer arquitectura: la tecnología digital para la producción de materiales y para la construcción estará a la orden del día. Robots, impresoras, drones y otros avances que surgirán ayudarán a democratizar el diseño, para que a través de bibliotecas virtuales cada uno comparta sus diseños, su conocimiento, con usuarios que lo aplicarán a su gusto y de forma inmediata. Y espero que haya menos competitividad entre los arquitectos por ganar un proyecto, porque estos trabajarán más cerca de la gente y junto a profesionales de otras disciplinas totalmente diferentes.

Dos imágenes de la gran impresora dentro del contenedor industrial. A la derecha, detalle de la estructura en forma de «origami» ©Fernández Solla Fotografie